Falleció el almirante Busser
A causa de un infarto de miocardio falleció bajo arresto domiciliario el almirante Carlos Busser, quien fue el jefe de la Operación Rosario, el desembarco argentino en Malvinas en 1982.Carlos Busser durante un acto por Malvinas.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Carlos Alberto César Büsser había nacido en Rosario, Provincia de Santa Fe, el 10/01/1928.
De muy joven se incorporó a la Armada Argentina en la
Escuela Naval Militar, integrándose a la Infantería de Marina,
en 1947, egresando en 1951.
Büsser fue secretario personal del entonces almirante
Emilio Massera, durante el gobierno constitucional de Juan
Perón y de María Estelma Martínez de Perón, antes del golpe de
Estado de 1976.
Luego del golpe, él fue subsecretario operativo de la
Secretaría de Información Pública.
Pero en 1977 fue desginado jefe de la Fuerza de Tareas 2
que actuó en la zona de Bahía Blanca.
En 1982, con la jerarquía de contraalmirante, estuvo a
cargo de la Operación Rosario en la cual el 3° Batallón de
Infantería de Marina que se encontraba a sus órdenes
operativas y que contaba entre sus hombres destacados con la
presencia del Capitán de Fragata Pedro Edgardo Giachino (único
caído en la operación) y el Teniente de Navío Buzo Táctico
Diego Fernando García Quiroga el 2 de abril desembarcó en las
Islas Malvinas y logró la rendición del gobernador británico
Rex Hunt.
Luego de la guerra, el 20 de septiembre de 1982, fue
designado Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas
Armadas, cargo que ejrció hasta el 15 de diciembre de 1983,
cuando pasó a situación de retiro efectivo.
Desde 2009 se encontraba en prisión domiciliaria a la
espera de un juicio por su presunta participación en delitos
de lesa humanidad cometidos durante su permanencia en Bahía
Blanca.
Falleció a los 84 años de edad, el sábado 29/09/2012 a
causa de un infarto en su domicilio de la Ciudad de Buenos
Aires, donde cumplía arresto domiciliario a causa de su edad y
su grave situación de salud.
La
Guerra de las Malvinas fue un conflicto armado entre la
República Argentina y el Reino Unido, en las islas
Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur.
La
guerra se desarrolló entre el 02/04/1982, día del desembarco
argentino en las islas, y el 14/06/1982, fecha de la rendición
argentina, lo que conllevó la reconquista de los 3
archipiélagos por el Reino Unido ya que la causa del conflicto
fue la lucha por la soberanía sobre los archipiélagos
australes.
La
Argentina considera que se encuentran ocupados por una
potencia invasora y los consideran como parte de su provincia
de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
De
acuerdo a información reciente, durante el conflicto la
sospecha de Chile fue que las fuerzas argentinas, tras una
invasión de las Malvinas, invadir militarmente también las
islas Picton, Lennox y Nueva y otras hasta atacar al cabo de
Hornos, que formaban parte de discusiones territoriales entre
la Argentina y Chile, que casi alcanzan un enfrentamiento
bélico en 1978. Esto explica porqué Chile tuvo una preferencia
por el Reino Unido durante el conflicto.
Los
muertos en el choque fueron 649 militares argentinos, 255
británicos y 3 civiles isleños.
La
derrota en el conflicto precipitó en la Argentina la caída de
la Junta Militar que gobernaba el país; y en el Reino Unido,
la reelección del gobierno conservador de Margaret Thatcher en
1983.
La
Argentina alcanzó un tratado de paz con Chile en
1984.
Protagonista
Carlos
Büsser no sólo es recordado en Argentina por haber comandado
la toma de Malvinas /Falklands el 2 de abril de 1982. La
Operación Rosario (nombre de la operación de desembarco; la
operación anfibia se denominó Operación Azul) consistía en una
serie de acciones de intensidad creciente que apuntaban a la
toma del archipiélago mediante un asalto directo, pero sin
causar bajas al enemigo para evitar una futura reacción
militar británica. Büsser estuvo a cargo de la Operación
Azul.
