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¿Metamorfosis de ETA?
La
fundamental solidaridad de los partidos y poderes del régimen
imperante
Durante este mes de octubre, desde la Comunión
Tradicionalista se ha contemplado -no con sorpresa, pero sí con disgusto- cómo
se daban pasos hacia la impunidad de los terroristas de ETA y hacia la
consecución de sus más amplios objetivos políticos, con la complicidad y el
aliento del Gobierno constitucional, de la supuesta oposición parlamentaria y
de la Jefatura del Estado; todo ello ante la suicida inacción de otros órganos
del mismo.
Se habló, con relación a la presencia de Bildu y otras
listas en las elecciones municipales del pasado mayo, del retorno de ETA a las
instituciones. En realidad, ETA nunca las ha abandonado. La tupida red de
colaboradores, activos o pasivos, del separatismo marxista-leninista abarca
desde el ámbito nacionalista del que ETA nació, hasta una izquierda oficial e
incluso "española" que, desde las plataformas conjuntas de inicios de la
década de 1970, nunca rompió del todo sus lazos con ellos. Y, por supuesto,
abarca al vergonzante imitador de toda política izquierdista, el Partido
Popular. Sin la coalición PP/PSOE que desgobierna las Provincias Vascongadas,
habría sido imposible el nuevo "clima político" que tanto favorece a ETA, o la
ficción de una paz que no es sino el triunfo de los asesinos, la victoria
definitiva de quienes han aterrorizado y oprimido a los demás durante
décadas.
Octubre ha presenciado dos hechos de gravedad singular. El
primero, la llamada "conferencia internacional de paz" celebrada el día 17 en
San Sebastián, extraordinaria afrenta a Guipúzcoa y a España entera, que
habría obligado a cualquier gobierno a declarar personae non gratae y
proceder a expulsar a personajes extranjeros tan turbios como el exsecretario
general de la ONU, Kofi Annan; el irlandés Gerry Adams; el ex ministro francés
Pierre Joxe; la noruega Gro Harlem Bruntland, o el británico Jonathan Powell.
Siempre en términos de "conflicto" entre dos poderes, los intrusos y sus
anfitriones han venido a pedir que se trate igual a víctimas y victimarios;
que se "compense" a los terroristas y sus cómplices; que se atiendan las
reivindicaciones de éstos. En suma: han venido a pedir que se oficialice, se
dé carta de naturaleza y se cargue a los presupuestos del Estado lo que ya
viene practicándose hace años.
Con el terreno preparado, tres días
después ETA anunciaba el "cese definitivo" de su "actividad armada". Un
comunicado como tantos otros anteriores, abyecto, que no se creen ni sus
autores ni quienes lo han celebrado con entusiasmo: el Gobierno, el Partido
Popular, los nacionalistas y hasta L’Osservatore Romano. Las víctimas
del terrorismo han sido tratadas como un estorbo y un obstáculo para la "paz".
Habrán de darse por buenos la radical devastación y transformación que el
separatismo ha llevado a cabo durante cuarenta años en Vizcaya, Guipúzcoa,
Álava y Navarra; el destierro de centenares de miles de personas; el asesinato
de casi mil y los daños a miles más; el terror constante que ha alterado las
relaciones sociales. Habrá de renunciarse a la justicia, a la reintegración
foral, a la unidad de España; y rezar, quizá, por no ser bombardeados por la
OTAN, como Serbia, en caso de querer algún día restablecer la justicia y el
orden en este nuestro Kosovo.