El héroe que frenó al ejército francés en la Torca de Fuencaliente
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Cuenta la leyenda que un valiente del pueblo llevó a las tropas de Napoleón hasta una trampa en esta sima de Soria
«El nombre no lo sabemos, pero su recuerdo no se borrará de nuestra memoria ni de la de nuestros hijos, mientras el pueblo sea pueblo», escribió Manuel Ayuso Iglesias en la revista «Recuerdo de Soria» en 1903. El político e historiador, natural de Burgo de Osma, fue el primero en recoger la leyenda de «La Torca de Fuencaliente» a través del relato del «tío Periquín» a un viajero que pasa por el lugar.
«Hace muchos años, cuando la francesada, vino de Aranda un guerrillero a traer una carta a los de Fuencaliente, en la que decía que, a los pocos días, pasaría por aquí un gran ejército de nuestros enemigos con dirección a la carretera de Madrid», narraba Periquín. Los soldados franceses viajaban por caminos apartados, para esquivar a las tropas españolas y atacarlas después por sorpresa.
«La orden de su jefe, al que decían el Empecinado, era quede cualquier forma les cortaran el paso. Pero los del pueblo no tenían armas ni les daría tiempo a hacer fosos y trincheras. Eran, además, muy pocos comparados con el número de soldados que, al decir del guerrillero, aquel ejército francés tenía», según la narración del antropólogo Luis Díaz Viana en «Leyendas populares de España» (Esfera de los Libros, 2008).
La trampa
Uno del pueblo, con fama de listo, «se comprometió entonces a derrotarlos con maña» y todos los vecinos de Fuencaliente obedecieron sus indicaciones. Cubrieron con ramas largas y delgadas toda la boca de la sima y colocaron encima unas endebles tablas antes de extender tierra sobre ellas. Cuando la trampa estuvo lista, él montó en su mula y salió al encuentro de los franceses.El general -«... no recuerdo porque es un nombre muy raro, lo que sí que sé es que tenía muchas barbas y muchos galones»- ordenó detener al vecino de Fuencaliente y le preguntó por el camino más rápido hacia la carretera de Somosierra. El hombre se ofreció a guiarle por poco dinero y así fue cómo condujo a las tropas enemigas hasta la encerrona.
«Cuando ya estaban allí, el de Fuencaliente arreó a su mula, esta pataleó sobre el "tinglao", las tablillas se rompieron y todos, todos y él también, cayeron en la Torca, y no han vuelto a salir desde entonces», narró Ayuso Iglesias y recopiló después Florentino Zamora Lucas en sus «Leyendas de Soria». El sacrificio del vecino de Fuencaliente salvó así la vida de muchos compatriotas ya que el resto del ejército francés, sin jefes ni guías, no tuvo más remedio que volver sus pasos, «sin poder hacer daño a las tropas españolas en cuya busca iban».
«De la invasión de España por los franceses quedan en nuestro país abundantes ecos legendarios», explica Luis Díaz Viana. Muchos de ellos se refieren, aunque sea tangencialmente como en este relato, a Juan Martín Díaz «El Empecinado» y algunas coinciden en ardides preparados por los lugareños para atacar a los franceses. Díaz Viana recuerda la leyenda de «La toma de Urueña», «que cuenta cómo algunos vecinos de esta villa urdieron la estratagema de azuzar a un rebaño de carneros con estopas y astillas encendidas en los cuernos para que, como si se tratara del más imparable de los ejércitos, arremetiera contra el enemigo. Y dicen las crónicas que dio resultado».
La táctica no era muy original, ya que se la atribuyen a varios héroes de la antigüedad, «pero refleja a las claras tanto la validez simbólica como -en ocasiones- la más práctica de ciertos mitos».
Boca del infierno
La peligrosidad y profundidad de la Torca llevó a la creencia popular de
que el negro agujero había sido creado por un monstruo que vivía allí
abajo, o que era una boca al infierno, como la poza del Gorg dels
Banyuts en la leyenda del conde Arnau o la Cueva de Salamanca. De ahí
que Díaz Viana finalizara su recreación de La Torca y el héroe de
Fuencaliente poniendo en boca del viajero estas palabras: «Si vuelven
los franceses ya sabemos a dónde hay que traerlos. Y el diablo se
encargará de ellos».