jueves, agosto 02, 2007

COMUNIÓN EN LA MANO

"Que todos recuerden, en todos los casos, que la tradición secular es

recibir la hostia en la boca. Que el sacerdote celebrante, si existe peligro

de sacrilegio, no dé la comunión en la mano de los fieles y que

les informe las razones por las cuales él actúa así".

Congregación para el Culto Divino - "Notitiae", marzo - abril 1999


COMUNIÓN EN LA MANO:

12 OBJECIONES VÁLIDAS

Es tiempo de hacer todo lo razonablemente

posible y lícito para disuadir la práctica de la Comunión en la mano.


En realidad, hace ya bastante tiempo que hemos comenzado a hacerlo. Es mucho mejor recibir la Santa Comunión en la forma tradicional que recibir la Sagrada Hostia en las manos. Es verdad que en Canadá y en los EE.UU. uno puede, con las debidas precauciones, recibirla "en la mano", pero es mejor recibirla en la boca. Expondremos aquí 12 razones que lo justifican.

1. La legalidad de ambos métodos. Es ley de la Iglesia universal, en el Rito Latino (al que pertenecemos la mayoría de nosotros), que se reciba la Comunión en la forma tradicional. Recibirla en la mano es solamente un "indulto" o concesión que está en vigencia en uno que otro lado, pero que no existe en la mayor parte del mundo. Por ejemplo, se la autorizó por un tiempo en Filipinas, pero luego los obispos cambiaron de parecer y revocaron el permiso. Otra forma de ilustrar este mismo punto es recordar que, en aquellos países en los que la Santa Sede otorgó el indulto para recibir la comunión en la mano, cualquier obispo puede prohibir la práctica. Pero, ningún obispo tiene autoridad para prohibir recibir la comunión en la forma tradicional: en la boca. O sea que, desde el punto de vista de la norma litúrgica, las dos formas están bastante lejos de ser lo mismo. Además, se debe destacar que la legislación pertinente nos "urge y exhorta enfáticamente" a todos a recibir la comunión en la forma tradicional, denominada oficialmente como "la más reverente". Uno podría buscar en vano algún estímulo por parte de la autoridad suprema de la Iglesia para recibir la comunión en la mano. En realidad, del único modo en que se la menciona en documentos oficiales es en forma precautoria. Puede recibirse reverentemente, pero ¡cuidado! En algunos países se ha introducido la práctica habitual de recibirla en la mano.

Esta práctica ha sido solicitada por conferencias episcopales particulares, que han recibido aprobación de la Sede Apostólica. No obstante, se han informado casos de una lamentable falta de respeto hacia las especies eucarísticas, atribuible no sólo a la culpa de las personas sino también a los pastores de la iglesia, quienes no han tenido el celo necesario sobre la actitud de los fieles respecto de la Eucaristía. También sucede que algunas veces no se ha tenido en cuenta la libre opción de los fieles por seguir recibiendo la Eucaristía en la lengua en aquellos lugares en los que se ha autorizado la Comunión en la mano. Por lo tanto, es inevitable mencionar, en el contexto de esta carta, el penoso fenómeno que acabamos de referir. Esto de ninguna forma se aplica a quienes, al recibir a Nuestro Señor Jesucristo en la mano, lo hacen con profunda devoción y reverencia, en aquellos países en que esta práctica ha sido autorizada (Papa Juan Pablo II, Dominicae Coenae, 11). En Memoriale Domini (SS Pablo VI), que otorgó la concesión original, y en la carta a los nuncios que en todos y cada uno de los casos acompañó a ese indulto, la autorización para la comunión en la mano fue resguardada con tantas precauciones que algunos han llegado a la conclusión de que, en realidad, en la gran mayoría de los países en donde parecería ser legal, todavía no está permitida.


La comunión en la mano comenzó a difundirse a principios de la década

de 1960 en los círculos católicos de Holanda. Se trató de un caso de

flagrante desafío y desobediencia a la autoridad eclesiástica y a su ley.


2. Procedencia del uso de
la Comunión en la mano. El origen de la presente práctica de la comunión en la mano en la cristiandad de Occidente puede rastrearse hasta la Revolución Protestante o "Reforma". Algunos dirán que es la reimplementación de una costumbre antiguamente universal y venerable. Nos ocuparemos de este argumento más adelante. Pero aun cuando ése fuera el caso, de que antiguamente hubiera sido una costumbre de la Iglesia Católica, difícilmente pueda considerarse ortodoxa su introducción en el siglo XVI. Más bien, fue una forma de manifestar la negación de la Presencia Real como lo enseñaran Cristo y Su Iglesia y de la autenticidad del Sacerdocio Católico. Es la consecuencia, a nivel litúrgico, de una herejía previa.

