Aréchaga La Revolución Francesa
POR Carlos Alberto Aréchaga
La partidocracia en decadencia, en franca retirada.
La Revolución Francesa es la bisagra de la historia de Occidente; la gestaron los usureros con los filósofos, la armaron, la forjaron y la plasmaron entre políticos sin cartera, abogados sin pleitos, prostitutas alcoholizadas; sus hermanas mayores pueden ser la Revolución Inglesa, la Reforma, el Idealismo alemán., y todo aquello que va separando al hombre de Dios y lo acerca a la codicia. El núcleo central de la revuelta está en implantar la Libertad como dogma religioso, como cima de la cultura de Europa. La Libertad es el nuevo Dios y como dios se lo venera y no se lo analiza.
El nuevo Dios exige la eliminación de todas las organizaciones gremiales que establecían las reglas económicas, aquellas que impedían la acumulación de riquezas por la especulación financiera, las que fijaban un sistema económico más justo y más equitativo, aquel que distribuía en relación con la capacidad de cada uno, el de dar a cada uno según su merito.
En la Alta Edad Media, desde el año 800 hasta finales del silo XIII, Europa no era, por cierto, una sociedad perfecta. No puede existir construcción humana perfecta y es eso lo que la Revolución vive ofreciendo hace más de doscientos años, ofrece el Paraíso Terrenal.
Existían usureros y muchas cabezas reinantes recurrían a los prestamistas, que eran personas condenadas socialmente. Esa condena ya no existe, la sociedad la suprimió no hace más de cincuenta años. El préstamo usurario era frecuente pero no habitual, no formaba parte del hacer, de la gestión social, no era la columna estructural de la sociedad. Se acumulaban riquezas por medio de las guerras, el saqueo, la rapiña o la herencia, pero era imposible acumular riqueza por la especulación financiera, era imposible acumular dinero sin trabajo o con riesgo de la vida. Europa no era una sociedad perfecta, caminaba con dificultad, pero caminaba con los pies para abajo y la cabeza arriba que es donde deben estar.
Fue la Revolución de 1789 la que puso a Europa, a la cultura cristiana, patas para arriba. La dejó inmóvil o arrastrada para atrás, llevada por fuerzas nuevas, turbias, definidas, por fuerzas oscuras y tenebrosas, las fuerzas de los manejos financieros que, para lograr sus objetivos -esclavizar al hombre- avanzan en pervertir a la población y llegar a esto que estamos viviendo, esto que nos ocurre hoy, esto que todos los días crece, nos ahoga, nos anula, nos convierte en animales alejados de Dios, del orden, de la obligación de respeto al semejante y al conjunto, que nos convierte en seres casi instintivos manejados por la televisión, formando un cuerpo social desatinado, absurdo e inconciente de serlo, que quiere salvar al toro y asesinar al por nacer. Estamos pensando que K es mejor que Lavagna, o que Lavagna es mejor que Macri, o algo parecido, sin captar que todos son iguales, ofrecen variantes de lo mismo: ofrecen una gestión administrativa que les permite a ellos hacer negocios y a nosotros ser sujetos pasivos de los manejos de la mecánica financiera que, por vía de la inflación y/o la deflación y/o la fluctuación de la banca y/o las tasas de interés y/o el precio de las divisas y/o del valor de la importaciones o de las exportaciones y/o…, termina haciéndonos trabajar para los pillos y la banca internacional. Somos sujetos pasivos de aquellos que nos convierten en esclavos sin conciencia ni sentimientos, sólo con emociones e instintos.
La partidocracia responde a los que controlan desde lo que comemos a lo que pensamos, los que nos impulsan a cuidar las focas y los gorilas, y nos exhortan a legalizar el aborto: “Cuiden a las focas y asesinen a los niños”. ¿Se dan cuenta de la aberrante alucinación a la que estamos sometidos?
El sometimiento, inconsciente para el común de la gente, es tan enorme que aceptamos con total apatía, con una indiferencia peligrosa, que un presidente extranjero se acomode en nuestro territorio, organice –o, con precisión, que la Argentina le organice una concentración pagada por su pueblo para que ese mandatario extranjero vocifere en contra de otro presidente que visita un país limítrofe. Y, para empeorar la cosa, con ese país estamos gestando un conflicto que, por lo absolutamente mal manejado por la diplomacia, nos puede llevar a un a guerra o a algo parecido. ¿No es casi evidente que todo este disparate, es algo manipulado? Que es algo impuesto para que en el futuro produzca no se cuál consecuencia, pero que con seguridad no será para nuestro beneficio. ¿Podemos pensar que Kischner y Tabaré Vázquez, y Hugo Chávez, todos “progresistas”, son tan tontos que no saben lo que hacen, que son los “Tres Chiflados” de las películas cómicas de Hollywood?
Tampoco nos asombra que un político argentino en campaña electoral se traslade a un estado extranjero, en este caso Israel, para pedir que ese estado apoye su candidatura a un puesto electivo como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y esto nos lleva a otra cuestión que no sólo toleramos, sino aplaudimos con entusiasmo. Todo comenzó para acabar con la corrupción en el Consejo Deliberante de la ciudad capital de la Republica Argentina; se dijo que había que liquidar lo que era una vergüenza, para lo cual se creó la Ciudad Autónoma y los Deliberantes pasaron a ser Legisladores, y … ¡¡NOS QUEDAMOS SIN CAPITAL FEDERAL!! POR SUPUESTO, LA CORRUPCION ES IGUAL O MEJOR. Por favor: ¿en qué puede cambiar la conducta de un partidocrático con pasar de deliberante a legislador? Las autoridades nacionales no tienen hoy superficie territorial propia, son inquilinas de una ciudad hanseática (ciudades libres o independientes vinculadas por el comercio entre sus puertos, durante los siglos XI, XII y XII) o algo parecido, pero siempre disparatado, sobre todo si tenemos conciencia de lo que costó que Buenos Aires fuera Distrito Federal, capital del país. Costó sangre y hubo guerra entre nosotros, citadinos y provincianos. Todo ocurrió en 1880 y ahora, sin darnos cuenta, volvemos a no tener territorio afectado a la capital y en su lugar hay una ciudad denominada autónoma, que carece de policía, de justicia y en cuyo territorio funcionan los organismos de la nación.
¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer? En forma individual sólo nos queda anular el voto. Los argentinos lo hemos hecho en no pocas oportunidades. La última, contundente, clara, ostensible y ocultada por el gobierno, con la partidocracia y sus socios, los medios de comunicación, alimentados por los dineros oficiales, es la elección de Gobernador de la Provincia de Catamarca, donde votó escasamente el 35% del padrón.
Dejemos de pensar que Z es mejor o peor que Z1. Debemos convencernos de que son iguales: SON DE LO ÚLTIMO.