miércoles, junio 27, 2007

La homosexualidad, una mentira normalizada

La homosexualidad,

una mentira normalizada

por Ferrán G. Vila

Derecho, derecho y derecho. Es muy común en nuestros tiempos escuchar hablar de derechos, y poco común de obligaciones o deberes. Las obligaciones pesan, y claro, eso no agrada a nadie, y mucho menos aquellos acostumbrados a vivir como las truchas muertas es decir, arrastrados por la corriente. Pero las que permanecen vivas luchan por cumplir con su obligación para contribuir al orden que se observa en la naturaleza. Luchan hasta remontar el río, muriendo muchas de ellas en el intento, hasta llegar al nacimiento del mismo, donde finalmente pueden dar paso a nuevas vidas. Pero, ¿qué pasaría si un colectivo de truchas "evolucionara" espontáneamente y adquiriera racionalidad? Quizás determinaran decidir por ellas mismas y desprenderse de viejas costumbres, para de este modo escoger libremente cómo desean vivir. Con esta decisión conseguirían extinguir su propia especie, y, naturalmente, alterar la cadena alimenticia. Pero qué más da; lo importante no es la comunidad, sino la libertad de la trucha, pobrecita, tantos años reprimida por el yugo de las viejas leyes de la naturaleza. ¡Qué gran injusticia! ¿No les parece? ¿Para qué tanta lucha? ¿Para terminar en un plato combinado al lado de un limón, unas rodajas de tomate y unas croquetas de bacalao? Es indignante y aberrante que la naturaleza tenga leyes ¿No podría cada bestia obrar según su libre criterio?

En el presente artículo abordaremos desde el rigor del sentido común el porqué de nuestra oposición a la homosexualidad y a la adopción de niños por parejas homosexuales. Para encabezarlo hemos recurrido a la ironía, con la intención de mostrar lo absurdo del mal uso de la libertad. Naturalmente, ese mal uso no podrá darse nunca en bestias, pues ellas no la tienen. Y recurrimos a la ironía porque entendemos la dificultad de argumentar en tan breve espacio lo que a muchos nos parece evidente; pero puede argumentarse, y eso es lo que modestamente procuraremos hacer en las líneas que siguen.

Hace unas semanas la Santa Sede se pronunció, una vez más, en un documento en el que se abordaba el preocupante fenómeno de la homosexualidad. Naturalmente, casi de modo reflejo, surgieron críticas de multitud de colectivos "pro-homosexualidad", e infinidad de debates en los que unilateralmente se trataba el asunto, no perdiendo ocasión para legitimar ya no sólo la licitud de la unión de parejas de homosexuales, sino también la adopción de criaturas por parte de estos. Las argumentaciones más escuchadas en los medios de comunicación se basaban en el respeto, el derecho (sus derechos), y la naturalidad. Es importante no dejar de lado la ferocidad y el tono amenazante con el que los homosexuales intentan imponer sus puntos de vista, recurriendo con frecuencia a las más diversas descalificaciones contra los que se oponen a la abyección de sus actividades contra natura.

Lo que a continuación procuraremos será desglosar las diferentes argumentaciones racionales que se oponen a la homosexualidad, que no es más que una desviación afectiva del objeto sexual. De este modo, presentaremos objeciones ordenadas a las vagas argumentaciones presentadas por estos colectivos y, lamentablemente, por la mayoría de la sociedad, que, convertida en masa por el liberalismo, asume una vez más el criterio de lo políticamente correcto como lo único correcto.

Sobre el respeto a los homosexuales.

No vamos a entrar en divagaciones; sólo me remitiré al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, y transcribiré literalmente la definición de respeto, para que el mismo lector saque sus conclusiones. Respeto: "Veneración, acatamiento que se hace a alguien". Esto es lo que dice el diccionario sobre el término respeto. Vayamos ahora a la definición de acatamiento: "Acción y efecto de acatar". Y ahora busquemos acatar: "Tributar homenaje de sumisión y respeto". Luego hemos de entender que cuando alguien respeta la decisión de otro, no está diciendo si comparte o no comparte esa opinión, lo que está haciendo de algún modo es someterse al imperativo de dicha decisión. Véase a modo de ejemplo la expresión "respetamos la decisión del tribunal, aunque no la compartimos". Cuando eso ocurre, el que respeta la decisión se somete a lo que decida el juez. Una vez definido el criterio, descenderemos a los diferentes ejemplos.

Es muy frecuente escuchar en los foros públicos la palabra respeto. "¡No!, es que Vd. debe respetar sus ideas", o "debe respetar al personaje en cuestión". ¿Es tan difícil de entender que puede uno respetar, incluso tener cierto afecto al individuo, pero a la vez no respetar su idea? Cuando esta fuera contraria a la suya, si la respetara, automáticamente entraría en una gran contradicción. Lo que no podemos permitir es que cada vez que alguien manifieste públicamente alguna barbaridad se recurra al respeto para acallar las voces que se elevan contra la misma. No podemos tolerar la normalización de un mal uso de la palabra cada vez que haya que ser políticamente correcto.

Sobre sus derechos.

El derecho es lo que ya dice la palabra: lo derecho, lo recto, lo justo. Y para garantizar lo justo se promulgan leyes. De no ser así, quedaría manifiesto el despotismo del legislador. Como es evidente que las uniones de homosexuales no cumplen la primera finalidad natural del matrimonio, que es la procreación, necesaria para evitar una población envejecida, que al tiempo moriría por ausencia de renovación generacional, es evidente que no tiene fundamento jurídico la unión entre homosexuales.

