lunes, octubre 23, 2006

CABILDO,Octubre 2006. Editorial

CABILDO: OCTUBRE 2006. EDITORIAL

Una gravísima confusión capea hoy en nuestra ya anarquizada atmósfera política. La Iglesia ha quedado tensamente enfrentada con el Gobierno, pero ni los motivos son los que corresponderían, ni los contendientes los más aptos para la lid.

Deberían los pastores ser custodios lúcidos y valientes de la ortodoxia y de la recta doctrina, y en carácter de tales, llamar a la resistencia activa contra un tirano impío que no ha dejado sacrilegio por cohonestar, blasfemia por consentir, pecado por legalizar y, apostasía por promover. Deberían, asimismo, excomulgar solemnemente al déspota por su participación activa en atroces infanticidios, cometido en el marco general de una política enteramente contraria a la ley de Dios. Y deberían al fin-por ceñir en algún punto un enunciado llamado a ser interminable- condenar taxativamente la conducta pública de quien ha hecho de su gobierno el ejercicio ostensible de la usura, de la mentira, de la contranatura y del partisanito marxista. Kirchner es un enemigo crapuloso de Cristo, de la Fe Católica y de la Patria, y por tales motivos cabría a los Obispos oponérsele con la mayor firmeza y gallardía.

En lugar de esta legítima y pendiente reacción, se le ha dado a los pastores por constituirse en garantes de la alternancia electoral, del equilibrio democrático y de la pureza institucional del Régimen , denunciando el único mal que conciben en sus heterodoxas testas: el de la democracia supuestamente amenazada por el hegemonismo oficial. Y en defensa de tan sacro bien, bajan al ruedo mismo de la praxis sufragista, llevando como líder a un conocido heresiarca jesuita, asentado en la diócesis misionera. ¡ Detened este atentado de lesa soberanía popular !, parece decirnos Piña, mientras Nuestro Señor es destronado y él mismo contribuye al vejamen homologando los dioses falsos con la Santísima Trinidad. Lo más parecido a la verdad que ha salido de esta reyerta, de la boca de los Obispos , es la afirmación de que el presidente alienta las discordias y los enfrentamientos.

Pero no se quiere aclarar que se trata de la estrategia marxista de la revolución permanente, del odio, como motor de luchas de clases, y por lo tanto, de una perversión intrínseca pasible de ser anatematizada.

Buscando un ataque a quienes juzga sus competidores en el duelo po0r el poder terreno, y que no son sino sus aliados de militancia progresista , el Gobierno no encuentra mejor recurso que un argumento as hominem montado en la mentira basal de los tiempos que corren. Los Obispos. Dice Kirchner, no tendrían autoridad moral para hablar ni asomar el hocico, porque habrían callado frente a los desaparecidos.

Una vez más la postura derechohumanista se convierte en eje monopólico y excluyente de todo debate, y el haber estado a favor o en contra del Proceso es la única línea divisoria para que los elegidos vayan al cielo9 y los réprobos al infierno. No habrá más juicio final en esta tenebrosa perspectiva ideológica al que examine tal conducta. A partir de su mórbido dictamen, los glorificadores de los terroristas ganarán la bienaventuranza eterna; los que desenmascaren el fraude ya pueden ir rechinando los dientes entre ayes.

Pero no serían estos Obispos, que canonizan y exaltan a la clerecía comunista, los que habrían de poner en evidencia el burdo sofisma. Por el contrario, aceptándolo con lícito y demarcador de dignidades, optaron por poner en duda “ el currículo de sufrimientos “ de Kirchner para mencionar a los héroes rojos del sistema. Certeza clara, si cabe, pero no deja de ser un argumento ad hominem del mismo y falaz cuño. Cuando la riña entre la progresía gubernamental y eclesiástica se puso tensa, el Cardenal Primado, recordando que ya no debe haber católicos con hipótesis de conflicto, decidió bajar el tono, y hasta soltarle la mano a su vocero que había osado barbotear un tenue gemido contra el matón.

En cualquier nación – leemos en los Hechos de los Y a este texto solían acudir los Padres para explicar que también se ha de llamar Iglesia a la voluntad salvadora del mismo Dios, respecto de los hombres y de los pueblos que le son fieles. Éste es el drama hondo de la confusión que retratamos: que ni en unos ni en otros vemos el firme propósito de temer al Señor y de practicar la justicia. Frente a un Esta inicuo y a unos pastores sin rumbo, pidamos al menos la gracia de ser testigos claros. Porque alguien tiene que . decir la verdad.

ANTONIO CAPONETTO.