miércoles, julio 23, 2008

Porvenir

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EDITORIAL
Porvenir

     No siempre los errores que aparecen como graves resultan haber sido tan graves. ¿Por qué, sin embargo, esos errores son casi siempre el principio del fin? Porque quien los ha cometido y padece sus consecuencias iniciales pierde los nervios y el temple. Dirían nuestras abuelas que pierde la cabeza. Así, desanimado, destemplado, figurándose que las cosas ya no pueden ponerse peor de lo que están, empieza a mascar enojo y a irradiar desgano. Esta irradiación se propaga a sus socios, a sus subalternos, a sus seguidores, a sus amigos, hasta que nadie en su entorno es capaz ya de decidir nada con la mente alerta. De todos los conquistadores, el más grande dijo que perder una batalla jamás es tan grave como los errores que al día siguiente se cometen en cascada.
     Es imposible decir si la solitaria porfía del gobierno a lo largo de estos últimos meses ha sido un error fácil o difícilmente remontable. Lo que es seguro es que derivó en una derrota. Los días por venir del kirchnerismo se contarán a partir de esa derrota. Pero no se diga que tal porvenir deba ser de suyo una catástrofe de ingobernabilidad. Puede no serlo. Dependerá pura y exclusivamente de los Kirchner.