lunes, septiembre 18, 2006

Capitulo IV de “La Mentira Oficial”: España y Carlotto

Para que las autoridades españolas no sean llevadas al error y al ridículo con la falsía de la fábula elaborada y repetida hasta el cansancio, publicamos el capítulo IV del libro “La Mentira Oficial” (El setentismo como política de Estado).



Remanentes del terrorismo de la década del 70 que libraron una guerra revolucionaria contra en pueblo argentino con resultado adverso para sus siniestras intenciones, pretenden hoy engañar a España pidiendo el otorgamiento de un premio internacional, el Príncipe de Asturias para la señora Estela Barnes de Carlotto, una frustrada abuela de Plaza de Mayo que confunde al mundo con su imaginario discurso y para lo cual goza y utiliza generosamente el “aparatik” comunista de aquí, de España y también del resto del mundo.

Para que las autoridades españolas no sean llevadas al error y al ridículo con la falsía de la fábula elaborada y repetida hasta el cansancio, transcribimos al pie el capítulo que desentraña esta falacia del libro “La Mentira Oficial”, (El setentismo como política de Estado), de reciente aparición en Buenos Aires, por el abogado, escritor y periodista Nicolás Márquez, también autor de la “La otra parte de la verdad” de singular éxito editorial.

Quienes quieran dirigirse por carta o mail al Comité de Selección del Premio Príncipe de Asturias pueden hacerlo a la siguiente dirección:

Comité de Selección del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia

info@fpa.es

Los interesados en conseguir el libro mencionado, pueden recurrir a las librerías del centro de la ciudad, pues se halla en distribución o solicitar mayores informes al autor, cuyo correo es: lamentiraoficial@yahoo.com.ar

Un envío de GM

CAPITULO IV

MITO SEIS

Desvaríos de la nonna

El inexistente “plan sistemático de apropiación de menores”

Otro de los iconográficos mitos del setentismo, consiste en hacer creer que la “dictadura genocida” dedicó parte de su malicia a instalar un “plan sistemático de robo de menores” y que dentro de tan macabro propósito “fueron robados 500 niños”. Episodio y cifras que no poseen respaldo argumental ni documental alguno pero que, al igual que tantos otros embustes y desmanejos numéricos, han sido instalados rabiosamente como eslogan propagandístico.

Si bien esta temática ya ha sido tratada in extenso en otro trabajo (ver el libro “La otra porte de la Verdad” del autor), consideramos oportuno abordar y aportar aspectos complementarios de suma importancia sobre esta grotesca quimera.

Primeramente vale aclarar que, el órgano de superficie propulsor de este dislate es la diminuta pero poderosa célula conocida como Abuelas de Plaza de Mayo, la cual desde su inicio tuvo como principal dirigente a la Sra. Chorobik de Mariani, cuyo hijo “había sido muerto por el ejército en un verdadero combate campal en la ciudad de La Plata en 1977, en una casa que ocupaba con su mujer, Diana Teruggi. Ambos eran miembros de la guerrilla Montonera -en la que según dicen, se llegó a utilizar armamento pesado-, no se encontró a la niña entre los restos de la casa. El matrimonio murió con las armas en la mano”.(48)

También desde su origen, dicho grupo estuvo integrado por la multimediática Estela de Carlotto (también madre de dos hijas integrantes de la banda terrorista Montoneros), quien sin alternancia, ni rotación y de manera perpetua (fiel al estilo y tradición castro-comunista), preside ininterrumpidamente desde 1989 la mencionada organización.

