jueves, mayo 19, 2016

La canonización de San Isidro: así reivindicó Felipe II la idea de España ante el Papa

Junto al patrón de Madrid se canonizaron tres de los santos más importantes de España, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier
Procesión de San Isidro por las calles de Madrid
Procesión de San Isidro por las calles de Madrid
ROCÍO FERNÁNDEZ DE BUJÁNMadrid - 15/05/2016 a las 22:20:16h. - Act. a las 11:15:35h.Guardado en: España Madrid
El 15 de mayo se celebra la festividad de San Isidro Labrador, patrón de Madrid. Es declarado Beato en 1619 por el papa Paulo V y proclamado santo el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV, si bien hay que esperar hasta 1724 para la publicación de la bula de su canonización por Benedicto XIII.
Reinaba ya en España Felipe IV. Se fija su festividad el 15 de mayo y se le nombra Patrón de la Villa y Corte de Madrid, que celebra con grandes fiestas su patrocinio. En la actualidad, su patronazgo se ha extendido tanto desde el punto de vista territorial como institucional; en poblaciones situadas normalmente en ámbitos rurales, tanto españolas como iberoamericanas. Entre las primeras, en Triquivijate (Fuerteventura), La Llosa (Castellón), Puntalón de Motril (Granada), Rota ( Cadiz) y Yecla Murcia. Entre las segundas, Cuncumén (Chile), San Isidro de Carampa (Perú), San Isidro de Lules (Argentina), Sibarco (Colombia) o San Juan del Río y Xoxo (Méjico), entre otras. Por razón de su oficio, es también Patrón de los agricultores, ingenieros agrónomos e ingenieros técnicos agrícolas.
La ceremonia de su canonización es una de las más impactantes y de repercusión en la historia de la Iglesia. Son cinco los nuevos santos. Isidro sube a los altares junto a otros tres españoles, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier, y un florentino, San Felipe Neri, conocido como el Santo de la Alegría, que desarrollaba una gran labor pastoral en Roma.
La canonización de los cuatro santos españoles es fruto del empeño personal de Felipe II, que desarrolla una ardua dedicación política y social. Antes de éstos, en la Edad Media, tan solo un español había sido elevado a los altares: Domingo de Guzmán. Para las monarquías católicas, los santos propios les proporcionaban un mayor acercamiento a los Estados Pontificios, y mejoraba sus relaciones con el Papa, que, en aquella época, gozaba de un importante poder temporal. «La primera vez que se sepa que un Papa hizo una canonización fue la de San Uldarico de Ausburgo por el papa Juan XV, en el año 993; a partir de entonces hay a la par canonizaciones papales y episcopales», según explica Alberto de la Hera, catedrático emérito de Derecho Canónico y de Historia de América.

Defensa de los santos españoles

El Rey no aceptaba de buen grado que solo hubiese un español en el calendario romano, pues nuestra nación se caracterizaba por defender el catolicismo, con gran esfuerzo bélico en el viejo continente; y propagarlo, con ahínco misionero, más allá del océano, en el nuevo continente descubierto. No obstante, no es exacto que no haya santos españoles canonizados antes del XVII, puesto que «no hay, propiamente hablando, un santoral romano oficial con los nombres de los canonizados por los papas antes del XVII. Por ejemplo, a San Isidoro y San Leandro, que eran objeto de una veneración universal desde mucho tiempo atrás, se les consideraba universalmente santos, y decir que no había santos españoles no es cierto. Lo que no había eran canonizaciones en el sentido moderno de la palabra», aclara.
Esto se debe a que «La veneración de los santos comenzó no por canonizaciones oficiales hechas por los papas, sino por el culto público, que en la época romana era veneración a los mártires en sus sepulturas por parte de los cristianos. Con el tiempo, se empieza a venerar también de modo espontáneo y local, a los que la opinión general de una zona consideraba como que habían confesado la fe con sus virtudes. Luego los obispos comenzaron a apoyar ese culto popular, y su apoyo fue la primera forma oficial de canonización», explica De la Hera.
A pesar de esto, el monarca dedicó varios años de esfuerzo para conseguir la canonización de algún santo español. Logró la primera en España de Diego de Alcalá, en el año 1588. Este se convierte en el único español canonizado oficialmente en el XVI según la normativa entonces vigente. La causa la instruía la Congregación de Ritos en la que ya se pedían milagros. La causa la insta Felipe II, la empieza Pío IV, y lo canoniza Sixto V, que no era precisamente un amigo ni de España ni de Felipe II. A este le siguió el dominico Raimundo de Peñafort, en 1601, y veinte años después se celebró esa canonización múltiple de los cuatro grandes santos españoles.
Felipe II logró introducirse en la corte romana para ganarse al Papa Gregorio XV y poder entrar en la Congregación sobre la causa de los santos. Para la celebración de estas canonizaciones se colocó en la fachada de la Basílica de San Pedro, durante el momento de la celebración religiosa, una escultura en la que se representaba, como figura principal, el santo madrileño. Los otros cuatro canonizados ese día estaban identificados únicamente a través de unos estandartes. Esto obedeció a una petición por parte del rey de España, para que predominase San Isidro como santo que había trascurrido su vida y estaba circunscrita su vida estrictamente en España, ya que los otros tres santos, si bien eran de nacionalidad española, habían tenido su vida una importante presencia en otros países o su repercusión, por su doctrina y escritos, era mucho más internacional.
El encargado de homenajear desde el punto de vista literario a los nuevos santos fue Lope de Vega. Por entonces, el insigne escritor era conocido como el «Fénix de los Ingenios». Recibió también el encargo de priorizar en sus alabanzas a San Isidro, por lo que el poeta dedicó dos poemas en los que discurre, con gran belleza, sobre la niñez y la juventud del santo.

Presencia española en el Vaticano

«Las cartas de los reyes de España y Francia, pidiendo al Papa varias canonizaciones de hombres de sus países son de entorno al 1621. Por San Ignacio se interesaron no sólo el rey de España sino muchos más personajes. Gregorio XV lleva las solicitudes a varios “consistorios” y allí se deciden las canonizaciones en 1622», aclara Alberto de la Hera. A partir de la canonización de estos santos españoles, España comenzó a tener más presencia política y social en el Vaticano. Durante el resto del siglo XVII se incluyeron en el santoral otros once santos españoles y veintidós beatificaciones. «Hasta el siglo XVII los papas canonizaban sin previa declaración de beatos; fue Alejandro VII en 1662 quien ya efectuó una beatificación como requisito previo a la canonización», recalca el catedrático.
San Isidro nace en Madrid en el año 1082 y estuvo casado con María de la Cabeza, que también fue santa. Se le atribuyen numerosos milagros tanto en vida como una vez muerto, entre los cuales destaca el del pozo. La historia cuenta que su hijo único cayó a un pozo y San Isidro, gracias a sus oraciones, logró que las aguas subieran hasta la superficie y así pudo salvarse.