El
arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, dedicó su reflexión
semanal en el programa “Claves para un mundo mejor”, al que consideró el
“vicio ancestral del acomodo”.
“Se acabó otro año y yo quisiera hablar de un vicio ancestral de la Argentina. A ustedes, quizás, les parezca inoportuno, pero considero que corresponde porque uno suele hacer un balance y piensa para el próximo año a ver si puede mejorar un poco. Sólo que quizá no se piensa en las cuestiones de base, atrapados como estamos por las del momento. Los vicios ancestrales tienen raíces muy profundas y ¿qué podemos hacer nosotros? Pero yo se los presento, por las dudas. Elijo uno de esos vicios, que es el ‘acomodo’”, subrayó.
El prelado recordó que el término “acomodo” en su novena acepción en el Diccionario de la Real Academia Española dice; “Argentinismo: enchufar. Colocar a alguien en un puesto por influencia”, y agregó: “El ‘acomodo’ es una expresión castiza, pero como hecho, si la Academia dice que es un argentinismo, como hecho podemos asumir que se trata de un vicio ancestral de la Argentina”.
“Todos sabemos que es así, y no hay gobierno que se salve, me parece a mí. Los gobiernos suelen hacer esto; cuando cambian aparecen los nuevos con su gente y los que estaban quedan medio desubicados; depende de en qué nivel de la administración se encuentren. Por supuesto, estoy pensando en la estructura del Estado, que es elefantiásica en la Argentina”, advirtió.
Mons. Aguer puso algún ejemplo que “no de un país inexistente sino que ocurre acá” y citó: “En una oficina indeterminada, de cualquier repartición, existe un muchacho que tiene estudios universitarios, una licenciatura o un doctorado, que trabaja muy bien, que ha hecho todo lo que tenía que hacer allí, es el conoce muy bien el manejo de las cosas y gana, pongamos, 16.000 pesos por mes. Pero resulta que cambia el gobierno y ponen a otro para que el primero le enseñe porque él no sabe y ese nuevo gana 40.000 pesos. Esto se llama acomodo”.
“Ustedes pueden decir que el ejemplo es excesivo, pero no lo es, porque estas cosas pasan frecuentísimamente. Quizás, alguno de los televidentes se estará preguntando si los obispos no intervendrán, no tendrán influencia para esto o aquello. Yo, algunas veces, sinceramente les digo, he tenido que intervenir para poner las cosas en su lugar para ver si se podía remediar alguna injusticia. He visto injusticias flagrantes, y no es fácil superarlas”, agregó.
“Nosotros nos hemos acostumbrado a esto –lamentó-. No sé desde cuándo rige este vicio ancestral del ‘acomodo'. Pero así no va, porque la democracia pide otra conducta que yo llamaría meritocracia. El que tiene que gobernar, así como el que debe obtener un puesto bien remunerado es el que sabe, el que tiene méritos y así debería ser siempre. Ese tendría que ser el criterio para tomar personal. Los empresarios suelen hacerlo así y http://www.aica.org/images/26860.jpg?t=1485356708me parece que lo hacen porque les conviene, ¿no podría ser así en el Estado? Los méritos tendrían que ser reconocidos, y no se deben postergar o ignorar para privilegiar los acomodos”.
El prelado sostuvo que el Diccionario de la Real Academia “pone como sinónimo de acomodar la palabra enchufar. Acá hacemos eso enchufamos a uno en tal lugar y el tipo gana fantásticamente bien y el otro se queda mirando o llorando. Así no van las cosas y, quizás, estas cosas que parecen secundarias, que parecen que no merecerían tanta atención, resultan fundamentales para el futuro de la Argentina, para el destino de una sociedad” y se preguntó:. ¿Cómo es posible que funcionen siempre las cosas de esa manera espantosamente acomodada?”.
“Por eso, al comenzar el año, diría yo, no tenemos que resignarnos a que el próximo sea igual, a que todo siga igual. El cambio, ahora que se usa mucho la palabra cambiar, según decían los filósofos como Aristóteles, por ejemplo se determina por la meta, por el fin. Todo cambio se determina por el fin, su orientación y valor depende del fin. Cambiar sí, pero cambiar por cambiar no. ¿Hacia dónde vamos? Hay que saber hacia dónde vamos y este vicio al cual yo me refería es uno de los que hay que cambiar como tantos otros. Entonces, yo diría, en el orden personal hagamos una pequeña lista de qué cosas tendría que cambiar cada uno para el año que comienza y, por lo menos, hacer el propósito. Es verdad que los propósitos son muy difíciles de cumplir, de sostener en el tiempo, pero el esfuerzo vale la pena”, alentó.