Una de las hijas de Carlotto, llamada Laura y de nombre de guerra Rita, murió en la guerra y la otra, de nombre Susana Estela (también montonera pero que sobrevivió en la contienda), por entonces, contrajo matrimonio con Jorge Falcone, oficial montonero, mano derecha de Firmenich y hermano de la montonera Claudia Falcone (protagonista del episodio distorsionadamente conocido como La noche de los lápices). (49)

En cuanto al mito del “plan sistemático”, promocionado por Carlotto y compañía, se apoya fundamentalmente en que “las abuelas” afirman haber “recuperado” (al momento de escribir estas líneas) ochenta y tres niños (los cuales hoy ya son jóvenes cuyas edades oscilan en derredor de los 30 años) y que dicha “proyección” (según fantasean las “Abuelas”) ascendería “a 500 casos”.

¿Y como llegan las “Abuelas” a la cifra de 83 “recuperaciones”?

Pues cuando las fuerzas legales durante la guerra antiterrorista efectuaban operativos y los guerrilleros eran detenidos o abatidos, en muchas circunstancias (y con motivo de la actividad delictiva de sus padres) quedaban sus niños en situación de orfandad o total desolación. Pero como los terroristas poseían nombre de guerra, documentación falsa y se mudaban permanentemente de casa, barrio, ciudad o provincia, con frecuencia era muy difícil identificar a los abuelos o parientes cercanos de las desdichadas criaturas. Por ende, la acción de las fuerzas legales ante el desamparo de los menores se efectuaba en el siguiente orden:

1) Entregarlo a la familia (abuelos, tíos, etc.) si había conocimiento de su existencia y localización fehaciente.

2) Si no se tenían datos acerca de parientes y consanguíneos, el menor era llevado entonces a disposición del juez de la jurisdicción correspondiente o autoridad competente, quien seguidamente lo derivaba a la Casa Cuna o institución pertinente.

Vale decir, en la medida en que el estado de guerra civil lo permitía, en el tema de marras se actuaba dentro del principio de racionabilidad y legalidad (tal el caso de la orden de operaciones del comandante de la zona I o la orden emanada del Ministerio del Interior a la Policía Federal cuya autenticidad fueron avaladas por la fiscalía en la Causa 13). De este modo, se llevaron adelante 227 devoluciones de menores desamparados a familiares o autoridades pertinentes, lo que demuestra que por parte de las fuerzas legales, el único “plan sistemático” que hubo fue la devolución conforme a derecho. (50)

Posteriormente, muchas de estas criaturas, una vez destinadas y alojadas en instituciones oficiales, eran adoptadas (cumpliendo con las normativas al efecto) por diferentes familias o matrimonios que le brindaron su amor y educación, tal como suele ocurrir en la actualidad con menores en situación de adopción.

Pero ocurre que las Abuelas de Plaza de Mayo, posteriormente, se dedicaron a efectuar una labor de rastreo (tras muchos años y con el auxilio estatal) consistente en tratar de contactar algún pariente biológico de esos menores (hoy adultos). De esta manera, lograron en ciertos casos conectar, por ejemplo, a determinados jóvenes con algún tío, abuelo o pariente de cualquier grado. Una vez localizado efectivamente el vínculo, se produce el televisado encuentro, y las “abuelas” salen con “bombos y platillos” a arengar “recuperamos al número X”.

Hasta aquí, la labor comunitaria de Abuelas de Plaza de Mayo, lejos de ser criticable, es total y absolutamente encomiable. Similar servicio a la comunidad llevaba adelante el conductor televisivo Franco Bagnato (hoy radicado en Miami), en su exitoso ciclo televisivo Gente que busca gente, en el cual se intentaba reencontrar familiares que por diversos motivos se habían distanciado o perdido el rastro durante años.

Sin embargo, es dable efectuar la siguiente aclaración: de los casos “recuperados” por las “abuelas”, la mayoría absoluta de ellos no sólo no obedecen a “robo” ni “plan sistemático” alguno, sino que ni siquiera forman parte de las adopciones legales.

Efectivamente, de esas “83 recuperaciones”, las “abuelas” meten en la bolsa circunstancias que por muchas veces rayan en lo tragicómico.

