LA TRIPLE G:
LA TRIPLE G: ¿Gran Genocidio Gratuito o Ministro K de Salud? |
El ministro de Salud, Ginés González García, volvió a la carga con el plan de despenalización del aborto. Esta iniciativa formaría parte de la agresiva ofensiva anti-vida lanzada en la Argentina con la promoción descarada de la llamada “píldora del día después” de distribución gratuita para las adolescentes y adultas que hubieran tenido relaciones sexuales y que no deseen la posibilidad del embarazo. La opinión del Padre Ricardo B. Mazza. |
La grandeza y el anuncio de la vida nueva Es un hecho por demás evidente que en el mundo actual se ha desatado una ofensiva feroz contra la vida humana. Ya lo denunciaba el papa Juan Pablo II hace doce años en su Encíclica Evangelium Vitae al insistir que estamos dentro de la llamada cultura de la muerte en la que se eclipsa constantemente el sentido de la vida. Desde una perspectiva de fe sabemos que el evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn.10,10). Como señala Juan Pablo II “se refiere a aquella vida nueva y eterna, que consiste en la comunión con el Padre, a la que todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero es precisamente en esa vida donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre” (cf.nº 1 de Evangelium Vitae). Hermosa afirmación del Papa que anuncia claramente que la vida humana tiene valor en sí misma en cuanto preludio de la vida divina. Sigue diciendo el Pontífice: “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal”. (nº 2 de E. V.). Esta grandeza de la vida humana, incluye por lo tanto, al decir del Papa, el carácter relativo de la vida terrena del hombre, en cuanto como realidad “penúltima” dice relación con su orientación divina, que es realidad “última”. Este carácter relativo de la vida terrena como realidad “penúltima” no implica que sea válido el menoscabarla o el que pueda ser lícito destruirla cuando así lo pretendan los caprichos humanos. Al contrario es una realidad sagrada que se ha de preservar y perfeccionar para poder transformarse en perfecto don para Dios y los hermanos. En rigor la vida terrena alcanza su plenitud en la medida que se la mide con proyección eterna. Por el contrario cuando se absolutiza la vida terrena como lo más importante y se niega la existencia de un más allá, -o sea se le quita su sentido relativo a algo mayor- se cae en la adoración de lo “acá” como lo único valedero y digno de ser tenido en cuenta. Coherente con este modo de ver las cosas es el criterio muy común en la actualidad de que cada uno hace lo que quiere con su cuerpo, que cada uno es dueño de su vida y de su muerte y que la vida misma palpitante en el seno materno sea fácilmente eliminada si perturba la molicie de una vida pretendida sin compromiso alguno. La cultura invadente de nuestro tiempo pretende de continuo inculcar en las mentes desprevenidas que lo único que importa es “vivir la vida”, identificado esto con un desenfrenado goce de lo terreno y el olvido de lo eterno. De resultas de esta concepción de vida el hombre se siente cada vez más solitario e infeliz, realidad que el estudio mismo del mercado de bienes va comprobando viendo simultáneamente la necesidad de incrementar las ventas de los productos, prometiendo con ellos -es decir con su consumo- el logro de la amistad, de la felicidad y la realización personal ausentes con frecuencia en el mundo contemporáneo. No resulta extraño por tanto que la Iglesia, sintiéndose llamada a anunciar a Jesucristo, procure entre “luces y sombras” -las luces de la gracia y las sombras del pecado- y en medio de “las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, anunciar con valentía “el evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida” ya que éstos “son un único e indivisible Evangelio” (cf. E.V. nº 2). El plan triple G (GGG) o el Gran Genocidio Gratuito y el aporte del consorcio de médicos católicos Hace unos días comenzó en el país una agresiva ofensiva anti-vida en la promoción descarada de la llamada “píldora del día después” de distribución gratuita para las adolescentes y adultas que hubieran tenido relaciones sexuales y que no deseen la posibilidad del embarazo. Desde las esferas gubernamentales, pasando por los grupos defensores de la perspectiva de género y toda persona que sólo quiere vivir el momento de los placeres efímeros y sin el “susto” de un embarazo, surgieron múltiples apoyos con la consabida minimización de los efectos y esforzándose en señalar la bondad del proyecto. De parte de las personas de buena voluntad se oyeron voces que mostraban una honda preocupación por lo que se estaba implementando en la Argentina. No soy especialista en lo que se refiere a la ciencia médica por lo que me debo remitir -para ser objetivo- a los que nos hablan de este tema desde la óptica médica. En este sentido el Consorcio de Médicos Católicos nos decía el pasado 13 de marzo contra la resolución nº 232/2007 del Ministerio de Salud de la Nación que obliga al suministro masivo y gratuito de las “píldoras del día después” lo siguiente: “La razón de este rechazo es que la píldora para ‘anticoncepción de emergencia’ actúa fundamentalmente impidiendo la implantación del embrión en la mucosa del útero. Por lo