lunes, diciembre 31, 2012

Boudou es el personaje que mejor representa la parábola de este año

Por Julio Blanck


30/12/12
Ninguno de los ministros, secretarios de Estado, diputados o senadores que componen el intenso y cada vez más cerrado círculo del poder representan la parábola descendente de este primer año del segundo cristinismo como Amado Boudou.
Casi puede cederse a la tentación de nominar al vicepresidente como personaje del año , tal la fuerza simbólica que contuvieron sus contratiempos judiciales, su imparable descenso en las encuestas de imagen, su insistencia en ignorar una realidad más compleja que la que simplifica el relato para entregarla debidamente rumiada al consumo del público.
Elegido por Cristina en la soledad más absoluta , fue sin duda un candidato eficaz. Se subió a los palcos para descargar discursos de campaña bien hechos y bien dichos. Pero más se subió a los escenarios con su guitarra rockera y pudo hablarles a públicos a los que nadie les hablaba.
El mundo, o al menos la porción que más le atrae, parecía haber quedado a su disposición. Pero algo iba a arruinarle aquel verano de fiesta. Y sobrevino el estallido del caso Ciccone , una matufia armada con sus viejos compañeros de correrías nocturnas en Mar del Plata y con el aporte de socios entrenados en sacarle tajadas de ganancia a la cercanía con el poder de turno.
El escándalo explotó en febrero y dos semanas después fue la tragedia ferroviaria de Once, que desnudó parte de la basura que el kirchnerismo había barrido bajo la alfombra durante ocho años. Quizás porque desde esa mañana horrenda al Gobierno se le empezó a derretir su coraza de asistencia social, trabajo y consumo, fue que Boudou quedó más expuesto y acorralado.
Con un expediente que acumulaba abrumadoras pruebas en su contra , obtuvo el permiso presidencial para inaugurar la larga serie de cascotazos sobre la Justicia. Atacó en Semana Santa y se cargó al Procurador General de la Nación, al juez y al fiscal que lo investigaban.
La Presidenta le consentía todo , quizás porque sentía que su autoridad y su mando estaban en juego a través de Boudou, con abstracción del arribismo impetuoso y sin escrúpulos de su elegido, y a despecho del grave lastre político que le significó desde el día en que se destaparon sus chanchullos.
El descabezamiento del equipo judicial no sirvió para sepultar la causa. El expediente empezó a moverse en cámara lentísima, pero nunca se quedó quieto. Una docena de organismos del Estado recibieron –y acataron- la orden de retacear información a la Justicia.
Y ahora se descubrió que al comienzo de todo alguien hizo desaparecer de la Inspección General de Justicia las carpetas de la imprenta Ciccone, del fondo The Old Fund que tenía como fachada al ya famoso Alejandro Vandenbroele señalado como testaferro de Boudou, y de la empresa London Supply, que aparece involucrada en esos manejos turbios y, oh sorpresa, también tiene algunos negocios turísticos en El Calafate, la localidad que Cristina llama “mi lugar en el mundo”.
Boudou lució, en las últimas semanas del año, preocupado por mostrarse en público y en reuniones políticas como el más fervoroso defensor de la Presidenta . Pero ninguna de estas sobreactuaciones le levantó la imagen ni le mejoró el panorama judicial.
Para tener felices fiestas, Boudou presentó ante la Cámara Federal tres pedidos de nulidad, buscando fulminar las principales pruebas en su contra. Si se lo aceptaban quedaba de hecho absuelto. Los camaristas que debían decidir el asunto son considerados, en el mundo judicial y político, como comprensivos y amigables con el Gobierno. Pero hicieron justicia: rechazaron los pedidos de nulidad y dejaron al buen Amado metido hasta el cuello en el escándalo .
Cuentan que Boudou volvió a errar con su presentimiento. Ya a mediados de 2011 había encargado un copioso lunch para celebrar una segura nominación como candidato a Jefe de Gobierno porteño. Pero Cristina eligió a Daniel Filmus y las copas, las bandejas y las botellas quedaron intactas aquella noche en el Ministerio de Economía.
Esta vez aseguran que había preparado un festejo similar en el Senado, para el jueves anterior a Navidad, cuando se pronunciaría la Cámara Federal.
Otra vez le falló la información.
Lástima por tanta burbuja desperdiciada.