Sobre el derecho a ser homosexual, poco que decir. Pues uno tiene derecho a ser lo que es, no lo que le gustaría ser y nunca podrá ser; pero esto lo abordaremos en el siguiente punto cuando hablemos del ser.

Sobre el famoso derecho de las parejas de homosexuales a adoptar niños, aplicaremos una definición que no creo que haga falta ser jurista para entender, pues también se nutre de sentido común. Ninguna persona es un objeto de derecho de otra persona, sino sujeto de derechos y obligaciones. El niño no es un objeto mercantil, no se trata de una mascota objeto del capricho arbitrario de dos hombres, dos mujeres, una mujer soltera, un hombre soltero o incluso un matrimonio.

Aquí siempre, quien es sujeto de derechos es el niño y nadie más que el niño. Quien tiene derecho a nacer en una familia y/o a ser criado en ella es el niño. No es tolerable que se someta a la criatura a experimentos sociológicos de imprevisibles consecuencias, como si fueran ratas de laboratorio. La familia vierte sobre el niño el valor pedagógico y socializador natural que aporta la complementariedad de los dos sexos diferentes.

Una vez aplicado el criterio general sobre el derecho, presentaré en contraposición la única argumentación contraria que he encontrado para negar la mayor. La objeción es la siguiente: "se dan muchos casos en que el padre o la madre han fallecido y el niño crece con absoluta normalidad y es absolutamente feliz, y sin embargo carece de la figura paterna o materna". Bien, contra esta objeción afirmamos que sigue sin negarse la premisa mayor, sigue siendo una situación irregular, y no lo natural. Eso sería tal como afirmar que un niño puede vivir con "absoluta normalidad" con una sola pierna, y no por ello se le corta una pierna al nacer. Lo accidental es eso, accidental. El niño que pierde a un padre, sabe o se le explica que ha tenido un padre, y por ello ve a su madre realizando un esfuerzo admirable para salir adelante, pero nunca para suplir lo que no es. Una cosa es la ausencia de, y otra muy distinta la sustitución por.

Sobre lo natural de la homosexualidad.

Quizás algún homosexual pueda sentirse agraviado por la analogía presentada al comenzar el presente artículo, donde comparamos al colectivo maricón con las truchas. Ese sentimiento de agravio sería fácilmente comprensible, pues no es comparable una trucha a un hombre. Pero, ¿por qué no? Pues porque sus naturalezas son distintas, obviamente. Pero quizás lo que sigue ahora pueda agradar menos, pues vamos a definir que es un hombre en relación con la naturaleza, y lo haremos, aunque de un modo muy esquemático en todos sus aspectos, desde el prisma ontológico, antropológico y biológico.

Lo natural, es lo relativo a la naturaleza, y la naturaleza es aquello propio de cada ser, y la ciencia que aborda lo referente al ser es la ontología. Si desarrolláramos ampliamente las definiciones ontológicas del ser, necesariamente tendríamos que preguntarnos cuáles son las finalidades del ser, y entrar poco después en la metafísica, y poco después en la teleológica, de donde se seguiría que una de las finalidades esenciales del hombre a través del Matrimonio es la procreación.

Si recurrimos a la antropología, vemos, como hemos dicho en el apartado anterior, que sigue sin caber la homosexualidad, pues esta no garantizaría la supervivencia de la especie humana.

Y en el biológico no hace falta extenderse, pues parece el más evidente, ya que es manifiesta la necesidad de dos sexos diferentes para la funcionalidad del mecanismo biológico.

De donde concluimos que en las tres vías "casualmente" se busca la misma finalidad. Y que en cualquier argumentación que se quiera justificar con la naturaleza no encontramos más respuestas que las que ya conocía el hombre desde siempre.

Respecto a las objeciones, aquellas más habituales son las que hacen referencia a los avances científicos, esgrimiendo que hoy es posible mediante técnicas de reproducción asistida el embarazo de mujeres sin necesidad de varones. Pero a eso qué vamos a contraargumentar. ¿Esa es la sociedad que quieren? ¿La de laboratorios y criminales manipulaciones genéticas? Nuestro deber es despertar las conciencias adormecidas de nuestros contemporáneos, es un deber y a mi entender una falta grave no plantar batalla a este colectivo, sobre todo a los que pretenden intelectualizar con la normalización aquello que obviamente no sólo no es normal sino que llevará necesariamente a una sociedad más individualizada, deshumanizada y cruel. Esto es una guerra, una guerra sin cuartel, tienen sus banderas, sus negocios, sus calendarios anuales. Buscan primero una sociedad paralela, y después el poder, el verdadero poder. Si no, ¿para qué el día del orgullo gay? ¿Para qué tanto desfile? ¿Para qué esa demostración de fuerza? ¿Para qué esa provocación en las calles, con carteles agresivos, y en muchas ocasiones pornográficos? ¿Acaso creen que cuando tengan una pizca más de poder, ellos tolerarán y respetarán a los que no pensamos como ellos? Sólo hay que verlos en los debates televisivos, cómo no son capaces de reprimir en sus expresiones faciales el odio que manifiestan cuando se refieren a sacerdotes, o las risas que proclaman abiertamente cuando aparecen dos jóvenes manifestando con normalidad su castidad.

No seamos como las truchas muertas, no nos dejemos arrastrar por las corrientes de los respetos humanos, y las corrientes de lo políticamente correcto. Ni tampoco seamos lo nuevos fariseos que "señalan con el dedo a los malos". Seamos tolerantes, caritativos y serviciales con quien cometa el error e intransigentes, firmes y combativos contra el error y con quien haga apología de él. El error no tiene derechos.


La Santa Causa