jueves, octubre 18, 2012

Una vez más, Santa Teresa de Jesús - ReL

 

Una vez más, Santa Teresa de Jesús

Necesitamos volver a Teresa de Jesús, a su espiritualidad y a sus escritos. Ahí aprendemos y saboreamos la sabiduría eterna de Dios, manifestada en el tiempo, en la carne, en la humanidad sacratísima del Hijo único de Dios


Actualizado 17 octubre 2012  
Estamos en pleno Sínodo universal de los Obispos, sobre la «transmisión de la fe», la Nueva Evangelización. Se ha comenzado ya el «Año de la Fe» y, ocho días después de su inicio, hemos celebrado la fiesta de Santa Teresa de Jesús, doctora universal de la Iglesia, copatrona de España.

He dedicado cuatro artículos a la Santa. Pero, una y otra vez no puedo dejar de decir en los tiempos que vivimos que necesitamos volver a Santa Teresa de Jesús, «arroyo que lleva a la fuente» de agua viva, que sacia el corazón sediento del hombre, sediento de Dios vivo. Ella es «resplandor» que conduce a la Luz; y su Luz es Cristo, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (Jn.1), Maestro de sabiduría y Libro vivo en el que Teresa aprendió las verdades que le condujeron a las cimas más altas de humanidad, el único en el que podemos aprender la verdad de Dios y del hombre, que nos hace libres, así como la grandeza de la vocación a la que hemos sido llamados.

Necesitamos volver a Teresa de Jesús, a su espiritualidad y a sus escritos. Ahí aprendemos y saboreamos la sabiduría eterna de Dios, manifestada en el tiempo, en la carne, en la humanidad sacratísima del Hijo único de Dios, Jesucristo, único de la Iglesia, único camino de Dios al hombre y del hombre a Dios, camino único del hombre a cada hombre. Necesitamos volver a Santa Teresa hoy más que nunca, en este mundo de eclipse de lo divino, de pérdida del sentido de trascendencia y de quiebra de lo humano. Lo necesitan, sobre todo, los jóvenes, hambrientos –aunque parezca otra cosa– de Dios, de trascendencia en sus vidas, y de testigos de esa trascendencia, y de nada tan necesitados como de Dios. Porque tienen sed de vida, de amor, de esperanza, de felicidad, de luz, de horizontes, de plenitud, que sólo en Dios se halla. Sólo Él es la Vida y fuente de la Vida. Sólo Él es el Amor que hace renacer constantemente la esperanza firme, más allá de todo lo que produce hastío, decepción, escepticismo, desconfianza, desamor y mentira.

Necesitamos seguir los pasos de la Santa Andariega de Ávila, de Teresa de Jesús, para descubrir al «Jesús de Teresa», del que tan necesitados estamos todos los hombres, porque Él es nuestro Redentor, que tiene palabras de vida eterna, y cura nuestras heridas con el bálsamo de su amor y misericordia sin límite. Nuestra Santa universal, Doctora y Maestra de toda la Iglesia, no tuvo otro vivir que Cristo, porque supo apropiarse la riqueza de la Iglesia, la única que tiene, que no es otra que Jesucristo, y a Él, como tesoro o riqueza escondida, entregó su persona entera. Seguir los pasos de la Santa Andariega entraña vivir con radicalidad el seguimiento de Cristo, que, como vemos en la escena «del joven rico» lo pide todo, porque primero y después, siempre, nos lo da todo, se nos da Él, en quien tenemos todo.

No puedo menos que traer aquí un texto del Papa Benedicto XVI en su Mensaje con ocasión del 450º aniversario del primer convento fundado por la santa, San José, de Ávila, que dice así: «A esta fidelidad y radicalidad nos invita hoy esta hija tan ilustre de la diócesis de Ávila. Acogiendo su hermoso legado, en esta hora de la historia, el Papa convoca a todos los miembros de esa Iglesia particular, pero de manera entrañable a los jóvenes, a tomar en serio la común vocación a la santidad. Siguiendo las huellas de Teresa de Jesús, permitidme que diga a quienes tienen el futuro por delante: aspirad también vosotros a ser totalmente de Jesús, sólo de Jesús y siempre de Jesús. No temáis decirle a nuestro Señor, como ella: «Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?». Y a Él le pido que sepáis también responder a sus llamadas iluminados por la gracia divina, con «determinada determinación», para ofrecer «lo poquito» que haya en vosotros, confiando en que Dios nunca abandona a quienes lo dejan todo por su gloria».

Por esto mismo, me dirijo a la propia Santa universal, de Ávila, con una confianza total en su fuerza intercesora –alguien dijo que lo que se le confía a la Santa, «nunca falla»–: «Santa Teresa, modelo de juventud, que tanto atraes a los jóvenes, que tanta fuerza de vida tienes, que tan grande humanidad nos muestras, tan amplios horizontes nos abres y tantos caminos andas siguiendo la senda que tiene su meta cierta, te encomiendo a los jóvenes, todos, pero particularmente a los de España, que tanto necesitan de una luz como la tuya y de horizontes y caminos que conduzcan a puerto donde se recobran fuerzas y coraje para proseguir con esperanza la “aventura”, a veces dura, para ellos dura, de la vida.

Los jóvenes necesitan a Cristo, Camino, Verdad y Vida. Enséñales este Camino, enséñanos a mostrarles a Cristo. Él siempre recordado Papa Juan Pablo II dijo cuando vino por primera vez a España, dirigiéndose a los jóvenes, con palabras casi tuyas: «Quiero como mensaje a la juventud: En este tiempo es menester amigos fuertes de Dios». Teresa de Jesús, necesitamos jóvenes, ellos también los necesitan, «amigos fuertes de Dios». No está en los métodos, no está en las organizaciones, tú lo sabes muy bien; todo está en la amistad con Dios que nos quiere, todo radica en la amistad con el Amigo que es Jesús, el único que no defrauda; para ello necesitamos orar, aprender a orar que es donde se vive y se interioriza el trato de amistad, la amistad con quien sabemos nos quiere. Enséñanos a ir a los jóvenes; que sepamos enseñarles a orar, para que sean «amigos fuertes de Dios». Ahí está su horizonte y su futuro.

© La Razón