Hoy
día él se encuentra procesado por crímenes de lesa humanidad
cometidos durante el gobierno militar 1976-1983. De 82 años de
edad, el año pasado, de hecho, perdió el beneficio de
excarcelación y está bajo prisión domiciliaria preventiva,
acusado de arresto, tortura y desaparición de al menos 3
personas en Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires.
También es señalado de haber torturado a un ex funcionario de
inteligencia para que supuestamente confesase que en realidad
era un espía chileno.
"(...)
Por
primera vez en muchos años este militar aceptó contar,
mediante un cuestionario escrito para BBC Mundo, su
experiencia personal como oficial a cargo del asalto a las
islas, que desencadenó una guerra de varias semanas con el
Reino Unido.
"En
las operaciones anfibias, el día comienza en las últimas horas
de la noche, cuando los hombres se preparan para entrar en
combate, desayunan, toman su armamento y se dirigen a los
lugares de embarco", señaló el contraalmirante, refiriéndose
al 1 de abril de 1982, a pocas horas de producirse el asalto
contra la capital del archipiélago Port Stanley / Puerto
Argentino.
Los
infantes de marina a su cargo -y otros efectivos del ejército
y la armada- habían llegado a la costa de las islas en dos
buques de desembarco: el Cabo San Antonio y el Santísima
Trinidad. Además participaron el rompehielos Almirante Irizar
y el submarino Sante Fe.
En
total, había decenas de vehículos armados y cientos de
efectivos, incluyendo unos 80 miembros de las fuerzas
especiales.
"Durante
la travesía hacia las islas nos acompañó un fuerte temporal,
casi hasta el momento de llegar", recuerda
Büsser.
"La
masa de tropas en el buque de desembarco de tanques del ARA
Cabo San Antonio tenía experiencia en ejercicios anfibios
anteriores, de modo que su adaptación a las malas condiciones
del mar fue buena (...) En las horas previas a la operación
todos se veían muy tranquilos, concentrados en preparar el
armamento y los jefes de fracciones enfocados en sus planes y
estudio de los objetivos", señaló.
Tras
haber preparado la maniobra numerosas veces con anterioridad,
ya se sabía que una vez que se diese la orden de embarco el
personal sólo tardaría 18 minutos en estar listos para
desembarcar. Y así fue en la mañana del 2 de abril.
(...)
La
punta de lanza de la operación fueron ocho buzos tácticos que
salieron aproximadamente a las 0400 del 2 de abril del
submarino Santa Fe, comandado por el capitán Horacio Bicaín.
"Ellos
tenían que marcar la playa para el desembarco de las tropas y
vehículos", le dice Bicaín a BBC Mundo.
"Nosotros
habíamos llegado a las aguas de las islas el 30 de marzo,
porque inicialmente la operación estaba prevista para el 1 de
abril. Pero las malas condiciones meteorológicas pospusieron
todo 24 horas", recuerda Bicaín.
La
operación de toma dividía a las fuerzas argentinas en dos. La
primera, que consistía de tropas y vehículos armados llegaría
por el norte a Port Stanley.
"Al
llegar a tierra se adoptó un dispositivo de seguridad, ya que
el enemigo que esperábamos en la playa no daba señales de
presencia. Cuando estábamos por ingresar a Port Stanley
recibimos fuego. La vanguardia desembarcó de sus vehículos y
rechazó el ataque obligando a los soldados británicos a
retirarse", afirma Büsser.
Pero
simultáneamente hubo un pequeño grupo de fuerzas especiales
que trataba de lograr un objetivo crucial: tomar la casa del
gobernador y lograr la rendición.
"La
gran dificultad era que, según nuestra inteligencia, los
británicos no se iban a rendir sin haber sufrido o habernos
causado bajas, por lo que la única solución era lograr que se
rindieran antes de que comenzara o se generalizara el
combate", recuerda Büsser.
