lunes, febrero 02, 2009

[Red de Catequistas] Hechos no fundan derechos

San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 28 de enero de 2009
Hechos no fundan derechos
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Hay organizaciones que se ostentan como católicas, sin serlo, y hacen encuestas cuyos resultados quisieran que la Iglesia asumiera como criterio de verdad y de bien. Por ejemplo, partiendo del dato de que muchos bautizados usan anticonceptivos, nos exigen que los aceptemos indiscriminadamente. Como aumentan los casos de “sociedades de convivencia” entre homosexuales, nos critican porque no las consideramos verdaderas familias. Como otros se apartan de los preceptos morales que la Iglesia propone, sobre todo en ética sexual, alegan que estamos fuera de moda, por seguir considerando pecado lo que muchos hacen como algo normal en su vida ordinaria. Dicen que si seguimos así, perderemos más fieles y seremos rechazados por la sociedad vigente.

Por el hecho de que la legislación mexicana aún conserva restricciones a la libertad religiosa, no sólo para la Iglesia Católica, sino para cualquier creyente, defienden a capa y espada el derecho de un “Estado laico” a tener todo bajo su control, prescindiendo de cualquier signo religioso, como si los creyentes no tuvieran derecho a expresar su fe en la vida pública, en la educación, en los medios de comunicación y también en la política. Quisieran que no hubiera cambiado el antiguo artículo 130 de nuestra Constitución y que siguiéramos bajo el régimen de 1917.

JUZGAR

El cristianismo no depende de encuestas; no está sujeto a modas, ni a preferencias de las masas. Es un camino que Dios señala, para quienes lo quieran seguir libremente, y que es estrecho, no populista. Pasa por la cruz, por la renuncia a los instintos negativos y esclavizantes, por el control de sí mismo, por el dominio de los sentimientos y de las inclinaciones corporales. Es ir, muchas veces, contra corriente y exponerse a burlas, ofensas y menosprecios de quienes se dejan llevar por las corrientes, que siempre van hacia abajo. Sin embargo, cuando seguimos fielmente la Palabra de Dios, aseguramos una felicidad profunda, que no se pierde ni en los problemas, ni en la enfermedad, ni en la muerte. Es una dicha creer en Dios; es una luz esplendorosa; es un tesoro que nos hace ser personas que van madurando en Cristo hasta alcanzar una plenitud eterna, con dimensiones más allá del tiempo. ¡Cómo quisiéramos que disfrutaran esta experiencia de fe todos los no creyentes!
Si el criterio de verdad y de bien fueran las encuestas, lo que hace la mayoría, caeríamos en el absurdo de llamar virtud a lo que es pecado. El hecho de que muchos esposos son infieles al matrimonio, no justifica un derecho a la infidelidad. Porque muchos se emborrachan, no se puede considerar bueno el embriagarse. Porque parece imposible eliminar la corrupción pública, no se legitima el derecho a robar y aprovecharse del puesto para enriquecerse. Porque muchos maridos golpean a su esposa, no hay derecho a ver con buenos ojos la violencia familiar.
El hecho de que aún persistan limitaciones legales a la libertad religiosa, no funda el derecho a restringirla, sino sólo indica el desconocimiento, en esta materia, de otras legislaciones más democráticas, y la no aplicación de tratados internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

ACTUAR
Quien quiera ser y declararse cristiano católico, debe amoldar sus criterios y actitudes a la Palabra de Dios. Confronte usted qué piensa, por ejemplo, del derecho a abortar o de infligir la pena de muerte a los criminales, y vea qué dice la Santa Biblia. El hecho de que personas, partidos y legisladores lo promuevan, no elimina el derecho a la vida, que es sagrado. No se deje llevar por la propaganda partidista, ni por soluciones simplistas.
Discierna lo que propone la publicidad. El hecho de que se difundan con tanta profusión los condones, no legitima el derecho a todo tipo de excesos sexuales. Son un mercado a la alza, lo cual indica la degradación del respeto a la castidad y al matrimonio.
El hecho de que haya problemas en su hogar, no le da el derecho a separarse y romper la armonía familiar, como si ésta fuera la única opción, pues los hijos también tienen derechos que no se pueden violentar.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas


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