Es bien sabido que la comunión en la mano comenzó a difundirse durante el comienzo de la década de 1960 en los círculos católicos de Holanda. Entonces comenzó como un remedo del uso protestante o, lo que parece más probable, como un falso "arqueologismo", esto es, como una idolatría de supuestas costumbres de la Iglesia antigua. Esto implicó un olvido (¡o una negación!) de la verdad y de la evolución de la doctrina de la Eucaristía Católica hacia una forma más clara e inequívoca. Implicó un rechazo de lo que, en realidad, nos había sido legado con la evolución natural de la Liturgia. Se trató de un caso de flagrante desafío y desobediencia a la autoridad eclesiástica y a su ley. El deseo de esta costumbre no procedió de la autoridad suprema de la Iglesia, que se oponía a ella, ni tampoco de las filas de los fieles de Cristo (quienes, por definición, mantienen su fe en el dogma de la transubstanciación) que jamás solicitaron semejante práctica. Más bien, procedió de los cuerpos intermedios de la Iglesia y del "estamento litúrgico" en particular, y de un modo típicamente revolucionario. Cuando llegó el momento de comenzar a presionar para lograr la práctica en América del Norte, no siempre se recurrió a medios honestos. En realidad, se emplearon formas de engaño o, por lo menos, de "desinformación". Es mejor echar un manto de olvido sobre la sordidez de los detalles, pero si alguien cuestionara que las cosas se hicieron de este modo, se puede conseguir una amplia documentación para atestiguarlo. Podemos resumir que el uso de la comunión en la mano surgió, en épocas modernas, de la herejía y la desobediencia. ¿Es esto lo que nos inspira el Espíritu Santo cuando se trata de efectuar algún cambio litúrgico deseado? Bien cabe pensar que es otro espíritu el que estuvo obrando.

3. Las Partículas ... Si analizamos la costumbre de colocar la Sagrada Hostia en la mano del que comulga, inmediatamente nos viene a la mente un dogma de la Iglesia: la presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y perdura mientras permanezcan las especies eucarísticas. Cristo está presente completo e íntegramente en cada una de las especies y en cada uno de sus fragmentos, de modo tal que partir el pan no fragmenta a Cristo. [Nota 205: Cf. Concilio de Trento: DS 1641.] (CCC, 1377). El Catecismo romano lo establece de esta forma: Cristo, completo e íntegramente, está contenido no solamente en cada una de las especies, sino también en cada una de las partículas de ambas especies. Cada uno, afirma San Agustín, recibe a Cristo, el Señor, y a Él completo en cada porción. El no disminuye al ser dado a muchos, sino que se da completo e íntegramente a cada uno ... el cuerpo de Nuestro Señor está contenido completo e íntegra-mente hasta en la más mínima partícula del pan. Por lo tanto, debe tenerse gran reverencia, respeto y cuidado con estas partículas. Puesto que de esto se trata, ¿por qué habríamos de multiplicar el número de personas que manipulan la Sagrada Hostia, algunas de las cuales son torpes, o no ven bien, o no se preocupan, o no saben, etc., etc? Para aquellos que creen con una fe viva, la siguiente pregunta bastaría para poner fin a la práctica de la comunión en la mano: "¿Qué pasa con las Partículas?"

4. ¿Quiénes promueven la comunión en la mano? Quienes pertenecen a la corriente principal del establishment litúrgico (y sus seguidores) y promueven la comunión en la mano son los mismos que, en su mayoría, sienten desagrado, en general, por el culto al Señor en la Santa Eucaristía y, en particular, por la Adoración perpetua. Los liturgistas modernos no se destacan particularmente por otorgar un énfasis firme y merecido a la Presencia Real corporal y personal de Cristo Nuestro Señor en la Santa Comunión. En realidad, inclusive la desalientan. Nuestra atención se centra en la comunidad, dicen. En general, podemos aplicar a los tergiversadores (intencionados o no) de la doctrina y la práctica católicas referidas a la Misa, las palabras de G. K. Chesterton: ellos son culpables "desde la idolatría de lo intermediario hasta el olvido de fin último". Bien, éstos son los que promueven la comunión en la mano. Y son ellos los que tienen aversión y los que desalientan la forma tradicional de recibir la comunión. ¿Por qué?

5. "Comunión en la mano" es un término erróneo. Colocar la Sagrada Hostia en la mano de una persona no es darle la Santa Comunión. El sacramento de la Santa Comunión consiste en comer el Pan de Vida. En realidad, lo que sucede aquí es que cada persona que recibe la Sagrada Hostia en su mano, se está administrando a sí misma la Santa Comunión. Cada persona se constituye en su propio ministro de la Comunión (lo excepcional pasa a ser la regla). De este modo, el ministerio de los sacerdotes (y de los diáconos) o incluso el de los legítimos ministros extraordinarios de la Santa Comunión, queda eclipsado o incluso anulado. Se ha sugerido que esta práctica debería ser rebautizada como "auto-comunión manual ordinaria".

