sábado, septiembre 15, 2007

"RUCCI TRAIDOR, SALUDOS A VANDOR". EL 28 DE OCTUBRE, SALUDOS DEL PUEBLO ARGENTINO A LOS MONTONEROS DE HOY. Una rosa negra para el 28

AMIGOS DE LA LIBERTAD
- Dentro de pocos días, el Domingo 28 de Octubre deberemos votar a un nuevo presidente por cuatro años.
- Lamentablemente para los que votaron al último, que ahora se retira (excedido 7 meses de prepo), muchas cosas no se sabían.
- Los que lo vivimos, sabemos, peronistas y antiperonistas por igual,que Rucci era un "buen tipo" o un tipo bueno. Esperemos la historia.
- Si a la ciudadanía le ha quedado alguna cuenta pendiente con aquel fatídico 25 de setiembre de 1973, aquí llega presuroso el 28 de octubre de 2007, apenitas 34 añitos después para poder decirles a nuestros hijos y nietos que les cobraremos la cuenta a aquellos que llegaron a nuestro gobierno navegando sobre ríos de sangre y multitudes de viudas, huérfanos, mutilados, desaparecidos, secuestrados, torturados, que echados de la Plaza por Perón no se fueron y todavía nos robaron estos últimos cuatro años sembrando odios y discordias.
- El Domingo 28 de Octubre, recordaremos las palabras del mártir y sus advertencias, rezaremos una oración en su memoria y colocaremos una rosa negra en señal de duelo en las urnas y en el momento de votar se presentará a nuestros ojos como una aparición sobrenatural la imagen de aquel metalúrgico sencillo y humilde, que cayó por nosotros, por nuestra libertad y por su testimonio de argentino, ajeno a trapos rojos y seguidor inclaudicable de la celeste y blanca.
- Peronistas sí o peronistas no, es hora de ajustar la verdad, no hacerlo sería una ignominia y un deshonor que tarde o temprano caerían sobre las cabezas de nuestros descendientes.
- Casa rosa negra -es una forma de decir- será el voto puesto con el corazón y un homenaje a José Ignacio.
- Dios y la Vírgen así lo han de querer y nosotros lo deberemos hacer.
gm
NB/// Ante la historia falsificada con que se enseña en los establecimientos educacionales es imprescindible realizar el exorcismo de tener estos libros para toda la familia intoxicada por los medios, los pignas, los pachos de ocasión y otros aventureros del charlatanismo y el embaucamiento sobre los hechos del pasado. Fin de año puede ser buena la ocasión para regalar estos libros que siempre estarán en lugar de privilegio de la casa. Recuerden: "Por amor al odio, I y II".
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"POR AMOR AL ODIO"
Carlos Manuel Acuña
TOMO II - Capítulo 11



ELECCIONES Y RESPUESTA A PERÓN





“Perón le encargó a Gelbard que hiciera una gestión secreta: reunir a Abal Medina (con quien Gelbard se veía cada dos o tres semanas)con Rucci,
para apaciguar los ánimos de los jóvenes montoneros y los sindicalistas patoteros.
La reunión se realizó en un despacho cercano al de Gelbard, en el ministerio de Economía, y fue un fracaso.
Tal vez por eso, septiembre no preanunciaba sino tormentas…...” (1).

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“Uno de nuestros mayores enemigos, y culpable de todo, se encuentra en la CGT, cuna de la burocracia sindical traidora.
Por eso ahora vamos a pintar el barrio con la consigna
"Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor",
como lo pidió el Canca, el jefe de la Regional Uno.
Acuérdense: Montoneros tarde o temprano le va a aplicar la justicia popular como ya hicimos con otros burócratas”.(2)



Antes de que comenzara ese mes de septiembre de 1973, en algunos sectores de exilados chilenos se percibía un nerviosismo que podía relacionarse, al menos, con la calamitosa situación que se vivía en Chile, donde familias enteras habían perdido su trabajo, sus ahorros e inversiones y reinaban la violencia y la inseguridad. En medio de denuncias sobre la llegada a ese país de grupos extranjeros de ultraizquierda que se preparaban para defender al gobierno marxista ante cualquier eventualidad, la producción se encontraba paralizada.
Una huelga de camioneros acentuaba la crisis; la falta de combustible, medicamentos, alimentos, cigarrillos y entre otras cosas, repuestos de toda clase, había creado un desabastecimiento que ya no podía atender el expandido mercado negro que controlaban los sectores extremistas cercanos al presidente Salvador Allende. El grupo guerrillero llamado Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) ocupaba las calles y fomentaba las ocupaciones de fábricas y campos que aún no habían sido expropiados o incautados por la reforma agraria y la política de colectivización económica.
La ansiedad, la angustia y las tensiones eran problemas cotidianos y los rumores acerca de un posible golpe militar formaban parte de todos los análisis políticos. Dentro de la gobernante Unidad Popular (UP) comenzaban a manifestarse serias disidencias y desde el exterior se reiteraban mensajes de apoyo al gobierno de Allende. Los grupos guerrilleros argentinos formaban parte de ese respaldo y miraban con fundada inquietud la posibilidad de un drástico cambio en la situación chilena. Para ellos, la existencia de una frontera flexible o compartida por regímenes del mismo signo era una cuestión estratégica a mediano plazo, y en cuanto a lo inmediato, en la etapa que se vivía, la vecindad era un factor importante por múltiples motivos. Por ejemplo, las seguridades políticas que brindaba la cercanía para encontrar refugio y lo más atractivo, contar con una fuente de recursos que ya se había manifestado.
Después de la fuga del penal de Rawson[3] y la ayuda que el MIR le había brindado al mismo Santucho, luego de su regreso de Europa. Allende mismo había dispuesto el suministro regular de fondos para las guerrillas argentinas y uruguayas[4] y, estratégicamente, era útil para una propaganda bien manejada, la existencia de su gobierno, el primero en la historia que le dio la victoria al comunismo a través de elecciones libres.

Al conocerse antes de la medianoche del 10 de septiembre el comienzo de las operaciones militares, la evolución de los acontecimientos fue seguida atentamente en todo el mundo y en Buenos Aires, un preocupado José Ber Gelbard llamó al propio Allende al Palacio de La Moneda para brindarle su apoyo y preguntarle qué necesitaba para concretarlo. La comunicación se cortó en medio del fragor de la batalla que se libraba durante la mañana del día 11. Ese mismo día todo concluyó con el suicidio de Allende en el palacio presidencial y de esa manera se abrió otra etapa histórica, no sólo para los chilenos, sino que también tuvo su influencia en el resto de América latina. Para la Argentina en particular, el acontecimiento tuvo una gran importancia en todos los órdenes: se desprestigió el colectivismo como sistema de gobierno y su propuesta económica fracasó estrepitosamente. Desde el punto de vista estratégico significó la eliminación de una frontera blanda con un régimen marxista que colaboraba con nuestras guerrillas y para éstas fue un serio llamado de atención.

LA OPINIÓN PREMONITORIA DEL GENERAL PERÓN


A pesar de este último dato, buena parte de las dirigencias partidarias argentinas censuró el golpe que colocó al general Augusto Pinochet en la presidencia de la república de Chile y con el correr del tiempo esa actitud pasó a convertirse en un lugar común del léxico político[5].
Sin embargo, para Perón lo ocurrido detrás de la cordillera tuvo un sentido distinto. No se trataba de un enfrentamiento entre los partidarios de la democracia y una dictadura militar. Sin pelos en la lengua y cuando acababa de ser ungido por tercera vez presidente de la nación, fue entrevistado por el Giornale d’ Italia, al que respondió ante una pregunta específica: “Nosotros somos decididamente antimarxistas. Lo sucedido a Allende demuestra que Allende cayó víctima de su sectarismo, de su política tendiente al exceso.
Estoy seguro de que domaremos a la guerrilla. Chile nos ha enseñado muchas cosas.
O los guerrilleros dejan de perturbar la vida del país o los obligaremos a hacerlo con los medios de que disponemos, los cuales, créanme, no son pocos. Las vicisitudes chilenas cerraron la única válvula de seguridad de que disponían los guerrilleros argentinos (…) A Cuba le advierto que no haga el juego que hizo en Chile porque en (la) Argentina podría desencadenarse una acción bastante violenta (…) Si la guerrilla insiste, sucederá lo que en Santiago, donde la responsabilidad no fue de los militares sino de los guerrilleros”[6].

La contundencia de estas palabras premonitorias tuvo escasa difusión entre nosotros. Sólo las reprodujo la revista Panorama en su edición de 27 de septiembre, cuando estaban bien frescos los trágicos sucesos y hasta los mismos dirigentes justicialistas que las ignoraron en su momento, no las adoptaron como una referencia de su líder indiscutido a pesar de la posición que luego adoptarían frente a los embates extremistas.

Por su lado, el jefe del radicalismo, Ricardo Balbín – candidato presidencial junto con Fernando de la Rúa – había declarado poco antes[7] que nunca se le había ofrecido integrar una fórmula presidencial con Perón. Reconoció que en 1963 “hubo proscripciones” y sostuvo que su agrupación decidió presentarse “porque habríamos desembocado en una guerra que todavía no se ha desatado en el país” pero que “no podemos decir que no se vaya a desatar todavía”[8].
En la oportunidad, Balbín agregó que las renuncias de Cámpora y de Lima “tuvieron una causa más profunda” que la argumentada en su momento y acotó que “fui el único que condenó a la guerrilla”, responsabilizó de su existencia al movimiento militar de 1966 y afirmó que “dónde hay democracia no hay guerrilla”. Una expresión de deseos y una afirmación que las organizaciones subversivas desconocieron a tambor batiente. Los tres poderes funcionaban normalmente y faltaba menos de dos semanas para las elecciones presidenciales.


