martes, febrero 05, 2008

Numero 141

El Caballero De

Nuestra Señora

2º época Año: 8 Numero 141 3 de Febrero del año del Señor 2008

«Si Hay Que Decidir Entre Mi Vida Y La Del Niño, No Dudéis;

Elegid -Lo Exijo- La Suya. Salvadlo»

Santa Gianna Beretta Molla

“YO SOY LA

INMACULADA CONCEPCION”


Sumario

Editorial:

“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios Por los Pecadores!”

Pág. III

«Los Medios: En La Encrucijada Entre Protagonismo Y Servicio. Buscar La Verdad Para Compartirla»

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2008

Pág. V

Encapuchados Asaltan Y Golpean A Sacerdote En Navarra

Pág. VII

El Discurso Que El Papa No Pudo Leer En La Universidad La «Sapienza»

Pág. VIII

Decreto De La Santa Sede Por El Que Se Concede Indulgencia Plenaria Especial En El 150° Aniversario De Las Apariciones De Lourdes

Pág. XIII

Decreto De La Santa Sede Por El Que Se Conceden Indulgencias Especiales
Con Ocasión De La XV Jornada Mundial Del Enfermo

. Pág. XV

REVISTA

“El Caballero De Nuestra Señora”

Fundada Por El Padre Carlos Alberto Lojoya

En El Año 1984,

Como Boletín Parroquial De

Nuestra Señora De La Visitación De Buenos Aires.

Reeditada el 4 de Agosto de 2000

Por Correo Electrónico

Para Continuar Difundiendo

Lo Bello, Lo Bueno Y Lo Verdadero

Para Mayor Gloria De Dios

Y Salvación De Las Almas.

Director y Responsable:

Marcelo E. Grecco

E-mail: c_senora@yahoo.com


Editorial:

“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!

¡Ruega a Dios Por los Pecadores!”

He aquí expresado la centralidad del mensaje de la Santísima Virgen en Lourdes. ¡Penitencia! Y oración por los pecadores.

¿Quiénes son los pecadores?

Con un buen examen de conciencia seguramente nos reconoceríamos como aquellos pecadores que necesitan de la Gracia de Dios para levantarse del lodo del pecado. Aquel mensaje, entonces, se refiere a nosotros pero también a quienes tenemos a nuestro alrededor. Nosotros tenemos la gracia de la fe, de conocer que es lo que Dios quiere, por lo cual nuestro pecado es quizás más grave, pero también conocemos los medios necesarios para levantarnos y brillar por la gracia.

Muchos, millones diría yo, caminan por el mundo a tientas, buscando y no encontrando la Luz que los saque de esas tiniebla.

Claro que es necesario que nosotros mismos nos reconozcamos pecadores y arrepentidos volvamos al camino, haciendo penitencia para purgar nuestras culpas, pero la Madre que nos conoce, nos llama a que, una vez que podamos convertimos, pensemos y no dejemos abandonados a nuestros hermanos que andan miserables por el mundo y que oremos por ellos, más aún, que hagamos penitencia.

Echar el rostro a tierra por los pecadores, fue el mandato de la Madre a aquella joven sencilla que visitó la gruta. Santa Bernardita no dudó en hacerlo, aún teniendo que soportar la burla de aquellos que la acompañaban. Más aún tomó del agua fanganosa por los pecadores. Agua de donde brotará la fuente de Lourdes, cuya agua será tan limpia y pura. Agua, que representa sin duda, a Aquella que dijo de sí misma: “Soy la Inmaculada Concepción”

Aquella que no conoció el pecado, pero que recibió la espada del dolor por los pecadores, al pie de la Cruz de su Hijo. Ssigue, como buena Madre, preocupándose de los pecadores y nos pide que no solo aceptemos nuestra cruz, sino que purguemos nuestros pecados y los de todos los hombres haciendo penitencia.

Como siempre el testimonio de los Santos es una luz que nos ayuda a conocer el camino. San Juan María Vianney es, sin duda, modelo de penitente por los pecadores. Literalmente derramó su sangre por las almas pecadoras y más aún lucho palmo a palmo con el diablo por los pecadores, pues le atormentaban en los sueños cuando sabía que vendría un gran pecador a arrepentirse. Y aquella penitencia tuvo su fruto en Ars.

La mentalidad moderna (me voy a permitir usar una expresión en boga de la modernidad para denostar lo católico) y su “modelo mental” no puede comprender la penitencia del cristiano. No pueden comprender que el hombre sea capaz de aplicarse castigos no en un signo de masoquismo, sino como un ofrecimiento a Dios en reparación por los pecados personales y del mundo. Después de todo ese pequeño dolor (que debe ser proporcionado y nunca poniendo en riesgo la vida) es infinitamente menor al sufrimiento del alma que no llegue al gozo de Dios, al que también algunos Santos tuvieron las gracia de experimentarlo en esta vida y poder contarlo para el bien de sus almas

En el crecimiento espiritual uno podrá, sin duda, crecer en el grado de la penitencia. No todos alcanzaremos al cura de Ars, pero si aquella que este de acuerdo a nuestra madurez espiritual.

La Iglesia manda a todos los cristianos dos días al año el ayuno y la abstinencia en todo el año. ¿Cuántos son los que la cumplen? Bastantes, hay muchos que además duplican la apuesta, si se me permite la expresión, y todos los viernes hacen ayuno, otros ayunan no solo los viernes sino en mas días al año. Es ciertamente importante tomando conciencia de la necesidad de penitencia comenzar a ser penitentes, en lo poco, por nuestros pecados y ofrecerla también por los del mundo para el bien de las millones de almas perdidas.

