Don Juan de Trastámara falleció por «exceso de amor» hacia su joven esposa, según las crónicas de la época. Aunque el esfuerzo físico pudo empeorar su estado, su salud nunca fue buena y la verdadera causa fue la tuberculosis
Evidentemente, Su Majestad Cesárea se equivocaba. Juan de Trastámara no murió por desenfreno sexual o por «exceso de amor», que bajo ningún supuesto se puede calificar como una causa de muerte, sino por tuberculosis. El prematuro fallecimiento del heredero de los Reyes Católicos, que estaba destinado a unir en su corona los dos reinos peninsulares más extensos, condenó a la dinastía de los Trastámara, que habían gobernado en España desde hacía dos siglos, a la desaparición. Tras la muerte Isabel de Aragón –la hija mayor de los Reyes Católicos–, la sucesión de Castilla y posteriormente de Aragón quedó en manos de la conocida como Juana «la Loca» y su marido, el borgoñés Felipe «el Hermoso». Un suceso que supuso la inesperada llegada de los Habsburgo a España.
Juan de Castilla y Aragón nació el 30 de junio de 1478 en el Alcázar de Sevilla, donde los Reyes Católicos habían instalado su corte en el contexto de la Guerra de Sucesión Castellana. Aunque el matrimonio ya contaba con una hija, el nacimiento de un varón sano fue motivo de grandes celebraciones en la ciudad, entre ellas una justa en la que compitió el propio Rey Católico, y la lidia de ocho toros pagados por el cabildo catedralicio hispalense.
Los Reyes Católicos establecieron para su hijo una Casa propia, es decir, una nómina de criados y consejeros puestos a su servicio. Se trataba de una medida inédita en la Península Ibérica y da cuenta de la importancia de un nacimiento que prometía completar el sueño medieval de unir los reinos hispánicos bajo una única corona. Así, la corte del Príncipe quedó fijada de forma permanente en el Palacio de los Mendoza de Almazán, villa cuyo señorío se concedió al Príncipe en el año 1496. Algunos de los más importantes nobles de Castilla y sus hijos custodiaron a Juan durante la infancia.
El heredero esperado por Castilla y Aragón
La educación humanista, muy del gusto en la época, fue orquestada por fray Diego de Deza, un dominico maestro en Teología en la Universidad de Salamanca. El fraile ejerció la figura medieval del sabio y piadoso consejero que tutelaba al Príncipe en los asuntos morales, mientras otros maestros se encargaban de adiestrarle en el uso de las armas. El resultado final debió ser satisfactorio y digno de admiración en las cortes europeas, ningún príncipe español en el pasado habían recibido una educación tan esmerada como él, hasta el extremo de que Carlos I estableció una organización semejante para el aprendizaje de Felipe de Habsburgo, el futuro Felipe II.Desde su nacimiento, Juan de Aragón y Castilla asumió gran relevancia política. Con dos años fue investido con el título de Príncipe de Asturias, para legitimar su posición de heredero del reino castellano. A los cuatro años, juró como heredero de Aragón por los estamentos reunidos en las Cortes de Tarazona (1484). Y cuando contaba 17 años, los Reyes Católicos le incluyeron en el doble tratado matrimonial con el emperador de Alemania, Maximiliano de Habsburgo. Así, con la intención de aislar internacionalmente a Francia y alejar su influencia de las posesiones aragonesas en Italia, Juan y Juana, dos de los hijos de los Reyes Católicos, contrajeron matrimonio con los hijos de Maximiliano, Felipe el Hermoso y Margarita de Austria. Para el trasporte de la Infanta Juana a Flandes y la llegada de Margarita a España, la flota castellana dispuso cerca de cien embarcaciones, al cuidado del Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Cabrera, que partió en 1496 desde Laredo.
Después de la boda entre Juana y Felipe, la flota del Almirante Enríquez regresó en marzo de 1497 a costas cántabras, en concreto a Santander, donde tuvo lugar un aparatoso recibimiento a la Princesa Margarita. Si bien Juan era un príncipe bizarro y bien educado, Margarita no se quedaba atrás. Educada en la tradición germano-borgoñonesa y de una notable belleza, la Princesa acogió con gran entusiasmo el enlace, puesto que había permanecido hasta 1493 viviendo en Francia a la espera de cumplir la edad necesaria para casarse con el monarca francés Carlos VIII «el Cabezudo», que le sacaba casi diez años. Sin embargo, la enemistad franco-germana quebró la alianza, y Margarita, aún sin compartir tálamo nupcial con Carlos VIII, fue ofrecida como esposa al Príncipe español. Finalmente, su boda se celebró a primeros de abril de 1497 en Burgos.
El único hijo varón de los Reyes había dado muestras de tener una salud débil y enfermiza
El desenfreno empeoró su salud, pero no lo mató
Solo seis meses después de la boda con la Princesa Margarita, Juan de Trastámara había caído muerto. Hubo quien quiso vincular ambos hechos. A juzgar por algún testimonio contemporáneo, se consideraba que el exceso de actividad sexual, motivado por los constantes y deseosos furores de su bella y joven esposa, habían impedido la recuperación de la salud del heredero de los Reyes Católicos. «Preso del amor de la doncella, nuestro joven Príncipe vuelve a estar demasiado pálido. Tanto los médicos como el Rey aconsejan a la Reina que, de cuando en cuando, aparte a Margarita del lado del Príncipe, que los separe y les conceda treguas, pretextando el peligro que la cópula tan frecuente constituye para el Príncipe», dejó escrito Pedro Mártir de Anglería, futuro Capellán de la Reina Isabel la Católica.Aunque el exceso de esfuerzo físico pudo debilitar al Príncipe cuando trataba de recuperarse, la verdadera y principal causa de su muerte fue con toda probabilidad la tuberculosis. Unos meses después, su mujer Margarita dio a luz a una hija que murió en el parto. Tras estos acontecimientos, la hermana mayor de Juan, Isabel, fue nombrada Princesa de Asturias y de Gerona. Su muerte el siguiente año, a su vez, dejó la Corona en manos de Juana «la Loca». Incapacitada para reinar por su inestable salud mental, su marido Felipe I, su padre Fernando «el Católico» y su hijo Carlos I se encargaron de hacerlo en su nombre o encima de él hasta la muerte de la castellana.
Con la inesperada muerte del Príncipe Juan quedó sellado el final de la dinastía Trastámara en España. Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días –posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos falleció– tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix, nunca lo consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania
Juan de Trastámara fue sepultado en la capilla mayor de la catedral de Salamanca, aunque posteriormente los Reyes Católicos ordenaron el traslado del cadáver al convento abulenses de Santo Tomás. Las muestras de dolor y el sentimiento de oportunidad perdida invadieron la península durante un tiempo.