En efecto, cuando todavía la cifra de “recuperados” rondaba en los sesenta y seis casos, las abuelas publicaron un libro titulado Niños desaparecidos, jóvenes localizados en la Argentina desde 1976 a 1999 (edición de diciembre de 1999) en el cual, detallan caso por caso los sesenta y seis episodios a través de los cuales arriban a esa cifra.

Y del trabajo de marras, involuntariamente las “abuelas” dan a conocer no sólo que el “plan sistemático de robo” no existió sino que, a efectos de abultar las cifras, colocan a “la marchanta” cualquier cosa que eventualmente les resulte funcional a la sumatoria de coeficientes.

Ahora bien, de esos sesenta y seis casos contabilizados por las “abuelas” (y según consta en el libro de su propia autoría), 29 son niños devueltos por las fuerzas legales a sus familiares o entregados a la Justicia de Menores (no hay “robo” alguno ni “recuperación”), 6 son casos de niños apropiados ilegalmente por otros integrantes de las bandas terroristas o vecinos (en este caso hay “robo” pero cometido por los terroristas o terceros), 11 son niños desamparados que estuvieron incomunicados como producto de situaciones anormales por causas totalmente ajenas a la guerra civil (tampoco existe “robo”); 6 corresponden a cuerpos NN identificados de mujeres embarazadas al morir en tiroteos en donde obviamente tampoco hay “robo” ni “recuperación” (y parece ser que afortunadamente y contrariando su ideología, en este ítem las “abuelas” se muestran ad hoc a favor de considerar a la persona desde el momento de su concepción); 2 corresponden al caso de niños accidentalmente muertos en un mismo tiroteo o enfrentamiento de sus padres y otros guerrilleros con las fuerzas legales (tampoco hay “robo” ni “recuperación” y los lamentables accidentes son producto de la irresponsabilidad delictual de sus padres al exponer a los niños en medio de los enfrentamientos) y 12 casos más, que son los únicos episodios puntuales de niños comprobadamente apropiados de modo ilegal (de los cuales en solo dos de ellos hubo repudiable participación de algún miembro de las FFAA.).

Con este heterodoxo modus operandi consistente en rejuntar y acumular casos a todo propósito y hasta fuera de propósito, se completó así la cifra de sesenta y seis “niños recuperados” difundida por las “abuelas” en su propio libro, el cual, siguiendo con la misma metodología inclusiva de lo que venga, siete años después el número asciende hoy a 83 (o sea, 17 casos más’ en donde tampoco hubo “plan sistemático” alguno).

Va de suyo que la reducida cantidad de menores en los que hubo algún deleznable ilícito imputable a miembros de las FFAA. (dos casos) no puede ser indicio de ningún “plan sistemático”, en una guerra que duró diez años con unos 8.400 abatidos y desaparecidos por parte de la guerrilla y con al menos 227 devoluciones comprobadas de criaturas en situación de desamparo.

Para más datos, vale mencionar que dentro de esta tarea investigativa “privada” efectuada por las “abuelas”, de haber habido “plan sistemático con 500 robos de niños” tendría que haber quinientas condenas a cada “apropiador ilegal”, o al menos ochenta y tres, tal los casos “recuperados” por las “abuelas”.

Sin embargo y como es de público conocimiento, la mayoría absoluta de las “recuperaciones” ni siquiera fueron denunciadas ante la justicia. ¿Y porqué no se efectuaron las denuncias?, pues porque no hay delito que denunciar.

A pesar de ello, con insistencia y violando el principio jurídico y constitucional del ne bis in ídem (nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo hecho), de tanto en tanto se rearman y fabrican imputaciones y causas por el mentado “plan sistemático” (sin que jamás se llegue a condena alguna) a los miembros de la ex junta militar o jerarquías inferiores, lo cual resulta tan ilegal como absurdo, puesto que la misma Justicia ya se ha expedido al respecto, determinando la inexistencia de tal “plan sistemático”. Tanto es así que, durante el juicio a la junta militar en 1985, respecto al tema en cuestión el tribunal alfonsinista determinó:

“Como se viera, del catálogo de delitos que el Tribunal consideró integraban el sistema, se han excluido: la sustracción de menores, la extorsión, el plagio y la usurpación. Ello implica la no atribuibilidad de tales ilícitos. “(51)

La nonna Carlotto

Aunque polémica y tardíamente, es de celebrarse que Estela de Carlotto en la actualidad se dedique a defender y difundir los “derechos humanos” que no supo inculcarle a sus dos hijas, en cuanto a su presunto rol de “abuela” perjudicada, el tema no parece ser tan claro.