“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia!” es lo que la Madre ha dicho en Lourdes, ella que no conoció el pecado, se preocupa por los pecadores, por nosotros los pecadores, y viene a pedirnos que también nosotros nos ocupemos de nuestro pecado y del pecado del mundo, porque ciertamente la Salvación ha sido para todos y no solo para nosotros. La Salvación no puede nunca ser causa de egoísmos, sino por el contrario quien verdaderamente conoce sus gracias no puede callarlas.

¡Penitencia! Y oración, ciertamente dos faltantes en el mundo actual, en el mundo de las corridas, de los egoísmos, del hombre “todopoderoso”. El mundo moderno y con él muchos hombres de fe, parecen ser llamados solo a la acción y, sin embargo, la acción sin la contemplación, sin la ayuda de la gracia que brota de la oración se debilita y se destruye al menor ventarrón.

Los pecadores necesitamos de la oración de nuestros hermanos, porque necesitamos de la gracia de Dios para levantarnos del lodo del pecado que nos hace más indignos de presentarnos ante Nuestro Creador. Y si sabemos que esto nos pasa a nosotros que tuvimos la gracia especial de la fe, cuanto más a nuestros hermanos que no alcanzan a descubrir el amor de Dios que está a su alcance. Pienso especialmente en nuestros jóvenes y niños…

Sabedores entonces de nuestros pecados y de los del mundo, no podemos, no debemos seguir desaprovechando las palabras de Aquella que, librada de todo pecado desde su Concepción, viene a pedirnos maternalmente que nos pongamos al servicio de Dios y de las almas, sobre todo las más necesitadas. De sus labios maternales escuchó y nos trasmitió Santa Bernardita aquel mensaje tan claro:

“¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Penitencia! ¡Ruega a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!"

Supla la Gracia la deficiencia de la pluma

Marcelo Eduardo Grecco

Director

Versailles, junto a la Virgen de la Salud

2 de febrero de 2008

Fiesta de la Presentación de Nuestro Señor en el Templo

Recomendamos escuchar

“Cultura de la Vida”

Los Jueves de 16 a17 hs.

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www.notivida.org

«Los Medios: En La Encrucijada Entre Protagonismo Y Servicio. Buscar La Verdad Para Compartirla»

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2008

Queridos hermanos y hermanas

1. El tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, «Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla», señala la importancia del papel que estos instrumentos tienen en la vida de las personas y de la sociedad. En efecto, no existe ámbito de la experiencia humana -más aún si consideramos el amplio fenómeno de la globalización- en el que los medios no se hayan convertido en parte constitutiva de las relaciones interpersonales y de los procesos sociales, económicos, políticos y religiosos. A ese respecto escribía en mi Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del pasado 1 de enero: «los medios de comunicación social, por las potencialidades educativas de que disponen, tienen una responsabilidad especial en la promoción del respeto por la familia, en ilustrar sus esperanzas y derechos, en resaltar su belleza» (n.5).

2. Gracias a una vertiginosa evolución tecnológica, estos medios han logrado potencialidades extraordinarias, lo cual plantea al mismo tiempo nuevos e inéditos interrogantes. Es innegable la aportación que pueden dar al flujo de noticias, al conocimiento de los hechos y a la difusión del saber. Han contribuido de manera decisiva, por ejemplo, a la alfabetización y la socialización, como también al desarrollo de la democracia y al diálogo entre los pueblos. Sin su aportación sería realmente difícil favorecer y mejorar la comprensión entre las naciones, dar alcance universal a los diálogos de paz, garantizar al hombre el bien primario de la información, asegurando a la vez la libre circulación del pensamiento, en orden sobre todo a los ideales de solidaridad y justicia social. Ciertamente, los medios en su conjunto no solamente son medios para la difusión de las ideas, sino que pueden y deben ser también instrumentos al servicio de un mundo más justo y solidario. No obstante, existe el riesgo de que en vez de ello se transformen en sistemas dedicados a someter al hombre a lógicas dictadas por los intereses dominantes del momento. Éste es el caso de una comunicación usada para fines ideológicos o para la venta de bienes de consumo mediante una publicidad obsesiva. Con el pretexto de representar la realidad, se tiende de hecho a legitimar e imponer modelos distorsionados de vida personal, familiar o social. Además, para ampliar la audiencia, la llamada audience, a veces no se duda en recurrir a la trasgresión, la vulgaridad y la violencia. Puede suceder también que a través de los medios se propongan y sostengan modelos de desarrollo que, en vez de disminuir el abismo tecnológico entre los países pobres y los ricos, lo aumentan.

3. La humanidad se encuentra hoy ante una encrucijada. También para los medios es válido lo que escribí en la Encíclica Spe salvi sobre la ambigüedad del progreso, que ofrece posibilidades inéditas para el bien, pero abre al mismo tiempo enormes posibilidades de mal que antes no existían (cf. n.22). Por lo tanto, es necesario preguntarse si es sensato dejar que los medios de comunicación se subordinen a un protagonismo indiscriminado o que acaben en manos de quien se vale de ellos para manipular las conciencias. ¿No se debería más bien hacer esfuerzos para que permanezcan al servicio de la persona y del bien común, y favorezcan «la formación ética del hombre, el crecimiento del hombre interior»? (cf. ibíd.). Su extraordinaria incidencia en la vida de las personas y de la sociedad es un dato ampliamente reconocido, pero hay que tomar conciencia del viraje, diría incluso del cambio de rol que los medios están afrontando. Hoy, de manera cada vez más marcada, la comunicación parece tener en ocasiones la pretensión no sólo de representar la realidad, sino de determinarla gracias al poder y la fuerza de sugestión que posee. Se constata, por ejemplo, que sobre algunos acontecimientos los medios no se utilizan para una adecuada función de informadores, sino para «crear» los eventos mismos. Este arriesgado cambio en su papel es percibido con preocupación por muchos Pastores. Justamente porque se trata de realidades que inciden profundamente en todas las dimensiones de la vida humana (moral, intelectual, religiosa, relacional, afectiva, cultural), poniendo en juego el bien de la persona, es necesario reafirmar que no todo lo que es técnicamente posible es también éticamente realizable. El impacto de los medios de comunicación en la vida de las personas contemporáneas plantea, por lo tanto, interrogantes ineludibles y espera decisiones y respuestas inaplazables.

