La decisión del Tribunal Oral Federal que recluye a perpetuidad y en una cárcel común al general Mario Benjamín Menéndez es una más de las aberraciones históricas a las que conduce la extraordinaria mala fe de culpar de los desmanes de una guerra desatada por unos a quienes los enfrentaron, los vencieron y los aniquilaron. Esto es tan así, como que no ha sido una condena con demasiado suspenso.
Hasta el más despistado sabe que un juicio como ese debe terminar siempre, hoy en día, con la condena del acusado, aún cuando haya que cifrar ésta en el testimonio coordinado, casi santificado, de sus propios enemigos de otrora. Casi, pues, el ideal perfecto de injusticia: el que permite a alguien ser juez y parte de un proceso. De haber perecido en aquella guerra, Menéndez no habría violado los derechos humanos. Como ayudó a ganarla, los violó. |