6. La Comunión en la mano es excesivamente informal. ¿Qué clase de alimentos tomamos con las manos? A menudo, en nuestra "cultura", lo hacemos con aquellos alimentos a los que no les prestamos atención. Comemos pochoclo con las manos, al que no prestamos la mínima atención, mientras nuestros ojos están fijos en la pantalla del cine. Nos llevamos a la boca bocados crocantes mientras conversamos. Especialmente con los niños, pero no solamente con ellos, parece bastante necio asociar esto con la Santísima Eucaristía.

7. Por sus frutos ... Debemos ser rigurosamente honestos con nosotros mismos. Esta práctica, ¿ha fortalecido y clarificado realmente nuestra fe en la Presencia Real?

¿Ha producido una mayor devoción a la oración, más amor y más caridad fraterna? ¿Mostramos un mayor temor reverente al tomar el Cuerpo de Nuestro Señor en nuestras manos? Existe por lo menos un fruto que no proviene obviamente de la introducción de esta práctica; y

es un rasgo también de la reforma general más

amplia de la liturgia: se ha dañado la unidad.

Es también opinión del autor que, por lo menos, la comunión en la mano debe compartir la culpa por la pérdida de fe de los católicos en la Presencia Real de Cristo.

8. ¿Fue alguna vez universal? Para demostrar que la Comunión en la mano fue universal alguna vez, suele citarse un texto particular de San Cirilo de Alejandría, en el que explica cómo debemos hacer un trono de nuestras manos para recibir al Rey. Sin embargo, lo que habitualmente no se observa es lo que cualquier patrista confiable podría verificar: que el texto en cuestión es de origen dudoso. En realidad, es más factible que proceda de un obispo X, nestoriano. Además, contamos con los textos de San León Magno, San Gregorio el Grande ... y los de San Basilio, etc.

9. La Última Cena. ¿Recibieron realmente los apóstoles la Comunión en la mano en la Última Cena? En general se supone que sí. Pero aunque así hubiera sido debe tenerse presente que los propios Apóstoles eran sacerdotes o, incluso, obispos. Pero no debemos olvidar la costumbre hospitalaria del Medio Oriente, que se practicaba en tiempos de Jesús y que todavía subsiste: se alimentaba a los propios huéspedes sirviéndoles con la mano, colocando un bocado simbólico en la boca del convidado. Tenemos prueba de esto en las Escrituras: Nuestro Señor embebió un trozo de pan en vino y se lo ofreció a Judas. ¿Colocó el bocado mojado en la mano de Judas? Habría resultado algo engorroso. ¿Acaso no se dirigió a aquél más tarde en el Monte de los Olivos llamándolo "amigo" en el gesto de hospitalidad que hemos mencionado? Y entonces, ¿por qué no haberlo hecho con su Santa Comunión, "dándose a Sí Mismo con Su propia mano?".

10. Consideraciones a partir de las Escrituras. En la Santa Comunión recibimos la Palabra hecha carne. Cuando Ezequiel recibió la palabra de Dios, en forma maravillosa, pero inferior a como la recibimos nosotros, fue así: "Y [el Señor] me dijo: ... 'Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que te digo; no te rebeles como la casa rebelde; abre tu boca, y come de lo que Yo te doy'. Y cuando miré, he aquí que una mano estaba extendida a mí, ¡he aquí!, en ella, un rollo escrito ... Y Él me dijo, 'Hijo de hombre, come lo que te he ofrecido; come este rollo, y ve a hablar a la casa de Israel'. Así que abrí mi boca, y Él me dio a comer el rollo ['Y abrí mi boca, y Él me hizo comer aquel libro' = 97 Vulgata]. Y me dijo, 'Hijo de hombre, come este rollo que te doy y llena tu estómago con él. Entonces lo comí, y en mi boca supo dulce como la miel" (Ez. 2:1,8,9; 3:1-3, RSV). No dice que el profeta extendiera su propia mano, sino que abrió su boca. ¿Y no es esto acaso lo adecuado, puesto que hemos de recibir la palabra como niños pequeños, sea ésta el pan de la doctrina o el Pan bajado del Cielo? En otra parte, en un salmo con evidente profecía, con alusiones a la Eucaristía y que se emplea en el oficio de Corpus Christi, el Señor nos dice: "Yo soy el Señor tu Dios, que te trajo de la tierra de Egipto. Abre bien tu boca que la llenaré ... Pero Yo alimentaré a Israel con el trigo más fino y Yo la llenaré con miel de la roca". Dice "Yo la llenaré", y no "llenadla vosotros mismos". Admitamos que esto no constituye una prueba, pero apunta en una dirección determinada.

