jueves, agosto 16, 2007

[Red de Catequistas] El Evangelio de hoy y algo más

Miércoles 15 de Agosto del 2007
Ciclo "C": Lecturas - Año Impar | XIX Semana del Tiempo Ordinario
Solemnidad: La Asunción de María | Color: Blanco
Liturgia de las Horas: T. III | III Semana del Salterio Lecturas: Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10 ; Salmo 44


El Evangelio de hoy

Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".

Entonces dijo María:
"Mi alma glorifica al Señor
y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,
porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.


Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.
Santo es su nombre
y su misericordia llega de generación en generación
a los que lo temen.


Ha hecho sentir el poder de su brazo:
dispersó a los de corazón altanero,
destronó a los potentados
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes

y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia,
vino en ayuda de Israel, su siervo,

como lo había prometido a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia,
para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.

Reflexión

En este hermosísimo pasaje, San Lucas nos ha retratado el interior de María Santísima. En él, expresa lo que sentía y pensaba no solo de Dios en sí mismo y su actuación para con su Pueblo, sino la profunda relación que mantenía con él y que es el motor de toda su vida. María se presenta como la Sierva del Señor y es por ello que su alegría más grande está en alabar a Dios y servir a sus hermanos.

Si hoy nuestra sociedad se ha vuelto más egoísta y distante sobre todo de los necesitados, es porque se ha distanciado de Dios, porque no encuentra su alegría en alabarle, porque su relación con él es pobre y fría. Es necesario que volvamos a encender el fuego del amor a Dios en nuestros corazones, que nos demos tiempo en nuestro agitado día para orar, para visitarlo en los sagrarios, para comulgar con más frecuencia, para reconciliarnos sacramentalmente, en fin para crecer en nuestra amistad con el Señor. Solo de esta manera el fuego de Dios en nuestro corazón, como en María, se transformará en caridad.

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús.

Pbro. Ernesto María Caro


La Asunción

"Y apareció en el cielo una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y doce estrellas a su alrededor. Más impresionante que un ejército en orden de batalla".

(Apocalipsis, 12).

Un santo muy antiguo, cuenta así cómo fue la muerte de la Santísima Virgen. Ella murió de amor. Era tanto el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.

Unos catorce años después de la muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado a tantas personas tristes, y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo a la eternidad.

Los apóstoles la amaban como a la más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última bendición. Fueron llegando, y con lágrimas copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían bendecido.

Para cada uno de ellos tuvo palabras de consuelo y de esperanza. Y luego, como quien se duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos, y su alma, mil veces bendita, partió para la eternidad.

La noticia cundió por toda ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a rezar junto a su cadáver, como por la muerte de la propia madre.

Su entierro más parecía una procesión de Pascua que un funeral. Todos cantaban el Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de Jesús.

En el aire se sentían suavísimos aromas, y parecía escuchar cada uno armonías de músicas suaves. Pero Tomás, Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían sepultado a la Santísima Madre.

Pedro -dijo Tomás- no me puedes negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un último beso en esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Y Pedro aceptó.

Se fueron todos hacia su santo sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir, de nuevo suavísimos aromas en el ambiente y armoniosa música en el aire. Abrieron el sepulcro y en vez del cadáver de la Virgen, encontraron solamente... una gran cantidad de flores muy hermosas. Jesucristo había venido, había resucitado a su Madre Santísima y la había llevado al cielo.

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Esto es lo que llamamos Asunción de la Virgen (cuya fiesta se celebra el 15 de agosto).