"Por
eso ordené que el grupo del capitán (Pedro) Giachino
presionara al señor (Rex) Hunt (gobernador de las islas) con
el objeto de quebrar su voluntad y lograr una rápida
rendición", apunta.
"Giachino
y sus hombres cumplieron acabadamente esa exigencia. Hicieron
fuego nutrido sobre la parte superior de las ventanas de la
casa de Hunt, y en particular sobre el despacho donde estaba
el mismo Hunt, obligándolo a tirarse debajo del escritorio",
explica el contraalmirante argentino.
"Por
esa razón, cuando llegué al despacho de Hunt, ya estaba
decidido a rendirse y a mí me quedó sólo presionarlo un poco
para que lo hiciera", añade Büsser.
Diversas
fuentes históricas sobre este hecho coinciden que fue a las
8:00 del 2 de abril de 1982 cuando se dio la rendición y la
fuerza militar argentina asumió el control. Es decir, unas 4
horas después del primer desembarco.
Giachino
y otros dos efectivos argentinos estaban heridos cuando
terminó el asalto. Giachino, de hecho, no sobreviviría
convirtiéndose en la única baja de la
operación.
"Ellos
estuvieron en esa situación por cumplir mis órdenes (...) la
imagen de esos tres heridos me acompañará por siempre", afirma
Büsser.
A
los isleños se les dio la instrucción de mantenerse dentro de
sus hogares y en caso de necesitar comunicarse con un efectivo
argentino debían poner un trapo blanco en la
puerta.
"La
señora operadora de la central telefónica colocó el mencionado
trapo para informar que tenía que cumplir un turno a las doce
horas. Un soldado la acompañó a la oficina respectiva donde
llegó puntualmente a horario", asegura Büsser.
Las
tropas del contraalmirante tenían la misión de tomar las islas
y de regresar al continente lo más pronto posible. Efectivos
del ejército -principalmente conscriptos- serían los que
quedarían en las islas.
"Algunas
de las tropas de desembarco durmieron esa misma noche (del 2
de abril) en Mar del Plata. El último soldado se replegó en
avión antes del mediodía del 3 de abril", afirma el
militar.
Durante
la operación de retorno a Argentina, Büsser recuerda que se
dio un episodio sorprendente.
"Recibí
por radio un pedido desde uno de los vehículos informándome
que habían sido invitados a entrar a una casa para tomar una
taza de té. Contesté negativamente".
"Al
poco rato salió una señora con una gran bandeja que invitó a
las tripulaciones que estaban en los vehículos a tomar el té
ofrecido. Creo que esta conducta de buena relación recíproca
era el resultado del comportamiento respetuoso de mis
hombres", aseveró Büsser.
Al
consolidarse la presencia del ejército argentino en las islas,
surgieron posteriormente quejas y reclamos de los isleños por
presuntos maltratos, o por sencillamente la molestia de estar
bajo las órdenes de un contingente militar de
ocupación.
No
obstante, Busser alega constantemente que al menos en los 2
días que estuvieron en las islas sus tropas tuvieron un buen
comportamiento con la población civil y los militares
británicos que se rindieron.
"Creo
que la decisión de recuperar Malvinas y las Georgias fue
correctamente adoptada por el gobierno argentino. Si con
posterioridad cometimos errores de ejecución y se perdió el
enfrentamiento militar ello no le quita valor al mensaje que
para siempre envió Argentina al gobierno británico, sobre
nuestra determinación de recuperar las islas", afirmó
Büsser.
El
recuerdo
El
25 de marzo el general de división Osvaldo Jorge García, como
comandante del Teatro de Operaciones Malvinas, dio órdenes de
ejecutar el plan de operaciones.
El
26 de marzo, una importante fuerza naval argentina abandonó
Puerto Belgrano bajo la apariencia de disponerse a realizar
unas maniobras con la flota uruguaya. Sin embargo, dirigieron
sus pasos hacia las islas Malvinas.