tanto, a ese embrión -ser vivo y persona humana- la madre lo expulsará de su organismo como si se tratara de una menstruación. Eso, en lenguaje médico, es simplemente: un aborto. Por eso coincidimos con el Instituto de Bioética de la Universidad Católica de La Plata que lo llama Aborto de Emergencia”. Las autoridades de salud de la Nación han expresado públicamente que “la píldora del día después no es abortiva”. Eso no es verdad. (Que quede claro: Mienten descaradamente). Een algunos casos, la píldora puede actuar inhibiendo a los espermatozoides que quieren penetrar en el útero a través del cuello uterino, otras veces puede inhibir la ovulación (en ambas situaciones actuaría como anticonceptiva) pero en la gran mayoría de los casos, produce serias alteraciones de la mucosa uterina (en su etapa progestacional), impidiendo que el embrión -que llegó al útero a través de la Trompa de Falopio- pueda implantarse en dicha mucosa. Y si no se implanta, el embrión muere y se expulsa. Esta es toda la auténtica verdad. Las verdades a medias, son sofismas que engañan a la población”. Análisis del enfoque del Consorcio de Médicos Católicos Podrá alguien decir que ésta se trata de la “opinión” de un grupo de médicos “católicos” con quienes no coinciden todos en el país. Sin embargo cabe destacar que no emiten una opinión sino que certifican una realidad detectada por la ciencia médica en lo que a gestación se refiere. Su realidad de católicos les permite abordar el tema no sólo desde el punto de vista de la ciencia como médicos, sino también desde la fe. Y en este tema que nos ocupa no hay contradicción entre ciencia y fe. Es estéril discutir cuándo comienza el embarazo, ya que se sabe científicamente hablando que desde la penetración del óvulo por el espermatozoide comienza una nueva vida independiente de su madre y que se identifica con un ADN totalmente diferente al de los progenitores. Pretender por lo tanto definir el comienzo de la nueva vida desde la implantación del óvulo fecundado en el útero, no sólo es ir contra lo que la razón y la ciencia sotienen, sino dejar desenmascarada una concepción materialista del hombre a quien no se le reconoce la dignidad de tal desde el mismo momento de la concepción. En este sentido la condición de católicos les permite a los médicos integrantes del Consorcio de referencia pensar que quien se va gestando en el seno de una mujer es una persona que ha sido creada a imagen de Dios. Desde la óptica católica, por lo tanto, el que va a nacer es un llamado a participar de la mesa del Padre común de los hijos de este mundo, comiendo gozosamente con los hermanos de los bienes que a todos brinda el Señor. La cultura de la muerte, instalada también en nuestra Patria como respuesta al reparto de las dádivas de los poderosos, busca por el contrario, satisfacer a los pocos avarientos para quienes la anticoncepción y el aborto almacenan y preparan el festín del futuro en los silos de la iniquidad. Se podrá aducir que como lo señala el mismo consorcio de médicos católicos, no todas las veces se impide la anidación sino que en algunas ocasiones la píldora tiene sólo efecto anticonceptivo porque inhibe los espermatozoides o la ovulación, y que por lo tanto la existencia de esas “algunas veces” la harían “no abortiva” siempre. Es necesario aclarar para iluminar las mentes de las personas de buena voluntad y que buscan la realización del bien, que aún existiendo esas ocasiones no abortivas, no es lícito moralmente hablando actuar con conciencia dudosa antecedente, ya que en ese caso la persona obraría haciendo caso omiso de la posibilidad de cometer un homicidio manifestando con su acción su determinación a constituirse en homicida. Sugiero un ejemplo para ilustrar. Supongamos que una persona estando de cacería y persiguiendo un animal llega a un punto en que el movimiento detrás del follaje le sugiere al animal escondido, pero al mismo tiempo piensa que puede ser alguien que desde una casa de campo vecina lo espía en cuanto cazador. El cazador, por lo tanto, se plantea la duda, tratándose de una duda de peso. No obstante ello, resuelve actuar y dispara el arma con la inseguridad de la duda. El resultado es que aunque mate en realidad a un animal, su acción fue la de un homicida, ya que esa posibilidad estaba presente en su pensamiento, y a ella se adhirió. Es como si hubiera dicho: no puedo perder la oportunidad de obtener un trofeo de caza, si hay alguien, lo siento, pero no es mi culpa. En el obrar moral no es permitido a la persona de buena voluntad realizar un acto del cual es dudosa su licitud de modo antecedente. Para obrar rectamente es preciso poner los medios necesarios para llegar a la certeza de que se trata de un obrar bueno. En rigor “la píldora del día después” sólo pretende cubrir de legitimidad la juerga de los libertinos, aunque no acalle el retumbar constante de la mala conciencia. La desaparición forzosa de personas El presidente de la Nación hace pocos días afirmaba enfáticamente que en el país se había terminado la desaparición forzosa de personas. A pesar del aplauso de los cortesanos -actores de reparto en este drama homicida- , cualquier argentino que utilice el cerebro habrá caído en la cuenta de la falsedad