Muy apreciada por el pueblo inglés, la esposa del Monarca se negó a aceptar la anulación de su matrimonio y reclamó a su todopoderoso sobrino Carlos I que defendiera sus derechos y los de su hija María I, futura Reina de Inglaterra. El empeño del Rey por divorciarse le llevó a romper con la Iglesia Católica
Nacida en el Palacio arzobispal de Alcalá de Henares, el 15 de diciembre de 1485, donde también lo hizo Fernando de Habsburgo, otro ilustre madrileño con proyección en el extranjero, Catalina de Aragón fue la última de las hijas de los Reyes Católicos y posiblemente la que más se parecía físicamente a su madre Isabel «la Católica». La joven, de ojos azules, cara redonda y tez pálida, fue prometida en matrimonio a los cuatro años con el Príncipe de Galés Arturo, primogénito de Enrique VII de Inglaterra, en el Tratado de Medina del Campo. La decisión de los Reyes Católicos obedecía a una estrategia matrimonial para forjar una red de alianzas contra el Reino de Francia. Así, dos de los hijos de los Monarcas contrajeron matrimonio con los hijos de Maximiliano, Emperador del Sacro Imperio Romano; dos hijas entroncaron con la familia real portuguesa, y la más pequeña con el heredero a la Corona inglesa.
Catalina de Aragón causó una grata impresión a su llegada a Inglaterra, donde viajó siendo todavía una adolescente. El 14 de noviembre de 1501, Catalina se desposó con Arturo en la catedral de San Pablo de Londres, pero el matrimonio duró tan solo un año. Los dos miembros de la pareja enfermaron de forma grave –posiblemente de sudor inglés (una extraña enfermedad local cuyo síntoma principal era una sudoración severa)– causando la muerte del Príncipe. En los siguientes años, la situación de la joven fue muy precaria puesto que no tenía quien sustentara su pequeño séquito y su papel en Inglaterra quedó reducido al de viuda y diplomática al servicio de la Monarquía hispánica.
Con la intención de mantener la alianza con España, y dado que todavía se adeudaba parte de la dote del anterior matrimonio, Enrique VII tomó la decisión de casar a la madrileña con su otro hijo, Enrique VIII. El Príncipe quedó prendido al instante de la belleza de la hija de los Reyes Católicos, que, además, «poseía unas cualidades intelectuales con las que pocas reinas podrían rivalizar», según las crónicas inglesas de la época. No obstante, el matrimonio con el hermano de Arturo dependía de la concesión de una dispensa papal porque el derecho canónico prohibía que un hombre se casara con la viuda de su hermano. Se argumentó que el matrimonio anterior no era válido al no haber sido consumado. Catalina siempre defendió su virtud y la incapacidad sexual del enfermizo Arturo durante el breve tiempo que duró el enlace.
A la muerte de Enrique VII en 1509, su hijo Enrique VIII fue coronado Rey y dos meses después se casó con Catalina en una ceremonia privada en la Iglesia de Greenwich. Pese a la buena sintonía inicial, la sucesión de embarazos fallidos, seis bebés de los que solo la futura María I alcanzó la mayoría de edad, enturbió la convivencia entre el Rey y la Reina. Con todo, Catalina adquirió gran relevancia política y supo estar a la altura en los asuntos de Estado. En 1513, su marino la nombró regente del reino en lo que él viajaba a Francia. Así, la Reina tuvo que lidiar con la incursión escocesa en Inglaterra que desembocó en la batalla de Flodden Field. Se dice, entre el mito y la realidad, que Catalina viajó embarazada y equipada con armadura a dar una arenga a las tropas antes de la célebre contienda.
La Reina lidió con la incursión escocesa en Inglaterra que desembocó en la batalla de Flodden Field
El corazón negro, ¿un cáncer o un veneno?
Enrique privó a Catalina del derecho a cualquier
título salvo al de «Princesa Viuda de Gales», en reconocimiento de su
estatus como la viuda de su hermano Arturo, y la desterró al castillo
del More en el invierno de 1531. Años después, fue trasladada al
castillo de Kimbolton, donde tenía prohibido comunicarse de forma
escrita y sus movimientos quedaron todavía más limitados. El 7 de enero
de 1536, antes de morir a causa posiblemente de un cáncer, Catalina de
Aragón escribió una carta a su sobrino Carlos I pidiéndole que protegiera a su hija,
la cual fue esposada posteriormente con Felipe II, y otra dirigida a su
terrible esposo. Después de perdonarlo, terminaba con unas palabras
conmovedoras hacia Enrique: «Finalmente, hago este juramento: que mis
ojos os desean por encima de todas las cosas. Adiós». El color negro de
su corazón, indicio de que sufrió algún tipo de cáncer, propagó por
Inglaterra el rumor de que había sido envenenada por orden del Rey.