El
día 30, la inteligencia británica notificó al gobernador Rex
Hunt que se trataba de una amenaza real y que se esperaba la
invasión para el día 2 de abril.
Hunt
reunió a sus pocas tropas y les encomendó la defensa de las
islas.
En
la mañana del 01/04/1982, apagaron el faro e inutilizaron el
pequeño aeropuerto local y sus radiobalizas. Ese mismo día el
general García, debido a las malas condiciones meteorológicas
reinantes, postergó un día la operación de desembarco, fijando
como día “D” al 2 de abril y como hora “H” las
06:00.
El
01/04, a las 21:18, el primer grupo de botes se desprendió del
D-2: 84 comandos anfibios y buzos tácticos bajo el mando del
Capitán de Corbeta Guillermo Sánchez-Sabarots.
A
las 22:45, el grueso de la Agrupación de Comandos Anfibios
salió del buque en 19 embarcaciones destacándose,
inmediatamente, el destructor en su zona de patrullado.
Desembarcaron
en Mullet Creek sobre las 23:00.
A
esa misma hora, el submarino ARA Santa Fe (S-21) libró a otros
10 buzos tácticos para colocar balizas de radionavegación y
ocupar el Faro San Felipe (Pembroke). Cuando el ARA Santa Fe
(S-21) emergió, fue detectado por el radar de navegación del
buque costero Forrest dándose inicio a las hostilidades.
A
las 23:40 en la zona del aeropuerto se observó una bengala
verde y al poco tiempo fue apagado el Faro San
Felipe.
A
la 1:30 del 02/04, los hombres de Sánchez-Sabarots se
dividieron en 2 grupos:
>
el primero, comandado por él mismo, se dirigió a los
barracones de la infantería de marina británica en Moody Brook
para atacarlos;
>
el segundo, bajo el mando del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo
Giachino, avanzó hacia Puerto Stanley con objeto de tomar las
oficinas del Gobernador y capturarlo.
A
la 1:55, el submarino ARA Santa Fe (S-21) salió a la
superficie, frente a Punta Calebroña y lanzó sus Buzos
Tácticos a unos 3.000 m del Faro San Felipe, que se encontraba
apagado, alejándose, luego, a máxima velocidad en superficie,
para regresar a su lugar de patrulla. Pero los británicos,
sobre aviso, habían evacuado los barracones y estaban
desplegados en posiciones de combate para defender la
localidad.
A
las 4:20, el destructor ARA Hércules (D-1) izó su Pabellón de
Guerra y comenzó su patrullado en Puerto Groussac, protegiendo
a la iniciación de la fase de asalto, la aproximación del BDT
ARA Cabo San Antonio (Q-42) y de la corbeta ARA Drummond
(P-1).
A
las 5:45, la Fuerza de Desembarco de Sánchez-Sabarots abrió
intenso fuego automático y de granadas sobre los barracones
donde suponían a los infantes de marina británicos. A los
pocos minutos, descubrieron que nadie devolvía el fuego
(estaban vacíos). El ruido, por el contrario, alertó al mayor
Norman —que dirigía a las fuerzas británicas— de que los
argentinos habían llegado.
Cerca
de las 6:00 se apagaron las luces de la bodega del BDT, se
abrieron las compuertas de proa y se pusieron en marcha los
enormes extractores de gases.
A
las 6:22, llegó la orden "¡Primera ola al agua!" y, desde el
BDT ARA Cabo San Antonio (Q-42), comenzaron a desembarcar los
vehículos anfibios, con fuerzas del Regimiento de Infantería
25 del Ejército Argentino.
El
ARA Cabo San Antonio (Q-42) libró la compañía E de vehículos
anfibios LVTP-7 y LARC-5 del 2º de Infantería de Marina,
orientándose con las balizas que habían colocado los buzos
tácticos del ARA Santa Fe (S-21).
La
primera oleada, bajo el mando del capitán de corbeta (IM) Hugo
Santillan, llegó a tierra y tomó la dirección del aeropuerto.
