viernes, junio 03, 2011

Hedor

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EDITORIAL
Hedor

Lo que hasta aquí se sabía acerca del modo en que Sergio Schocklender administraba los fondos de la Fundación Madres de Plaza de Mayo era poco tranquilizador.
Lo que ahora acaba de saberse a ciencia cierta termina de intranquilizarnos a todos. Pues donde parecía que hallaríamos las desprolijidades contables de un apoderado negligente empezamos a vislumbrar el perfil, quizá engañoso pero nunca menos que sospechoso, de un estafador consumado que, sin que nadie sepa cómo, es casi dueño de una compañía constructora que ni fundó ni compró. Todo huele a podrido. Y agrava este hedor el propio Schoklender: mientras supuso imposible de descubrir su mentira de que los accionistas de Meldorek eran amigos suyos y no él mismo en persona, lo sostuvo a rajatabla, con esa terquedad de los asuntos que siempre parece firmeza y siempre es cinismo.
No puede endilgársele al gobierno culpa por que un sinvergüenza haga de las suyas en una entidad a la que el gobierno sostiene. Pero haber demorado más de un año en acceder a pedidos de investigación efectuados por legisladores opositores demuestra, sí, el lado oscuro del kirchnerismo.
No ayuda tampoco que Hebe de Bonafini alegue, si es que alega, que no estaba al tanto de nada.