PRESIONES SOVIETICAS SOBRE FIDEL CASTRO


Poco antes del pronunciamiento militar en Chile, la URSS le hizo saber a Fidel Castro que debía reducir la cantidad de sus efectivos militares a 80 mil “y emplear el dinero ahorrado en fortalecer el aparato de inteligencia y subversión”. Detrás de esta exigencia estaban las necesidades de la Guerra Fría y de su variable la Guerra Revolucionaria que se extendía por la América latina. Esta noticia formaba parte de un despacho de la Agencia United Press fechado en Wáshington que el porteño vespertino La Razón había publicado el 8 de septiembre, cuando virtualmente ya estaba en marcha la revolución chilena.
El cable daba cuenta de un informe del Instituto Británico de Altos Estudios que deducía que el aparato de espionaje de Cuba, en virtud de las fuertes presiones del Kremlin sobre Fidel Castro, “está sometido a la KGB[9] central de la Unión Soviética en la materia, por lo que La Habana se obliga a coordinar sus actividades revolucionarias foráneas con Moscú. El cambio se consolidó durante la visita de Raúl Castro[10] a la URSS en 1970, oportunidad en que los soviéticos dijeron que recomendara” a Fidel la ya citada reducción de hombres en las Fuerzas Armadas cubanas.

“Los europeos del Este – agregaba el informe – y en especial los checoslovacos, amenazaron también con cortar la ayuda y la presión fue ejercida, además, por los partidos ortodoxos de América latina. Según el informe – proseguía el cable consignado por La Razón – Castro podría ignorar las presiones latinoamericanas pero la crisis de la economía cubana, no. Entonces, negoció un acuerdo comercial con Moscú que brindó a La Habana 350 millones de dólares en petróleo, materias primas y maquinaria agrícola nueva, armas y el envío de 5.000 técnicos soviéticos a la isla. De este modo, la economía cubana está irremediablemente hipotecada con la Unión Soviética hasta fines del siglo (XX), por lo menos. Con la exclusión de las armas entregadas, Cuba debe a Moscú unos 3.000 millones de dólares y los pagos de la deuda deben comenzar en 1986 y continuar durante veinticinco años”.

Pese a lo escueto del informe y de la correspondiente publicación periodística, su contenido revelaba la importancia que daban los soviéticos al aparato de inteligencia y su correlato en materia de fomento revolucionario, un asunto que rehuían tratar públicamente. Como ya dijimos, no querían comprometerse abiertamente con los actos de violencia desatados por el proyecto guerrillero, que podía fracasarles con todas las consecuencias políticas que surgirían de una identificación plena y activa.
De allí que hasta los Partidos Comunistas del continente que respondían a las directivas de Moscú, se oponían a las guerrillas aunque solapadamente solían ayudarlas estableciendo para ello vías lo más indirectas posibles. También habían creado organismos, partidos o movimientos disidentes – como el Partido Comunista Revolucionario, entre otros –que era una de las tantas fórmulas tendientes a mantener la coherencia ideológica entre los jóvenes combatientes. A la inversa – y esto expresaba la rivalidad y competitividad que existía entre ambas corrientes – los comunistas chinos no ocultaban su vocación revolucionaria, tal vez por estar menos comprometidos en esta clase de actividades.




MAS ATENTADOS Y ASESINATOS


La aviación chilena bombardeaba el Palacio de la Moneda; la Marina de Guerra, cuya flota navegaba aguas afuera, había anunciado su pleno respaldo a la revolución; el Ejército movilizaba tropas, los tanques marchaban por las calles de Santiago y los Carabineros contribuían, dentro de lo posible, a mantener el orden interno. Con respaldo de un importante sector de la población, todas las fuerzas actuaban coordinadamente mientras se temía una guerra civil derivada de la resistencia de las guerrillas.

En medio de la notable repercusión que generaban estos sucesos que en el mundo entero determinaron una inmediata movilización de las izquierdas, el ritmo de los actos terroristas se hacía vertiginoso. Ese día 11 de septiembre fue pródigo en novedades. El ERP se adjudicó el asesinato del empleado del banco de la provincia de Córdoba, Carlos Hugo Juncos por el solo hecho de haberse desempeñado en la División Informaciones de la jefatura de Policía Provincial. El objetivo era infundir temor entre todos aquellos que, por una u otra razón, desempeñaban o desempeñaron cargos en organismos similares o hubieran pertenecido a las fuerzas de seguridad.

Para reflejar los alcances de la situación que se vivía, una recopilación de los principales títulos periodísticos correspondientes únicamente a ese día, da cuenta de los siguientes hechos producidos por la subversión: terrorista herido al estallarle una bomba; tres muertos en un tiroteo frente a un local sindical; allanamiento de una finca en el Chaco, donde se refugiaban guerrilleros; asesinato en Córdoba de un ex oficial de la policía que se desempeñaba en el Servicio de Informaciones; estallido de una bomba en una empresa de propiedad del gobernador de Corrientes; tiroteo frente al domicilio del dirigente radical Rodolfo Pugliese.

Pero a pesar de esos actos y esas muertes sin sentido, otros dos sucesos de ese día se destacaron por su importancia. En Córdoba se enfrentaron a tiros dos sectores sindicales con el resultado de tres muertos y varios heridos. Todo comenzó con una crisis interna en la Asociación de Trabajadores de la Sanidad de la Argentina (ATSA) cuya comisión directiva – que presidía un señor Santucho, presuntamente pariente del jefe del ERP - había sido desplazada sesenta días antes. La asamblea de afiliados dispuso después, entre otras cosas, la designación de una comisión asesora entre cuyos miembros aparecieron simpatizantes y activistas del peronismo combativo, lo que acentuó el problema hasta que, desde Buenos Aires, se designó a un señor Sierra para hacerse cargo transitoriamente.
Consecuentemente, elementos de la JP pertenecientes a la Tendencia, resolvieron copar el local en la madrugada del 11 de septiembre. Llegaron en varios automóviles y al intentar el ingreso al local, fueron repelidos a tiros. Durante más de un cuarto de hora menudearon los disparos y el éxito fue para los defensores, hasta que llegó la policía, originándose una situación tan confusa que todas las partes reanudaron el tiroteo que se prolongó durante más de una hora y se intensificó a partir del arribo de refuerzos policiales. El resultado fueron tres muertos, varios heridos y ocho detenidos.
La conmoción fue grande y prometió derivaciones políticas que comenzaron a canalizarse a pesar del impacto que ese mismo día produjo otro hecho espectacular ocurrido en la Capital Federal: el asalto y atentado con explosivos seguido de incendio, contra uno de los diarios más importante del país. El apoderado de la empresa fue secuestrado como rehén para exigir que el matutino publicara tres solicitadas con el pensamiento y exigencias del ERP 22 de Agosto, que había estado a cargo de esa parte de la operación.


INCENDIO, SECUESTRO Y BOMBAS EN “CLARÍN”


Se trataba del diario Clarín que, en su edición del día siguiente publicó una extensa crónica sobre el desarrollo de los acontecimientos que se iniciaron alrededor de las 15 del 11 de septiembre, “cuando un grupo de aproximadamente unas cuarenta personas atacó el edificio de una manzana de superficie, cuya entrada principal se encuentra en Piedras 1757, de la Capital Federal. Estaban armados con bombas incendiarias, de estruendo, granadas de gases lacrimógenos y explosivos de distinta clase, además de armas largas, cortas y pistolas ametralladoras que fueron disparadas para acentuar el factor sorpresa.
Los agresores robaron y golpearon al personal que se encontraba adentro y varios resultaron heridos, algunos con quemaduras graves”. Después de provocar incendios múltiples, los agresores se retiraron atropelladamente mientras disparaban sus armas. Arrollaron a tres menores, uno de los cuales – de sólo 11 años de edad - quedó herido de un balazo en el hombro. Una estimación de los daños producidos mencionó la suma de cien millones de pesos de la época y alertada la policía logró detener a algunos de los vándalos, entre ellos Lisandro Bargas, que quedó herido y dijo pertenecer a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)

Lo ocurrido tuvo una gran repercusión política que llegó a producir una declaración de repudio de la Cámara de Diputados a propuesta de un diputado del FREJULI, pero los entretelones de este grave acontecimiento tuvieron matices curiosos que se remontaron a pocas horas antes – el 10 de septiembre - cuando comenzó otro episodio singular: fue secuestrado el apoderado general del diario, Bernardo Sofovich y a cambio de su vida se exigió la publicación – al día siguiente - de tres solicitadas. El matutino - que aceptó el planteo – confirmó que el responsable fue un comando del disidente ERP 22 de agosto[11] que firmaba las correspondientes solicitadas. Una de ellas reiteraba el apoyo electoral de la organización al FREJULI “en la convicción de que es necesario llevar hasta las últimas consecuencias el proceso interrumpido en 1955”.
Seguramente ésta fue una de las frases que enervó a la ortodoxia justicialista que vio en el suceso una maniobra para afectar electoralmente a la fórmula Perón – Perón, sobre todo después que el texto de la solicitada - aparecida en la primera página - objetaba a la figura de Isabelita, a la que consideraba un factor “secundario frente a la necesidad de que todo el pueblo agote una experiencia de lucha que lo acerque a una conciencia socialista”. También respaldaba a todas las organizaciones guerrilleras que existían en ese momento, al Movimiento Nacional Peronista donde – decía - coexisten sectores heterogéneos, a los grupos clasistas y combativos, a la CGT de Córdoba que controlaban Tosco y los grupos revolucionarios, a la Juventud Peronista de la Tendencia Revolucionaria.
En la segunda solicitada publicada por Clarín, la banda exigía al Congreso de la Nación que investigara los trágicos sucesos de Trelew y, entre otras frases, preguntaba: “¿Los señores legisladores votados por el pueblo vacilan ante la posibilidad de sentar a los marinos y generales en el banquillo de los acusados?. Enseguida acotaba que “el ERP 22 de Agosto investigará por su cuenta y castigará a los culpables”. La tercera estaba dirigida irónicamente “Al Señor Yerno Lastiri” de quien decía que su “ único mérito es ser yerno reaccionario del brujo y no menos reaccionario López Rega” y criticaba la obligación de respaldar la publicación de solicitadas con diez firmas. Asimismo, se publicó en la sección “Cartas al País” una dirigida a la Directora – quien se encontraba de viaje por el exterior – con instrucciones sobre la forma en que debía proceder para la confección periodística y edición de las solicitadas.

