martes, enero 22, 2008

Sermón 24/12/07

ANIVERSARIO DE 50º AÑOS DE CASADOS DE MAMÁ Y PAPÁ

Anillo, Alianza y Altar en señal de amor y fidelidad

“La familia tiene que ser defendida y respetada

por el bien de la humanidad”.

(J. P. II; Bemanda, Camerún, 12-08-1985)

Es mi momento de predicar en este aniversario de 50º años de casados de mamá y papá. En los 45º le tocó al P. Jorge. Alguno podría pensar que le robé la primogenitura a cambio de un plato de lentejas que mamá cocinó y papá no escuchó bien de quién era la voz del hijo que respondía a sus preguntas… la verdad es que el P. Jorge se emociona mucho en estas ocasiones y no termina los sermones… les confieso que yo también me emociono pero los que no terminan los sermones son los que me escuchan...

  1. El anillo matrimonial

En aquella navidad de año 57’ hubo dos novios que delante del altar se decían uno a otro: “Recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad a ti”.

Célebres son varios anillos: el anillo de Prometeo engastado en piedra en recuerdo de la roca del Cáucaso y de las armellas donde había sido encadenado y como marca de sumisión a Zeus; el anillo de Polícrates simbolizando aquí el destino del cual el hombre no puede deshacerse, expresando un lazo indisoluble; el anillo de Giges, contado por Platón, semejante al anterior; en China el anillo es símbolo del ciclo indefinido sin solución de continuidad; El anillo de los Nibelungos la célebre obra de Richard Wagner; los anillos de Saturno; El Señor de los Anillos de Tolkien; y tal vez el más famoso de todos; El anillo del Pescador, que sirve de sello de los documentos papales, con la figura de una barca en la que está sentado el Apóstol San Pedro tirando las redes al mar, y que se rompe al morir el Papa.

En el matrimonio, como parte del rito, los nuevos esposos se ponen mutuamente unos anillos, mientras se dicen: “recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad a ti”.

Me pregunto, ¿cómo puede un objeto tan pequeño –el anillo– significar algo tan grande: amor y fidelidad?

Dos características del anillo matrimonial.

  1. Es real

En otras culturas y religiones, el rito matrimonial tiene también su simbología. La pareja se acerca lentamente a un río al cual arroja una flor y juntos contemplan como se va alejando. En algunos ritos tribales el simbolismo lo da el fuego: ante una enorme hoguera se prometen a veces en silencio el amor. Otros sueltan palomas al viento.

Los aztecas celebraban el rito del matrimonio en su casa. Las mujeres de la familia hacían un lazo entrelazando las vestimentas de los novios. A partir de ese momento serán marido y mujer, y su primer acto como tales, era compartir un plato de comida, y se lo daban mutuamente.

El matrimonio por la Iglesia Católica no es un símbolo hueco. No es un rito que lo han arrojado al aire, ni lo han quemado, ni lo vieron alejarse románticamente en un río, ni se lo comen como el plato de comida. Ni vuela, ni se aleja, ni se lo comen. El matrimonio Católico es real. El signo está ahí, en sus manos, para siempre. Lo llevan consigo como una señal de que su matrimonio es tan real como el anillo que llevan puesto. Ahí está el anillo recordándoles que están casados. No es una ilusión. “Mi realidad es ésta: estoy casado(a)”.

Tu realidad es esta mujer, este hombre, estos hijos. No hay de otra/o/os. Todo lo demás no sería más que sueños, o mejor dicho, pesadillas.

  1. Son un par

Karol Wojtyla, Juan Pablo II, el grande, cuando aún no era Sumo Pontífice, escribió hacia el año 1960, un libro muy interesante sobre el matrimonio. En él cuenta cómo una pareja de casados la estaba pasando muy mal, y en un determinado momento a la chica se le ocurre ir a vender su anillo a un orfebre, pues le parecía que todo estaba perdido. El texto dice, en boca de la chica:

“El orfebre examinó el anillo, lo sopesó sobre los dedos detenidamente y me miró a los ojos. Por un instante leyó dentro del anillo la fecha de nuestro matrimonio. Volvió a mirarme, colocó el anillo sobre su balanza y me dijo:

Este anillo no tiene peso, la balanza indica siempre cero y no puedo obtener un miligramo. Ciertamente su marido vive, un anillo separado del otro no tiene peso alguno, pesan solamente los dos juntos. Mi balanza de orfebre tiene la peculiaridad de no pesar el metal, pesa el anillo junto con toda la vida, y todo el destino del hombre”. Confusa y llena de vergüenza tomé el anillo y sin decir palabra salí del taller” (Karol Wojtyla, El taller del orfebre).