Pues afirma Carlotto que su hija Laura, estando detenida en supuesto estado de preñez, dio a luz una criatura que, en vez de ser entregada a sus ascendientes consanguíneos en segundo grado, fue irregularmente trasladada a manos de otra familia. Esto no es más que una frágil hipótesis esbozada por la propia Carlotto, ya que no se conoce constancia fehaciente de que su hija muerta en la guerra haya estado embarazada alguna vez.

En efecto, a fines de 1977, Carlotto denunció la desaparición de su hija, sin mencionar ningún estado de embarazo según consta en el Legajo CONADEP, número 2085. Por entonces, con motivo de la profusa amistad que frecuentaba Carlotto con Marta Bignone (hermana del Grl. Reynaldo Bignone y a quien había conocido como compañera de trabajo en el área de la docencia), aprovechando sus aceitados contactos con las cúpulas castrenses, Carlotto se entrevistó en 1977 con Bignone (entonces secretario general del Ejército) y, posteriormente, le fue entregado el cuerpo de su hija, sin que ninguna autopsia determinara jamás el estado de embarazo.

Tan insustancial resultan los fundamentos de Carlotto (quien tiene el cuerpo de su hija y con una mera autopsia ad hoc quedaría dilucidado el enigma), que en reportaje publicado en la revista dominical del diario La Nación, la periodista le pegunta: “¿Está segura de que su nieto nació?” y Carlotto en lugar de contestar en función del rigor científico vagarosamente respondió: “Un chico que cumplía el servicio militar y que hoy es testigo la custodió hasta la sala de partos. Luego le quitaron al hijo y Laura vivió dos meses más”. Seguidamente la periodista le pregunta: “¿Cómo dio con su hija desaparecida?” “E. Carlotto: Mediante una carta anónima supimos que estaba viva y embarazada. Nueve meses después nos citaron en una comisaría para que reconociéramos el cadáver de Laura”. (52)

A esta respuesta tan poco consistente, otro aspecto por demás sugestivo lo hallamos en el extraño hecho de que la incorporación de Carlotto a las Abuelas de Plaza de Mayo posee una profusa curiosidad: mucho antes de haber recibido esa supuesta noticia anónima informando que su hija presumiblemente habría estado embarazada, Carlotto ya integraba el grupo Abuelas de Plaza de Mayo. ¿En carácter de que integraba ese grupo si no sólo no era “abuela”, sino que tampoco había obtenido siquiera rumores de tal cosa? En efecto, durante uno de los llamados “juicios por la verdad”, el 17 de marzo de 2004 en La Plata, la misma Carlotto confesó: “Yo ya estaba trabajando incorporada a las Abuelas de Plaza de Mayo, ya fundadora desde Octubre del 77”. (53)

Sin embargo, el rumor de que su hija pudiera estar embarazada surge con posterioridad a dicha militancia en el grupo, pues prosigue Carlotto en ese mismo testimonio alegando que recibe la mentada información “en abril del 78 (seis meses después de estar militando en “abuelas”) cuando se acercó hasta la fábrica, hasta el negocio de mi esposo, una señora vecina de apellido Campos que había compartido con Laura el secuestro , Laura le pidió que fuera a ver a su papá para decirle que estaba bien, que estaba esperando un bebé en un embarazo de seis meses, que iba a nacer en junio del 78”.(54)

(¿No había dicho en reportaje trascrito arriba que la información recibida era anónima?)