4. El papel que los medios de comunicación han adquirido en la sociedad debe ser considerado como parte integrante de la cuestión antropológica, que se plantea como un desafío crucial del tercer milenio. De manera similar a lo que sucede en el campo de la vida humana, del matrimonio y la familia, y en el ámbito de los grandes temas contemporáneos sobre la paz, la justicia y la tutela de la creación, también en el sector de la comunicación social están en juego dimensiones constitutivas del ser humano y su verdad. Cuando la comunicación pierde las raíces éticas y elude el control social, termina por olvidar la centralidad y la dignidad inviolable del ser humano, y corre el riesgo de incidir negativamente sobre su conciencia y sus opciones, condicionando así la libertad y la vida misma de las personas. Precisamente por eso es indispensable que los medios defiendan celosamente a la persona y respeten plenamente su dignidad. Más de uno piensa que es necesaria en este ámbito una «info-ética», así como existe la bio-ética en el campo de la medicina y de la investigación científica sobre la vida.

5. Se ha de evitar que los medios se conviertan en megáfono del materialismo económico y del relativismo ético, verdaderas plagas de nuestro tiempo. Por el contrario, pueden y deben contribuir a dar a conocer la verdad sobre el hombre defendiéndola ante los que tienden a negarla o destruirla. Se puede decir incluso que la búsqueda y la presentación de la verdad sobre el hombre son la más alta vocación de la comunicación social. Utilizar para este fin todos los lenguajes, cada vez más bellos y refinados, de los que los medios disponen, es una tarea entusiasmante confiada, en primer lugar, a los responsables y operadores del sector. Es una tarea que, sin embargo, nos corresponde en cierto modo a todos, porque en esta época de globalización todos somos usuarios y a la vez operadores de la comunicación social. Los nuevos medios, en particular la telefonía e Internet, están modificando el rostro mismo de la comunicación y tal vez ésta es una maravillosa ocasión para rediseñarlo y hacer más visibles, como decía mi venerado predecesor Juan Pablo II, las líneas esenciales e irrenunciables de la verdad sobre la persona humana (cf. Carta ap. El rápido desarrollo, 10).

6. El hombre tiene sed de verdad, busca la verdad; así lo demuestran también la atención y el éxito que tienen tantos productos editoriales y programas de ficción de calidad en los que se reconocen y son adecuadamente representadas la verdad, la belleza y la grandeza de la persona, incluyendo su dimensión religiosa. Jesús dijo: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). La verdad que nos hace libres es Cristo, porque sólo Él puede responder plenamente a la sed de vida y de amor que existe en el corazón humano. Quien lo ha encontrado y se apasiona por su mensaje, experimenta el deseo incontenible de compartir y comunicar esta verdad: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos -escribe San Juan-, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de Vida [...], os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa» (1 Jn 1, 1-3).

Invoquemos al Espíritu Santo para que no falten comunicadores valerosos y testigos auténticos de la verdad que, fieles al mandato de Cristo y apasionados por el mensaje de la fe, «se hagan intérpretes de las actuales exigencias culturales, comprometiéndose a vivir esta época de la comunicación no como tiempo de alienación y extravío, sino como un tiempo oportuno para la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la comunión entre las personas y los pueblos» (Juan Pablo II, Discurso al Congreso Parábolas mediáticas, 9 noviembre 2002, 2).

Con estos deseos os imparto con afecto mi bendición.

Vaticano, 24 de enero 2008, Fiesta de San Francisco de Sales.








Encapuchados Asaltan Y Golpean A Sacerdote En Navarra

MADRID, 21 Ene. 08 (ACI).-Dos encapuchados asaltaron y golpearon en Zizur Mayor (Navarra) al párroco de Santa María de Doniantzu, P. Javier Sagasti Boquet, tras haber recibido insultos a su condición sacerdotal.

Los desconocidos agredieron al sacerdote de 47 años el viernes pasado hacia las 20 horas, cuando éste realizaba labores de limpieza en un contenedor próximo a la vivienda parroquial.

El P. Sagasti narró que tras escuchar algunos insultos referidos a su estado clerical dos jóvenes se aproximaron velozmente hacia él, lo derribaron y propinaron una patada en el rostro. Tras la agresión, los sujetos se marcharon raudamente.

El parte médico indica que la agresión causó "una contusión y herida superficial nasal, además de una herida superficial infraorbitaria izquierda".

Tras la presentación de una denuncia policial hecha por el sacerdote, la Guardia Civil ha abierto una investigación.

Por su parte, el Ayuntamiento, expresó en un comunicado su "denuncia más enérgica de los hechos" y se comprometió a realizar cuanto "esté en nuestro mano para evitar que se repitan este tipo de actos contra cualquier vecino".

También expresaron su solidaridad con Sagasti el Arzobispo de Pamplona, Mons. Francisco Pérez, y el Arzobispo emérito de la arqudiócesis, Mons. Fernando Sebastián.





