viernes, noviembre 08, 2013

ULTIMOS MINUTOS DE UN HEROE DE LA PATRIA .........."

Claudia Noemí Romero Malvinas

ULTIMOS MINUTOS DE UN HEROE DE LA PATRIA .........."


El Teniente Estévez estaba recorriendo las posiciones, gritando órdenes a derecha e izquierda, todo esto, repito, bajo el terrible fuego enemigo. Al salir del pozo contiguo al mío recibió dos balazos en el brazo y pierna izquierda, respectivamente. Tambaleándose, llegó al pozo donde yo me encontraba. Este valeroso oficial, sin preocuparse de sus propias heridas, me preguntó por las mías, pues yo estaba ensangrentado. Le contesté que podía arreglármelas. Estévez tomó un FAL y comenzó a disparar; luego, por radio estuvo dando nuevas órdenes. Mi MAG la tomó otro soldado del 12 y abrió fuego contra el enemigo. Ese soldado recibió un balazo en la cabeza, obra de francotiradores –los que mayores bajas causaron en nuestra dotación– y cayó muerto. Éramos cinco en el pozo en ese momento. Comenzamos a soportar fuego directo de morteros y las cercanas explosiones de los proyectiles que caían nos arrojaban lluvia de tierra sobre nuestras cabezas. Estévez, lo repito, sin importarle sus heridas, tomó el casco del soldado muerto del 12 y me lo colocó en la cabeza para protegerme, ya que nosotros usábamos boinas verdes y eso no protege nada ante una bala o una esquirla.

En ese momento recibió un nuevo balazo en el pómulo derecho y se desplomó pesadamente a mi lado. Tratamos de auxiliarlo y le oímos decir algo, que nadie entendió, y luego expiro. Como estaba cargado de granadas, cualquier proyectil podía impactarlas y volarnos a todos, se las quitamos y sacamos el cuerpo fuera del pozo. Luego, afuera, su cuerpo de héroe recibió numerosos balazos más, quedó casi irreconocible y la prueba de esto es que luego del combate lo reconocieron por la manera especial que tenía, como lo hacen los comandos, de atarse los cordones de los borceguíes. Tomé la radio y después de algunos intentos logré comunicarme con el Teniente Coronel Piaggi y le informé que Bote (nombre clave de Estévez) estaba muerto. Le pedí instrucciones: “Esperen y aguanten hasta que lleguen los Pucará de apoyo”- me contestó. Los Pucará nunca llegaron. Entretanto, los ingleses habían logrado tomar las alturas y desde allí su fuego nos estaba acribillando. El Subteniente Peluffo, para evitar un inútil derramamiento de sangre, ya que habíamos agotado todas nuestras municiones, alzó la bandera blanca y todo terminó para nosotros. Recuerdo que en nuestras posiciones los muchachos se pusieron a fumar o comer chocolates y caramelos, embargados de una total tranquilidad y satisfacción por haberse batido como bravos.