O sea Carlotto militaba en Abuelas de Plaza de Mayo desde octubre del 77 y recién en abril del 78 se entera de la eventual posibilidad de que ella también puede ser “abuela”. ¿Acaso por la naturaleza del grupo en que militaba Carlotto necesitaba tener un “nieto” para ascender en jerarquía dentro de la organización?, ¿se sentía disminuida respecto del resto de las militantes y precisó fabricar un rol apócrifo?, ¿o esto solo obedeció a una mera casualidad? No lo sabemos, por lo pronto saque conclusiones el lector.

Al mismo tiempo, surge otro aspecto confuso en e l tema en cuestión. Si tal como lo afirma Carlotto la criatura iba “a nacer en junio”, por ende el coito ocasionador del embarazo se llevó a cabo en el mes de septiembre del año anterior (1977), precisamente el mes anterior de que Carlotto se incorporara al staff de las “abuelas”.

¿Se enteró antes que su hija del embarazo entonces?

Otro dato por demás interesante, es que Carlotto mantuvo contacto con su hija (quien estaba en la clandestinidad pero no detenida) por lo menos hasta el 16 de noviembre de 1977 (jamás su hija en esos contactos le manifestó la halagüeña noticia de estar con más de dos meses de embarazo). En efecto, relata Carlotto: “Ella vivía con su compañero y a mí me llamaba por teléfono, cada semana o por lo menos cada 10 días y me enviaba una carta también, fechada el mismo día que me llamaba por teléfono para contarme como estaba. La última carta que recibí de Laura fue fechada el 16 de noviembre del 77 Y el último llamado fue ese mismo día también a la Escuela 43 donde yo ejercía la docencia. Luego el silencio, no hubo más cartas, no hubo más llamados”. (55)

A estas declaraciones de Estela de Carlotto (tan confusas en cuanto a fechas), se le suman los testimonios expuestos ante el juez Bagnasco, quien también desarrolla el caso “Carlotto” con pruebas absolutamente insuficientes o inexistentes, excepto por el relato de dos testigos que habrían también estado detenidos (la Sra. Alcira Ríos y su marido Luis Córdoba), quienes dicen haber visto a Laura Carlotto un mes después del presunto parto (ya que estos llegaron al lugar de prisión un mes después del hipotético episodio) y según ellos, la misma Laura les habría comentado haber tenido un hijo. O sea, no son testigos de embarazo ni parto alguno, sino que solo repiten palabras no verificadas de una persona confirmadamente muerta.

Pero para potenciar el desconcierto, sendos testigos dicen en el mismo texto que cuando conocieron a Laura, esta les manifestó que había sido detenida aproximadamente en el mes de octubre de 1977. Lo cual no es cierto, pues hasta Estela de Carlotto confirma su última comunicación con su hija el 16 de noviembre, y el juez Bagnasco estima la detención el 26 de noviembre (10 días después de la última comunicación). Por ende, tenemos una diferencia de casi dos meses y, además, de haber sido así y haber existido el embarazo, el estado de preñez hubiese durado al menos diez meses y medio, lo que obviamente es inviable.

Ante el altísimo margen de duda sobre la condición de “abuela” de Carlotto, “el abogado Emilio Guillermo Federico Nazar, especialista en derechos humanos y director del diario Pregón de La Plata, indicó que ‘la justicia debería demostrar si el nieto de Estela de Carlotto existe o es una mentira ‘. De esta manera, Nazar hizo referencia a la presentación, que en 2001, había efectuado ante la Unidad Funcional de Instrucción Nº 3 de Dolores, para que esta se expidiese sobre la existencia o no del nieto de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, quien aún no ha recibido ninguna respuesta efectiva. [... ]

Nazar acusó a Carlotto de llevar adelante una lucha que, según sus propias palabras, ‘no le corresponde’. Asimismo hizo mención a que, ‘de comprobarse la inexistencia de su nieto nacido en cautiverio, las reuniones mantenidas en el Vaticano con el Papa y su candidatura a la obtención del Premio Nóbel de la Paz, quedarían injustificadas’ “.(56) Como reza el viejo adagio, la carga de la prueba recae sobre aquel que afirma la existencia de un hecho. En el caso de marras, las “abuelas” se aferran a tres aristas:

1) Que hubo un “plan sistemático de robo de menores”.