“Un anillo solo no tienen peso”. Una persona separada de su cónyuge, no pesa nada. Te lo recuerdan los anillos, que son dos y son iguales.

“Un anillo solo no tienen peso”. Me lo decía un muchacho de diecisiete años cuyo padre recientemente los había dejado:

– “Quiero a mí papá, por eso, porque es mi padre. No puedo dejar de quererlo pero ya no es mi modelo en la vida. Perdió peso. Me da pena. Al dejar de ser coherente, cuando dejó de cumplir su compromiso más importante excusándose en el cansancio, en los años, en los demás, culpando incluso a mi mamá... perdió peso. Ya no es para mí lo que era. Separado de mamá y de nosotros, ya no es el mismo.

Quiere divertirse, quiere ser normal y dice que tiene derecho a una segunda oportunidad. Pero él mismo sabe que tomó una decisión superficial. Quizá él esté contento ahora, pero a costa de mi mamá y de nosotros cuatro”. Ese anillo ya no debe salir.

Esto es incluso de lógica. Pasa más o menos lo mismo con los zapatos: vienen por pares. Un sólo zapato no sirve para nada. Hay cosas en esta vida que simplemente no pueden separarse: zapatos, guantes, aretes, anillos... Hombre y mujer, en el matrimonio, son una de esas “cosas”, que no deben romperse ni separarse, pues son un par.

  1. Ataques al matrimonio y a la familia

1. El matrimonio comienza se prepara en el noviazgo.

En agosto de este año, la encuestadora Graciela Römer, preguntó a 1.165 jóvenes universitarios de entre 18 y 25 años, acerca de sus compromisos afectivos respecto al matrimonio:

– El 10% piensa vivir en pareja y luego casarse;

– el 17% tiene idea de casarse directamente;

– el 33% piensa vivir en pareja y no casarse (cohabitar de hecho);

– el 40 % dijo no tener proyectos todavía.

Es estremecedor constatar que tan sólo el 17 % quiere casarse, y más grave aun sería la estadística si se les preguntase si piensan casarse por la Iglesia, como Dios manda.

El aumento de la cohabitación y de los divorcios muestra el temor que tienen los jóvenes a comprometerse[1].

Ni hablar de pseudomatrimonio de homosexuales que en estadísticas no duran más de un año y medio. Y ¿quieren educar hijos?

2. Si no hay un matrimonio estable, no habrá una familia estable.

Por citar un ejemplo de una mala familia.

Y los que tienen al “Che” Gevara por ídolo, va esto, lo trae Enrique Días Araujo: “La casa de los Guevara, nunca fue un verdadero hogar, no había hora de comer, cada quien comía cuando tenía hambre. El desorden gobernaba a todos y sólo hacían grandes limpiezas cuando festejaban algo”. “El “Che” no creció en una casa en que se propiciara el debate político e intelectual o intercambio de ideas básicas”. No había diálogo. La familia del guerrillero era una sociedad cerrada caracterizada por la irreligiosidad. Más tarde escribirá a su madre; “Tengo un complicado esquema mental: No tengo casa, ni mujer, ni hijos, ni padres, ni hermanos; mis amigos son amigos mientras piensen políticamente como yo[2]. Sepan, los que tienen al “Che” por ídolo lo que él mismo escribe más tarde: “Estaré con el pueblo; teñiré en sangre mi arma y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga entre mis manos. Ya siento mis narices dilatadas saboreando el acre olor de pólvora y de sangre, de muerte enemiga[3]. Si alguien ignora su pensamiento y conducta real le recuerdo que se le debe el fusilamiento de más de 17,000 prisioneros, rendidos e indefensos en la instauración con Fidel Castro en “el paredón”[4].

Por eso dice el Papa Benedicto XVI: ¡Si existe hoy una institución natural que sea el blanco de un ataque más salvaje y permanente, comenzando por gobiernos corruptos y por leyes arbitrarias, injustas y contra natura, (como es nuestro gobierno, aborto y ahora con la ley de educación sexual en las escuelas) es, sin duda, el matrimonio y la familia!

¡Cómo no pensar en la “Serpiente Antigua” (Ap 12,9), que, en los albores de la Creación sedujo, asestó y envenenó el primer hombre y la primera mujer! Destruida la familia, ¿qué nos queda?[5] ¡Está a la vista!...