El Discurso Que El Papa No Pudo Leer En La Universidad La «Sapienza»

Rector magnífico;

autoridades políticas y civiles;

ilustres profesores y personal técnico administrativo;

queridos jóvenes estudiantes:

Para mí es motivo de profunda alegría encontrarme con la comunidad de la "Sapienza, Universidad de Roma" con ocasión de la inauguración del año académico. Ya desde hace siglos esta universidad marca el camino y la vida de la ciudad de Roma, haciendo fructificar las mejores energías intelectuales en todos los campos del saber. Tanto en el tiempo en que, después de su fundación impulsada por el Papa Bonifacio VIII, la institución dependía directamente de la autoridad eclesiástica, como sucesivamente, cuando el Studium Urbis se desarrolló como institución del Estado italiano, vuestra comunidad académica ha conservado un gran nivel científico y cultural, que la sitúa entre las universidades más prestigiosas del mundo. Desde siempre la Iglesia de Roma mira con simpatía y admiración este centro universitario, reconociendo su compromiso, a veces arduo y fatigoso, por la investigación y la formación de las nuevas generaciones. En estos últimos años no han faltado momentos significativos de colaboración y de diálogo. Quiero recordar, en particular, el Encuentro mundial de rectores con ocasión del Jubileo de las Universidades, en el que vuestra comunidad no sólo se encargó de la acogida y la organización, sino sobre todo de la profética y compleja propuesta de elaborar un "nuevo humanismo para el tercer milenio".

En esta circunstancia deseo expresar mi gratitud por la invitación que se me ha hecho a venir a vuestra universidad para pronunciar una conferencia. Desde esta perspectiva, me planteé ante todo la pregunta: ¿Qué puede y debe decir un Papa en una ocasión como esta? En mi conferencia en Ratisbona hablé ciertamente como Papa, pero hablé sobre todo en calidad de ex profesor de esa universidad, mi universidad, tratando de unir recuerdos y actualidad. En la universidad "Sapienza", la antigua universidad de Roma, sin embargo, he sido invitado precisamente como Obispo de Roma; por eso, debo hablar como tal. Es cierto que en otros tiempos la "Sapienza" era la universidad del Papa; pero hoy es una universidad laica, con la autonomía que, sobre la base de su mismo concepto fundacional, siempre ha formado parte de su naturaleza de universidad, la cual debe estar vinculada exclusivamente a la autoridad de la verdad. En su libertad frente a autoridades políticas y eclesiásticas la universidad encuentra su función particular, precisamente también para la sociedad moderna, que necesita una institución de este tipo.

Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿Qué puede y debe decir el Papa en el encuentro con la universidad de su ciudad? Reflexionando sobre esta pregunta, me pareció que incluía otras dos, cuyo esclarecimiento debería llevar de por sí a la respuesta. En efecto, es necesario preguntarse: ¿Cuál es la naturaleza y la misión del Papado? Y también, ¿cuál es la naturaleza y la misión de la universidad? En este lugar no quisiera entretenerme y entreteneros con largas disquisiciones sobre la naturaleza del Papado. Baste una breve alusión. El Papa es, ante todo, Obispo de Roma y, como tal, en virtud de la sucesión del apóstol san Pedro, tiene una responsabilidad episcopal con respecto a toda la Iglesia católica. La palabra "obispo" -episkopos-, que en su significado inmediato se puede traducir por "vigilante", se fundió ya en el Nuevo Testamento con el concepto bíblico de Pastor: es aquel que, desde un puesto de observación más elevado, contempla el conjunto, cuidándose de elegir el camino correcto y mantener la cohesión de todos sus componentes. En este sentido, esa designación de la tarea orienta la mirada, ante todo, hacia el interior de la comunidad creyente. El Obispo -el Pastor- es el hombre que cuida de esa comunidad; el que la conserva unida, manteniéndola en el camino hacia Dios, indicado por Jesús según la fe cristiana; y no sólo indicado, pues Él mismo es para nosotros el camino. Pero esta comunidad, de la que cuida el Obispo, sea grande o pequeña, vive en el mundo. Las condiciones en que se encuentra, su camino, su ejemplo y su palabra influyen inevitablemente en todo el resto de la comunidad humana en su conjunto. Cuanto más grande sea, tanto más repercutirán en la humanidad entera sus buenas condiciones o su posible degradación. Hoy vemos con mucha claridad cómo las condiciones de las religiones y la situación de la Iglesia -sus crisis y sus renovaciones- repercuten en el conjunto de la humanidad. Por eso el Papa, precisamente como Pastor de su comunidad, se ha convertido cada vez más también en una voz de la razón ética de la humanidad.

Aquí, sin embargo, surge inmediatamente la objeción según la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta fe. Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué es la razón? ¿Cómo puede una afirmación -sobre todo una norma moral- demostrarse "razonable"? En este punto, por el momento, sólo quiero poner de relieve brevemente que John Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón "pública", ve sin embargo en su razón "no pública" al menos una razón que no podría, en nombre de una racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente desconocida por quienes la sostienen. Ve un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina. En esta afirmación me parece importante el reconocimiento de que la experiencia y la demostración a lo largo de generaciones, el fondo histórico de la sabiduría humana, son también un signo de su racionalidad y de su significado duradero. Frente a una razón a-histórica que trata de construirse a sí misma sólo en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal -la sabiduría de las grandes tradiciones religiosas- se debe valorar como una realidad que no se puede impunemente tirar a la papelera de la historia de las ideas.

Volvemos a la pregunta inicial. El Papa habla como representante de una comunidad creyente, en la cual durante los siglos de su existencia ha madurado una determinada sabiduría de vida. Habla como representante de una comunidad que custodia en sí un tesoro de conocimiento y de experiencia éticos, que resulta importante para toda la humanidad. En este sentido habla como representante de una razón ética.