La irrupción a tiros de los atacantes que se identificaban con cintas celestes y blancas que formaban una V invertida, se produjo exactamente a las 14,45, cuando en el tercer piso donde funcionan las oficinas de la dirección y de otras autoridades, el recién liberado Sofovich ofrecía una conferencia de prensa para explicar las alternativas de su secuestro.
Esta última circunstancia multiplicó las repercusiones del ataque que tuvo como testigos a periodistas y fotógrafos de otros medios, que registraron – a veces cuerpo a tierra – el ametrallamiento de paredes y escritorios, el robo de sus pertenencias personales por parte de los agresores a igual que varios de los empleados del matutino y el inicio de los incendios que luego fueron apagados por el personal.

Casi todos los sectores del diario quedaron afectados. A balazos se destruyó la central telefónica; en la planta baja se arrojaron bombas de gases lacrimógenos y de humo y después que un nuevo grupo de agresores ingresó por la calle Tacuarí, fueron atacadas con bombas las rotativas. Por error – siempre de acuerdo con la extensa crónica que publicó Clarín al día siguiente – se utilizaron lacrimógenas y no incendiarias, lo que evitó un desastre mayor. La información policial fue más mesurada e indicó que se habían arrojado bombas Molotov en distintos lugares del diario y que al retirarse los atacantes se enfrentaron a tiros con otro grupo no identificado que se encontraba en la calle. En total hubo seis heridos – tres de ellos con quemaduras – y como no podía ser de otra manera, lo ocurrido provocó una gran conmoción.
El Clarín no tendría respiro: tres días después, el 14, sería volada e incendiada la representación del diario en la ciudad de Rosario. Comenzaba otra fase del conflicto y pese a la descompresión que podían significar los comicios y a la dimensión que habían adquirido los acontecimientos, con el correr de las horas éstos se agravarían más todavía. Mientras tanto, las informaciones se entrecruzaban y los relatos en vez de aclarar lo sucedido, tendían a generar más confusión. Sí quedó en claro que uno de los grupos atacantes expresó la reacción de un sector sindical ortodoxo a las concesiones con que la dirección del Clarín respondió al grupo terrorista que había secuestrado a Sofovich. Nunca quedó muy en claro quienes fueron los que tirotearon a los que huían después de cometer los graves desmanes, lo cual caracterizó a los similares problemas cotidianos que día a día se extendieron a lo largo de la conflictiva situación que vivía el país.


UN DOCUMENTO DEL SECRETARIO DE LA CGT



El 12 de septiembre se publicó una declaración con relación a los hechos que firmó el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci acompañada de reflexiones acerca de su visión sobre el pasado histórico y la situación del país.
Textualmente y en un recuadro aparecido en la página 9 de Clarín, decía así: “El secretario general de la CGT dio anoche a conocer una declaración indicando que “elementos perfectamente identificados, derrotados por el pueblo el 11 de marzo, se han lanzado a una verdadera guerra psicológica destinada a perturbar el normal proceso político que indudablemente tiene como destinatario al teniente general Juan D. Perón en el ejercicio de la presidencia.

“Para ello – agrega el comunicado – se trata por todos los medios de atacar a todo aquello que constituye motivo de orden, disciplina y organización.
“Así vemos cómo desde ciertos políticos tradicionales se tiran contra la CGT y también como los señores (Abelardo) Ramos, (Juan Carlos) Coral, (Raimundo) Ongaro, … Tolosa, ‘ ilustres revolucionarios’, sorpresivamente coinciden con aquellos de reconocida militancia liberal en el ataque a la CGT. También vemos cómo un Manrique, cómplice del robo del cuerpo de Evita de la CGT y cómplice de los fusilamientos del 9 de junio, hoy coinciden con el señor Tosco.

“Todo esto revela con absoluta claridad que estamos frente a una acción perfectamente planificada y que tiene su mayor ejecución en crear situaciones que permitan confundir a la opinión pública en general y en particular a los trabajadores. Sólo basta puntualizar algunos hechos como ser: los liberales personificados en el socialismo democrático y otros critican las modificaciones de la Ley de Asociaciones Profesionales. Y lo sorpresivo es que cuando los revolucionarios estilo Ongaro – Tosco hacen exactamente lo mismo, desconociendo que las modificaciones de la Ley tienen como único propósito retomar la vieja Ley de Asociaciones Profesionales derogada por la Revolución Libertadora, sin embargo aplauden al General éstos últimos.”

Señala más adelante el documento: “Así vemos como un grupo de elementos que por supuesto parece que no pertenece a los que combate a las mayorías populares, como los hacen ellos escondidos en mentirosas declaraciones reivindicatorias, esgrimiendo la violencia atacan e incendian a Clarín. En el juego sucio preparado vaya a saber desde dónde, pero seguro no de los trabajadores ni de los que legítimamente los representan, o a lo mejor dentro de un juego preparado, se sindican como responsables del avasallamiento a la ‘burocracia sindical’ y dentro de ello se hacen nombres. Todo muy burdo para cazar incautos”.
Y proseguía de la siguiente manera: “Por otro lado, se larga la noticia: ‘Se atentó contra la vida de ‘Rucci’. Es decir, todo responde a una campaña destinada a perturbar la tranquilidad. Todo dirigido a crear confusiones que alteran el proceso al cual estamos sentidos todos los argentinos bien nacidos. Son aquellos que se cubren bajo el manto piadoso de la mentira para servir a los intereses espurios. Y después gritan ¡Viva Perón! Y hacen todo lo contrario a lo que expresa el general Perón”.


.....“ ESO SE ACABÓ…IREMOS A BUSCARLOS UNO A UNO…”


Por su parte, la mesa directiva de las 62 Organizaciones Gremiales que controlaba la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y constituía uno de los brazos fuertes de la interna de la CGT, publicó el 14 una amplia solicitada en el Clarín, titulada “A los asesinos, secuestradores y delincuentes comunes disfrazados de revolucionarios” con la que censuraba duramente al ERP 22 de Agosto por el episodio de las tres solicitadas que obligó a publicar al citado diario. Más adelante, las 62 Organizaciones sostuvieron que los integrantes de la banda agresora “usan la cantinela (sic) que ya les escuchamos varias veces. Por ejemplo, hablan de imperialismo. Entiéndase bien: de imperialismo y no de imperialismos. Y usan el singular porque sus patrones les prohiben expresarse con realidad. Porque para ellos el yugo que impone el marxismo que representan no es esclavitud”. Y agregaban: “para ellos, fusilar, asesinar, negar los valores humanos, renegar de la libertad, si se hace en nombre de su amado ‘comunismo’, es “salvación”.

“Hablan de “burocracia sindical” – continuaba la solicitada sindical – o de “burguesía nacional”, niegan la decisión de nuestras Fuerzas Armadas de integrarse al proceso de reconstrucción, pero en toda su dialéctica no utilizan ninguna vez el término servilismo. Y eso tiene su explicación, porque los señores del ERP son sólo sirvientes que viven temerosos de despertar la ira de sus amos.
“Alguien los definió como revolucionarios de opereta. De una opereta trágica en la que ellos se muestran fuertes, aprovechándose de la mesura de todo un pueblo que quiere reconstruir y liberar a la Patria en un clima de paz.
“Pero eso se acabó. Ellos eligieron el terreno. Y los argentinos que no sabemos arrugarnos a la hora de la verdad, aceptamos el desafío. A pesar de su disfraz de mascaritas, iremos a buscarlos uno a uno, porque los conocemos. Ni las capuchas, ni los patrones que tienen, podrán salvarlos. Han rebasado la copa y ahora tendrán que atenerse a las consecuencias…”.


“HAY UNA CRISIS DEL PENSAMIENTO POLÍTICO”


Mientras las distintas bandas hablaban de una inexorable marcha hacia el socialismo, poco antes de estos acontecimientos que mantenían en vilo a la opinión pública, el partido político más importante que representaba a esa corriente de opinión, el Socialista Democrático, había difundido una declaración donde hablaba de “un repertorio de confusiones” y estaba dirigido especialmente a los trabajadores y la juventud.[12]
Entre otras cosas, expresaba que “la causa de la crisis que aqueja al país se produce porque simultáneamente hay una crisis del pensamiento político del pueblo argentino…
“Nos corresponde a los iniciadores del socialismo en la Argentina desde el año 1896 – contribuir con nuestros esclarecimientos y nuestra lucha a que la idea socialista no sea una idea “vagorosa” e incierta y mucho menos una falsificada bandera para que detrás de ella se realice exactamente lo contrario a lo que el socialismo en democracia y libertad anhela y por lo que lucha”.

El documento añadía que “Debemos igualmente hacernos cargo de las manifestaciones reiteradamente expresadas por el jefe aspirante al ejercicio del unicato acerca de sus definiciones socialistas. En el repertorio de las confusiones, es fácil identificar a quienes bajo la cobertura del nombre socialista son en verdad comunistas de Moscú, de Castro o de otros, cuya mayoría son trotskistas. También es fácil apreciar la confusión e inmadurez en las expresiones socialistas de algunos sacerdotes que prestan, sin embargo, relativo servicio de proveer argumentaciones teológicas que vienen a sumarse a las razones históricas que constituyen el fundamento científico del socialismo.
“En el repertorio, reconocemos finalmente la confusión entre el nacionalismo, es decir, el socialismo fascista e hitleriano, o socialismo totalitario, y el verdadero socialismo que es la causa del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, con bases cooperativas, democráticas y gremialismo auténtico y en libertad”.


“SE AVECINAN HORAS DRAMÁTICAS”


Poco después, ya con las elecciones encima, el dirigente Juan Antonio Solari, fue agasajado el sábado 16 de septiembre[13] con motivo de dejar el cargo de secretario general del Partido Socialista Democrático luego de veinticinco años de estar en funciones. Concurrieron numerosos políticos de ese y otros partidos, con lo que se le dio una gran relevancia a lo que fue algo más que una reunión de amigos y simpatizantes. El acto sirvió, además, para insistir en las diferencias entre el socialismo tradicional - que en su momento obtuvo bancas legislativas e intendencias y logrado especiales adhesiones en determinados lugares urbanos como la Capital Federal y Mar del Plata – con aquellos que utilizaban el titulo de manera indiscriminada.
La crítica abarcaba al mismo Perón y más particularmente a las organizaciones subversivas que se autodefinían como socialistas. Entre otras cosas, Solari expresó que “las horas que se avecinan son dramáticas y el país está mirando al borde del abismo. Asistimos – agregó – a la resurrección de las peores formas de la obsecuencia en la vida pública. Nos esperan – expresó más adelante – días de dura prueba y por ello todos debemos comprender la necesidad de hacer un examen de conciencia por lo ocurrido en el país en los últimos 45 años desde el punto de vista político y social para asumir las responsabilidades consiguientes.
No queremos – añadió – masas aborregadas y obsecuentes, sino un pueblo consciente. Si no nos unimos sobre la base de actitudes claras y públicas, el nazismo y el fascismo se apoderarán de la República”. Al recordar las vísperas de la Revolución Libertadora – de la que se cumplía un nuevo aniversario - el dirigente socialista señaló: “Yo confío en que existan muchos hombres capaces de repetir esas jornadas si las circunstancias lo exigieran. No somos partidarios de la violencia, pero tenemos fe en el futuro. También estamos dispuestos en ofrendar nuestras vidas en defensa de la democracia”. La antípoda del llamado socialismo nacional.



