lunes, agosto 07, 2006

31_El mundo contra Argentina

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Asociación Unidad Argentina



EL MUNDO CONTRA ARGENTINA



“Como ya se sabe, las conspiraciones son como la estupidez humana: ¡poderosas!”

Gerardo Bongiovanni

Economista argentino


La Nación, Costa Rica, 23 de Julio de 2006

©FIRMAS PRESS

El reciente rechazo de la Corte Internacional de La Haya para que las empresas papeleras suspendan la construcción de las plantas en Fray Bentos, en Uruguay, ha venido a ratificar de manera indudable lo que muchos argentinos -y su gobierno- sospechaban hace tiempo: nuestra querida patria es víctima de una inmensa confabulación internacional. El hecho de que 14 de los 15 jueces de esa corte, de distintas nacionalidades y con la sola excepción del juez argentino, hayan votado contra nuestro pedido, habla a las claras de la magnitud de esta conjura: ¡Casi todo el mundo participa de ella!

Por supuesto, no se trata de algo nuevo, podríamos remontarnos a las guerras civiles del siglo XIX -seguramente promovidas desde el extranjero- o a los sucesivos endeudamientos y bancarrotas del país -de Baring Brothers a nuestros días- fomentados por mentes foráneas deseosas de sojuzgarnos.

Ya en el siglo XX los recurrentes golpes militares -siempre generados en el exterior y con escaso apoyo popular en nuestro país- o los sucesivos gobiernos populistas y corruptos, con sus crisis socioeconómicas en las que nada tuvimos que ver, formaron parte de esta conspiración.







Esta conjura, que nos impide concretar el destino de grandeza merecido, tiene integrantes tan poderosos como EE. UU., el Grupo de los 7 y otras grandes potencias; organismos internacionales tales el FMI y las multinacionales, no solo americanas o inglesas, sino también, para nuestro espanto, ¡las empresas españolas!

Indigno juego. Algunos pícaros compatriotas se prestan a este indigno juego. Peor aún, últimamente esta poderosa coalición anti argentina se ha engrosado con países considerados hermanos, como Chile y Uruguay. Y han logrado que los trasandinos nos reclamen cosas tan esotéricas como cumplir los contratos establecidos, o que los "ex hermanos orientales" pretendan que resolvamos conflictos binacionales mediante vías diplomáticas y de diálogo, en lugar de utilizar mecanismos "tan nuestros" como los cortes de rutas, puentes y piquetes. ¡Cuesta imaginar tanta maldad en contra de un pacífico país como el nuestro!

Este actuar conspirativo lleva años, siglos... No obstante, alcanzó su punto máximo en los años noventa, cuando, por ejemplo, muchos de los miembros del actual Gobierno -patriotas y críticos de esta conjura- como el propio Presidente, su esposa, el ministro coordinador y el gobernador de Buenos Aires, fueron defensores, impulsores y funcionarios de aquel Gobierno tan nefasto para nuestro país.

¿Quién sabe qué bajos recursos utilizó la coalición antiargentina para que el presidente Kirchner y su esposa, Cristina, votaran en favor de la reelección de Menem? ¿O con qué cantos de sirenas fueron convencidos Alberto Fernández o Felipe Solá para ocupar cargos destacadísimos en ese Gobierno tan repudiable?

Pero no hay mal que dure diez años.... Y, como corresponde, los argentinos hemos reaccionado. ¡Y de qué manera! Diversas encuestas nos ubican como el país más anti-norteamericano del mundo, demostrando hasta qué punto entendemos la raíz de nuestros males. También -según las encuestas- somos los más refractarios a las inversiones extranjeras y a las multinacionales, en particular a los bancos y concesionarios de servicios públicos, ya que estas empresas tienen una característica muy extraña: funcionan excelentemente en cualquier país del orbe, pero, cuando pisan nuestra tierra, se convierten en abusadoras y corruptas.

Gobierno coherente. Como corresponde a este cambio de mentalidad, a este "abrir los ojos" ante la conjura que nos agobia, tenemos ahora un Gobierno que actúa en consecuencia. Veamos cómo:

"Defaulteamos" nuestra deuda y ofrecimos pagar solo una parte a los acreedores, castigándolos por habernos prestado dinero y haber creído que una deuda contraída por el país con el voto de nuestro Congreso sería honrada. El daño colateral de los miles de ahorristas y jubilados perjudicados no es relevante; en todo caso, no debieron confiar en un país gobernado por los conjurados.

Pagamos hasta el último dólar al FMI, incluso los correspondientes a cancelaciones futuras. Chávez nos ayuda prestándonos dinero y, desde luego, es un tema menor que la tasa que le abonamos sea superior a la del FMI.

Enfrentamos al país más poderoso del planeta y le mostramos a su Presidente los dientes y los palos de los piqueteros en la cumbre de Mar del Plata.

Confrontamos a Francia, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Italia y, en particular, a España. A todos explicamos claramente que nunca aceptaremos su pretensión de imponernos cumplir con los contratos y respetar las instituciones.


Reivindicando el mejor estilo de guapo argentino, nuestro Presidente dejó plantados -entre otros- al presidente Putin y a la reina de Holanda. Además, para demostrar quién mandaba, hizo esperar largo rato al rey Juan Carlos, en ocasión del Congreso de la Lengua realizado en nuestra ciudad.

Polemizamos con Brasil, cuando fue necesario, y liquidamos entre ambos los restos del Mercosur.
Encaramos al presidente mexicano, Vicente Fox, cuando en una muestra de imperialismo azteca, trató de persuadir a los latinoamericanos sobre las ventajas de los acuerdos de libre comercio que, como se sabe, solo funcionan bien en el resto del mundo, no en Argentina.

Aunque no deberíamos preocuparnos mucho. Si bien esta gran conjura tiene miembros poderosos, nosotros contamos con algunos amigos incondicionales. Chávez y Castro, por ejemplo. Y ahora Evo Morales. Quién sabe, con un poco de suerte, en noviembre hasta podríamos sumar al sandinista Daniel Ortega, en Nicaragua. Lamentablemente ni los amigos -ni nuestro Gobierno- pudieron evitar que ese fatídico papelito explicando dónde patearían sus penales Ayala y el Cuchu Cambiasso llegara a la media del arquero alemán...

Más, ya se sabe, las conspiraciones son como la estupidez humana. ¡Poderosas!