“Ahora imagínense ustedes qué país distinto tendríamos si desde hace décadas y décadas, no quiero decir desde el 25 de Mayo de 1810 porque me parece una exageración, hubiéramos hecho esto de ir cambiando poco a poco nuestros vicios, nos hubiéramos ido liberando de nuestros vicios y hubiéramos ido adquiriendo virtudes. Eso es lo que creo que tenemos que hacer”, subrayó, agregó: “Entonces, ante al comenzar el año ya sabemos que alguito podemos mejorar cada uno en su vida personal y también en el influjo que puede ejercer alrededor. Yo les deseo un buen año, un felicísimo año 2017 a todos ustedes”.+
“Se acabó otro año y yo quisiera hablar de un vicio ancestral de la Argentina. A ustedes, quizás, les parezca inoportuno, pero considero que corresponde porque uno suele hacer un balance y piensa para el próximo año a ver si puede mejorar un poco. Sólo que quizá no se piensa en las cuestiones de base, atrapados como estamos por las del momento. Los vicios ancestrales tienen raíces muy profundas y ¿qué podemos hacer nosotros? Pero yo se los presento, por las dudas. Elijo uno de esos vicios, que es el ‘acomodo’”, subrayó.
El prelado recordó que el término “acomodo” en su novena acepción en el Diccionario de la Real Academia Española dice; “Argentinismo: enchufar. Colocar a alguien en un puesto por influencia”, y agregó: “El ‘acomodo’ es una expresión castiza, pero como hecho, si la Academia dice que es un argentinismo, como hecho podemos asumir que se trata de un vicio ancestral de la Argentina”.
“Todos sabemos que es así, y no hay gobierno que se salve, me parece a mí. Los gobiernos suelen hacer esto; cuando cambian aparecen los nuevos con su gente y los que estaban quedan medio desubicados; depende de en qué nivel de la administración se encuentren. Por supuesto, estoy pensando en la estructura del Estado, que es elefantiásica en la Argentina”, advirtió.
Mons. Aguer puso algún ejemplo que “no de un país inexistente sino que ocurre acá” y citó: “En una oficina indeterminada, de cualquier repartición, existe un muchacho que tiene estudios universitarios, una licenciatura o un doctorado, que trabaja muy bien, que ha hecho todo lo que tenía que hacer allí, es el conoce muy bien el manejo de las cosas y gana, pongamos, 16.000 pesos por mes. Pero resulta que cambia el gobierno y ponen a otro para que el primero le enseñe porque él no sabe y ese nuevo gana 40.000 pesos. Esto se llama acomodo”.
“Ustedes pueden decir que el ejemplo es excesivo, pero no lo es, porque estas cosas pasan frecuentísimamente. Quizás, alguno de los televidentes se estará preguntando si los obispos no intervendrán, no tendrán influencia para esto o aquello. Yo, algunas veces, sinceramente les digo, he tenido que intervenir para poner las cosas en su lugar para ver si se podía remediar alguna injusticia. He visto injusticias flagrantes, y no es fácil superarlas”, agregó.
“Nosotros nos hemos acostumbrado a esto –lamentó-. No sé desde cuándo rige este vicio ancestral del ‘acomodo'. Pero así no va, porque la democracia pide otra conducta que yo llamaría meritocracia. El que tiene que gobernar, así como el que debe obtener un puesto bien remunerado es el que sabe, el que tiene méritos y así debería ser siempre. Ese tendría que ser el criterio para tomar personal. Los empresarios suelen hacerlo así y http://www.aica.org/images/26860.jpg?t=1485356708me parece que lo hacen porque les conviene, ¿no podría ser así en el Estado? Los méritos tendrían que ser reconocidos, y no se deben postergar o ignorar para privilegiar los acomodos”.
El prelado sostuvo que el Diccionario de la Real Academia “pone como sinónimo de acomodar la palabra enchufar. Acá hacemos eso enchufamos a uno en tal lugar y el tipo gana fantásticamente bien y el otro se queda mirando o llorando. Así no van las cosas y, quizás, estas cosas que parecen secundarias, que parecen que no merecerían tanta atención, resultan fundamentales para el futuro de la Argentina, para el destino de una sociedad” y se preguntó:. ¿Cómo es posible que funcionen siempre las cosas de esa manera espantosamente acomodada?”.
“Por eso, al comenzar el año, diría yo, no tenemos que resignarnos a que el próximo sea igual, a que todo siga igual. El cambio, ahora que se usa mucho la palabra cambiar, según decían los filósofos como Aristóteles, por ejemplo se determina por la meta, por el fin. Todo cambio se determina por el fin, su orientación y valor depende del fin. Cambiar sí, pero cambiar por cambiar no. ¿Hacia dónde vamos? Hay que saber hacia dónde vamos y este vicio al cual yo me refería es uno de los que hay que cambiar como tantos otros. Entonces, yo diría, en el orden personal hagamos una pequeña lista de qué cosas tendría que cambiar cada uno para el año que comienza y, por lo menos, hacer el propósito. Es verdad que los propósitos son muy difíciles de cumplir, de sostener en el tiempo, pero el esfuerzo vale la pena”, alentó.
“Ahora imagínense ustedes qué país distinto tendríamos si desde hace décadas y décadas, no quiero decir desde el 25 de Mayo de 1810 porque me parece una exageración, hubiéramos hecho esto de ir cambiando poco a poco nuestros vicios, nos hubiéramos ido liberando de nuestros vicios y hubiéramos ido adquiriendo virtudes. Eso es lo que creo que tenemos que hacer”, subrayó, agregó: “Entonces, ante al comenzar el año ya sabemos que alguito podemos mejorar cada uno en su vida personal y también en el influjo que puede ejercer alrededor. Yo les deseo un buen año, un felicísimo año 2017 a todos ustedes”.+