del anuncio. No sólo el fantasma del desaparecido López flota en el aire, sino que la matanza de los que nunca nacerán, institucionalizada desde el poder político a través de leyes falsamente consideradas respetuosas de los derechos humanos, se cierne sobre una Nación que siempre se consideró respetuosa de los más débiles en el axioma consagrado antaño que rezaba que los únicos privilegiados son los niños. El Señor Presidente en alguna oportunidad habló de “mi Iglesia” como sintiéndose él supuestamente parte de la Iglesia Católica. Como conductor de las políticas de la Insalubridad Nacional desmiente raudamente lo que afirmara, a no ser que piense en una Iglesia “Nacional”. Esto hace necesario “sincerarnos”, no confundir más a la gente pareciendo como católico cuando las acciones desmientes tal hecho. Alguien podrá decir que se trata de las políticas del Ministro de Salud de la Nación y no del Presidente. Si fuera así resulta extraño que todos digan que siguen las directivas del Supremo. ¿Alguien puede dudar de esto. No nos engañemos, no se puede ser católico, ni siquiera cristiano, favoreciendo políticas anti-vida. El futuro seguro y el posible. Se preguntará el ciudadano de buena voluntad, ¿qué hacer? Es importante no bajar los brazos y seguir trabajando positivamente en defensa de la vida, que es la defensa de nosotros mismos. En definitiva el problema de la llamada inseguridad tiene su causa en la mentalidad homicida de la cultura de la muerte. Si la vida en formación no es respetada, ¿creemos que podrá disminuir el desprecio general por la vida del hombre que reina ya en nuestra Patria? Si según esta concepción no es digna la vida del no nacido, ¿por qué lo será la del ya viviente? Si es un negocio matar a través del aborto, ¿quién se preocupará por la dignificación de la vida del ya nacido? Algunos dicen que no hay que poner todo el acento en el derecho a la vida del no nacido pero en proyecto de serlo, sino también en los derechos de la persona en todo el desarrollo de su vida. La falacia de esta afirmación está a la vista. El que no defiende la vida desde el comienzo, sino que la desprecia por diferentes motivos, tampoco se preocupará por los que ya viven, porque su negativa a reconocer el derecho de las personas se encuentra en la raíz del proyecto humano. De allí la necesidad de abrir los ojos. ¿Seguiremos apoyando con nuestro voto -estamos en año electoral- a los mercaderes de la muerte? ¿O buscaremos por el contrario trabajar por la cultura de la vida? La supuesta bonanza económica del país -es suficiente con visitar el supermercado para caer en la cuenta del engaño- no puede privilegiarse por encima de la cultura de la vida que promueva a los más débiles que hoy se olvidan. La naturaleza humana se defiende siempre de sus atacantes. Más tarde o más temprano los anticuerpos reaccionarán ante tanta degradación humana. Desde la fe creo que ha llegado la hora de seguir ejemplos preclaros de otros países, llegando a la excomunión concreta y pública de todos los que se dicen católicos pero aprueban o promulgan leyes y políticas contrarias a la dignidad de la persona humana. Obrar así no es más que sincerarnos con la realidad dejando al descubierto tantos dobles mensajes. Se podrá decir que es necesaria siempre la disposición al diálogo. La ingenuidad de Eva que eso pensó al dialogar con el demonio puede ser aleccionadora. Consideremos la enseñanza que nos llega de México: “La Arquidiócesis de México informó que los diputados que voten en favor de la ley que legaliza el aborto en el Distrito Federal serán excomulgados, según lo establecen las leyes canónicas.” (Publicada en Diario7). Aseguró que las iniciativas para despenalizar el aborto son contrarias a la doctrina de la Iglesia, al contravenir el quinto mandamiento de “no matarás”. Los diputados tienen plena libertad política para cumplir con su deber, de acuerdo con su razón y su conciencia, sin embargo, “existe otra ley divina, que ni el Papa puede modificar, suprimir o alterar”, indicó la curia. De acuerdo con la gravedad del pecado de atentar contra la vida, la Iglesia advierte que favorecer el aborto conlleva la excomunión, ya que, explica el Arzobispado: “El propio pecador se separa con su actitud de la Iglesia y sus sacramentos, cuyo perdón queda reservado exclusivamente al obispo de la diócesis, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero”. La postura de la Iglesia, indicó la Arquidiócesis, no es mediática ni oportunista, en la Ciudad de México los católicos atraviesan por una difícil situación moral, por ello exhortaron a los asambleístas a pronunciarse por un voto libre, sincero, moral y responsable, “que cada uno tome en cuenta lo que dicta su razón, su cultura y su conciencia”. A su vez, el obispo Felipe Arizmendi calificó a los diputados locales del PRD y de Alternativa como unos “asesinos exterminadores”, que no se distinguen en nada de los crímenes perpetrados por Adolfo Hitler.” (cf. Diario7 “México: Diputados que legalicen el aborto serán excomulgados” 16 de marzo de 2007). Padre Ricardo B Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Mov. Pro-Vida Juan Pablo II. Prof. Tit. de Teología Moral en la UCSF. Capellán Arq. de Los Scouts de Argentina. |