De algunos se escucha: “es que es dificilísimo cómo te presenta la Iglesia el matrimonio”. Acaso la Iglesia escogió al compañero/a de toda tu vida. Tú lo elegiste. ¿De que hablaban en el noviazgo? Quién tomó la decisión de unirse.

Dios sólo quiere lo mejor para vos y tus hijos y por eso hizo el matrimonio indisoluble.

3. Ejemplo y bienestar del matrimonio.

De la familia de Carlos Alberto Sacheri, mártir argentino, su hijo dice sobre el clima de familia: “En casa se leía mucho. Y si no se leía uno era un bobo. No había TV pero había radio; se escuchaba música a la hora de comer. Escuchábamos a Pepe Iglesias y a Niní Marshall. Pero nuestra diversión eran los libros. También otros juegos… Reinaba un fuerte amor fraterno”. “Papá nos contaba en Evangelio, como un cuento, siempre”. “En casa se rezaba el Rosario los días de semana.”[6]

El anillo sirve para marcar un lazo, para atar indisolublemente. Aparece así como el signo de una unión, de un voto, de una comunidad, de un destino asociado. Representa la fiel atadura, libremente aceptada de dos seres que quieren amarse para siempre. Por eso es no solo insignia del matrimonio cristiano, sino que también es insignia del matrimonio espiritual, entre la virgen cristiana, la religiosa y el Divino Esposo, Jesucristo. Entre el alma consagrada y Dios. Llevar un anillo esponsal significa que uno se reserva a sí mismo para el otro y que a su vez acepta la reserva del otro para sí mismo como un don, como un tesoro exclusivo y recíproco. Entonces la cruz vivida por su amor no es un peso sino un motivo de gloria, son cicatrices de batallas ganadas que hay que mostrar. Dice el poeta:

“Si para recobrar lo recobrado,

debí perder primero lo perdido.

Si para conseguir lo conseguido,

tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamorado,

fue menester haber estado herido.

Tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado,

que no se goza bien de lo gozado,

sino después de haber padecido.

Porque después de todo he comprendido,

que lo que el árbol tiene de florido,

viene de lo que tiene sepultado”.

C. El Matrimonio o Alianza de la Encarnación y de la Cruz presente en la Eucaristía

Pero hay aún un significado más profundo. Al anillo esponsal se lo llama, también, alianza matrimonial. Tal alianza no sólo implica todos los significados del anillo esponsal que hemos visto, sino que aquellos anillos son imagen que nos recuerda la Nueva y Eterna Alianza, que es la Alianza perfecta. Es la Alianza realizada en la Encarnación, que será sellada con la sangre de Cristo en la cruz y consumada en la gloria del Cielo.

San Juan de la Cruz expresa este matrimonio o alianza de Dios con la naturaleza humana, de Jesucristo con su Iglesia.

Ya que el tiempo era llegado en que hacerse convenía

el rescate de la esposa que en duro yugo servía,

debajo de aquella ley que Moisés dado le había,

el Padre con amor tierno de esta manera decía:

Ya ves, Hijo, que a tu esposa a tu imagen hecho había,

en lo que a ti se parece contigo bien convenía;

pero difiere en la carne, que en tu simple ser no había;

en los amores perfectos esta ley se requería,

que se haga semejante el amante a quien quería,

que la mayor semejanza más deleite contenía.

El cual sin duda en tu esposa grandemente crecería

si te viere semejante en la carne que tenía.

Mi voluntad es la tuya, el Hijo le respondía,

y la gloria que yo tengo, es tu voluntad ser mía…

Iré a buscar a mi esposa, y sobre mí tomaría

sus fatigas y trabajos, en que tanto padecía.

Y porque ella vida tenga, yo por ella moriría,

y sacándola del lago, a ti te la volvería.[7]

El viejo Adán entró en un profundo sueño y surgió Eva. El Nuevo Adán, Cristo, murió o se durmió como dicen los santos padres y surgió de su costado abierto por la lanza su Esposa, la Nueva Eva, la Iglesia.

¿Cómo puede existir un amor más grande de el que un Dios preexistente desde la eternidad, eterno se haga hombre y muera en la cruz por amor a nosotros?

Y esto es lo que se celebra en la Eucaristía. Como dice el Papa Benedicto XVI: La cruz, sin el gesto de la cena, como la cena sin el sentido de la cruz, estarían vacía de sentido.[8]

“ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA NUEVA Y ETERNA ALIANZA QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS.”

