Montoneros me reclutó a los 13 años. Yo también soy una víctima
 
 Fui invitado, hace unos días, al programa Intratables para intentar 
participar de un debate sobre los años 70. Pretendía aportar al mismo 
desde mi experiencia personal, por haber sido secuestrado en 1977, a los
 15 años, por mi militancia secundaria (primero dentro de la UES, 
Montoneros, y luego en la Juventud Guevarista, expresión juvenil del 
PRT-ERP). Por otra parte, durante treinta años, entre 1984 y 2014 
inclusive, he sido convocado en numerosas oportunidades por la Justicia 
para declarar en calidad de testigo en varias causas por delitos de lesa
 humanidad desde mi vivencia personal de ex desaparecido y ex preso 
político.
 
  Hasta esas interrupciones 
sólo había alcanzado a decir que, visto a la distancia y con la 
serenidad que permiten los años, sentía que mi reclutamiento a los 13 
años de edad, las actividades que se me ordenaba llevar a cabo (a mí 
como a tantos jóvenes de mi edad), la actitud que se me convenció debía 
adoptar a partir del golpe de Estado de marzo de 1976 ("Se impone al 
pueblo argentino…afrontar con heroísmo los sacrificios necesarios y 
librar…la victoriosa guerra revolucionaria de nuestra segunda y 
definitiva Independencia", El Combatiente, 31 de marzo de 
1976), nos puso tanto a mí como a muchos más en una situación de riesgo 
de vida de la que sólo tomé conciencia dentro de un calabozo oscuro, 
orinado, muy lastimado, seguro de que iba a morir, y pensando en mi mamá
 y mi papá antes que en la guerra revolucionaria.
 
 
 Respecto de aquella historia trágica de los años 70, estoy convencido 
de otra cosa: que a los efectos de nuestros objetivos y planes (los de 
la guerrilla) no importaba que estuviésemos viviendo en democracia, bajo
 un gobierno que -pese a sus características por todos conocidas-, había
 sido elegido por una enorme mayoría en 1973. Tanto la 
organización de la que yo participaba como la organización Montoneros 
(de la que Bonasso era un importante dirigente, un "jefe") llevamos 
adelante acciones contra los gobiernos de Perón e Isabel, desconociendo 
la voluntad popular y asumiendo que esa voluntad la expresábamos 
nosotros mismos, como "vanguardia lúcida", como "destacamento de 
avanzada". No nos preparaban entonces para las próximas elecciones. Nos preparaban para los próximos combates revolucionarios.
 
  Tal
 actitud sólo confirma mi idea de que se pretende manipular esa porción 
de nuestra historia contando lo que no pasó. Y no contando lo que 
efectivamente sucedió. Yo había llegado a Intratables por 
propia voluntad, a expresar mi rechazo a un proyecto de ley que impulsa 
la diputada Nilda Garré, que busca poner una mordaza legal
 a un debate que viene siendo contado de manera falsa y tendenciosa. 
Para hablar en contra de este intento de imponer una mentira de prepo. 
Una cosa que, por la dinámica del programa y debido a la interrupción de
 Bonasso, ni siquiera llegué a esbozar.
 
  Conmigo no, Bonasso. Simplemente porque yo estoy hablando de mi experiencia personal: yo la viví.
 Vos también la viviste: fuiste uno de los jefes de una organización que
 no dejó gobernar a Perón, que lo atacó sistemáticamente, y sólo porque 
pensaban que el proyecto que debía imponerse en la Argentina no era el 
de Perón (que acababa de ganar las elecciones con más del 60% de los 
votos) sino el de ustedes. Por eso le advirtieron que no iban a dejarlo 
gobernar y asesinaron a Rucci sólo dos días después de su triunfo 
electoral. Y lo siguieron enfrentando hasta que los echó. Y pasaron a la
 clandestinidad en plena democracia e intensificaron el accionar armado.
 
  En
 aquellos años, sólo algunos, como usted Bonasso, tuvieron la ventaja de
 la clandestinidad y acceso a mecanismos para eludir o enfrentar la 
represión. Los miles de jóvenes que creían en ustedes, en las 
facultades, en las escuelas, en las fábricas y en los barrios, tuvieron 
que seguir ocupando sus lugares, "escrachados" y "quemados", claramente 
identificados por la represión. Una mayoría de nosotros siguió 
haciéndolo, valiente o inconsciente del riesgo, hasta que la Triple A o 
la dictadura los secuestró y los asesinó.
 
 
 Conmigo no, Bonasso. Hubiera sido más digno que me interrumpieras para 
reconocer aquellos tremendos errores, o para contarles a los jóvenes de 
hoy que hay que vivir en democracia y cuidar de ella, y que te 
equivocaste cuando la atacaste. Hubiera sido genial que dijeras que para imponer ideas hay que convencer a los demás, no asesinarlos ni secuestrarlos.
 Y decirles a los peronistas que cuando Perón ya no enfrentaba ni al 
Almirante Rojas, ni a Aramburu, ni a Lanusse… aparecieron ustedes –los 
jóvenes de vanguardia- y se constituyeron en su principal enemigo en sus
 últimos años.
 
 
 
 
