miércoles, octubre 17, 2012

[condor-nacional] La más alta ocasión que vieron los siglos...

Lepanto

Hispanidad, viernes, 05 de octubre de 2012
Mi amigo Ángel Travesí me envía este sentido relato sobre la Batalla de Lepanto, acaecido un siete de octubre. Como él explica, desde aquel entonces, el 7 de octubre es la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario.
Advocación muy de actualidad. Tanto que es una de las imágenes con la que Nuestra Señora se presentará, por ejemplo, en Fátima. Además, Eucaristía y Santo Rosario constituyen las dos armas con las que una y otra vez insiste la Emperatriz del Universo para el hombre de hoy.
Luego hay otro rasgo de actualidad de Lepanto. Políticamente, supuso pararle los pies en el mar al poder turco, que pretendía, sencillamente, destruir Occidente. Eran tiempos en los que la alianza de civilizaciones consistía en obligar a los cristianos a convertirse al Islam o a comportarse como musulmanes, y matar a los islámicos que apostataban. Anda, como ahora.
Pero lo más significativo es que aquella gloria de España que una vez más ponía a sus mejores hombres en primera línea de batalla -entre ellos, a un tal Miguel de Cervantes- es ignorado hoy, antes que por nadie, por los españoles del siglo XXI. Al parecer, solo un inglés, Chesterton entendió la importancia la victoria española y escribió una de las mejores poesías épicas que se hayan escrito jamás.
Pero todo esto es un brindis al sol. Lo mejor es que lean a don Ángel:
Lepanto: Auxilio de los cristianos
El próximo domingo, 7 de octubre, es la festividad de Nuestra Señora del Rosario y se cumplen 441 años de la victoria de la cristiandad en la batalla de Lepanto.

 
Ese día, una armada de 208 galeras y naves de apoyo, organizada por el Santo Padre Pio V –posteriormente San Pío V– y formada por España, Venecia y los Estados Pontificios, que se llamó La Santa Alianza, se enfrentó a la armada turca, superior en medios y hombres, considerada como la armada y el ejército más poderoso del mundo.
Como digo, la Santa Alianza estaba constituida por una poderosa armada constituida por naves de España, Venecia y los Estados Pontificios, escritos los nombres de las naciones en función del número de naves aportadas, de mayor a menor. Hay que tener en cuenta que España era, además de la Península Ibérica, Sicilia, Nápoles y demás posesiones en Europa. Además, contaba con una fuerza de infantería embarcada, constituida por 7.000 hombres de los Tercios Españoles con base en Nápoles, Sicilia y Cerdeña -la mejor infantería del mundo, en aquellos tiempos-, 7.000 hombres de los tercios italianos y 8.000 hombres de los tercios alemanes, ambos al servicio de España. La aportación de infantería de la República de Venecia y de los Estados Pontificios, era de poca entidad y de baja calidad en el caso de la República de Venecia. La artillería embarcada en la flota de la Santa Alianza era, por el contrario, de superior calidad a la de la armada turca, además de más numerosa.
La armada de Alí-Pachá, en la práctica, era dueña de todo el Mediterráneo oriental. Acababa de arrebatarle a la República de Venecia la ciudad de Famagusta, último enclave que le quedaba en la isla de Chipre. Mientras que las costas del Mediterráneo Occidental eran constantemente acosadas por los piratas berberiscos del norte de África, aliados y subordinados del Imperio Turco.
La armada turca era más numerosa de la cristiana, victoriosa en los mares y embarcaba una infantería que no había dejado de combatir, casi siempre victoriosa, además de contar con un cuerpo temible, los Jenízaros.
El Jefe de la Armada Turca era Alí-Pachá, mientras que el Generalísimo de la Santa Alianza era D. Juan de Austria, que contaba con 24 años de edad, pero ya había cosechado victorias militares expulsando a la morisma de las Alpujarras, había demostrado ser un buen general y un combatiente arrojado y valiente.
El choque de ambas fuerzas, en el golfo de Lepanto, fue terrorífico. El mar se tiñó de sangre y las pérdidas humanas fueron muy elevadas, sobre todo en el lado turco. La armada turca, en la práctica, dejó de existir al igual que la infantería turca, jenízaros incluidos. Los tercios españoles reforzaron su fama de una ferocidad y acometividad sin igual. Se puede concluir que fue una batalla terrestre, dentro de una batalla naval.
La victoria de la cristiandad en Lepanto supuso un golpe moral al Islam, formidable, que no fue seguido de nuevas conquistas. Las causas fundamentales fueron la muerte del Papa, meses después, y las fuertes desavenencias entre España y la República de Venecia.
Pero hubo un hecho muy importante que no debe quedar en el olvido. Ese mismo día, 7 de octubre, el Santo Padre se encontraba despachando con su tesorero, el cardenal Busotti cuando, de repente, quedó quieto, como si estuviera escuchando, hizo un gesto al cardenal para que se callara, se acercó a una ventana que daba a oriente, la abrió y se asomó a ella. En esta postura se mantuvo por unos momentos, pero el cardenal quedó impresionado al ver que al Santo Padre se le transfiguraba el semblante, algo sobrenatural estaba ocurriendo. Pasados unos minutos el Santo Padre volvió en sí y dijo:
“No es hora esta de tratar de negocios, Demos gracias a Dios por la victoria alcanzada sobre los turcos…”
Y dicho esto se retiró a su oratorio. El cardenal Busotti relató lo sucedido a varios cardenales y solicitó que un notario levantara acta de los mismos.
El 26 de octubre, diecinueve días después, llegó a Roma, por barco, la noticia de la victoria en Lepanto y el relato de los combates. El Cardenal Busotti mandó llamar a astrónomos, que hicieron el cálculo de los días y las horas, llegando a la conclusión que el Santo Padre tuvo la revelación divina de la victoria justo en el momento en que la infantería de los tercios españoles de D. Juan de Austria cargaba por última vez contra “La Sultana”, que era la galera capitana de la armada turca y galera de Alí-Pachá.
El acta notarial con los testimonios documentados del conocimiento de la victoria en Lepanto, por el Santo Padre, en el mismo momento de la misma, fueron leídos por el padre Coloma, en el expediente de canonización de San Pio V.
El Papa San Pio V, introdujo en el rezo del Santo Rosario la letanía “Auxilio de los Cristianos” en agradecimiento a la Santísima Virgen María por su ayuda en la Victoria de Lepanto. Además, quedó instituido el 7 de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario.
Ángel Travesí