My Lai: 45 años de la masacre que conmocionó a los Estados Unidos - ABC.es
My Lai: 45 años de la masacre que conmocionó a los Estados Unidos
Soldados estadounidenses asesinaron a medio millar de vietnamitas, en su mayoría ancianos, mujeres y niños
Este sábado se cumplen 45 años de la masacre de My Lai, la aldea vietnamita en la que el 16 de marzo de 1968 una compañía del Ejército de los Estados Unidos
asesinó a medio millar de lugareños. La mayoría eran ancianos, mujeres,
niños... y bebés. Dos años después, el periodista estadounidense Seymour M. Hersh
publicó el reportaje que descubrió a sus compatriotas aquellos
acontecimientos: «My Lai 4: Informe sobre la matanza y sus secuelas».
Aquella tragedia conmocionó a los norteamericanos y al resto del mundo. Y
marcó un antes y un después en el enjuiciamiento de los crímenes de
guerra modernos... Sólo uno de los implicados fue condenado.
Las mujeres protegían a sus hijos y gritaban en vano «no vietco, no vietco»
Se suponía que aquello iba a estar infestado de vietcongs,
pero en My Lai no quedaba ninguno, todos habían huido. En la aldea no
había nadie armado, pero esta circunstancia no impidió que prosiguiese
la misión. La sección que lideraba el teniente William Calley
sacó a los lugareños de sus chozas y los reunió en una explanada. Tal y
como recoge Hersh en su informe, «los asesinatos empezaron sin aviso».
El teniente ordenó que no quedase un solo vietnamita vivo, así es que
uno de sus muchachos agarró a uno de los aldeanos, le clavó la bayoneta,
lo lanzó a un pozo y después tiro una granada al interior. La masacre había comenzado.
Según afirmó después el soldado Harry Stanley al Departamento de Investigación Criminal (DIC)
estadounidense, «algunas ancianas y algunos niños pequeños, entre
quince y veinte, se agruparon alrededor de un templo donde se quemaba
incienso. Se arrodillaban y lloraban y rezaban,
y varios soldados […] pasaron a su lado y los ejecutaron disparándoles
en la cabeza». Las mujeres protegían a sus hijos y gritaban en vano «no
vietco, no vietco», mientras la Compañía Charlie avanzaba por la aldea
asesinando a todos sus habitantes y los helicópteros artillados escupían
balas sobre los que trataban de escapar. «Esa gente corría hacia
nosotros, huyendo de nosotros, corría en todas direcciones. Era difícil
distinguir una mama-san de un papa-san porque todos iban con pijamas
negros», contó el soldado Charles West.
Los militares metían a los lugareños en las chozas, y
cuando estas estaban llenas, lanzaban al interior granadas. Mataban al
ganado, destruían las cosechas y quemaban las casas. El soldado Herbert Carter,
que se disparó en el pie para salir de ese infierno, afirmó al DIC:
«Los chicos disfrutaban. Cuando alguien ríe y bromea sobre lo que está
haciendo, tiene que estar disfrutando». En un momento de aquella masacre
el teniente Calley y su sección reunieron a un centenar de mujeres,
ancianos, niños y bebés en una acequia, y los fueron matando uno a uno,
para ahorrar munición.
Villanos y héroes
Con la matanza bastante avanzada el alférez Hugh Thompson,
piloto de un helicóptero de reconocimiento, aterrizó en el lugar y,
desconocedor de lo que estaba pasando en My Lai, empezó a señalar con
humo los lugares donde encontraba algún vietnamita herido. Cada vez que
localizaba a uno, un soldado bajo las órdenes del teniente Calley
aparecía y sin mediar palabra vaciaba un cargador sobre el aldeano en
cuestión. Cuando comprendió lo que allí estaba sucediendo, Thompson
ordenó a sus chicos que disparasen contra cualquier uniformado que
atacase a aquellos ancianos, mujeres y niños vietnamitas. El piloto
protegió y evacuó en su helicóptero a aquellos inocentes, convirtiéndose así en héroe.
Calley, el único condenado, sólo cumplió tres años y medio de arresto
En «¡Basta de mentiras!: El periodismo de investigación que está cambiando el mundo», el periodista John Pilger recoge las palabras que le dijo el general Winant Sidle,
portavoz del Ejército estadounidense en Vietnam, al poco de terminar la
contienda: «Gran parte de lo que hicimos no se consideraba digno de
aparecer en las informaciones. Fíjese en eso de “daño colateral” […] y
“búsqueda y destrucción” […] los reporteros y los militares sabían lo
que estaban diciendo al usar estos términos […] Mire, la guerra es el infierno, y si un civil no quiere que le maten en la zona de combate más vale que se vaya».