SE MOVILIZAN POR LA DERROTA DE ALLENDE


Se aproximaban los comicios generales pero la situación de violencia se mantenía invariable. El 12, el dirigente justicialista e intendente de Avellaneda, Herminio Iglesias, fue atacado a balazos cuando se retiraba de un velorio. Quedó herido en un pie, en el muslo con fractura de fémur y su custodio personal también fue alcanzado por un disparo. El mismo día asesinaron a tiros a Manuel Orostegui, intendente de la localidad bonaerense de Campana y el 14 destruyeron la sucursal rosarina del matutino Clarín, como mencionamos más arriba.

El 15, después de cuarenta días de cautiverio, fue liberado por el ERP 22 de Agosto el Dr. Bianco, ex prosecretario de la ex Cámara Federal en lo Penal; ese día, en la ciudad de Rosario se provocaron grandes daños con bombas incendiarias en la sede del Círculo Sefardí Argentino y veinticuatro horas después, la Brigada de Explosivos logró desactivar una poderosa bomba que se había colocado en el cine Gran Rocha, de la ciudad de La Plata; el 17 y en la misma ciudad, se destruyó con bombas incendiarias el comedor universitario de la Universidad Nacional y el 18 estallaron explosivos arrojados contra la residencia del embajador de los Estados Unidos, J. D. Lodge.

Al mismo tiempo, especialmente en los sectores estudiantiles e intelectuales, el activismo mantenía una constante presión pública como señal de protesta por lo ocurrido en Chile. El triunfo del movimiento militar había logrado una notable adhesión en el país transandino y una ola de protestas en los sectores progresistas que vieron seriamente afectado su proyecto político. El extremismo perdió una de los principales puntos de apoyo que había forjado pacientemente desde el 3 de noviembre de 1970[14] y consecuentemente los procesos revolucionarios de América latina quedaron alterados, aunque lo ocurrido fue rápida e inteligentemente utilizado para la propaganda.
Comenzaron a circular versiones de toda naturaleza, las organizaciones internacionales de izquierda y extrema izquierda se pusieron rápidamente en movimiento, surgieron presiones de la social democracia europea, apareció una multitud de declaraciones y manifiestos firmados en muchos casos por algunas personalidades de gran presencia internacional y en nuestro país las primeras movilizaciones se concretaron el 18 con un importante “Funeral Cívico por Salvador Allende”, convocado por el ERP, el ERP 22 de Agosto, las FAL, FAP, FAR, Montoneros, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Partido Comunista Argentino (PCA), sectores del alfonsinismo de la UCR y otras organizaciones similares que formaron largas columnas en el centro de Buenos Aires, para dirigirse luego al Congreso de la Nación. En la Plaza de los Dos Congresos se levantó una tribuna donde hablaron los cordobeses Tosco y Salamanca, el socialista argentino Juan Carlos Coral[15], Patricio Echegaray, en ese entonces dirigente de la Federación Juvenil Comunista (FJC), Juan Carlos Añón, en representación de las llamadas Juventudes Políticas Argentinas (JPA) y entre varios más, Leopoldo Moreau, por la Juventud Radical.
Buena parte de la concurrencia se tapaba los rostros con pasamontañas o pañuelos y luego de los discursos se dirigieron hacia la Plaza de Mayo mientras provocaban destrozos e incendios y vivaban a las distintas organizaciones guerrilleras que actuaban en nuestro país. Premonitoriamente, se gritaron consignas contrarias al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci.

Estaban convencidos de la victoria final; pero años más tarde, dos autores que harían una exégesis de esa época de violencia, pondrían en boca de una militante – Mercedes Depino[16] - que “… esto de Chile es un desastre, pero si para algo sirve es justamente para mostrar eso. La vía pacífica es una ilusión: el poder no se suicida, y si vos no acumulás suficiente poder político y militar, en cuanto se sienten amenazados te pasan por encima…”. Aunque el escenario estratégico sería completamente distinto, la reflexión contenía una enseñanza que intentaría crear nuevas condiciones desde los inicios del siglo XXI.


“SE HA FOMENTADO UNA JUVENTUD PARA MATAR”



Faltaba menos de una semana para las elecciones. El 18, en la ciudad de Córdoba resultó con heridas de consideración Julio Barros Nores, nieto del abogado y director del diario local Los Principios, Rogelio Nores Martínez, a raíz de un atentado con explosivos contra la casa de este último. El 20 de septiembre, elementos del ERP arriaron del Monumento a la Bandera, de la ciudad de La Plata, el pabellón nacional y lo reemplazaron por el estandarte de la banda y simultáneamente procedieron a quemar banderas del Brasil, Bolivia, Uruguay, Guatemala y los Estados Unidos y el 21 fue asesinado en la localidad bonaerense de Lanús, el agente de la policía provincial Eulalio A. Torr, para robarle el arma reglamentaria. Ese mismo día fue ametrallado un local de la JP.

Mientras tanto, en la ciudad de La Plata, la UCR con Ricardo Balbín cerraba la campaña electoral y proclamaba a los candidatos de su fórmula presidencial: Balbín – De la Rúa. El acto fue cerrado por el veterano dirigente radical quien, entre otras cosas, dijo[17]: “…procuramos andar no en la selva sino en la seguridad: no es nuestra culpa el estar acá, porque fueron hechos insólitos los que tuvieron lugar después del 11 de marzo y nos encontramos con que, sin explicación, la suerte de la república tenía que ser reconsiderada no ya a los cuatro años sino a los tres meses…. Recuerdo que había firmado las coincidencias programáticas de la “Hora del Pueblo” con la “Multipartidaria”, la CGT y la CGE. Allí se afirmó que la universidad iba a ser autónoma y que se abrían las posibilidades de regalar la cultura a todos los que se acercaran a ella. Y uno se pregunta, a esta altura, cómo no hay una sola iniciativa que signifique que se haya tomado dicho camino y en cambio, se ha sumido la Universidad en la incertidumbre y en el desorden”. Más adelante se refirió a los temas económicos y otros problemas del país y luego expresó: “no quiero gente armada que no pone su pensamiento sino en el ojo para ver a quien le va a tirar.
Así, sin reconocerlo o queriendo, se ha fomentado una juventud para matar, para destruir. La toleraron, la utilizaron … y nosotros decíamos siempre: ¡cuidado!. No fomentarla. Porque algún día vendrá a presentar la cuenta. Y ahora tenemos el espectro de que hay sectores armados que ponen en peligro las instituciones, no porque sean fuertes sino porque anarquizan el medio en que viven…
“Es nuestro deber – prosiguió – hacer una política afirmativa …La política no es una tarea para alcanzar un cargo, sino que tiene un destino profundo, es una docencia permanente… Se han multiplicado los crímenes de la subversión y del terror, lo que impone trabajar en la búsqueda, no de un presidente, sino de un destino, de un país, en una confrontación en la que nadie puede equivocarse…”.


AMPLIA VICTORIA DE LA CANDIDATURA DE PERÓN


Finalmente llegó el día de los comicios que se desarrollaron con toda normalidad, pese a algunas versiones en sentido contrario. En realidad, cualquier interferencia habría generado problemas entre las distintas organizaciones terroristas, pues los montoneros apoyaban abiertamente la candidatura de Juan Domingo Perón.
Los resultados fueron los esperados y la víctima política de los sufragios fue la Alianza Popular Federalista (APF) que postulaba a Manrique y Martínez Raymonda. Ocupó el tercer lugar, polarizándose los dos primeros puestos – en ese orden - entre el victorioso FREJULI y la UCR que llevó como candidatos a Balbín y a De la Rúa. El cuarto lugar fue ocupado por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) cuyos candidatos eran Juan Carlos Coral y José Páez, que se había desprendido del tronco originario y derivado hacia posiciones más de izquierda que llegaban a ponderar el régimen cubano que conducía Fidel Castro. Sólo obtuvo 187.002 votos con un porcentaje sobre el total del 1,58 por ciento.

La fórmula Perón – Perón se impuso con 7.286.034 sufragios que le dieron el 61,68 por ciento, tal vez el porcentaje más alto logrado por candidato alguno en la historia política de la Argentina. Balbín – De la Rúa obtuvieron 2.887. 587 votos, con el 24,44 por ciento, un guarismo que mostraba un par de puntos por encima de los que habitualmente obtenía la centenaria agrupación, en tanto Manrique – Martínez Raymonda alcanzaron 1.440.049 votos, con el 12,19 por ciento. El Frente de Izquierda Popular (FIP) – la quinta agrupación que se presentó – que dirigía Jorge Abelardo Ramos, también postulaba la fórmula Juan Domingo Perón – María Estela Martínez de Perón.

Este resultado le dio a Perón una amplia capacidad de maniobra, además de significarle una reivindicación política que gozó íntimamente. “Esto me deja muy contento”[18]dijo esa noche con parca elocuencia en su casa de Gaspar Campos, cuando se consolidaba el panorama electoral. “Ahora – agregó – ya no tengo más que decir”, pero insistió ante las preguntas de los periodistas: “Sí, sí, yo me conformo con todo, sabe; esto me deja muy contento…”[19]. Siempre acompañado del ministro de Bienestar Social, José López Rega, expresó finalmente: “La política es lo que rige todo, la economía es parte de la política y lo social es parte de la política. Las soluciones del país son políticas, si se soluciona la parte política, lo demás queda solucionado con poco tiempo que se trabaje”. Pocas horas después varias ráfagas de ametralladoras, escopetazos y disparos de otras armas, conmocionarían a la república y modificarían drásticamente el cuadro de situación.