Pero ahora debemos preguntarnos: ¿Y qué es la universidad?, ¿cuál es su tarea? Es una pregunta de enorme alcance, a la cual, una vez más, sólo puedo tratar de responder de una forma casi telegráfica con algunas observaciones. Creo que se puede decir que el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad. En este sentido, se puede decir que el impulso del que nació la universidad occidental fue el cuestionamiento de Sócrates. Pienso, por ejemplo -por mencionar sólo un texto-, en la disputa con Eutifrón, el cual defiende ante Sócrates la religión mítica y su devoción. A eso, Sócrates contrapone la pregunta: "¿Tú crees que existe realmente entre los dioses una guerra mutua y terribles enemistades y combates...? Eutifrón, ¿debemos decir que todo eso es efectivamente verdadero?" (6 b c). En esta pregunta, aparentemente poco devota -pero que en Sócrates se debía a una religiosidad más profunda y más pura, de la búsqueda del Dios verdaderamente divino-, los cristianos de los primeros siglos se reconocieron a sí mismos y su camino. Acogieron su fe no de modo positivista, o como una vía de escape para deseos insatisfechos. La comprendieron como la disipación de la niebla de la religión mítica para dejar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor. Por eso, el interrogarse de la razón sobre el Dios más grande, así como sobre la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano, no era para ellos una forma problemática de falta de religiosidad, sino que era parte esencial de su modo de ser religiosos. Por consiguiente, no necesitaban resolver o dejar a un lado el interrogante socrático, sino que podían, más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de su propia identidad la búsqueda fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad íntegra. Así, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, podía, más aún, debía nacer la universidad.

Es necesario dar un paso más. El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber -dice- produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera: este es el optimismo que reina en la fe cristiana, porque a ella se le concedió la visión del Logos, de la Razón creadora que, en la encarnación de Dios, se reveló al mismo tiempo como el Bien, como la Bondad misma.

En la teología medieval hubo una discusión a fondo sobre la relación entre teoría y praxis, sobre la correcta relación entre conocer y obrar, una disputa que aquí no podemos desarrollar. De hecho, la universidad medieval, con sus cuatro Facultades, presenta esta correlación. Comencemos por la Facultad que, según la concepción de entonces, era la cuarta: la de medicina. Aunque era considerada más como "arte" que como ciencia, sin embargo, su inserción en el cosmos de la universitas significaba claramente que se la situaba en el ámbito de la racionalidad, que el arte de curar estaba bajo la guía de la razón, liberándola del ámbito de la magia. Curar es una tarea que requiere cada vez más simplemente la razón, pero precisamente por eso necesita la conexión entre saber y poder, necesita pertenecer a la esfera de la ratio. En la Facultad de derecho se plantea inevitablemente la cuestión de la relación entre praxis y teoría, entre conocimiento y obrar. Se trata de dar su justa forma a la libertad humana, que es siempre libertad en la comunión recíproca: el derecho es el presupuesto de la libertad, no su antagonista. Pero aquí surge inmediatamente la pregunta: ¿Cómo se establecen los criterios de justicia que hacen posible una libertad vivida conjuntamente y sirven al hombre para ser bueno? En este punto, se impone un salto al presente: es la cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la legitimidad de la Constitución de un país, como presupuesto de la legalidad, derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias políticas. Con respecto a esta "forma razonable", afirma que no puede ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un "proceso de argumentación sensible a la verdad" (wahrheitssensibles Argumentationsverfahren). Está bien dicho, pero es muy difícil transformarlo en una praxis política. Como sabemos, los representantes de ese "proceso de argumentación" público son principalmente los partidos en cuanto responsables de la formación de la voluntad política. De hecho, sin duda buscarán sobre todo la consecución de mayorías y así se ocuparán casi inevitablemente de los intereses que prometen satisfacer. Ahora bien, esos intereses a menudo son particulares y no están verdaderamente al servicio del conjunto. La sensibilidad por la verdad se ve siempre arrollada de nuevo por la sensibilidad por los intereses. Yo considero significativo el hecho de que Habermas hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el debate filosófico y en el político.

Pero entonces se hace inevitable la pregunta de Pilato: ¿Qué es la verdad? Y ¿cómo se la reconoce? Si para esto se remite a la "razón pública", como hace Rawls, se plantea necesariamente otra pregunta: ¿qué es razonable? ¿Cómo demuestra una razón que es razón verdadera? En cualquier caso, según eso, resulta evidente que, en la búsqueda del derecho de la libertad, de la verdad de la justa convivencia, se debe escuchar a instancias diferentes de los partidos y de los grupos de interés, sin que ello implique en modo alguno querer restarles importancia. Así volvemos a la estructura de la universidad medieval. Juntamente con la Facultad de derecho estaban las Facultades de filosofía y de teología, a las que se encomendaba la búsqueda sobre el ser hombre en su totalidad y, con ello, la tarea de mantener despierta la sensibilidad por la verdad. Se podría decir incluso que este es el sentido permanente y verdadero de ambas Facultades: ser guardianes de la sensibilidad por la verdad, no permitir que el hombre se aparte de la búsqueda de la verdad. Pero, ¿cómo pueden dichas Facultades cumplir esa tarea? Esta pregunta exige un esfuerzo permanente y nunca se plantea ni se resuelve de manera definitiva. En este punto, pues, tampoco yo puedo dar propiamente una respuesta. Sólo puedo hacer una invitación a mantenerse en camino con esta pregunta, en camino con los grandes que a lo largo de toda la historia han luchado y buscado, con sus respuestas y con su inquietud por la verdad, que remite continuamente más allá de cualquier respuesta particular.