La
compañía "D" desembarcó poco después para ocupar el
faro.
A
las 6:30, desde el D-2, se irradió un comunicado en el que
intimaba a la población a no ofrecer resistencia para evitar
derramamiento de sangre.
El
grupo de Giachino, la avanzada de las fuerzas argentinas, se
dirigió a la casa del Gobernador, invitándole a la rendición.
Al no recibirse respuesta, entraron al anexo de los
sirvientes, donde se había atrincherado un grupo de Marines
Reales, entablándose un combate. Comenzó un tiroteo
generalizado, donde se produjo la primera baja del conflicto,
el CCIM Pedro Giachino, que fue herido mortalmente; fueron
también alcanzados por las esquirlas y resultaron heridos de
gravedad, el Teniente de Fragata Diego García Quiroga y el
Cabo Primero Ernesto Urbina.
El
resto de sus hombres se replegaron, aunque mantuvieron el
asedio sobre la sede del gobierno británico, disparando desde
una posición elevada ubicada al sur de la misma.
Los
constantes cambios de posición de los comandos y el uso de
granadas de aturdimiento hicieron creer a los defensores que
estaban bajo el ataque de una fuerza numéricamente muy
superior a la real, lo cual resultó decisivo para obtener su
rendición.
A
los pocos minutos, aterrizó el primer Lockheed C-130 Hércules
de la Fuerza Aérea Argentina en el Aeropuerto de Puerto
Stanley.
Cuando
la compañía E llegó a las proximidades del viejo aeropuerto,
sufrió el primer ataque de la infantería de marina británica.
Un blindado LVTP-7 fue averiado por disparos de una
ametralladora, pero la tripulación resultó ilesa.
El
contraalmirante Busser, responsable del desembarco, comenzó a
preocuparse: las tropas blindadas aún no habían entrado en
contacto con los comandos, y la resistencia británica era más
intensa de lo esperado.
Ordenó
entonces que una compañía del Batallón de Infantería de Marina
1 con lanzacohetes de 105 mm fuesen helitransportados a la
costa.
A
las 8:30, el gobernador Hunt y el mayor Norman, sitiados y
bajo presión, debatieron qué hacer. Se sugirió dispersarse por
el interior para iniciar una guerra de guerrillas, pero,
finalmente, creyéndose rodeados por un batallón de Infantería
de Marina, decidieron que este plan de acción no tenía
sentido.
Hicieron
traer a Héctor Gilobert, un argentino residente de las islas
al que consideran un espía, y le encargaron negociar el alto
el fuego.
A
las 9:30, el gobernador Hunt rindió las islas Malvinas al
contraalmirante Busser. Un avión de transporte militar
argentino llevó a Hunt a Montevideo, desde donde se dirigió a
Londres.
Utilizando
el helicóptero Westland Lynx Mk.23 0739/3-H-141, desde el ARA
Hércules (D-1), se trasladó al abanderado de la Flota de Mar,
el Teniente de Fragata Martín Cazaux, para afirmar el pabellón
en Puerto Stanley (posteriormente, llamado Puerto
Argentino).
Cumplida
su tarea por la Fuerza de Desembarco, algunas de sus
fracciones se encontraban listas para el repliegue al
Continente, que comenzó el mismo 2 de abril.
Los
héroes
El
relato de Büsser sobre el comportamiento argentino en el
inicio del conflicto coincide con el texto del libro Batallas
de Malvinas.
Publicado
en 2007, y relanzado en 2012 por Editorial Aguilar, Batallas
de Malvinas, del historiador y periodista Pablo Camogli,
menciona la tendencia a sobredimensionar los errores de la
conducción del conflicto "porque el mismo gobierno nacional
tiene esa visión, de que la guerra no fue más que un episodio
de locura militar; se descontextualiza Malvinas y se analiza
el conflicto como si todo hubiera empezado el 2 de abril,
dejándose de lado los antecedentes previos".