2) Que dentro de este plan se “robaron quinientos niños”.

3) Que dentro de esos quinientos niños se encontraría un supuesto nieto de Carlotto.

Al día de la fecha, Carlotto y sus adláteres no han podido demostrar ninguna de las tres cosas. En cuanto al primer y segundo punto, ya la justicia se ha expedido en sentido contrario. Falta dilucidar en forma plena el tercer enigma (si es que no lo está ya dilucidado por la lógica y el sentido común).

Los verdaderos culpables del drama de los niños

En rigor de verdad, toda la triste problemática y secuelas conexas tienen por causa-fuente la irresponsabilidad e insensibilidad en cuanto al manejo, apropiación ilegal y exposición que de sus hijos hacían los mismos terroristas subversivos durante el fragor de la guerra por ellos desatada.

En efecto, los mismos protagonistas reconocen estas y otras circunstancias, tal como lo relata la guerrillera Marcela Durrieu (devenida luego en funcionaria menemista y pareja del dirigente Fernando Galmarini): “Todos te decían que cuando tenías que escapar o dejas a tu hija a salvo en un lado o te la llevas con vos. Es un dilema de hierro que no se puede resolver. Yo llevé a mi hija a todos lados. Tuve suerte y zafamos -recuerda jornadas en las que robaba para comer o le daba explicaciones absurdas a su hija de por qué dejaban un auto robado en la calle-: ‘Lo dejamos Malena porque después vamos o tener otro mejor’ -le decía”. (57)

Para advertir el grado de irracionalidad de las terroristas, Durrieu explica: A la noche, poníamos la cunita de Malena y las armas al lado (en lo primero que pensábamos era en cómo salir corriendo con un bebé en brazos). Habíamos hecho una ruta para escapar para la Panamericana”. (58) La colocación de los niños en situación de riesgo grave era permanente y al respecto confiesa la guerrillera Susana Sanz: “Todavía recuerdo cómo yo trasladé materiales debajo de mi panza con ocho meses de embarazo. Al mes del parto, yo estaba militando de nuevo”. (59)

Como si estas felonías fueran insuficientes, muchas veces los integrantes de la guerrilla utilizaban como escudos a sus hijos, tal como lo ha reconocido la guerrillera Miriam Trilleltesky, quien ante la pregunta de una periodista:

“¿Hubo oportunidades en que utilizaron niños para cubrir actos de terrorismo?”, respondió: “Se los utilizaban para ir a citas, para hacer tareas, se los llevaba a citas como cubierta”. (60) Pero el grado de inseguridad al que los terroristas sometían a sus niños, no se limitaba al lapso del combate o enfrentamiento, sino a todo el modus vivendi. La citada montonera Alicia Pierini expresa:

“Yo era militante montonera, además mamá de dos nenas chicas. Mariela nació en el 67 y Bárbara en el 68. Tuve ocho años de clandestinidad viviendo en casas compartimentadas, con contraseguimiento de ida y de regreso del colegio.

Viviana Corbato: -¿Qué es una casa compartimentada? ¿Cómo es un contraseguimiento?