DECLARAN ILEGAL LA ACTIVIDAD DEL ERP


Antes que se produjera otro de los grandes asesinatos de la época, el Poder Ejecutivo Nacional – todavía a cargo de Lastiri – había promulgado un decreto por el cual se declaraba la ilegalidad del llamado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) e instruía a la Policía Federal para que actuara en consecuencia. La norma era indiscutible desde el punto de vista constitucional y se ubicaba en las antípodas de lo actuado por los políticos durante la corta presidencia de Cámpora que comenzó por amnistiar a los guerrilleros presos y simultáneamente, derogar la legislación que permitía combatir al terrorismo.
La opinión pública relacionó inmediatamente a la medida con el notable apoyo electoral que recibió Perón en las elecciones presidenciales y lejos estaba de imaginar con qué rapidez evolucionaría la situación desde ese mismo momento.
El decreto de referencia estaba firmado por Lastiri y los ocho ministros y en su parte dispositiva expresaba en su artículo 1°: “declárase ilegal la actividad del autodenominado ‘Ejército Revolucionario del Pueblo’, prohibiéndose en consecuencia que bajo ese nombre o cualquier otro que lo sustituya, se realice por cualquier medio, proselitismo, adoctrinamiento, propagación y difusión o requerimiento de ayuda para sostenimiento o expansión de su actividad disolvente”. El artículo 2° disponía que el ministerio del Interior ordenara a la Policía Federal Argentina que aplicara las medidas que correspondieran para dar cumplimiento a la norma y el tercero expresaba que lo actuado “será comunicado, a sus efectos, a los señores gobernadores de las provincias, en virtud de su carácter de agentes naturales del Poder Ejecutivo Nacional”. En sus considerandos, el decreto aludía al desconocimiento que hacía el ERP “de la reiterada convocatoria a la pacificación y a la unidad nacional” y destacaba la continuidad de acciones “de difamación y actos concretos de violencia con desprecio de vidas humanas y derechos de personas, haciendo el juego a las más violentas corrientes reaccionarias”. Añadía que “la Constitución Nacional califica a tales acciones como delito de sedición, atribuyéndolo a toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo”.
Más adelante, los considerandos destacaban que era inaceptable “la asociación ilícita para la violencia o la propaganda que incita a ella y que tiende a destruir la democracia que procuramos recuperar en plenitud”.


EL ASESINATO DE JOSÉ IGNACIO RUCCI

“Nosotros (los Montoneros) somosla vanguardia.
Muerto Perón, la conducción la heredamos para dirigir la masa” (20)
……………………………………………

“Rucci traidor, saludos a Vandor”. (21)

……………………………………………

“Cometimos algunos errores…
En lugar
de matar a Rucci tendríamos que haber
matado a López Rega.”
Miguel Bonasso.
--


Miró casi con curiosidad la habitación en que había dormido esa noche y reflexionó una vez más sobre esa clase de vida a la que lo había llevado su vocación. Más que dirigente obrero, se sabía – y eso le gustaba – un partícipe activo de la política y más aún, una pieza importante en ese momento de la vida argentina. Miró el reloj y trató de recordar qué obligaciones tenía después de ese medio día.
Ya estaba enterado de que el ERP quedaría en la ilegalidad desde ese 25 de septiembre y había coincidido con sus asesores en que la ortodoxia que encarnaba El General se había fortalecido más todavía. Ahora sí, había llegado el momento de gobernar, de hacerse sentir y utilizar la victoria para aplastar a los marxistas, “a los bichos colorados” que buscaban el poder.” De esa manera razonaba el metalúrgico José Ignacio Rucci, la máxima figura de la Confederación General del Trabajo, la columna vertebral del peronismo.
“El problema no es el ERP”…, razonó. Y se comentó a sí mismo: “Esos son unos teóricos sin estructura política, peligrosos y escapados de la realidad. El problema son estos pendejos…, estos Montoneros de mierda que creen que se las saben todas … y lo más triste es que muchos salieron de nuestras propias filas”. Rucci volvió a mirar en derredor. El mate ya frío sobre la mesa de luz, el cuadrito de la Virgen de Luján sobre esa pared blanca, casi sin adornos, el rosario que colgaba desde un costado de la cabecera de la cama y las fotos de Perón y Evita que lo miraban sonrientes desde las alturas del poder y del lugar más destacado de ese cuarto al que todavía no se acostumbraba. Las fotos de sus hijos se mezclaban con otras en las que él también aparecía con esa sonrisa a veces triste, junto a su familia, una de la

Como era una costumbre inveterada, había trasnochado y eso no lo molestaba. El humo de los cigarrillos, las copas que amenizaban las discusiones, los comentarios sobre los defectos ajenos y sobre todo, esos lugares que olían a encierro con tantos hombres juntos que hablaban siempre sobre lo mismo mientras fumaban y tomaban interminables tazas de café, formaban parte de su vida. Eran su vida. Ese juego de ajedrez constante donde la inteligencia se mezclaba con la fuerza y la capacidad que otorgaban las medias palabras para manejar a gente tan difícil, con tantos problemas de los que nunca descansaba y sólo confiaba a su mujer[23] que esa mañana fatídica había preparado los desayunos, como siempre, con esa alegría que le permitía compartir – aunque desde lejos – el papel tan importante que cumplía su marido.

En la casa se escuchaban los movimientos de quienes se preparaban para partir. Sus custodios, su chofer y secretario, - un veterano de los riesgos calculados que había sido herido en Chivilcoy[24] y conocía esa violencia que entrañaba tanto peligro - tomaban las últimas disposiciones. Algunos de los automóviles ya estaban en marcha[25] y la rutina – que sería una de las condiciones que facilitó el atentado - se cumplía sin modificaciones. Miró el reloj, eran pasadas las 12; mentalmente comenzó a organizarse para la actividad del día y no quería pensar en los problemas de la inseguridad, de esa incertidumbre que siempre lo acompañaba.
Era consciente de ese asunto que en su fuero íntimo no lo molestaba y no lo tenía pendiente, como les sucedía a otros compañeros que parecía que nunca se acostumbrarían a esas reglas de juego donde el riesgo era cada vez más grande. Bastantes molestias tuvo con ese deambular casa por casa[26] para despistar a los posibles agresores, pero casi sin querer volvió a repetirse para sí mismo: “el problema son esos montoneros. ¡Suerte que el General lo tiene tan en claro!” y por un instante no pudo impedir que el nombre de López Rega le subiera por la garganta.

Lopecito…, musitó y, como solía hacerlo muchas veces, al nombrarlo sopesó automáticamente el lugar que ocupaba el ex cabo de la Policía Federal, el hombre de voz aflautada que hoy por hoy es el más poderoso del mundo político… después de Perón. La alianza que habían formado era inevitable e indispensable. Él, Rucci, entendía con claridad lo que cada uno aportaba para que ese hombre que los unía en un mismo proyecto - pero sobre todo en un ideal de lealtad y admiración - retomara la presidencia de la república. Con Lorenzo eran la base del nuevo rumbo que el General le daría al gobierno y todos juntos derrotarían el intento de reemplazar al peronismo por una farsa que venía desde el extranjero. Serían inflexibles.
Ya lo había dicho cuando quisieron coparle meses atrás el Congreso Normalizador de la CGT: “Nuestra bandera será siempre la azul y blanca y no un trapo rojo con que algunos quieren reemplazarla”. Por un momento sintió odio por la estupidez de Ongaro con su CGT de los Argentinos, con los hermanos Villaflor y los Gráficos de la provincia que les hacían el juego a Tosco y a los trotskistas cordobeses. En fin, se expresó con un encogimiento de hombros y mientras se ponía su campera se aprestó a abrir la puerta hacia la muerte que ignoraba.

Por un instante meditó sobre los que habían caído, los que habían muerto y que tan bien había conocido. Por delante de los ojos le pasó, difusa, la visión del cuerpo de Vandor[27] acribillado en su propio despacho; el de Alonso[28], ametrallado en su automóvil mientras viajaba desde su casa de Belgrano hacia la CGT, el de Kloosterman[29] y el recuerdo de esa terrible fotografía con la que le habían anunciado su propio asesinato[30]; casi sin querer recordó la imagen de Rosendo[31] y algo así como un escozor le recorrió el cuerpo.[32]

“Vamos”, dijo mientras salía al pasillo. “Vamos” repitieron algunos que comenzaron a rodearlo desde antes de llegar a la acera ese destemplado medio día de su última primavera. El Torino colorado[33] lo esperaba en marcha y con las puertas abiertas. Los custodios[34] caminaban cuidándolo, vigilantes, mientras miraban en derredor. El se sentaría adelante y cuando estaba a dos o tres metros, Muñoz le mantenía abierta la puerta. Rucci hizo una seña para que se pusiera en movimiento el automóvil que abriría la marcha y los de atrás estuvieran listos para seguirlo. Llegaba a la puerta como lo había hecho tantas veces y cuando le agradecía a Muñoz con la mirada, se desató el infierno.
De lleno, recibió más de un escopetazo del 12,70 y además de los perdigones, varios balazos se le incrustaron en el cuerpo que se movía como un muñeco mientras, muerto, caía destrozado sobre la calle[35]. Los disparos provenían desde adelante, desde atrás, desde los costados. Los custodios, confundidos, disparaban hacia todos lados. No hubo gemidos ni palabrotas, sólo el estampido ininterrumpido de los balazos. El colegio Maimónides que lindaba con la casa recibió varios impactos de las armas terroristas. Los automóviles continuaban su tránsito en los dos sentidos de la avenida y al comienzo nadie percibió lo que sucedía. Esto favoreció el ataque y a los atacantes.
Luego de diez minutos se hizo silencio y después fue el pandemónium. Los asesinos se lanzaron a los patios traseros de las casas que habían ocupado y como sucede en estos casos, nadie se les opuso. Inmóviles, los vecinos miraban asombrados el despliegue de escaleras artesanales que habían sido hábilmente colocadas y la casi docena de jóvenes montoneros logró ponerse a salvo. Algunos quedaron para cubrirlos con los últimos disparos y también se fueron sin bajas. Todos usaron guantes de goma y no dejaron ni una huella como pista. Un plan perfecto, con todos los detalles cubiertos. Cuando poco después se enteró de lo ocurrido, Perón diría frente a los suyos que lo miraban en silencio mientras sopesaban los alcances y el sentido del asesinato: “Me cortaron las piernas…”.


