Breve perfil de un posible futuro político
marzo 19, 2012
By Carlos Manuel Acuña Nunca como ahora la incertidumbre alcanzó el nivel con que reina en la sociedad argentina. Todos los planos, todos los espacios han sido ocupados por la duda y la inquietud, fenómeno que se desliza en el ánimo cotidiano de varias maneras. Físicamente, como alimento de la inseguridad pública con sus muertos y heridos, e intelectualmente, al hacer imposible cualquier planificación empresaria o de la que corresponde a los más diversos contenidos. Las instituciones ya no rigen y la Argentina ha descendido a los estratos más bajos: sólo las generaciones mayores poseen los recuerdos suficientes para añorar lo perdido. Las más jóvenes ya ingresaron a la etapa donde las vivencias comparativas son imposibles y salvo excepciones no entienden aquello de la alteración de la historia, de la construcción de falsos recuerdos y de un nuevo ingrediente que ha comenzado a introducirse en la cotidianeidad de los hechos: los enfrentamientos sociales y el resentimiento.
Los ejemplos abundan. Hace apenas unas horas, desde el centro del poder se tomaron medidas para avanzar sobre uno de los emblemas más sólidos de nuestro pasado histórico, del nacimiento de la Patria: la fundación del Regimiento de Granaderos a Caballo. La reacción se extendió pero fue reducida en sus exteriorizaciones. Ahora venimos a saber que no se trata de un episodio más y espontáneo, sino de un plan organizado en sus formas y en su contenido: la guardia de honor que en Yapeyú custodiaba el lugar donde nació el general José de San Martín fue levantada y retirada para siempre. La indignación popular fue mayúscula pero insuficiente para retener a los Granaderos y hasta ahora la noticia quedó oculta, de acuerdo con una metodología progresiva que evita los actos frontales para que el acostumbramiento facilite una nueva realidad acorde con los términos de una “burguesía” distinta que se quiere construir pero que, imprecisa, todavía no se define. Esto también forma parte de la estrategia que está en marcha.
El otro extremo de lo que sucede es el insólito mausoleo levantado en Río Gallegos para recordar a Néstor Kirchner. Así es todo. ¿Acaso no circula un libro que desnuda las intimidades de lo que se quiere cambiar y presenta al “camporismo” en una función política distinta a lo que fue en realidad…? ¿Acaso los jueces no dictan sentencias contra quienes cumplieron las órdenes del Estado que necesitó defenderse…? ¿Acaso no se imponen medidas fiscales que poco a poco acosan la capacidad productiva y supeditan a los creadores de riqueza y progreso a la voluntad del funcionario de turno? ¿Acaso la falsificación de los datos oficiales no contribuyó al aislamiento del país…? Es innecesario, repetimos, abundar en los detalles que configuran este escenario que recoge otro fenómeno social digno de estudio: el silencio de los políticos, que disimulan lo que sucede como si su ignorancia permitiera modificar la realidad que nos agobia y la insertara en una normalidad que ya no existe… El parecido con los setenta no es una mera casualidad y, por el momento, las diferencias son tácticas, dentro de una estrategia que marca un objetivo disimulado bajo el título de “el modelo”.
Esto ya es suficientemente conocido como para volver sobre un escenario donde lo cultural corre paralelo con el agotamiento económico, lo económico con el preanuncio de una debacle social, en tanto se promueve la limitación a armarse para la defensa personal, lo que se convertirá en una de las causales del incremento del delito. Así lo dice la experiencia y la lógica, factores que se quieren negar en este extraordinario proceso de valorar lo invertido y perseguir el pasado formador.
Cristina insiste con lo suyo y de la mano de Carlos Zannini todavía quiere imponerse sobre el peronismo que le permitió ganar las elecciones a su marido. Intuye que está acorralada pero persiste pese a su mala salud. La autorización a utilizar discrecionalmente las reservas del Banco Central marca un tiempo que ubica el posible desenlace de la crisis en medio de un debate silencioso que, como lo dijimos hace poco, divide las opiniones de los analistas: unos lo esperan para este primer semestre en tanto otros consideran que será durante el segundo. Los más optimistas se aferran a los buenos resultados de la cosecha gruesa de este año y la eterna esperanza argentina de que un milagro extenderá los plazos; los más realistas se preparan para momentos de una gravedad inimaginable originada, entre otras cosas, en una rebaja disimulada de los salarios, en una caída de la actividad industrial gracias a los impedimentos para importar materia prima, en el consecuente incremento de la desocupación y el atraso cambiario. Si Cristina renuncia al compás de los estallidos sociales, Amado (Boudou) no está en condiciones intelectuales ni morales para reemplazarla y la señora de Alperovich, milagrosamente tercera en el orden sucesorio, tampoco. ¿Elecciones? Es probable que el tema de la convocatoria ronde en algunas cabezas que miran principalmente a los dos distritos electorales más importantes: la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. En tal caso, aún no hay respuesta para las especulaciones, excepto en lo que hace a la viabilidad formal de la política partidaria. Por algo, el gobierno ha elegido como enemigos principales a Daniel Scioli y Mauricio Macri.
Aquí es donde vienen las especulaciones. ¿Cómo se repartiría el poder? La sumatoria del carácter y estilo de ambos protagonistas facilita las dudas respecto de la severidad que requerirán los tiempos por venir. El desorden y su sucesora, la anarquía, ya se han asomado y observan cada vez más cercanos, con la paciencia de quienes saben que llegarán a destino. Todos miramos en derredor en busca de liderazgos posibles, nos informamos sobre los acontecimientos que en el sur chileno provocan los indígenas de ese país y nos preguntamos por qué se oculta lo que hacen en territorio argentino, evaluamos la posible marcha de los acontecimientos mundiales y tratamos de desentrañar los pasos que debería dar la ex República Argentina para readquirir una categoría mínima que asegure la supervivencia e integridad territorial. Nada más y nada menos.