Pierini: -Compartimentación quiere decir que pocas personas o casi ningún saben donde vivís

Una compartimentación podía ser de dos modelos, una más blanda y otra más rigurosa. Una compartimentación más blanda es aquella en la que tus hijos saben volver a la casa por sus propios medios. Tu hogar está solamente compartimentado para los ámbitos políticos, organizativos, para los otros militares. Mis hijas iban y venían del colegio. Tuvimos otras casas más rigurosamente compartimentadas. Ni siquiera nuestra familia sabía. La gente venía a visitamos tabicada por ejemplo, cuando mi suegra (la mamá de Ernesto Jauretche, mi compañero de entonces) venía a vernos, primero se la llevaba a dar vueltas en auto y se le pedía que mantuviera cerrados los ojos, antes de llegar, para que nunca pudiera reconocer la casa.

También, si se compraban facturas o masas en la panadería se sacaba el papel de envolver con la dirección. Teníamos fundas para los sifones. A los almanaques, también se les cortaba la propaganda del almacenero vecino. El visitante no debía tener el menor indicio de dónde estaba. Así viví durante ocho años “(61)

Cuenta Gorbato: “Alicia Pierini desde muy joven tuvo que combinar las mamaderas con los ‘embutes’ (dispositivos especiales para llevar documentos, armas o plata)”(62)

Complementariamente, el ya citado oficial montonero, Jorge Falcone, relata que durante la guerra “hacía tres días que personal de fuerzas de seguridad estaba preguntando por nosotros. Era a .fines del 77 y respondiendo a la estrategia que la organización Montoneros había trazado exitosamente, nos mudamos a barrios fabriles.

Allí rescato a mi hija recién nacida y a mi esposa Susana Estela de Carlotto, hija de la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo”. (63)

Otro dato clave que se suma a la confusión generada era precisamente la desembozada práctica de tener hijos (con la misma frialdad de un coleccionista de estampillas) a efectos de “fabricar guerrilleros” y agigantar así la “familia revolucionaria”, pues “La tasa de natalidad creció, notablemente, entre las militantes con la primavera democrática de mayo a junio del 73 y volvió a pegar otro salto en el 76 y 77.

Este particular instinto de supervivencia explica por que muchas mujeres tenían hijos pequeñitos o estaban embarazadas en el momento de ser ‘chupadas’ (64)

Esta práctica irresponsable es defendida como estrategia de guerra por Mario Firmenich, quien sostiene: “Han pasado los tiempos en que se pensaba que era correcto evitar tener hijos. Si hace treinta años los vietnamitas hubieran pensado de esa manera, no habrían tenido a nadie para ganar la guerra. Los hijos son nuestra retaguardia”. (65)

El “plan sistemático de robo de menores” de la guerrilla

Visto y considerando que por parte de las fuerzas legales el único “plan sistemático” fue el de la devolución del menor conforme a derecho, no podemos decir lo mismo respecto del actuar de las bandas terroristas, quienes pergeñaron un “plan sistemático de robo” de hijos pertenecientes a sus camaradas caídos. En efecto, dentro de las propias organizaciones terroristas, además de una política de adoctrinamiento revolucionario para con las criaturas existía la “apropiación sistemática de menores”, consistente en quedarse con la criatura y no devolver el niño a su familia biológica.

Así lo confiesa, por ejemplo, la guerrillera Susana Sanz: “La organización sostenía que ante la baja de unos de nosotros el hijo debía ser criado por otro compañero. Eso tenía un fin predeterminado. Ese chico debía crecer en la moral revolucionaria, con la moral revolucionaria de una familia revolucionaria. Eso era Lo que pensábamos nosotros, la organización”. (66)

Confirmando este testimonio, Ernesto Jauretche (oficial montonero) admite: “Había una tendencia en el movimiento en su conjunto de rescatar a los hijos y ver cómo se podía, No siquiera entregados a sus familias. Había una concepción muy ortodoxa de que si la familia no contaba con la simpatía de la organización, tampoco le entregaban a su hijo”. (67)

Cuenta la guerrillera Susana Sanz (cuadro de superficie de Montoneros): “A los hijos de los compañeros los sentíamos como hijos propios, era una gran responsabilidad colectiva pero visto desde hoy los chicos corrían muchos riesgos “. (68)

