José Miguel Gambra: Podemos ¿una revolución gnóstica? (I)
1 Julio, 2017
Una vez fracasado su primer intento de asalto al poder de la mano del
PSOE, algunos creen que Podemos es agua pasada; que ha sido absorbido
en la casta política; eso sí en una casta de extrema izquierda, pero que
tiene tantas posibilidades de llegar a la Moncloa como en su día
tuvieron el PCE e Izquierda Unidas. Sin embargo creo que puede haber una
diferencia esencial entre estos casos. Podemos parece haber alcanzado
el estatus de movimiento revolucionario gnóstico, cosa enormemente más
peligrosa que un movimiento político sin más. Su peligro no radica en el
contenido de su ideología, que puede ser de todo jaez, sino en la
psicología irracional y contagiosa que genera. Psicología que explica
cómo pueden acogerse a su protección los grupúsculos de los más
incompatibles propósitos, como ecologistas, separatistas, LGTB y, por
supuesto, los comunistas.
De todos es sabido cómo Eric Voegelin mantuvo que los principales
movimientos políticos de la Edad Moderna, a diferencia de lo comúnmente
admitido, no son retornos al paganismo, sino al gnosticismo. La
influencia de esta herejía, la primera de las que sufrió la Iglesia,
pervivió durante la Edad Media, pese a las condenas, y resurgió a partir
del Renacimiento con tal fuerza que buena parte de las concepciones
políticas posteriores sólo se explican desde esa perspectiva. No voy a
presentar la teoría de Voegelin ni las analogías sobre las que se apoya
para sostenerla. Lo que aquí interesa es su análisis de la psicología de
masas que acompaña a las revoluciones gnósticas. Voegelin expone, de
manera general, las etapas por la que se generan esa mentalidad,
apoyándose en la descripción que hizo Richard Hooker del movimiento
puritano, que transformó radicalmente el orden jurídico y social de la
Inglaterra del s. XVI. Comparar esas etapas con lo que piensan los
seguidores de Podemos resulta sumamente ilustrativo para ver a lo que se
está convirtiendo en una realidad cada vez más inquietante y
amenazadora.
El primer paso de esa mentalidad exige que alguien presente machaconamente una «causa», o denuncia, consistente en un conjunto
de «severas críticas de los males que afectan a la sociedad y, en
especial, de la conducta de las clases altas». Esto queda evidentemente
reflejado en la mente de los podemitas que se empeñan en exagerar la
situación caótica de España y los sufrimientos indecibles de los
españoles, hambrientos, perseguidos y esclavizados.
El segundo paso «consiste en lograr concitar las ira popular contra
el gobierno establecido y en atribuirle todas las faltas y la corrupción
que a causa de la fragilidad humana existen en el mundo». Las críticas
demonizadoras de los populares y, especialmente de Rajoy, no permiten
dudar de que este paso también fue dado por Podemos desde el principio.
Como dice Juanma del Álamo, «a veces parece que a los podemitas les
gusta la corrupción de los populares».