martes, mayo 31, 2016

Así oculta Lázaro la compra de sus propiedades

Escenario
El empresario Lázaro Báez es dueño de la Estancia La Violeta, en Río Grande, Tierra del Fuego, aunque en realidad no la haya comprado. La información es un certeza aunque parezca ilógica. En el boleto de compra-venta de esos 200 mil metros cuadrados se lee que el comprador fue el señor Alfredo Benjamín Zárate. Según esos papeles notariales, la operación se realizó en el 2012 por 800 mil dólares. Pero no es Zárate el propietario de la Estancia La Violeta. Es Báez.
El constructor K no tiene doble identidad. Ni es capaz de ser dos personas al mismo tiempo, una regla universal de la física. Clarín accedió al documento “Acuerdo Complementario de Compraventa y Reconocimiento de Deuda”. Son papeles reveladores del modo con el que Báez compró y ocultó propiedades en los últimos años.
En ese segundo “acuerdo” por La Estancia La Violeta, se especifica que fue Alfredo Benjamín Zárate compró esa propiedad pero como “apoderado” de Badial S.A, una de las sociedades de Báez.A eso se suma más información sospechosa. Este último documento detalla que La Estancia La Violeta fue vendida a Zárate-Badial por 1.200.000 dólares, y no por 800 mil dólares como aseguraba el primer trámite al respecto. La diferencia es de 400 mil dólares...
Esta forma de adquirir inmuebles manteniendo su verdadera identidad oculta, y también su precio, no es una excepción para el holding de Báez.
La diputada Margarita Stolbizer (GEN), y su abogada, Silvina Martínez detectaron que Zárate compró en representación del empresario K más propiedades que las mencionada hasta ahora.
La legisladora y su patrocinante presentarán hoy esta nueva información en el expediente de”La Ruta del Dinero K”.
El inmueble de 25 de mayo 1475 de Río Grande, por ejemplo, también fue comprado por Zárate, el “apoderado” de los Báez.
Esa operación fue impulsada por “MyP”, una empresa del constructor K que presidía su hija, Luciana Báez.
La legisladora Stolbizer, y su abogada, le revelarán al doctor Casanello que estos inmuebles “nunca fueron inscriptos en el Registro de la Propiedad Inmueble correspondiente a nombre de su verdadero titular. Y darán un argumento al respecto: así se impediría “su rastreo e indidualización”, lo que permitiría que estas propiedades sean “afectados por la inhibición de bienes decretada” sobre el patrimonio de Báez.
El potencial en los verbos de la frase anterior fue adrede: a pesar de las argucias notariales de los Báez, se descubrió igual que los verdaderos dueños de esas tierras eran ellos.