domingo, mayo 06, 2018


Teresa Cabarrús, la heroína española que puso fin al Reinado del Terror de Maximilien Robespierre

El romance entre la madrileña y uno de los líderes más sanguinarios de la Revolución francesa, impulsó a la restauración de la paz en la República y la libertad de culto



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«Esta mujer sería capaz de cerrar las puertas del infierno», expresó William Pitt «el joven» -quien fue el primer ministro británico más joven en ocupar dicho cargo- muy admirado por la valentía de Teresa Cabarrús; tras salvar a los prisioneros franceses de morir guillotinados por orden de Maximilien Robespierre, conocido también como el «Incorruptible».
Desde la Revolución francesa, la sensualidad e inteligencia de Teresa Cabarrús -más conocida como madame Tallien o Nuestra Señora de Thermidor- la posicionaron como una pieza clave en la transición política de Francia.
El romance que Cabarrús mantenía con Jean-Lambert Tallien salvó por dos veces su cuello de la «santa guillotina» -como así llamaba su amante al terrorífico artilugio-. De esta manera, el enamorado la sacó de prisión enfrentando a quien había sido su líder y verdad, Maximilien Robespierre; cuya cabeza condenaría a rodar en el patíbulo.
«La actividad de Teresa Cabarrús durante la época del terror fue enorme. Utilizó su influencia para tratar de evitar numerosas ejecuciones durante estos años sangrientos. Salvó tantas vidas que se la llamó entonces, además de madame Tallien, «Notre Dame de Thermidor», relató Carmen de Reparaz en su libro «María Malibran».

La carta

Teresa no era ninguna delincuente, ni había hecho nada que pudiera alterar el orden público; para terminar tras las rejas. Eso sí, tuvo la desgracia de casarse con un aristócrata despilfarrador y cobarde. Y como tras la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789, los nobles pasaron a ser considerados enemigos de la revolución; el conde Jean-Jacques Devin de Fontenay decidió huir, abandonando a su hijo y esposa a merced de la locura jacobina.
«La actividad de Teresa Cabarrús durante la época del terror fue enorme. Utilizó su influencia para tratar de evitar numerosas ejecuciones»
Teresa abandona París y se marcha a Burdeos, donde aparentemente estaba más libre de la inquisición de Robespierre. Sin embargo, un buen día apareció uno de los hombres más crueles de la revolución: Jean-Lambert Tallien, a quien el «Incorruptible» destinó allí para que dejara correr tanta sangre como se le antojase.
El enviado se enamoró de Teresa nada más verla; y aunque ella no se dejaría querer -al menos en ese momento- el destino los uniría poco tiempo después; cuando el Comité de Salud Pública la condenó a muerte por su matrimonio con un «émigré» (como así se le conocía a los nobles prófugos de la revolución). Muy angustiada, Cabarrús le escribió una carta a Taillen, quien no estaba enterado de su paradero; -pues Robespierre lo había mandado llamar desde París-; para que acudiera a salvarla una primera vez.