UNA BROMA MACABRA


Más o menos a la misma hora en que Rucci fue asesinado, en la sede de la CGT, “se recibió por correo una siniestra tarjeta: en ella se ve un ataúd en cuyo interior está el cadáver de Rucci y una corona de flores que dice “José López Rega”. Obviamente esto no constituye una prueba en sí misma, pero es un indicio del enfrentamiento todavía oculto entre el sector derechista que lidera López Rega y el sindicalismo. Objetivamente, más allá de cualquier otra especulación, el hecho cierto es que la muerte del secretario general de la CGT favoreció la estrategia de poder que se había trazado “Lopecito” y que mostrará su verdadera faceta durante el gobierno de Isabel Perón”[36].

La tarjeta pudo obedecer a varios motivos concurrentes, pero entre ellos sobresale la intención de confundir, despertar suspicacias y ocultar la autoría del asesinato, un objetivo preciso de los montoneros que todavía querían demorar – a igual que éste - la ruptura con Perón.
El remito no pasó más allá del comentario y prácticamente pasó inadvertido, al menos mucho más que las seguridades vertidas por el general Miguel Angel Iñíguez – a la sazón nuevo jefe de la Policía Federal - quien sostuvo que el responsable del atentado fue el ERP que nuevamente respondía a su particular lógica revolucionaria. “Era el único grupo, se pensaba, capaz de atacar sin empacho el sistema institucional que trataba de afianzarse.
Recordemos que sólo dos días antes Perón había sido elegido presidente de los argentinos por tercera vez en su vida, con un amplísimo consenso popular. Para todo el mundo resulta claro entonces – tanto para los observadores especializados como para los legos absolutos – que el ataque a Rucci es un ataque directo al mismo Perón por dos causas: la primera por el papel decisivo de Rucci en el proyecto político pergeñado por el anciano líder; la segunda por el momento en que el crimen se lleva a cabo, momento en el cual el país se sincera políticamente y parece desplegarse la esperanza cierta de encauzar al país en un proyecto de transformación pacífica.
El crimen de Rucci da en el corazón mismo de esta esperanza.
“Sin embargo el ERP mediante un comunicado desmiente absolutamente su supuesta participación en el crimen. Es obvio que por la naturaleza vanguardista de su estrategia política y militar, el ERP no hubiera dudado en reivindicar para sí el atentado si lo hubiese llevado a cabo. Además en todos los años posteriores al crimen no se ha logrado reunir un solo indicio que abone este supuesto”[37].


QUERÍAN PRODUCIR UN GOLPE CONTUNDENTE


La suerte de Rucci había quedado sellada semanas antes, cuando un día del mes de agosto se reunió la plana mayor de Montoneros para definir una serie de acciones que los recolocara en el centro de la escena y, de paso, darle un toque de atención a Perón en las vísperas de asumir su tercera presidencia. Después, creían, estarían en mejores condiciones para hacerse valer, negociar y llevar adelante una pulseada en la que intervenían con un razonamiento muy particular y diferente.

Su decisión de abrir un paréntesis en las acciones de guerra y limitarse a la actividad partidaria - aunque sin abandonar las armas - los había relegado y así lo sentían. Estimaban que habían disminuido en la expectativa pública, que ya no tenían la iniciativa de otros tiempos y que su crecimiento – al que de todos modos juzgaban inevitable – corría el riesgo de disminuir y hasta de detenerse si no adoptaban urgentes correctivos. Impacientes, observaban que el proceso político les había quitado protagonismo – al menos en los medios de comunicación, un tema al que le asignaban especialísima importancia – e impacientes, no toleraban lo que sucedía. No les bastaba el doble juego de levantar las banderas de Perón y al mismo tiempo pregonar un socialismo nacional en cuyo nombre apoyaban a las restantes organizaciones guerrilleras.

El panorama era complejo; en general – y como sucedía desde el comienzo - la opinión pública no distinguía muy bien entre una banda u otra; medía a la violencia con una misma vara y todavía eran pocos los que razonaban sobre la relación que existía entre la elección de Cámpora y su gobierno de cuarenta y nueve días, con la sensación de peligro e inestabilidad real que se vivía en la Argentina. El conflicto universitario se mantenía activo, descendía hacia los niveles secundarios y no eran muchos los observadores que medían su influencia en el mediano plazo, las consecuencias profundas que produciría el enorme desorden y la virulencia ideológica – y física - que se vivía en las aulas.

Para la impaciencia de los montoneros este aspecto de la vida del país era insuficiente para marcar la profundidad del rumbo al que aspiraban. Una vez conquistado el poder formal en la estructura de la enseñanza terciaria oficial en todo el país, necesitaban cubrir rápidamente otros objetivos concretos para impulsarse hacia lo que consideraban el poder real, la posibilidad de dictar las normas de convivencia interna, modificar las estructuras, socializar los medios de producción, controlar el comercio y las finanzas, acentuar el nuevo perfil de la política exterior que se había fijado cuatro meses atrás pero sobre todo, revertir la pérdida del espacio que les había deparado el derrocamiento de El Tío.
Sabían muy bien lo que sucedía y querían retomar la capacidad para dictar los acontecimientos y, para hacerlo, razonaban, era necesario un golpe, un gran golpe que retumbara con tanta fuerza, como para que Perón se viera obligado a detenerse, a considerarlos como en los viejos tiempos, tiempos que se habían alejado tan rápidamente, y para que con toda la experiencia que habían adquirido, pudieran negociar, establecer las condiciones. No en vano le habían dicho al propio Perón en Madrid, que conservarían las armas para vigilar el nuevo proceso que se abría con el retorno del Líder al país[38]. Ellos eran los custodios, los vigilantes de lo que sería la Patria Socialista.

La estrategia de Perón de alterar y modificar rápidamente el vínculo que los había unido, de respaldar a la corriente mayoritaria del sector obrero, de apoyar como otrora a sus principales dirigentes - calificados despectivamente de “burócratas” por los jóvenes guerrilleros - y sobre todo, de alejarse de cualquier definición favorable al marxismo o al llamado socialismo nacional, había cambiado el escenario y dentro de éste, las perspectivas de la Tendencia Revolucionaria y el crecimiento que había logrado dentro del peronismo. Pese a su determinismo, esto también lo percibían.

Los jefes montoneros sopesaban cómo poco a poco y antes de ese fatídico 20 de junio, se había enfriado su participación en la toma de decisiones políticas. De alguna manera y aunque esta faceta del problema no se había manifestado plenamente, entendían que esto último afectaría su capacidad de convocatoria y que el terreno de la violencia quedaría despejado para las otras organizaciones con las que competían para hacerse del poder. Necesitaban mantenerse como referentes principales para una nueva instancia ideológica del peronismo y estimaban que esto quedaba indisolublemente unido a su capacidad revolucionaria. El complemento estaba dado por los ocho diputados que les respondían directamente; por aquellos que se sumaban o sumarían por diversas razones – entre ellas el temor – y especialmente por los gobiernos provinciales animados de las mismas posiciones que ellos sustentaban.

No era poco el capital político del que disponían. Con sus Regionales desplegadas a lo largo y lo ancho del país, con diarios y revistas destinados a una propaganda intensa y constante y con periodistas amigos o militantes colocados en estratégicos medios de comunicación, con recursos financieros más que suficientes para operar en todos los terrenos, con una demostrada eficiencia para ampliarlos mediante asaltos y secuestros, y con conexiones externas suficientes como para aspirar a una extensión futura más allá de las fronteras. Eran una verdadera fuerza.


TODOS HABÍAN VOTADO A FAVOR DE LA MUERTE



Convocados por Mario Eduardo Firmenich y Roberto Quieto, ese día de agosto se reunió la Conducción Nacional de Montoneros para analizar con bastante preocupación la situación por la que atravesaban y concordó que Perón estaba rodeado por nuevos elementos[39]. No podía ser de otra manera, pues lo que era evidente para los demás también era sopesado por los jóvenes revolucionarios que, de todos modos, se habían guardado muy bien - hasta ese momento - de dar traslado hacia las bases de la visión que se tenían de las nuevas circunstancias y la medida en que debían soportar las consecuencias de una fuerte competencia por el manejo de Perón. Hacía rato que se habían dado cuenta de que existía un cambio y la primera señal de alarma había surgido cuando Galimberti fue citado a Madrid[40] para sufrir, en la misma Puerta de Hierro, una reprimenda por su anuncio público en el sentido de que se formarían milicias populares.

Lo cierto fue que las cosas habían cambiado y eso era lo importante y por lo tanto, “como(Rucci) para el general era el hombre más incondicional que tenía, le quitamos la base donde él se apoyaba para demostrarle que existimos, lo desafiamos…”[41].

Firmenich (Pepe), Quieto (El Negro), Vaca Narvaja (Nicolás) y Osatinsky (Marquitos) votaron a favor del asesinato y luego se sumaron Roberto Cirilo Perdía (El Pelado Carlos )[42], Norberto Habbeger (El Cabezón)[43], Norma Esther Arrostito (Gaby)[44], María Antonia Berger (Anita – La Alemana)[45], Horacio Mendizábal (El Vasco)[46] y Rodolfo Galimberti (El Loco)[47].
Todos coincidieron con las conclusiones que los llevó a adoptar la decisión y al analizarse los detalles del operativo, se resolvió que la responsabilidad le cabía a la Columna Capital porque ése era el distrito donde vivía el secretario general de la C. G.T.