De este modo, la teología y la filosofía forman una peculiar pareja de gemelos, en la que ninguna de las dos puede separarse totalmente de la otra y, sin embargo, cada una debe conservar su propia tarea y su propia identidad. Históricamente, es mérito de santo Tomás de Aquino -ante la diferente respuesta de los Padres a causa de su contexto histórico- el haber puesto de manifiesto la autonomía de la filosofía y, con ello, el derecho y la responsabilidad propios de la razón que se interroga basándose en sus propias fuerzas. Los Padres, diferenciándose de las filosofías neoplatónicas, en las que la religión y la filosofía estaban unidas de manera inseparable, habían presentado la fe cristiana como la verdadera filosofía, subrayando también que esta fe corresponde a las exigencias de la razón que busca la verdad; que la fe es el "sí" a la verdad, con respecto a las religiones míticas, que se habían convertido en mera costumbre. Pero luego, en el momento del nacimiento de la universidad, en Occidente ya no existían esas religiones, sino sólo el cristianismo; por eso, era necesario subrayar de modo nuevo la responsabilidad propia de la razón, que no queda absorbida por la fe. A santo Tomás le tocó vivir en un momento privilegiado: por primera vez, los escritos filosóficos de Aristóteles eran accesibles en su integridad; estaban presentes las filosofías judías y árabes, como apropiaciones y continuaciones específicas de la filosofía griega. Por eso el cristianismo, en un nuevo diálogo con la razón de los demás, con quienes se venía encontrando, tuvo que luchar por su propia racionalidad. La Facultad de filosofía que, como "Facultad de los artistas" -así se llamaba-, hasta aquel momento había sido sólo propedéutica con respecto a la teología, se convirtió entonces en una verdadera Facultad, en un interlocutor autónomo de la teología y de la fe reflejada en ella. Aquí no podemos detenernos en la interesante confrontación que se derivó de ello. Yo diría que la idea de santo Tomás sobre la relación entre la filosofía y la teología podría expresarse en la fórmula que encontró el concilio de Calcedonia para la cristología: la filosofía y la teología deben relacionarse entre sí "sin confusión y sin separación". "Sin confusión" quiere decir que cada una de las dos debe conservar su identidad propia. La filosofía debe seguir siendo verdaderamente una búsqueda de la razón con su propia libertad y su propia responsabilidad; debe ver sus límites y precisamente así también su grandeza y amplitud. La teología debe seguir sacando de un tesoro de conocimiento que ella misma no ha inventado, que siempre la supera y que, al no ser totalmente agotable mediante la reflexión, precisamente por eso siempre suscita de nuevo el pensamiento. Junto con el "sin confusión" está también el "sin separación": la filosofía no vuelve a comenzar cada vez desde el punto cero del sujeto pensante de modo aislado, sino que se inserta en el gran diálogo de la sabiduría histórica, que acoge y desarrolla una y otra vez de forma crítica y a la vez dócil; pero tampoco debe cerrarse ante lo que las religiones, y en particular la fe cristiana, han recibido y dado a la humanidad como indicación del camino. La historia ha demostrado que varias cosas dichas por teólogos en el decurso de la historia, o también llevadas a la práctica por las autoridades eclesiales, eran falsas y hoy nos confunden. Pero, al mismo tiempo, es verdad que la historia de los santos, la historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana, demuestra la verdad de esta fe en su núcleo esencial, convirtiéndola así también en una instancia para la razón pública. Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una "comprehensive religious doctrine" en el sentido de Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, en virtud de su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y, así, una fuerza contra la presión del poder y de los intereses.

Bien; hasta ahora he hablado sólo de la universidad medieval, pero tratando de aclarar la naturaleza permanente de la universidad y de su tarea. En los tiempos modernos se han abierto nuevas dimensiones del saber, que en la universidad se valoran sobre todo en dos grandes ámbitos: ante todo, en el de las ciencias naturales, que se han desarrollado sobre la base de la conexión entre experimentación y presupuesta racionalidad de la materia; en segundo lugar, en el de las ciencias históricas y humanísticas, en las que el hombre, escrutando el espejo de su historia y aclarando las dimensiones de su naturaleza, trata de comprenderse mejor a sí mismo. En este desarrollo no sólo se ha abierto a la humanidad una cantidad inmensa de saber y de poder; también han crecido el conocimiento y el reconocimiento de los derechos y de la dignidad del hombre, y de esto no podemos por menos de estar agradecidos. Pero nunca puede decirse que el camino del hombre se haya completado del todo y que el peligro de caer en la inhumanidad haya quedado totalmente descartado, como vemos en el panorama de la historia actual. Hoy, el peligro del mundo occidental -por hablar sólo de éste- es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último. Dicho desde el punto de vista de la estructura de la universidad: existe el peligro de que la filosofía, al no sentirse ya capaz de cumplir su verdadera tarea, degenere en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Sin embargo, si la razón, celosa de su presunta pureza, se hace sorda al gran mensaje que le viene de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol cuyas raíces no reciben ya las aguas que le dan vida. Pierde la valentía por la verdad y así no se hace más grande, sino más pequeña. Eso, aplicado a nuestra cultura europea, significa: si quiere sólo construirse a sí misma sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en el momento la convence, y, preocupada por su laicidad, se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta.

Con esto vuelvo al punto de partida. ¿Qué tiene que hacer o qué tiene que decir el Papa en la universidad? Seguramente no debe tratar de imponer a otros de modo autoritario la fe, que sólo puede ser donada en libertad. Más allá de su ministerio de Pastor en la Iglesia, y de acuerdo con la naturaleza intrínseca de este ministerio pastoral, tiene la misión de mantener despierta la sensibilidad por la verdad; invitar una y otra vez a la razón a buscar la verdad, a buscar el bien, a buscar a Dios; y, en este camino, estimularla a descubrir las útiles luces que han surgido a lo largo de la historia de la fe cristiana y a percibir así a Jesucristo como la Luz que ilumina la historia y ayuda a encontrar el camino hacia el futuro.