11. Verdaderas consideraciones ecuménicas y entre uno y otro rito. Si dirigimos una mirada al mundo católico, a los veintiún ritos de la Iglesia verdadera, debemos preguntar: "Ellos, ¿cómo reciben la Comunión?" Si el autor no está equivocado, difícilmente o jamás reciben la Comunión en la mano. Y en las circunstancias excepcionales en las que lo hacen, o en días especiales, la reciben de una manera muy distinta a la que nosotros lo hacemos, esforzándose en purificar sus manos antes y después de recibir la Comunión. Además, debemos preguntarnos si la propaganda a favor de la comunión en la mano por parte de los liturgistas modernos no resulta profundamente ofensiva para nuestros hermanos católicos de los otros ritos, así como cuando se dice que recibir la Santa Comunión en la forma tradicional es algo "infantil". Y si miramos a aquellos hermanos separados que comparten con nosotros una fe explícita y ortodoxa en la Santa Eucaristía, debemos también preguntarnos:

"Ellos, ¿cómo reciben la Comunión?" Además, ¿puede promover una verdadera unidad cristiana el actual estado de decadencia de nuestra práctica eucarística, debida en gran parte a la comunión en la mano?

12. El Papa y la Madre Teresa de Calcuta. Es bien sabido que el Santo Padre no es un entusiasta de la comunión en la mano. En su Polonia natal, esta costumbre es todavía ilegal, como lo es ciertamente en el plano de la Iglesia Universal. Hasta hace poco, tampoco estaba permitida en la Basílica Vaticana. Todas las religiosas de la Madre Teresa están unidas, tanto por medio de las muchas horas de oración que pasan frente al Santísimo Sacramento, como por su forma de recibir la Santa Comunión: en la boca. Y nunca se ha negado, sino que ha sido implícitamente confirmado, que cuando la Madre Teresa fue interrogada sobre lo que más le preocupaba de este mundo, contestó: "la comunión en la mano."

Conclusión. Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la veneración debida requiere que el Santísimo Sacramento sólo sea tocado por lo que ha sido consagrado. El cristiano, mediante el bautismo, ha sido consagrado para recibir al Señor en la Santa Comunión, pero no para distribuir la Sagrada Hostia a otros ni para tocarla si no hay necesidad. "Tocar las sagradas especies y distribuirlas con sus propias manos es un privilegio del que ha sido ordenado, de quien denota una participación activa en el ministerio de la Eucaristía" (Juan Pablo II, "Dominicae Coenae", 11).

Notas:

1. El Sagrado Concilio de Trento declaró que es de Tradición Apostólica la costumbre de que sea solamente el sacerdote que celebra la Misa quien se administre a sí mismo la Comunión (con sus pro-

pias manos) y que los laicos la reciban de él (ses. 13, c. 8): "En cuanto a la recepción del Sacramento, siempre ha sido la costumbre de la Iglesia de Dios, que los laicos reciban la Comunión de los sacerdotes; pero que los sacerdotes celebrantes se den la comunión a sí mismos; tal costumbre, en cuanto a que ha sido legada por la tradición apostólica, debe, por razón y justicia ser mantenida" (In sacramentale autem sumptione semper in Ecclesia Dei mos fuit, ut laici a Sacerdotibus communionem acciperent; Sacerdotes autem celebrantes seipsos communicarent: qui mos, tamquam ex traditione Apostolica descendens, jure, ac merito retinere debet).

2. El Papa San León Magno (440-461), ya en el s. v, es un testigo inicial de la práctica tradicional. En sus comentarios sobre el capítulo sexto del Evangelio según San Juan se refiere a la comunión en la boca como el uso habitual: "Se recibe en la boca lo que se cree por la fe" ("Hoc enim ore sumiter quod fide creditur", Serm. 91.3). El Papa no habla como si se refiriera a una novedad, sino como de un hecho bien establecido.

3. Cuando hay sacerdote, no se la recibe en la mano. Así, San Basilio (330-379) dice claramente que recibir la comunión en la propia mano debe estar permitido sólo en tiempos de persecución o, como es el caso de los monjes en el desierto, cuando no hay diáconos ni sacerdotes que puedan administrarla. "No hace falta demostrar que no constituye una falta grave que una persona comulgue con la mano en tiempos de persecución, cuando no hay ni sacerdotes ni diáconos " (Carta 93, el énfasis es del autor). El texto implica que, recibir la comunión en la mano en otras circunstancias, a excepción del caso de persecución, constituiría una falta grave. Sería exactamente como si yo dijese, "Faltar a la Misa del domingo no constituye una falta grave si uno debe cuidar a un enfermo". Esto implica que (algo que ya sabemos), cuando no existe esa causa que la excuse, perder la Misa sería una falta grave.


Rev. Fr. Paul J. McDonald - Cura párroco

St. Patrick's Church

123 King Street,

Pt. Colborne, Ontario

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