San Héctor de Valdivieso
Editorial:
El Santo Argentino Olvidado
De la segura multitud de nacidos en este suelo argentino que ya gozan de la plenitud de Dios, en el Cielo, él ha sido el primero que la Santa Madre Iglesia ha reconocido como tal, elevándolo a los Altares y proponiéndolo como modelo e intercesor.
Sin embargo no cuenta con un slogan que lo haga digno de que su imagen este en los Templos del país, ni siquiera un monolito recuerda el céntrico lugar donde se emplazaba la Pila donde fue cristianizado, claro que frente al masónico monumento convertido en pervertido símbolo de la contra natura. Son muchos los fieles laicos que desconocen su vida, su existencia, su santidad, su heroica muerte.
Se nos ocurre que en épocas donde el testimonio es tan necesario su figura sea valorizada entre nosotros, si él ha sido capaz de escribir a su padre residente en México: "Cuanto desearíamos estar ahí para demostrar con actos que amamos a Nuestro Señor. En las oraciones decimos mucho a Jesús: te amo. Pero cuando hay que probarlo, ya a es otra cosa. Ud. No sea así. Muéstrese católico contra todos. ¡Qué importa la muerte! Al contrario, es una gracia de dios que da a sus escogidos....".
"Si amaramos a Nuestro Señor, nos gustaría que llegaría el día en que pudiéramos dar nuestra vida por Él. ¡Qué contentos estaban los mártires que ahora han beatificado!
Acabo aconsejándole que se muestre ahora verdadero cristiano, aunque tenga que dar su vida. Tome por divisa: «Lo que importa es salvarse»"
Hace unos días una amiga me conto que a su hijito que está preparándose para la comunión y su catequista le dijo que no les enseñaba la parte del pésame donde dice “antes quería haber muerto que haberos ofendido” porque era muy fuerte. ¿Estupidez o malicia? Pobres aquellos jóvenes: Domingo Savio, María Gorreti, Luis Gonzaga que en sus comuniones prometieron al Señor “antes morir que pecar”, claro seguramente tuvieron unos perversos catequistas y vivieron frustrados, pues de ellos estamos seguros que han alcanzado la Gloria del Cielo.
Aproximadamente hace un par de años en una jornada de oración, me cruce con un militante pro vida, un hombre que ciertamente dio la cara y se enfrento a la cultura de la muerte en los medios de comunicación, lo cual hablaba muy bien de él, pero cuando le plantee la necesidad que tenemos los católicos argentinos de prepararnos para el martirio, me dijo que él no tenía vocación de mártir.
San Héctor, no solo hablo de esta manera del martirio sino que además no dudo entregar la vida por Cristo, junto a sus compañeros, por eso no me extraña que, a pesar de ser nuestro primer canonizado, sea hoy desconocido por la mayoría de los argentinos. Es que nuestra catequesis está orientada a la fe fofa, light, mediocre, tibia y no para el heroísmo, el martirio. Pero no toda porque hay una catequesis que está preparando a un supuesto martirio, no en términos católicos, esto es de defensa de la fe, sino en términos humanos, horizontales, en una línea que está orientada a la defensa de una ideología anticristiana y que es justamente la que proclamaban los tribunales populares, la masa profanante que mataron a San Héctor y sus compañeros por odio a la Fe en Cristo y su Iglesia.
A nuestros jóvenes se les niega el testimonio de San Héctor pero quiere presentársele como mártires (repetimos que en el estricto pensamiento católico mueren por odio a la fe) a Obispos y sacerdotes que murieron defendiendo no a Cristo ni a su Iglesia sino que bajo el telón de la fe católica defendieron, proclamaron y extendieron una ideología anticristiana y materialista, la misma que se proclamaba en la República española y bajo cuya bandera se cobijaron los verdugos de nuestro compatriota y sus compañeros.
Sin duda San Héctor no tiene slogan que el marketing eclesiástico pueda utilizar, y como dijimos en el editorial del número 181 tampoco lo tienen los santos que son hoy parte de estas “devociones populares” por las cuales se hacen grandes colas pero sin que ello suponga un camino de conversión de muchos de los peregrinos. No San Héctor tiene una entrega silenciosa y valiente a la vida religiosa y a la educación, no tiene un slogan marketinero, ni meloso, tiene una divisa clara “aunque tenga que dar su vida. Tome por divisa: «Lo que importa es salvarse»".
Hace diez años decíamos en nuestro articulo “La virtud hasta la muerte”, publicado en nuestro número 3, que: “Quizás San Héctor no debió morir mártir, debió ser un cantante, tomar cerveza y morir en un accidente para tener éxito entre los argentinos, para ser conocido, pues parece que en este bendito suelo da más fama el vicio que la virtud.” Y considerando lo que dijimos parece que entre los católicos argentinos genera más “devoción” (aunque no sea verdadera como explicáramos en el editorial ya mencionado) o un santo al que podamos extraer algún pasaje de su vida para convertirlo en el único y más valioso (como el pobre San Ramón que si no hubiera nacido de madre muerta hoy no tendría tanta fama) o algún hombre que haya dedicado su vida al horizontalismo marxista.
San Héctor, que has amado a la Argentina de un modo maravilloso, recordándola siempre durante tu vida en España te pedimos por los católicos argentinos, en especial por nuestros pastores para que también nosotros tomemos como divisa, aunque nos cueste la vida “lo que importa es salvarse”.
Te pedimos para que si nos llega la muerte para no caer en pecado podamos hacerlo con la entereza que ustedes lo han hecho:
“En el patio, Silverio Castañón les preguntó, cuando ya no podían oírles los demás presos: – ¿Saben ustedes dónde van?
El Hermano Augusto Andrés, el mismo que había dicho antes que sabía manejar el mosquetón y el más decidido de carácter, respondió con serenidad: – Adonde ustedes quieran. Ya nada nos importa.
–Pues van ustedes a morir!, fue lo único que se le ocurrió a Castañón.
El grupo oyó silencioso la sentencia. Los temores se confirmaban y, desde luego, hasta psicológicamente su espíritu se había dispuesto para el momento. Habían hablado de si sería verdadero martirio su ejecución y habían coincidido en que, realmente, sólo el ser religiosos era el motivo de su sacrificio, si éste llegaba a realizarse. Ante las armas de los escopeteros y a la luz escasa de la vacilante bombilla de la fachada, les obligaron a ponerse de dos en dos. Iban en cabeza los dos jefes de Carabineros, los ocho Hermanos a continuación, y finalmente, el Padre Inocencio”.
"Al abrir la puerta (del cementerio), dijo Castañon: «Adelante, más adelante». Las víctimas quedaron colocadas así: a su espalda, el monte y dos largas fosas. Delante, mirando a su Colegio, los escopeteros.
Así dispuestos, Castañon dio la orden de fuego. Dos descargas segaron la vida de los mártires, cuyos cuerpos cayeron en la fosa. Silveiro Castañón y «El Casin», los remataron a pistoletazos. Todavía hay que sumar una nueva crueldad: con una maza machucaron las sienes de algunas víctimas que aún no habían muerto. Y de un golpe separaron la cabeza del hermano Cirilo Beltrán. Se había consumado el crimen".
Supla la Gracia la deficiencia de la pluma
Marcelo Grecco
Versailles, junto a la Virgen de la Salud
9 de septiembre de 2010
Fiesta de San Héctor Valdivieso Saez