Esta Columna estaba integrada por los siguientes oficiales guerrilleros[48]: Horacio Mendizábal, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habbeger, quienes eran los jefes; como subjefes revistaban Juan Julio Lino Roqué[49], Lorenzo Konkurat[50], Julio César Urien[51] y Liliana Angélica Lidia Mazaferro[52]; otros miembros destacados eran Norberto Beto Ahumada[53], Juan Carlos Dante Gullo[54], Luis Roberto Lagraña[55] y Manuel Angel Ponce[56].
Las tareas de inteligencia para concretar el ataque, estuvieron a cargo de Antonio Nelson Latorre[57] y el rionegrino Rodolfo Walsh, uno de los organizadores más importantes de los atentados Montoneros, que en su carácter de agente especial de la inteligencia cubana[58] elaboró comunicados de contenido doctrinario e influyó notablemente en la llamada CGT de los Argentinos (CGTA), que conducía Raimundo Ongaro[59].



EL ASESINATO GENERA UNA NUEVA SITUACION POLÍTICA



Todavía se escuchaba el eco de los disparos que terminaron con las vidas de Rucci y su amigo Muñoz, cuando la noticia comenzó a circular vertiginosamente y acaparó todos los medios periodísticos. El golpe había sido muy duro y ponía de relieve que se había producido una nueva escalada de violencia que signaría el futuro político. Dentro de pocos días Perón asumiría la presidencia de la república en medio de un gran charco de sangre e, impactada, la opinión pública comenzaba a revisar su antigua creencia en el sentido de que tal vez el nuevo giro político e institucional que se había producido en el país, con Perón a la cabeza, no sería suficiente para contener la acción de las guerrillas.

El primer medio gráfico en producir una crónica más o menos detallada de lo ocurrido en la avenida Avellaneda, del barrio de Flores, fue el vespertino La Razón, favorecido por el horario. A toda página y con título catástrofe informaba “Rucci asesinado a balazos” y con un amplio despliegue de fotografías y noticias, ofrecía amplios detalles, como ser declaraciones de los vecinos cuyas casas habían sido ocupadas por los agresores y de una de las maestras del colegio Maimónides donde impactaron varios proyectiles.
El diario anunciaba también el paro general dispuesto por la CGT en señal de repudio y destacaba que Perón se había desplazado desde Gaspar Campos hacia la Casa Rosada donde comenzaba una importante reunión de ministros con el jefe de la Policía Federal y las estructuras de inteligencia que operaban en el país, especialmente la SIDE que presidía el general Alberto Morello. También participaban legisladores y los principales dirigentes cegetistas presididos por el poderoso jefe de las 62 Organizaciones, el metalúrgico Lorenzo Miguel.

Iñiguez, nuevo titular de la Policía Federal, había aventurado que los atacantes pertenecían al ERP 22 de Agosto, la misma banda que recientemente había colocado bombas, ocupado con grandes destrozos e incendiado parte de las instalaciones del diario Clarín. La opinión pública estaba convulsionada y comenzaban a circular toda clase de versiones, muchas de ellas contradictorias. Rodeado por sus tres edecanes y el jefe de la Casa Militar, el miércoles 26 Lastiri se dirigió al país por la cadena oficial de radio y televisión. Muchas entidades se pronunciaron para repudiar el hecho; las Fuerzas Armadas y otras instituciones enviaron sus condolencias a Adelino Romero, secretario adjunto de la CGT y, a pesar de lo anunciado por Iñíguez, ya comenzaba a mencionarse – aunque quedamente - que los montoneros no eran ajenos a lo ocurrido. Al menos Perón rumiaba que definitivamente la unidad interna era imposible y que, tal como había reflexionado después de Ezeiza, debía acabar con quienes se manifestaban en términos tan categóricos y desafiantes. “A juicio de Perón, atacarlo a Rucci era como atacarlo a él. …Perón decide allí que va a terminar con esos sectores”[60].

Con la presencia de Perón e Isabel, los ministros, las principales dirigencias sindicales y civiles, representantes militares y numeroso público, los restos de Rucci fueron inhumados el mismo miércoles 26 en el cementerio de la Chacarita. El futuro presidente se aprestaba a asumir su tercera gestión el 12 de octubre y mientras tanto, a igual que muchos otros, reforzaba su seguridad personal, mantenía numerosas reuniones en la Casa Rosada y preparaba las definiciones de su primer discurso, cada vez más importantes y esperadas.


¿CÓMO SE ACABARÍA CON LA SUBVERSIÓN…?


La convulsionada opinión pública hacía girar sus inquietudes en torno de numerosas preguntas que no siempre recogía el periodismo con claridad: ¿Cómo resolvería el peronismo su sangriento conflicto interno? ¿Qué sucedería con las restantes guerrillas, además de la ilegalidad en que había sido colocado el ERP? ¿Cómo se definiría la escalada del conflicto? O más específicamente…¿Cómo se acabaría con la subversión…?

En el ínterin, los actos terroristas se multiplicaban. Desde Chile se confirmaba que Allende había financiado a Montoneros y Tupamaros con recursos del Banco Central de su país[61]; los ortodoxos – gremiales y políticos - comenzaban a manifestarse con mayor dureza y en Salta ocuparon la casa de gobierno con la acusación de que el gobernador Miguel Ragone “estaba rodeado de comunistas”; en Corrientes, el ERP mató el 26 de septiembre al agente de policía Raúl Narciso González para quitarle el arma y la gorra de su uniforme; en el barrio porteño de Belgrano fue asesinado a balazos el dirigente justicialista Enrique Grynberg; los medios periodísticos del 27 resumían la violencia con los siguientes títulos: fue asesinado a tiros un dirigente de la JP; incendiaron las oficinas del Centro de Estudiantes de Farmacia, adherido a la FUBA; atacaron a tiros un local gremial en la ciudad de Santa Fe; robaron armas de un comercio, en Belgrano y explotaron bombas en una facultad marplatense.
En Córdoba, un grupo terrorista arengó al personal de una fábrica y distribuyó panfletos; en Paraná, Entre Ríos, ametrallaron la residencia universitaria Pío XII, que depende del obispado; en Corrientes estalló una poderosa bomba en un local del Frente de Izquierda Popular (FIP)[62], en La Plata destrozaron la Unidad Básica Justicialista coronel Cogorno y en Morón atentaron contra un local de la JTP, filial zona oeste. El 28, en Rosario resultó herido de gravedad el abogado Roberto Raúl Catala, militante de las FAP y en Paraná se atentó con explosivos contra la casa del abogado Manuel Justo Gaggero, que defendía a gremialistas adictos a la corriente que dirigía Ongaro. Se desbordaba la confrontación interna. Los vericuetos de la división se hacían cada vez más directos y comenzaban a calar hondo.

Mientras tanto, en los subterráneos de la política oficial se tejían muchas de las contradicciones que caracterizaron ese y otros períodos de la política argentina. Entre ellos, uno que había nacido en agosto de 1972, cuando Montoneros secuestró al financista Isidoro Miguel Graiver[63]. Después de concretarse las gestiones para pagar el rescate y liberar al secuestrado, su hermano, David Duddy Graiver, inauguró una sociedad que lo convirtió en el financista de la banda. Detrás de este cuadro, aparecería la figura de uno de sus amigos más importante: el ministro de Economía José Bër Gelbard, quien se había iniciado con Cámpora, continuaría con Lastiri y proseguiría con Perón. Un complejo de negocios cruzados de la más distinta naturaleza – entre ellos armas – crecería durante ese período mientras los dirigentes peronistas empezaron a sentir en carne propia los peligros del momento.
Todos corrían riesgo y podían estar en la mira de la subversión. Los gremialistas ortodoxos no tolerarían el asesinato de Rucci que reverdeció el resentimiento y la indignación por muchos otros iniciados con la muerte de Vandor. Al calor del ritmo que tomaban los acontecimientos se apuraba la organización definitiva de la Triple A y para cualquiera, portar armas era nada más que una de las tantas expresiones que provocaba un estado de incertidumbre e inseguridad como jamás se había vivido hasta entonces. En el campo civil una organización de estudiantes, la Asociación Universitaria Platense (AUP), fundada a fines de la década del sesenta, había derivado en la Confederación Nacionalista Universitaria (CNU), menos conocida que el protagonismo que tendría desde su fundación en 1968, en la sede de las facultades de Letras y Derecho, bajo la conducción de Patricio Fernández Rivero, “el capi”.
Inspirada en gran medida por las clases, escritos y otras publicaciones del profesor Carlos Disandro[64], comenzó a oponerse con virulencia a las organizaciones de izquierda. La CNU había participado de los dramáticos sucesos de Ezeiza y muchos de sus militantes se habían conectado con los grupos que dirigía Osinde y con la Juventud Sindical (JS) Sólo en Mar del Plata, para vengar a uno de sus más queridos dirigentes – “El gordo” Piantoni – la CNU mantuvo más de un centenar de enfrentamientos a balazos con las organizaciones de izquierda. No se la llamaba por su nombre, pero una sorda guerra civil se expandía en círculos más o menos cerrados.
En el Congreso, los legisladores preferían no hablar de lo que ocurría. Como los secuestros, en las grandes ciudades las explosiones nocturnas adquirían la dimensión de una costumbre inaceptada. Una muerte provocaba otra e incontenible, imperaba la revancha desatada. Hora a hora se hacía cada vez más ilusoria la declamada pacificación, el ansiado aplacamiento de los espíritus esgrimido como la esencia del plan de Perón para su última y trunca presidencia.















[1] Seoane. Ob. Cit. Página 281.
[2] Eugenio Méndez. Ob. Cit. Página 29. El Canca era Juan Carlos Dante Gullo.
[3] Tomo I, Capítulo XIV.
[4] El correo era José Joe Baxter y los destinatarios fueron los montoneros y tupamaros. A su vez, el MIR y el ERP tenían fluidas relaciones logísticas. Diarios del 25 de septiembre de 1973.
[5] Entre quienes censuraron abiertamente en la Argentina la revolución y lamentaron la desaparición de Allende, puede mencionarse a los siguientes partidos políticos, sindicatos y otras entidades: UDELPA,
Liberación Nacional, Socialista Popular, Comunista, Juventud Revolucionaria Cristiana, Partido Comunista Revolucionario, Movimiento Socialista para la Liberación Nacional, Frente de Izquierda Popular, Intransigente, Socialista de los Trabajadores y Popular Cristiano. También se adhirió al repudio el Movimiento Argentino Antiimperialista de Solidaridad Latinoamericana (MAASLA), Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA), Unión de Juventudes por el Socialismo, Federación de Entidades Culturales Judías en la Argentina, Bloque Peronista de Prensa, Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, Comisión Femenina del Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR, Agrupación Peronista de Trabajadores Judiciales, Juventud Trabajadora Peronista, La Fraternidad, Sociedad de Conducción del Personal de Locomotoras, la Sociedad de Telegrafistas, Radiotelegrafistas y Afines, Asociación de Viajantes de Industria y Comercio y la Agrupación Sindical Clasista 1° de Mayo. También el Consejo Directivo de la CGT rechazó el pronunciamiento y dio su apoyo “a todos los pueblos de América latina y a los identificados con el Tercer Mundo”.