Nuestra Señora de Termidor

«Robespierre abogaba por la necesidad de la política del Terror como medio para proteger la revolución y depurarla, siendo definidos como «terroristas» (partidarios de la necesidad del Terror). Gracias a él Robespierre estaba en la cima de su poder», relató Bolinaga Iruasegui en su obra «Breve historia de la Revolución francesa».
Teresa pronunció un discurso «la amiga de la Constitución», ataviada con los colores republicanos para ganarse la confianza de la Convención
Tallien logra convencer al Comité de Salud Pública de la amistad de Teresa con la Revolución; y al salvarse la cabeza de la española, se librarían otras muchas de la «santa guillotina» de su amante. Pues la pasión de Cabarrús -a quien comenzarían a llamar madame Tallien- mermó las ansias de sangre de su protector. De esta manera, ambos comenzarían a ganar una popularidad positiva, opacando a Robespierre; quien comenzaría a ver a nuestra compatriota como el mayor de los estorbos de su régimen.
La Convención consideraba a Tallien como un hombre débil que se había dejado seducir por la española. De esta manera, envían a Lacombe –otro de los fieles súbditos del «Incorruptible» - para poner a prueba a la fidelidad de Cabarrús a la revolución jacobina, a su líder y al nuevo credo impuesto «culto a la Razón».
Para ello, Teresa elaboró un texto «la amiga de la Constitución»; el cual pronunciaría durante la inauguración de un templo dedicado a la religión robespierriana en Burdeos. Ataviada con los colores republicanos se ganó la confianza de Lacombe. Sin embargo para el momento que creyó haberse librado de los ojos inquisidores del Comité de Salud Pública, fue encarcelada nuevamente.
El miedo a perderla y el amor ciego por Teresa le impulsó a derrocar a Maximilien Robespierre y su Reinado del Terror.
El opulento estilo de vida de la madrileña provocaba desconfianza a los miembros de la Convención, quienes intuían que seguía manteniendo una estrecha relación con los «émigrés». Si Teresa era enemiga de los valores de la República, la relación sentimental que mantenía con Tallien, comprometería también la cabeza de su amante.
Maximilien Robespierre
Maximilien Robespierre - C.C
Sin embargo la inteligencia de Cabarrús no permitiría un desenlace tan desgraciado. Mientras trataba de esconderse de la muerte, le escribiría una carta desde la Prisión de La Force. Como Tallien tardaba en rescatarla, decidió meter presión emocional: «Muero desesperada por haber pertenecido a un cobarde como tú». En menos de un día, el que en su día fue «el mandado» de Robespierre daría paso a la Reacción Thermidoriana. El miedo a perderla y el amor ciego por Teresa le impulsó a derrocar al «Incorruptible» y su Reinado del Terror.
«El diputado Tallien –quien azuzado por el encarcelamiento de su prometida, la española Teresa Cabarrús, acusó a Robespierre de aspirar a la tiranía. Robespierre se sintió aludido y quiso responder, pero una avalancha de voces ahogó la suya, apoyando a Tallien y pidiendo la detención del Incorruptible y sus adeptos como traidores a la República y la revolución», explicó Iruasegui.

La purificación de la República

El «Incorruptible» había perdido su hegemonía dentro de la Convención, cuyos miembros comenzaban a sentirse inseguros por las ansias acusatorias de Robespierre. Tallien había colocado al frente de sus milicias a Paul Barras; y aunque el líder del Reinado del Terror había convocado a un ejército que superaba a los thermidorianos, enseguida comenzarían a ver mermadas sus fuerzas.
Tras la derrota de Robespierre, la «Justicia» que en su día aplicó para la «purificación de la República» se convertía en su condena. De esta manera, todos los que pudieron se suicidaron. Pues cualquier escenario resultaba menos violento que una guillotina rodeada por una muchedumbre; sí de todos aquellos espectadores a los que enseñaron a disfrutar el macabro espectáculo desde la caída del Antiguo Régimen.
Robespierre no tuvo tanta suerte. Cuando las tropas de Barras lo hallaron, se lo llevaron junto a otros 21 hombres -que no habían caído durante el enfrentamiento- a prisión para ser ejecutados al día siguiente.
«El 9 de termidor supuso la convulsión final que asentó firmemente la revolución»
«La Guardia Nacional fiel a la Convención, liderada por Barras, penetró en tromba dentro del edificio del ayuntamiento, donde localizaron a los robespierristas. La mayoría se entregaron; otros se suicidaron de un pistoletazo, como Lebas; otros intentaron escapar por la ventana sin éxito, como el hermano menor de Robespierre; y otros, como el mismo Robespierre, no se sabe si intentaron matarse o fueron víctimas de disparo ajeno», relató Iruasegui.
Tras rodar la testa del «Incorruptible» Teresa Cabarrús fue liberada; reuniéndose con su amante, el cual había ascendido al Comité de Salud Pública. Cualquier sinónimo de insurgencia fue eliminado «ipso facto»; y gracias a la española –a quien Tallien adoraba con devoción- se eliminaría el Tribunal Revolucionario y se instauraría la libertad religiosa. La intercesión de Teresa ante aquel hombre de espíritu sanguinario, le mereció el cariño y el respeto del pueblo francés quien la haría pasar a la Historia como «Notre-Dame de Thermidor».
«El 9 de termidor supuso la convulsión final que asentó firmemente la revolución en los cauces liberales de los que, por origen y condiciones, nunca debía de haber salido», escribió Iruasegui.