El matrimonio cristiano no solo es signo de esta Alianza sino que es alimentado de ella. Es el altar el que atrae a los verdaderos enamorados. Por eso es la Eucaristía, el atrayente centro de todo matrimonio cristiano. Y ¿por qué atrae?

Dice Santo Tomás hablando de la Eucaristía: La inspiración interior proviene del poder de la sangre, puesto que nos justificamos por la pasión del Señor”[9] cuyo Memorial estamos celebrando.

Y más adelante sigue diciendo el Doctor Angélico: Este sacramento confiere espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad; por eso, san Juan Damasceno lo compara con el carbón candente que vio Isaías: “Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad”. Y, como dice San Gregorio que “el amor de Dios no está ocioso, sino que, teniéndolo, obra cosas grandes”, se sigue que este sacramento tiene de suyo eficacia, no solo para dar el hábito de la gracia y de la virtud, sino también para mover al acto, porque “la caridad de Cristo nos impulsa, nos obliga, nos mueve” (2Co 5,14). Con él, el alma se fortifica espiritualmente, espiritualmente se alegra y de algún modo se embriaga con la dulzura de la divina bondad, según aquello del Cantar de los Cantares: “Comed y bebed, amigos; embriagaos, carísimos” (Ct 5,1).[10]

Conclusión

Y en esto concluimos, y es lo que propiamente estamos celebrando y agradeciendo a Dios, a saber: el amor y fidelidad entre si de un matrimonio y de la atracción de éste hacia el altar durante toda su vida. Aquí hay quienes entendieron lo que dice Benedicto XVI: La Eucaristía nos conduce a la fuente de la verdadera vida, a la vida invencible que no consiste en las riquezas, en la posesión, en el tener. Sólo quienes siguen los pasos de Cristo cargado con la Cruz se hallan en el camino de la vida.[11]

Quiero terminar con una oración, en nombre de todos, pidiendo renueven los esposos el deseo que tuvieron allá en Luján cuando eran recién casados.

Oración a la Virgen de Luján:

Oh, Virgen Inmaculada, que quisiste quedarte en las pampas frenando bueyes a orillas del río Luján. Tu, que ordenaste en unas bodas, en Caná de Galilea, que tu Hijo transformara el agua en vino para alegría de los esposos e invitados. Tu, que aceptaste un humilde velo, representando el precioso ajuar y deseos de dos recién casados, dejados a tus pies en el trono de tu majestuosa Basílica. Y así como guiaste a nuevos esposos hacia las altas cumbres de la cordillera durante su luna de miel, y desde aquellas tierras llamaste a cuatro de tus once retoños; a mujer abandonada con sus 7 hijos, a familia de 8 hijos, y otros dos; a “estudiante agobiado” y “mochilero errante” a perpetuar el Sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza de tu Hijo en el altar. Tu que surges como el alba, hermosa como la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón a banderas desplegadas. Nos atrevemos a suplicarte, en momentos de tinieblas para nuestros hijos, Madre poderosa y Reina del Plata: Pídele a tu Hijo nos acerque hacia su altar, nos alimente y nos enseñe a vivir del altar de su cruz. Muévenos a vivir en las altas cumbres de la Divina Sabiduría de tu Hijo crucificado cuyo memorial se ha quedado en la Eucaristía. Que así sea.

24 de diciembre de 2007,

Parroquia Inmaculada Concepción,

Concordia, Entre Ríos.



[1] CARLOS M. BUELA, Jóvenes en el tercer milenio, 2006, 32.

[2] HECTOR H. HERNANDEZ, Sacheri predicador y mártir por la Argentina, 2007, 123-124.

[3] ERNESTO CHE GUEVARA, Mi primer gran viaje, cit. por Jorge Castañeda en La vida en rojo, p. 79.

[4] ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, La rebelión de la nada, p. 259.

[5] Transmisión de la fe y fuentes de la fe. Conferencia pronunciada en Lyon (15 de enero de 1983). La documentation catholique (hors-série, n. 1,2005), p. 56.

[6] HECTOR H. HERNANDEZ, Sacheri predicador y mártir por la Argentina, 2007, 121.

[7] Romances, VII, 1-45.

[8] JOSEF RATZINGER, El Camino Pascual, Madrid 2005, pp. 137-138.

[9] SANTO TOMÁS DE AQUINO, S. Th., III, 78, 3, ad 3.

[10] Ibidem, III, 79, 1, ad 2.

[11] Citado por JOSÉ L. TORRES-PARDO, La luz que brilla en las tinieblas, 2007, 392.