La Presidenta ordenó ratificar el apoyo a su vice y redoblar la apuesta
"El apoyo de la Presidenta no va a variar con un procesamiento más o con un procesamiento menos. Al contrario, en un principio va a doblar la apuesta", confió a LA NACION un funcionario cercano a la mandataria.
La noticia no sorprendió a nadie en la Casa Rosada. La jefa del Estado resolvió viajar al Sur a pasar el fin de semana y antes dio la orden de que nadie hiciera declaraciones a la prensa sobre el caso Boudou.
El apoyo de ayer fue silencioso. No se descarta, empero, que en las próximas horas los funcionarios hablen del tema. "No hay cambios en la estrategia. Es un apoyo fuerte que se trata de que sea lo menos visible para minimizar los costos políticos", señaló otra fuente oficial del primer piso de la Casa Rosada.
Es probable que, en el mediano plazo, Cristina Kirchner intente ocultar la figura del vicepresidente en los actos y compromisos institucionales más relevantes. Acaso espere un gesto de Boudou que la libere de tomar una decisión drástica. Pero no lo esconderá mientras esté en el candelero acorralado por los jueces.
La mandataria presiente que si le suelta la mano se debilitaría ella políticamente y Boudou podría implicar en la causa Ciccone a otros funcionarios de su gobierno.
Por ahora, ella dio luz verde a que el bloque kirchnerista en el Consejo de la Magistratura investigue al juez federal Claudio Bonadio por su desempeño en una causa sobre el contagio de pacientes con HIV. Bonadio es quien investigó y procesó ayer a Boudou en el caso del auto importado con papeles falsos.
La embestida contra el juez federal tiene todas las características de una feroz represalia política.
Una vez más, Cristina pidió a sus funcionarios que cierren filas con el vicepresidente. Aunque dentro del gabinete hay ministros muy preocupados por el efecto político que tendrá el escándalo que envuelve a Boudou con miras a las elecciones presidenciales de 2015.
La medida de Bonadio de ayer se sumó al procesamiento que Boudou recibió del juez federal Ariel Lijo en la causa Ciccone, donde se le imputó cohecho y negociaciones incompatibles con la función pública. Esa medida fue apelada por el vicepresidente, por lo cual deberá considerarla la Sala I de la Cámara Federal, que podría ratificarla total o parcialmente, en pocas semanas.
En la Casa Rosada evalúan que es difícil que la Cámara revoque ese procesamiento. En consecuencia, la decisión de ese tribunal se sumaría a los traspiés que sufrió el vicepresidente.
Los ministros más inquietos son aquellos que tienen mucho en juego en los comicios del año próximo. Por ejemplo, el titular del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, que será precandidato presidencial y competirá contra el gobernador bonaerense Daniel Scioli. En las mismas condiciones está el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Dominguez, que planea sumarse a esas primarias.
Otro postulante aun no declarado podría ser el ministro de Economía, Axel Kicillof, que también es partidario de soltarle la mano a Boudou para evitar más costos políticos.
También el jefe del Gabinete, Jorge Capitanich, quisiera despejar el conflicto: su provincia, Chaco, podría quedar en manos de UNEN en las próximas elecciones y el jefe de ministros no encuentra ningún beneficio en quedar asociado a Boudou.
El propio secretario legal y técnico, Carlos Zannini, ha sido un crítico furibundo del vicepresidente, aunque la estrategia judicial que aconseja se acomoda a las instrucciones políticas de la Presidenta.
Todos ellos presienten además que Boudou se trasformó en un escollo para la gestión. El Senado, por ejemplo, no puede sesionar sin grandes escándalos de la oposición.
La Presidenta ya conocía la decisión de Bonadio cuando el miércoles último le ordenó a Boudou asistir a la sesión de la Cámara alta. Y el vicepresidente acató con gusto. Fue una señal de la Presidenta a varias bandas.
Por un lado, desafió a la oposición y por otro disciplinó a los díscolos del Frente para la Victoria. Les tomó lista: hubo asistencia perfecta.