Vaticano, 17 de enero de 2008

BENEDICTO XVI

Decreto De La Santa Sede Por El Que Se Concede Indulgencia Plenaria Especial En El 150° Aniversario De Las Apariciones De Lourdes

Con ocasión del 150° aniversario de la manifestación de la santísima Virgen María en la gruta de Massabielle, cerca de Lourdes, se concede cada día la indulgencia plenaria a los fieles que, desde el día 8 de diciembre de 2007 hasta el día 8 de diciembre de 2008, devotamente y según las condiciones acostumbradas, visiten la gruta de Massabielle, y, del 2 al 11 de febrero de 2008, visiten, en cualquier templo, oratorio, gruta o lugar decoroso, la imagen bendita de la Santísima Virgen María de Lourdes solemnemente expuesta a la veneración pública.

La omnipotencia y la infinita bondad de Dios han unido con un nexo admirable la función providencial de María, Madre de nuestro Señor Jesucristo, y por tanto Madre de su Cuerpo místico, que es la Iglesia, y la obra salvífica de la Iglesia misma. El beato abad Guerrico asocia de la siguiente manera la protección que los fieles esperan con confianza de María Madre y el ministerio universal de salvación de la Iglesia católica: "La santa Madre de Cristo se reconoce madre de los cristianos en virtud del misterio; por eso ejerce con respecto a ellos la solicitud y el amor propios de una madre... También los cristianos la reconocen por madre e, impulsados por su natural afecto de hijos, acuden a ella en todas sus necesidades y peligros, invocando con confianza su nombre, como niños en los brazos de su madre" (Serm. 1, En la Asunción de la Santísima Virgen María).

La constitución dogmática Lumen gentium del concilio Vaticano II exalta así la misión, que podríamos llamar conjunta, de la santísima Virgen María y de la Iglesia católica: "María, en efecto, ha entrado profundamente en la historia de la salvación y en cierta manera reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe. Al honrarla en la predicación y en el culto, atrae a los creyentes hacia su Hijo, hacia su sacrificio y hacia el amor del Padre. La Iglesia, procurando la gloria de Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en la fe, la esperanza y el amor, y buscando y obedeciendo la voluntad de Dios en todo" (n. 65).

La historia de la Iglesia y testimonios memorables del culto mariano manifiestan frecuentemente con gran evidencia y recomiendan a los fieles ese modo de actuar de la divina providencia, para acrecentar su devoción.

Ahora bien, la próxima celebración del 150° aniversario del día en que María santísima, revelando a la niña Bernardita Soubirous que ella era la Inmaculada Concepción, quiso que se le erigiera y fuera venerado en el lugar llamado "Massabielle", de la ciudad de Lourdes, un santuario, tesoro de gracia, evoca los innumerables prodigios mediante los cuales la vida sobrenatural de las almas, e incluso la salud de los cuerpos, obtuvieron grandes beneficios de la omnipotente bondad de Dios; en esta disposición de la divina Providencia, por intercesión de la santísima Virgen María, se muestra con claridad que el fin integral del hombre es el bien de toda la persona, aquí en la tierra y sobre todo en la eternidad de la salvación.

Los fieles, desde el inicio del santuario de Lourdes, comprendieron que la santísima Virgen María quiere procurar amorosamente allí esa salvación integral de los hombres, mediante el ministerio de la Iglesia católica.

En efecto, venerando a la santísima Virgen María en el lugar "que tocaron sus pies", los fieles se alimentan con los santos sacramentos, hacen firmes propósitos de llevar en el futuro una vida cristiana cada vez más fiel, perciben vivamente el sentido de la Iglesia y de todas estas cosas experimentan validísimos argumentos. Por lo demás, la misma conexión de acontecimientos maravillosos que se suceden en el decurso de los tiempos permite vislumbrar la acción conjunta de la santísima Virgen María y de la Iglesia. De hecho, en el año 1854 fue definido el dogma de la Inmaculada Concepción de María Virgen y, en el año 1858, María santísima se manifestó con inefable dulzura materna a la piadosa Bernardita Soubirous utilizando las palabras de la definición dogmática: "Yo soy la Inmaculada Concepción".

Para que este piadoso recuerdo produzca frutos cada vez mayores de renovada santidad, el Sumo Pontífice Benedicto XVI ha establecido que se conceda en abundancia el don de la indulgencia plenaria, como se explica a continuación:

Todos y cada uno de los fieles, realmente arrepentidos, debidamente purificados mediante el sacramento de la Confesión, alimentados con la sagrada Comunión y, por último, elevando oraciones con devoción por las intenciones del Sumo Pontífice, podrán lucrar cada día la indulgencia plenaria, aplicable también, a modo de sufragio, a las almas de los fieles que están en el Purgatorio:

  1. Si desde el 8 de diciembre de 2007 hasta todo el día 8 del mismo mes del año 2008 visitan devotamente, siguiendo preferentemente el orden propuesto: 1. el baptisterio parroquial utilizado para el bautizo de Bernardita; 2. la casa denominada "cachot" de la familia Soubirous; 3. la gruta de Massabielle; 4. la capilla del hospicio donde Bernardita recibió la primera Comunión; y, en cada uno de estos cuatro lugares jubilares, dedican un tiempo conveniente a la meditación piadosa, concluyendo con el rezo del Padrenuestro, la Profesión de fe con cualquier fórmula legítima, y la oración jubilar u otra invocación mariana.
  2. Si, desde el 2 de febrero de 2008, fiesta de la Presentación del Señor, hasta todo el día 11 de febrero de ese mismo año, memoria litúrgica de la santísima Virgen María de Lourdes y 150° aniversario de la aparición, visitan devotamente, en cualquier templo, oratorio, gruta o lugar decoroso, la imagen bendita de la santísima Virgen María de Lourdes solemnemente expuesta a la veneración pública, y ante esa misma imagen participan en un acto piadoso de devoción mariana, o al menos dedican un tiempo conveniente a hacer meditación piadosa, concluyendo con el rezo del Padrenuestro, la Profesión de fe con cualquier fórmula legítima y la invocación de la santísima Virgen María.
  3. Los ancianos, los enfermos y todos los que, por causa legítima, no pueden salir de casa, podrán conseguir igualmente, en su propia casa o donde se encuentren a causa de sus impedimentos, la indulgencia plenaria si, rechazando todo pecado y con el propósito de cumplir cuanto antes les sea posible las tres condiciones acostumbradas, en los días 2-11 de febrero de 2008, realizan, con el deseo del corazón, espiritualmente, una visita (a los lugares antes indicados), rezan las oraciones que se han mencionado antes, y ofrecen con confianza a Dios, por medio de María, las enfermedades y molestias de su vida.

