jueves, agosto 16, 2007

Ecos



Bahía Blanca • República Argentina jueves 16 de Agosto de 2007
EDITORIAL

Ecos

La oratoria de Cristina Fernández de Kirchner, el martes en el Luna Park, fue un ejemplo saludable para las jóvenes generaciones de cómo era la Mujer del Látigo, Eva Duarte, Evita (1918-1952). La imitación fue perfecta, pero solo fue eso: una imitación.
La primera dama habló ante una selecta platea formada por la espesa "nomenklatura" oficial. Nadie entró al estadio sin depositar la tarjeta de invitación repartida sin pudor por José Albistur, de ceremonial de la presidencia, ubicando así a la Casa Rosada al servicio de la campaña electoral. Por esto el Frente de la Victoria tiene pocos locales abiertos: le basta con las oficinas públicas.
Disciplinados, ubicados en la platea para la foto, según una precisa lista venida de arriba, ministros, legisladores, gremialistas, madres de guerrilleros y, al fondo, los piqueteros. Es decir, los jerarcas del régimen estuvieron todos presentes, mientras varias radios privadas armaron una obsecuente cadena nacional para propalar el acto en todo el país.
Al final, la Dama los despidió con un militar: "Subordinación y valor" Su tema fue la "unión nacional" de sindicalistas y empresarios, viejo remoquete peronista, y el "transversalismo". Y el resto es sabido: consignas ululantes en favor de la pareja dinástica, la marcha peronista y abucheos a los radicales, que ni fueron individualizados por las cámaras ni llevaron banderas.
A las 21, los paniaguados se subieron a los colectivos, los jerarcas a las limosinas y todos se fueron sin hacer ruido ni disturbios. El centro porteño volvió a ser de los habituales caminantes.