El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer,
comenzó su reflexión televisiva del sábado 18 de febrero citando una
carta de San Pablo en la que aconseja orar sin interrupción.
"En el final de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, hay una serie de consejos y uno que llama mucho la atención es cuando dice: 'Oren sin interrupción'. ¿Cómo se puede hacer eso? Es interesante notar que los comentaristas y toda la tradición espiritual de la Iglesia se ha fijado en ese consejo que parece raro”.
“Cuando el Apóstol nos dice “oren sin interrupción” -explicó monseñor Aguer- no quiere decir que uno tiene que pasarse la vida rezando. ¿Cómo hay que interpretar ese consejo del Apóstol?", y cita a San Agustín quien se había dado cuenta de lo esencial e interpretó que la intención de San Pablo era que "por el deseo continuo de la fe, la esperanza y la caridad oramos sin interrupción”.
“Es decir que San Agustín remite la oración al deseo, al deseo ejercido por la fe, la esperanza y la caridad. Los tres son deseos de Dios, son deseos de la vida eterna, son deseos del amor, son deseos del Cielo. Por eso la cuestión sería esta: en qué medida deseamos a Dios, deseamos el Cielo, deseamos vivir en la Gracia de Dios, en el amor de Dios, Y cuando rezamos en un momento determinado, con una oración determinada, ¿esa oración brota del deseo o es simplemente mecanismo de los labios?”.
“¿Cómo se puede hacer para cumplir eso que, si lo dice el Apóstol San Pablo en una serie de consejos a los primeros cristianos, debe ser muy importante? Oren sin cesar, sin interrupción, nos dice. Por eso con el deseo de la fe, la esperanza y la caridad oremos sin interrupción, y verán cómo pasamos del registro vocal y de la oración mental, a la oración del corazón”.
Después el arzobispo platense acudió al auxilio de la espiritualidad oriental. "No debemos olvidar -manifestó- que la Iglesia 'respira con dos pulmones' que son el de Occidente y el del Oriente. Nosotros somos occidentales y además de recibir toda esa hermosa tradición de los Padres, los Doctores y los Santos de Occidente, también recibimos la tradición más reciente de la cultura occidental racionalista, subjetivista, secularizada, que nos lleva a olvidarnos de Dios. El Oriente es otra cosa, el pulmón oriental funciona de otra manera y allí hay ejemplos preciosos de oración y de oración incesante”.
Al respecto recomendó leer un pequeño libro titulado “Relatos de un peregrino ruso”. "En ese libro, ese peregrino ruso reza de esta manera: 'Señor Jesucristo, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy pecador', una oración que repite continuamente. Dicen los intérpretes de la espiritualidad oriental, que esa oración en la medida en que uno la repita con fe va bajando poco a poco y se va haciendo oración del corazón. Y el ideal es que esa oración se identifique con los latidos del corazón. ¿Cómo se puede hacer esto? Hay que intentarlo".
Monseñor Aguer completó su reflexión expresando: “Queremos arreglar muchas cosas en este mundo desastrado y los cristianos nos sentimos obligados a colaborar en tantísimas necesidades urgentes pero: ¿Si no rezamos qué pasa? ¿Y si nos olvidamos de Dios? ¿Y si nuestro corazón anda por cualquier lado? Creo que estamos fritos. Yo diría que ese consejo del Apóstol Pablo a los primeros cristianos tendríamos que asumirlo y hacerlo nuestro. ¿Cómo podemos nosotros mismos tomar como un deber, como una obligación nuestra, ese consejo de orar sin interrupción? Les dejo esta inquietud y vamos a ver cómo sale", concluyó.+
"En el final de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, hay una serie de consejos y uno que llama mucho la atención es cuando dice: 'Oren sin interrupción'. ¿Cómo se puede hacer eso? Es interesante notar que los comentaristas y toda la tradición espiritual de la Iglesia se ha fijado en ese consejo que parece raro”.
“Cuando el Apóstol nos dice “oren sin interrupción” -explicó monseñor Aguer- no quiere decir que uno tiene que pasarse la vida rezando. ¿Cómo hay que interpretar ese consejo del Apóstol?", y cita a San Agustín quien se había dado cuenta de lo esencial e interpretó que la intención de San Pablo era que "por el deseo continuo de la fe, la esperanza y la caridad oramos sin interrupción”.
“Es decir que San Agustín remite la oración al deseo, al deseo ejercido por la fe, la esperanza y la caridad. Los tres son deseos de Dios, son deseos de la vida eterna, son deseos del amor, son deseos del Cielo. Por eso la cuestión sería esta: en qué medida deseamos a Dios, deseamos el Cielo, deseamos vivir en la Gracia de Dios, en el amor de Dios, Y cuando rezamos en un momento determinado, con una oración determinada, ¿esa oración brota del deseo o es simplemente mecanismo de los labios?”.
“¿Cómo se puede hacer para cumplir eso que, si lo dice el Apóstol San Pablo en una serie de consejos a los primeros cristianos, debe ser muy importante? Oren sin cesar, sin interrupción, nos dice. Por eso con el deseo de la fe, la esperanza y la caridad oremos sin interrupción, y verán cómo pasamos del registro vocal y de la oración mental, a la oración del corazón”.
Después el arzobispo platense acudió al auxilio de la espiritualidad oriental. "No debemos olvidar -manifestó- que la Iglesia 'respira con dos pulmones' que son el de Occidente y el del Oriente. Nosotros somos occidentales y además de recibir toda esa hermosa tradición de los Padres, los Doctores y los Santos de Occidente, también recibimos la tradición más reciente de la cultura occidental racionalista, subjetivista, secularizada, que nos lleva a olvidarnos de Dios. El Oriente es otra cosa, el pulmón oriental funciona de otra manera y allí hay ejemplos preciosos de oración y de oración incesante”.
Al respecto recomendó leer un pequeño libro titulado “Relatos de un peregrino ruso”. "En ese libro, ese peregrino ruso reza de esta manera: 'Señor Jesucristo, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy pecador', una oración que repite continuamente. Dicen los intérpretes de la espiritualidad oriental, que esa oración en la medida en que uno la repita con fe va bajando poco a poco y se va haciendo oración del corazón. Y el ideal es que esa oración se identifique con los latidos del corazón. ¿Cómo se puede hacer esto? Hay que intentarlo".
Monseñor Aguer completó su reflexión expresando: “Queremos arreglar muchas cosas en este mundo desastrado y los cristianos nos sentimos obligados a colaborar en tantísimas necesidades urgentes pero: ¿Si no rezamos qué pasa? ¿Y si nos olvidamos de Dios? ¿Y si nuestro corazón anda por cualquier lado? Creo que estamos fritos. Yo diría que ese consejo del Apóstol Pablo a los primeros cristianos tendríamos que asumirlo y hacerlo nuestro. ¿Cómo podemos nosotros mismos tomar como un deber, como una obligación nuestra, ese consejo de orar sin interrupción? Les dejo esta inquietud y vamos a ver cómo sale", concluyó.+