Madrid 2011
La JMJ de 2011 coincidirá con el centenario del Congreso Eucarístico Internacional de Madrid
Y España oró en la calle
Don Alejandro Pidal, Presidente del Consejo de Ministros,
tras su discurso en el templo de San Francisco el Grande,
rodeado, a la salida de personalidades eclesiásticas y civiles
Hoy se barajan cifras astronómicas: millones de peregrinos, miles de sacerdotes, cientos de obispos... Y una vez más, la Historia muestra que el egocentrismo es hermano de la desmemoria: en aquel Congreso Eucarístico, celebrado cuando ni siquiera todas las poblaciones estaban intercomunicadas por tren, participaron más de cien prelados, ocho mil sacerdotes, diez mil adoradores, cuatro mil jóvenes, cuatro mil obreros y cerca de 80.000 fieles.
El ardor de una nación
Una diferencia es clara. Si bien la presencia del Papa en la JMJ de 2011 se da por segura Dios mediante, el Madrid de 1911 hubo de contentarse con la presencia de un Legado Pontificio, pues aún Pablo VI no había roto los muros de la Ciudad Eterna con sus viajes fuera de Roma, y el Santo Padre no acostumbraba a viajar
Imágen del Congreso Eucarístico de 1911:
procesión en las calles del centro de Madrid
El Sucesor de Pedro daba gracias a Dios con toda razón, sin saber aún que de aquel Congreso surgiría la idea de consagrar España al Sagrado Corazón de Jesús, erigir el monumento del Cerro de los Ángeles y difundir, parroquia por parroquia, el himno oficial del encuentro eucarístico: Cantemos al Amor de los amores. Cierto que no fue suficiente para evitar que aquella Europa convulsa viese cómo sus entrañas estallaban en la Primera Gran Guerra, ni para que España se desangrase veinte años después en una guerra cainita, pero, como dijo el cardenal Rouco en la clausura de la Misión Joven, aquel Congreso sirvió de altavoz -como lo será la JMJ de 2011- para recordar que, «sin el Corazón de Cristo, sin la Eucaristía, la conquista de los corazones de los hombres será difícil para España y para Europa». Por eso, en 2011 la Iglesia española tomará la plaza pública para orar, cien años después, como España oró en la calle.
José Antonio Méndez