Con el fin de que los fieles puedan participar más fácilmente de estos beneficios celestiales, los sacerdotes aprobados por la autoridad eclesiástica competente para escuchar confesiones muéstrense dispuestos con generosidad para acogerlas y dirijan solemnemente el rezo de las oraciones públicas a la Inmaculada Virgen Madre de Dios.

No obstante cualquier disposición contraria.

Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 21 de noviembre de 2007, fiesta de la Presentación de la santísima Virgen María.

Cardenal James Francis STAFFORD

Penitenciario mayor

Gianfranco GIROTTI, o.f.m. conv.

Obispo titular de Meta, Regente








Decreto De La Santa Sede Por El Que Se Conceden Indulgencias Especiales
Con Ocasión De La XV Jornada Mundial Del Enfermo

Habiendo caído el hombre en el pecado original, que lo privó tanto de los dones sobrenaturales como de los preternaturales, Dios Creador y Redentor, con su infinita misericordia, ha unido íntimamente, con un vínculo misterioso, lo que la justicia exige y lo que obtiene el perdón; por eso, los sufrimientos, que tienen índole penal, se convierten en ocasión propicia para expiar los pecados, para hacer crecer las virtudes y para conseguir así la salvación eterna.

Esta disposición de la divina Providencia se realiza en favor de los fieles en virtud del misterio pascual de Cristo, el cual al morir se hizo dispensador de la vida y al resucitar es causa de la firmísima esperanza en nuestra futura resurrección.

Por tanto, la condición misma por la que el hombre está sujeto a las enfermedades y a los sufrimientos que de ellas derivan, si se acepta mediante actos de fe, de esperanza y de caridad, como voluntad santísima de Dios, es causa de mayor santidad.

Además, es necesario tener muy en cuenta que los remedios humanos tienen un límite y que, por consiguiente, de forma inevitable vendrá un tiempo en el que el hombre llegará al final de su camino en esta tierra: a los enfermos que se encuentran en esta situación es preciso dispensarles los cuidados más solícitos, con la máxima caridad, de forma que su paso de este mundo al Padre sea confortado por las consolaciones divinas y, de este modo, —como reza la oración de la Iglesia por los moribundos— se les manifieste el amable rostro de Jesucristo y resuene muy claramente su voz, que los llama a la gloria y la felicidad eterna.

La santa Madre Iglesia, consciente de ello, desea vivamente que la celebración anual de la Jornada mundial del enfermo se convierta en una catequesis eficaz sobre la doctrina —que se acaba de recordar aquí— del tesoro de la Revelación acerca del valor y la función del dolor.

Así pues, a fin de que los fieles que participen en dicha celebración, que tendrá lugar en la ciudad de Seúl el próximo día 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, estén siempre animados de estos sentimientos, el Santo Padre ha querido enriquecerla con el don de las indulgencias, como se indica a continuación.

Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que, según las acostumbradas condiciones (confesión sacramental, Comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) y con espíritu desapegado de cualquier pecado, participen devotamente el próximo 11 de febrero, en la ciudad de Seúl, o en cualquier otro lugar establecido por la autoridad eclesiástica, en una ceremonia sagrada celebrada para impetrar de Dios las finalidades de la XV Jornada mundial del enfermo.

Los fieles que en los hospitales públicos o en cualquier casa privada asistan caritativamente como "buenos samaritanos" a los enfermos, en especial a los incurables o terminales, y, a causa de ese servicio no puedan participar en la ceremonia antes indicada, lucrarán el mismo don de la indulgencia plenaria si en ese día prestan generosamente al menos durante algunas horas su asistencia caritativa a los enfermos como si lo hicieran al mismo Cristo nuestro Señor (cf. Mt 25, 40), teniendo el espíritu desapegado de todo pecado y el propósito de cumplir cuanto antes puedan las condiciones exigidas para lucrar la indulgencia plenaria.

Los fieles que por enfermedad, por edad avanzada o por cualquier otra razón de este tipo no puedan participar en la ceremonia antes indicada, lucrarán la indulgencia plenaria si, teniendo el espíritu desapegado de cualquier pecado y el propósito de cumplir las acostumbradas condiciones cuanto antes les sea posible, en ese día, uniéndose al Santo Padre, participan espiritualmente con el deseo en dicha celebración y ofrecen a Dios, a través de la Virgen María, "Salud de los enfermos", sus sufrimientos físicos y espirituales.

Por último, se concede la indulgencia parcial a todos los fieles, del 9 al 11 de febrero, cada vez que, con corazón contrito, dirijan a Dios misericordioso devotas oraciones para implorar las citadas finalidades en favor de los enfermos, especialmente por los incurables o terminales.

Este decreto sólo tiene vigor en esta ocasión. No obstante cualquier disposición contraria.

Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el día 25 de enero de 2007, en la fiesta de la Conversión de San Pablo apóstol.

Card. James Francis STAFFORD

Penitenciario mayor

Mons. Gianfranco GIROTTI, o.f.m.conv.

Obispo titular de Meta Regente