"Todavía
está muy presente en el relato lo de denigrar a la conducción
militar argentina", agrega. "Es verdad que estratégicamente la
conducción fue muy mala. Pero en el plano táctico, muchos
oficiales tuvieron una distinguida actuación y me interesaba
que en mi libro figuraran sus actos de valentía, que tuvieran
su reconocimiento, aunque eso por supuesto no implica
reivindicar a la dictadura".
De
acuerdo a su punto de vista, "A la tradicional división entre
ejército, armada y aviación en las fuerzas armadas suele
sumarse un cuarto grupo que, si bien jerárquicamente dentro de
la Marina, funciona con gran autonomía y con códigos de
conducta propios. Ese grupo es la Infantería de Marina, la que
tendrá una destacada actuación durante todo el conflicto.
Serán sus grupos comandos los primeros en pisar las Malvinas
en la madrugada del 2 de abril, mientras que a los batallones
nº2 y nº1 les cabrá la responsabilidad de consolidar la
operación de recuperación de las islas. Finalmente, el BIM 5
será el último contingente argentino en rendirse el 14 de
junio".
Un
planteamiento estratégico absurdo, basado en falsas premisas
-los ingleses no reaccionarían, los estadounidenses serían
neutrales-; la ausencia de un comando conjunto centralizado,
pero también una tenaz resistencia a la hora del cuerpo a
cuerpo; ésas son algunas de las conclusiones a las que llega
este historiador.
"En
resumen, escribe, se podría definir que en 1982, en el campo
político, se actuó estratégicamente bien (la recuperación de
las Malvinas, para nuestro país, está en ese plano), pero
tácticamente de forma errónea (no era el momento ni la forma
de recuperar las islas); mientras que en el aspecto militar se
planificó estratégicamente mal ('ocupar para negociar'), y se
ejecutó tácticamente bien (las tropas que pelearon lo hicieron
con acierto, más allá del resultado final). (...) A la hora de
la lucha cuerpo a cuerpo, se ofreció una tenaz resistencia
contra el tercer ejército más poderoso del mundo; me atrevo a
decir que en las Malvinas se peleó bien".
Pero
la sociedad argentina segregó a sus combatientes. "La
designación de chicos de la guerra no sólo los regresaba a su
minoridad bélica o prebélica, sino que los convertía 'en
víctimas de sus superiores -no del enemigo británico-,
precisamente por los abusos de autoridad, las privaciones
impuestas y la deficiente capacitación para enfrentar a un
enemigo de tamaña envergadura'", señala Camogli, citando el
texto de Rosana Guber (¿Por qué Malvinas? De la causa nacional
a la guerra absurda, FCE, 2001).
"Luego
se produjo una identificación de la guerra con la dictadura
militar. (...) Fue la propia sociedad la que terminó cubriendo
con un manto de neblina la historia de la guerra. De esa
manera se fue gestando el proceso de 'desmalvinización'. (...)
La sociedad ha desconocido hasta su propia participación
en el conflicto", agregó.
Un
dato: "Se puede afirmar que los oficiales murieron combatiendo
junto a sus soldados en una proporción similar" (el 9,5% de
los muertos en Malvinas fueron oficiales, el 40% suboficiales,
el 48,5% soldados, y el 2% civiles).
Otro
dato: Los suicidios fueron 350 entre los argentinos y 300
entre los británicos.
Camogli:
"Pasó algo que no podemos comprender. La batalla cuerpo a
cuerpo. Matar a bayonetazos no es lo mismo que matar a
distancia. Y ni siquiera los británicos estaban acostumbrados
a este tipo de enfrentamiento".
"A
la mayoría los esperaba la frialdad de la sociedad y la de sus
propios camaradas de armas. Salvo en el caso de los infantes
de marina, que fueron recibidos con honores por su jefe, el
contralmirante Carlos Büsser [comandante de la fuerza de
desembarco], al resto de las tropas no los recibió ninguna
autoridad de importancia, ni se les permitió a las familias
esperar a sus héroes", concluyó.