La guerrillera Alicia Pierini (quien luego cobrara un sueldo como secretaria de Derechos Humanos) despersonalizando las tutorías y paternidades naturales explica: “Los hijos eran un poco los hijos de la organización, Era una especie de ‘padrinazgo’ “. (69)

Complementariamente, cuenta Jorge Rachid (ex secretario de Prensa y Difusión de Menem y militante en los 70): “Paco (Urondo) y Alicia viven juntos y tienen una hija. Pero al poco tiempo los dos son asesinados en Mendoza. La nena se salva. Se llama Angelita. Rachid cuenta que su ex suegra trae a Angelita para Buenos Aires. Pero aquí la otra hija de Paco Urondo “reclama la nena para la organización. Se produce un episodio que hace que mi cuñado me llame por teléfono a Neuquén pidiéndome por favor que viniera porque la organización le quería sacar a la nena para que no se criara en un hogar burgués. Estamos todos muy enfermos.

Acabamos de recuperar la nena. La mamá está muerta .La nena está con la abuela y viene este apriete, Es de locos”(70)

Como conclusión, de existir el supuesto nieto de Estela de Carlotto, probablemente sería mucho más fructífero que la interesada en cuestión, en lugar de buscar vanamente en los ambientes castrenses, indague a los miembros de las bandas terroristas a efectos de conseguir más y mejores datos al respecto, ya que tras treinta años de exhaustiva búsqueda, generosos apoyos económicos y auxilios estatales, los resultados propios no han sido los mejores.

(48) Rojas, Guillermo ob. Cit supra, nota 13. p. 294

(49) Márquez Nicolás. La otra parte de la verdad. La respuesta a los que han ocultado y deformado la verdad histórica sobre la década del 70 y el terrorismo.

(50) El listado completo de las devoluciones puede verse en el libro: La otra parte de la verdad.

(51) Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Criterios en el tratamiento de las cosas, punto 4, p. 309

(52) Entrevista de abril de 2003 publicada luego en la Revista dominical del diario La Nación.

(53) Barnes de Carlotto, Estela. Juicio por la verdad. La Plata, 17 de marzo de 2004.

(54) Ídem.

(55) El texto completo del relato de Carlotto puede leerse en

http://www.nuncamas.org/testimon/carlottoest_20040317.htm

(56) Cable de la Agencia Nova, del 13 de mayo de 2004.

(57) Gorbato, Viviana ob. Cit. Supra, nota 11. p.114

(58) Ibidem p. 116

(59) Ibidem p. 127

(60) Diario Córdoba. Argentina, 23 de marzo de 1976. Citado en García Montaño, Diego, Responsabilidad compartida. (Buenos aires, Ediciones El copista. 2003, p. 134).

(61) Gorbato Viviana, ob. Cit. Supra. Nota 11. p.117.

(62) Ibidem p. 118.

(63) Ibidem p. 100.

(64) Roldan, Roberto. “Pareja, Monogamia y Fidelidad”, El Porteño. Argentina, abril de 1988. Citado en Gorbato, Viviana. Montoneros. Soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde? 2º ed. (Buenos Aires, Sudamericana, 1999, p. 125).

(65) Gorbato Viviana. Ob. Cit. Supra, nota 11. p. 123.

(66) Ibidem p. 128.

(67) Jauretche, Ernesto. Violencia y política en los 70. No dejes que te la cuenten. Buenos Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 1997, p. 268

(68) Gorbato, Viviana. Ob. Cit. supra, nota 11. p. 126

(69) Ibidem. P. 120.

(70) Ibidem. P. 131.

(71) Varela, Florencio. “Una dolorosa verdad, con memoria y sin rencores”, La Nueva Provincia. Argentina, 24 de diciembre de 2005.

“LA MENTIRA OFICIAL”

El setentismo como la política de Estado

De Nicolás Márquez

Primera Edición, Mar del Plata - 2006-

Páginas 243 a 251

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11/09/2006