El misterioso pudridero de El Escorial para momificar a los reyes españoles muertos
Si bien no existe un tiempo estipulado para que culmine el proceso biológico de reducción natural del cuerpo, se calcula que son necesarios entre 30 y 40 años para que sea eliminada «la humedad» y el mal olor del cuerpo. Los detalles de la estancia se guardan con hermetismo desde hace siglos
La muerte estos días del primo del Rey, Don Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, quien fue nombrado Infante en 1994 por expreso deseo del Rey Don Juan Carlos, ha devuelvo momentáneamente a la actualidad el proceso de «momificación» que debe realizarse a los Reyes y a los Infantes antes de descansar definitivamente en paz en El Escorial. Como si fuera algo así como un secreto, cuando evidentemente no lo es, los guías del Palacio Monasterio de El Escorial suelen dotar de un tono misterioso a su voz al mencionar que existe una sala contigua al Panteón de los Reyes, con suelo de granito y techo abovedado, que hace las veces de pudridero y que en la actualidad permanece ocupado por los restos mortales de varios Infantes, entre ellos Don Jaime de Borbón, y por los Condes de Barcelona.
El pudridero de El Escorial, con dos estancias diferencias, uno de ellos para Reyes y otro para Infantes, se encuentra en el subsuelo de la basílica, a pocos metros del lugar de los sepulcros reales. Los monjes agustinos, que sustituyen a la Orden de los Jerónimos del periodo de Felipe II desde 1885, se encargan de custodiar tres pequeñas salas sin luz cuyo paso está limitado solamente a ellos. Si bien no existe un tiempo estipulado para que culmine el proceso biológico de reducción natural del cuerpo, se calcula que son necesarios entre 25 y 40 años para que sea eliminada «la humedad» y el mal olor del cuerpo. La función final del pudridero, en cualquier caso, es reducir el tamaño de los cuerpos para que se adapten a los minúsculos cofres de plomo que, en el caso de los Reyes, ocupan apenas un metro de largo y 40 centímetros de ancho.
¿Cómo es el pudridero por dentro?
«Permanecen los cadáveres 30 o más años hasta consumida la humedad»
Este traslado de los Infantes y de los Reyes del pudridero al Panteón se celebra en la intimidad y bajo un protocolo muy estricto. Asisten un miembro de la comunidad agustiniana, otro de Patrimonio Nacional, un arquitecto –que se encarga de dirigir el desmontaje del murete del Panteón Real–, dos operarios y un médico, que se limita a testimoniar que el proceso de descomposición ha finalizado.
Por su parte, el Pudridero Real se encuentra hoy ocupado por los padres de Don Juan Carlos: Don Juan de Borbón y Doña María de las Mercedes, que descansan en el Monasterio desde abril de 1993 y enero del 2000, respectivamente. El último entierro permanente en este caso fue el de la Reina Victoria Eugenia que, aunque falleció en 1969 en Lausana (Suiza), sus restos fueron repatriados en 1985.
Una vez que los cuerpos de los Condes de Barcelona sean trasladados a sus sepulcros, el Panteón de Reyes estará completo, a menos que se realice una ampliación. A excepción de Felipe V, que recibió sepultura en la Colegiata del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso junto a su segunda esposa, de su hijo Fernando VI, que fue enterrado según su deseo con su esposa Bárbara de Braganza en el convento de las Salesas Reales, así como los ajenos José I Bonaparte y Amadeo de Saboya, todos los Reyes de la historia de España desde 1558 permanecen enterrados en El Escorial.
¿Un error de Felipe II, o uno de Felipe IV?
La fecha en la que se habilitó el pudridero es complicada de precisar, pero desde luego no fue en el reinado de Felipe II, sino con la creación del Panteón Real, inaugurado en 1654, estando Felipe IV en el trono. De esta forma, la Octava Maravilla del Mundo construida por Felipe II, irónicamente, habría fallado con estrépito en su cometido principal como tumba de Reyes, puesto que el conocido como «los infiernos» (el sepulcro donde quedaban enterrados los cuerpos al principio) era estrecho y sombrio. O al menos eso es lo que pensó su nieto, Felipe IV. En una carta enviada por Felipe IV al prior Fray Nicolás de Madrid, disponiendo el traslado de los cuerpos al nuevo panteón, el Rey explica por qué creía que su abuelo había cometió un error así: «Siendo la intención del Rey mi señor, y mi abuelo, cuando edificó esta Real Casa, quiso que fuese allí su Sepultura, la de sus gloriosos Antecessores, y la de sus Sucessores; pero no dejó señalado competente sitio para este».La Cripta Real levantada para solucionar el aparente descuido de Felipe II fue construida por Juan Gómez de Mora, el arquitecto de la Plaza Mayor de Madrid, y consta de 26 sepulcros de mármol dispuestos en siete columnatas a ambos lados del altar, que fueron ocupados por los antepasados de Felipe IV. Sin embargo, ahora que es necesaria más que nunca una ampliación del Panteón, algunos autores han cuestionado que la decisión de Felipe IV de trasladar los cuerpos fuera la más correcta. El principal cronista de la época, el padre Sigüenza, cuenta como Felipe II sí precisó el lugar, pues quiso «hacer un cementerio de los antiguos donde estuviesen los cuerpos reales sepultados y donde se les hiciesen los oficios y misas y vigilias, como en la primitiva Iglesia se solían hacer con los mártires». El arquitecto Juan Rafael de la Cuadra Blanco, que abordó ampliamente el tema en una Tribuna Abierta de ABC del 29 de octubre de 1998, defiende que «Carlos I dejó claro en su testamento que quería estar medio cuerpo debajo del altar y medio debajo de los pies del sacerdote. Y su hijo, Felipe II, cumplió su deseo».
Si se devolviera a Felipe II, a Carlos I y a sus esposas, las Reinas Ana de Austria e Isabel, a su primitivo enterramiento se corregiría, según los defensores de esta teoría, «un error histórico, y quedarían cuatro tumbas libres para enterrar a dos generaciones más». Ese lugar original donde Felipe II quiso enterrar a sus padres, a sus tías, a tres de sus mujeres y a su hijo Don Carlos fue una pequeña bóveda bajo el altar y bajo las estatuas orantes del presbiterio, y ligeramente encima del Panteón de Reyes, los «Infiernos» mencionados.