[6] In Memoriam III. Ob. Cit. Página 184.
[7] Diario La Prensa, edición del 7 de septiembre.
[8] Un año después, mientras almorzaba en una parrilla al aire libre, sería asesinado de un escopetazo en la nuca el ex diputado nacional, ex ministro del Interior y afiliado radical de gran prestigio, Arturo Mor Roig.
[9] La sigla corresponde al “Komitet Goasudärstvennoy Bezopäsnosti, máximo organismo de inteligencia de los soviéticos, nombre cuya traducción significa “Comité Para la Seguridad del Estado”.
[10] Hermano de Fidel, con grandes poderes y posible sucesor cuando muera el primero, tal como lo instituyó su hermano en el año 2002.

[11] Ver Tomo I, Capítulo V.
[12] Diario La Prensa. Edición de 7 de septiembre.
[13] Diario La Razón. Edición del día siguiente.
[14] Fecha en que asumió la presidencia de la república. La Unidad Popular que lo postuló a Salvador Allende estaba formada por los partidos Radical, el M.A.P.U., disidentes de la Democracia Cristiana, Comunista y Socialista, que se ubicaba más a la izquierda que el anterior.
[15] Con su atuendo y sus gestos, trataba de imitar a Alfredo Palacios, de quien había sido su secretario.

[16] Anguita – Caparrós. Ob. Cit. Página 177. El libro le asigna esas reflexiones durante la marcha de protesta por el derrocamiento de Allende. La activista fue un caso típico de captación dentro del ámbito antiperonista. Pertenecía a una familia de marinos y su padre era oficial en actividad. Comenzó a derivar hacia la izquierda cuando dejó el colegio religioso e ingresó en el Normal 6, donde se conectó con un grupo de jóvenes, entre ellos Carlos Olmedo, hijo de un exilado paraguayo, con antecedentes comunistas. Olmedo- tal vez el más inteligente de los dirigentes subversivos - sería con el tiempo fundador de las FAR y moriría muy joven, cuando dirigió un intento de secuestro en Córdoba (Ver Capítulos I y IV de este libro. Daba cursos sobre Historia del Arte y entre sus alumnos estaba Carlitos Goldemberg – quien jugaría un papel importante durante la fuga de la cárcel de Rawson, en 1972 - cuyo padre también tenía vinculaciones comunistas. Era primo de Mercedes, quien militaba en FANDEP, una organización que operaba en la Facultad de Filosofía y Letras y estaba ligada al Movimiento Revolucionario Peronista que propiciaba la lucha armada. Se relacionó afectivamente con el activista Sergio Berlín, quien murió el 23 de agosto de 1976. Durante su actividad guerrillera estuvo vinculada con Galimberti y ese año se exiló en París, Francia, dónde se enteró que Montoneros la había condenado a muerte junto con otros disidentes por “deserción en tiempos de guerra”. En 1978 allí conoció a Martín Caparrós y a Adriana Lesgart, quien era la responsable de Montoneros para Europa. Le levantaron la pena de muerte, participó de los actos de boicot contra el Mundial de Fútbol que se jugó en la Argentina, conoció a Envar El Kadre y cuando volvió al país comenzó a actuar con las llamadas Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo.
[17] Diario La Prensa, edición del jueves 20 de septiembre.
[18] Diario La Prensa. Edición del lunes 24 de septiembre.
[19] La Prensa. Misma edición.
[20] Documentos y declaraciones de la organización. Eugenio Méndez cita esta frase en el prólogo de la segunda edición ampliada de su libro “Confesiones de un Montonero”. Página 10.

[21] Cántico de los Montoneros durante actos previos al asesinato. Diarios y revistas de la época. Méndez. Ob. Cit. Página 64.
[22] En 1950, a los 20 años de edad ya actuaba como delegado obrero en una fábrica de armas instalada en Rosario. Luego fortaleció su vínculo con la UOM e ingresó al círculo de amigos de Lorenzo Miguel.
[23] Se llamaba Nélida Blanca Baglio y como él, había sido delegada obrera en su juventud. Tenían dos hijos, Aníbal Enrique y Claudia Mónica.
[24] En esa oportunidad – 14 de febrero de 1973 - Rucci había declarado: “Sé que estoy sentenciado”. Ver Tomo I, Capítulo XVI.
[25] Esto último alertó a los asesinos que esperaban desde las terrazas de enfrente y desde los techos de la casa vecina, en la misma vereda dónde vivía Rucci.

[26] Por lo general, cuando no lo hacía en la sede de la CGT, Rucci solía no dormir en un mismo lugar, pero hacía menos de tres meses que se había mudado a esa casa de la avenida Avellaneda 2953, una forma de mantenerse en contacto con su familia.
[27] Ver Tomo I, Capítulo X.
[28] Ver Tomo I, Capítulo X.
[29] Ver Tomo I, Capítulos IX y X y en este ejemplar, Capítulo I.
[30] Ver Tomo I, Capítulos XVI y XVIII. En este ejemplar, Capítulos I y IV.

[31] Rosendo García, metalúrgico asesinado a balazos en mayo de 1966 junto con otro dirigente llamado El Griego Blajaquis, mientras se encontraba en la confitería La Real, de Avellaneda.
[32] Todos ellos, incluyendo a Ongaro, Tosco, Avelino Fernández y la mayor parte de los dirigentes obreros de la época, habían sido amigos y trabajado dentro de un mismo esquema político formado después del derrocamiento de Perón en 1955, cuando fue intervenida la CGT. Existían matices y esos años hasta habían tenido contacto con Cooke, pero los representantes de la ultraizquierda o los comunistas carecían de gravitación pese a los esfuerzos que realizaban, pero con el tiempo el panorama se modifica poco a poco. Vandor sólo comienza a tener influencia en los comienzos de la década del sesenta, cuando inaugura “el peronismo sin Perón”, convencido de que el líder no volvería a la Argentina y su protagonismo se diluiría poco a poco. El Lobo, como lo llamaban, tenía estrechos vínculos con el coronel Luis Máximo Premoli, y poco después se acercó al gobierno de general Onganía, creó el participacionismo y nacieron las desavenencias con Rucci, quien es designado en la UOM de San Nicolás. Este último se mantuvo absolutamente fiel a Perón y cuando Vandor se reconcilió con el general, Rucci había crecido políticamente hasta convertirse en un destacado referente.
[33] El automóvil, una marca prestigiosa, era famoso por su color. Quedó acribillado por los disparos y durante tres días fue depositado en la Comisaría 50. De allí lo retiró el apoderado de la CGT, Dr. Fernández Torres. Curiosamente, en febrero de 1984 este profesional se haría cargo de la defensa del jefe Montonero Mario Eduardo Firmenich (Clarín y Méndez. Ob. Cit. página 53)
[34] Eran unas quince personas, bastante inexpertas para cumplir esas funciones.
[35] Además de la Itaka, le dispararon con FAL calibre 7,62 NATO y con un revólver Magnum 357. Méndez. Ob. Cit. página 48. Ese libro es el que reúne la información más completa sobre el asesinato.

[36] J. C. Cernadas Lamadrid y Ricardo Halac. “Yo fui testigo”. Editorial Perfil. Página 108. Biblioteca de la CGT.
[37] Cernadas Lamadrid – Halac. Ob. Cit. Página 107.
[38] Ver Capítulo X, de este ejemplar.
[39] Uno de los principales ideólogos de los revolucionarios, el platense Juan José Hernández Arregui, los calificaba de colaboracionistas y definía a las dirigencias obreras de burócratas y reformistas. Ambos vocablos prendieron en el léxico de las izquierdas. La influencia de este intelectual de la izquierda más avanzada, fue notable. Sus trabajos fueron leídos por los teóricos y doctrinarios de las principales bandas, lo que puso de manifiesto cómo la coincidencia entre un proyecto de alcances internacionales como fue la Guerra Revolucionaria y la confección de obras y artículos, podía captar y movilizar a aquellos sectores hacia los que estaban destinados. La propaganda fue inteligente, se realizó a la luz del día, en la superficie y no hubo restricciones ni oposición alguna a los argumentos que se construyeron para justificar la violencia. Debe destacarse el éxito de este proceso que no contó con una sistemática implementación de medios electrónicos de comunicación. Ver Tomo I, Capítulos V, VIII y XI.
[40] Ver Capítulo XVII.

[41] Méndez. Ob. Cit. Página 40. El autor pone en boca de uno de los protagonistas, el relato de la toma de la decisión. Agrega que hubo una discusión y que varios propusieron dejar el asunto para más adelante, motivo por el cual se fue a una votación. Rucci estaba sentenciado.
[42] Ver Tomo I, Capítulos III y X.
[43] Ver Tomo I, Capítulo X.
[44] Ver Tomo I, Capítulos III, IX y X.
[45] Ver Tomo I, Capítulos III, X, XIV y XVII.

[46] Ver Tomo I, Capítulos I, X y XV.
[47] El Descamisado del 22 de junio de 1973 y revista La Semana, de marzo de 1984. Méndez. Ob. Cit. Página 40.
[48] Documentos y diarios de la época; publicaciones de los propios guerrilleros. Méndez. Ob. Cit. Página 41.
[49] Fue amnistiado por el Congreso, el 25 de mayo de 1973. Por su excelente puntería fue designado como uno de los fusileros para el atentado contra Rucci. Fue abatido en la localidad bonaerense de Castelar en 1977. (Clarín) Agosto de 1977. Méndez. Ob. Cit. Página 43. Ver Tomo I, Capítulos XII, XIII, XIV y XVI y en este tomo, Capítulo X.
[50] Ver Tomo I, Capítulo XVI.

[51] Se trata del mismo ex guardiamarina que intentó un levantamien