La artillería antiaérea argentina en Malvinas
En la guerra moderna, el flanco aéreo es tan importante como los
flancos terrestres. En Malvinas, a fines de abril de 1982, se encontraba
en condiciones de operar un Sistema Conjunto de Defensa Antiaérea,
compuesto por armas y radares, coordinado por el Centro de Información y
Control (CIC) emplazado en Puerto Argentino, que controló y dirigió la
mayoría de las incursiones de nuestros medios aéreos, proporcionó ayudas
de aeronavegación y posibilitó operaciones de búsqueda y salvamento.
Por la Fuerza Aérea, el mayor Hugo Alberto Maiorano desplegó sus medios
antiaéreos en la zona del aeropuerto y en el improvisado aeródromo de
Darwin. La Armada, a órdenes del capitán de corbeta Rubén Héctor Silva,
cubrió el área del puerto. El armamento antiaéreo de ambas fuerzas era
precario, pero inestimable la experiencia y profesionalidad de los jefes
citados. El Ejército, a órdenes del teniente coronel Héctor L. Arias,
ubicó sus modernos medios antiaéreos en una amplia zona que se extendía
desde Moody Brook (4 km al oeste de la ciudad) hasta el aeropuerto,
distante 8 km al este de aquella; además emplazó un sistema
Oerlikon-Contraves (2 cañones de 35mm y un radar de tiro) en Darwin.
Lamentablemente, la distancia existente entre las islas y el
continente, y el no alargamiento de la pista del aeropuerto, hicieron
imposible emplear la caza interceptora (principalmente aviones Mirage y
Skyhawk), desde las islas, que, en una situación distinta, podría haber
cubierto las medias y largas distancias para atacar la aviación enemiga.
Esta, según fuentes británicas, poseía los siguientes medios: 28
cazabombarderos Sea Harrier (de la Armada), 10 Harrier GR-3 (de la RAF),
6 bombarderos Vulcan, 4 transportes Hércules C-130, 16 transportes de
reabastecimiento aéreo y 140 helicópteros de diverso tipo. En cuanto a
su principal material antiaéreo, los británicos contaban con misiles Sea
Dart (80km), Sea Wolf (10km), Sea Cat (6km), Rapier (7,3km) y Blow-Pipe
portátil (3,2km). Además, misiles aire-aire AIM-9 Sidewinder, provistos
por Estados Unidos.
La artillería
antiaérea tuvo su bautismo de fuego el día en que se inició la guerra:
el 1º de mayo de 1982, a las 04.42, en que un avión Vulcan de bombardeo
de gran altura, que despegó de la Isla Ascensión (5.600 km de las
Malvinas), y lanzó sobre la península del aeropuerto 21 bombas de 1.000
libras cada una. La máquina había sido detectada por los dos radares de
vigilancia aérea, de la Fuerza Aérea y del Ejército (200 millas de
alcance) y por los radares de tiro Skyguard, pero, aún en conocimiento
de ello, no entró dentro del alcance de los sistemas de armas propios
(6.000 metros). Lanzó las bombas cuando todavía estaba sobre el mar, y
viró de regreso hacia el norte.
Esas bombas hicieron estragos en el terreno, en las instalaciones y en
la torre de control, pero sólo una de ellas dañó la pista, que de todos
modos quedó operable hasta la finalización del conflicto.
Posteriormente, se supo que esa máquina –Vulcan XMG07—pertenecía al
Escuadrón 101 de la RAF, que quince horas antes había despegado de la
Isla Ascensión y que en vuelo había sido reabastecido 15 veces. Esta
operación de bombardeo fue la más importante realizada después de la
Segunda Guerra Mundial.
A partir de
ese día el enemigo realizó incursiones aéreas de ataque y reconocimiento
sobre el sector de Puerto Argentino y en Darwin, y se expuso a varios
derribos. En mi opinión –según fuentes confiables— los británicos
perdieron, en toda la guerra, 14 o 15 aviones Sea Harrier y Harrier
FRS-1, y se estima que 30 helicópteros en distintas circunstancias.
Durante todo el conflicto, los medios aéreos británicos exigieron una alerta y accionar permanente de la artillería antiaérea, lo que demandó un gran consumo de combustible para la operatividad de los radares, misiles y cañones antiaéreos, que trabajaban con grupos de generadores.
Durante todo el conflicto, los medios aéreos británicos exigieron una alerta y accionar permanente de la artillería antiaérea, lo que demandó un gran consumo de combustible para la operatividad de los radares, misiles y cañones antiaéreos, que trabajaban con grupos de generadores.
Otro de los inconvenientes se originaba en la capacidad de responder a
la guerra electrónica que perturbaba los radares; contra esa
interferencia y engaño la defensa más eficaz era la conocida "agilidad"
(cambios) de frecuencia que poseían los equipos más modernos. Otra
amenaza del enemigo aéreo eran los misiles antirradiación (destinados a
destruir radares, mediante la emisión magnética emitida por el propio
radar). Se aprecia que el adversario lanzó 5 o 6 de ellos, pero solo
uno, el 3 de junio, en horas de la madrugada, hizo impacto en un radar
de tiro del Grupo de Artillería Antiaérea 601 (de Mar del Plata),
produciendo la muerte de un teniente, un sargento y dos soldados. Si se
hubiera dispuesto de señuelos magnéticos o consolas de control remoto,
quizás se hubiera podido proteger a los operadores. La artillería
antiaérea del Ejército, en la guerra, sufrió el mayor número de muertos
en el sector comprendido entre Sapper Hill (4 km al oeste de Puerto
Argentino) y la península del aeropuerto.
El accionar y el rendimiento operativo del más moderno armamento de la
artillería antiaérea —compuesta en un alto porcentaje por oficiales y
suboficiales— fue ejemplar y uno de los pocos casos de actividad
conjunta que se implementó en el nivel táctico en Malvinas. Fue valorado
por el estadounidense Thomas Milton, que afirmó: "Los artilleros
argentinos, con medios inferiores en número y calidad, demostraron una
peligrosidad tal que obligó a sus enemigos a volar a gran altura, fuera
del alcance de los misiles (Roland) y cañones rápidos
(Oerlikon-Contraves), y se anotaron la mayoría de las pérdidas aéreas
que sufrieron los ingleses".
Por su
parte, la revista especializada "Armada Internacional" (París,
enero-febrero 1983), consignó: "Siempre se supuso que para las fuerzas
del Tercer Mundo, con modestos recursos en efectivos competentes, el
adiestramiento plantearía serios inconvenientes. No obstante, parece que
en lo que respecta al Sistema Oerlikon-Contraves de 35mm y radares
Skyguard, las tropas argentinas estaban perfectamente capacitadas y
emplearon eficientemente sus medios".