lunes, febrero 14, 2011

[condor-nacional] El moscardón del progresismo (Abel Posse)

Este es un buen escrito porque muestra los límites estrechos a los
que pueden llegar y no más allá, nuestras derec has conservadoras.

Se dedica a describir - muy bien - los efectos pero no hace nada en
absoluto para buscar las causas.

Por supuesto como hombre de derecha - y al igual que la izquierda -
omite por completo la explicación de por qué Fundación Ford - y
otras como Fund Rockefeller, fundaciones de Soros, British Council, etc.
financian las ONG progres que defienden estas banderas.

Cuando se hace inteligencia estratégica, lo primero que se debe averiguar
es donde está el C3I del enemigo.(Comando, control, comunicación,
Inteligencia)

Luego de donde obtiene los elementos Orgánicos fundamentales (la Logística)

Recién después la Estructura, Población y defensa.

Nada dice sobre la forma en que una sociedad (nación) destruida por el
progresismo beneficia an Nuevo Orden Mundial.

Son tantas las falencias que se entiendo como Abel Posse en el ministrio de
Educación cayó derrotado frente a la insurrección de los maestros y sin
el mínimo apoyo de Macri.

Repitiendo lo dicho el lunes 7, si no ganamos la batalla cultural
es inútil pensar en la batalla política.

Podemos - como Abel Posse - hacer toda una serie de maniobras exitosas
para que uno de nosotros ponga el culo en el sillón del ministro de Educación,
pero el tema es como libramos la batalla cuando se amotinen los maestros.

Y los maestros se amotinan siguiendo las pautas de Fundación Ford, pautas
a las adhirió Daniel Filmus en los '80 cuando estaba en FLACSO - apoyada
por Fund Ford y otras. Luego, cuando el alfonsinismo no pudo  imponer su
visión, volvieron con Menem que la impuso por decreto DNU.

Hoy día CFR habla del "modelo" (Nac&POp) pero tiene las pautas de educación
de Fundación Ford.

Y los nacionales no hacemos un carajo porque no tenemos la más puta idea
de que es "una guerra gramsciana"

LA DURA PROTESTA DE SARKOZY

El moscardón del progresismo

 Por Abel Posse | 12.02.2011 | 00:45
Parecería que cuando un revolucionario siente que no puede cambiar
al mundo por vía política, se hace progre. En esencia, el progresismo
es la sustitución de la acción transformadora profunda por la
imposición de modificaciones tramitadas por vías no previstas
por la democracia institucionalizada.

Ya no se pretende cambiar el Sistema sino de contrabandear
modificaciones que a veces contradicen la estructura legalmente
establecida, tradiciones, o realidades culturales. El progresismo
se expresa opinativamente, creando corrientes de pensamiento,
iniciativas movidas por minorías intelectuales dominantes, modas,
ideas que se arrogan “lo políticamente correcto”. Presenta sus
convicciones como novedad ineludible, como nueva ética, como fuga del anquilosamiento, como único sendero hacia el futuro.

Renuncia al debate político frontal, procede por filtración de la opinión
pública con ideas de cambio cuya calidad y veracidad no han sido adoptadas
en un debate de fondo. Se mueve en lo urbano, lo periodístico, lo actual, lo
nuevo, lo moderno, lo juvenil. En suma, es un gramscismo costumbrista que descompone a la sociedad en sus tiempos y estilos culturales pero sin afectar
la solidez del Sistema.

El progre actúa en contra de las mayorías: vence en los periódicos, no
en los libros; se impone en las capitales, no en lo profundo de los pueblos.

Es light, antifilosófico, trasnochadamente posmodernista.

En la España de Zapatero, campeón progre, la desocupación
alcanza al 20 por ciento y las autonomías fragmentaron la unidad motora
del país; pero lograron que las menores puedan abortar sin consentimiento
paterno. En Argentina, los progres de la educación sexual repartieron falos
de madera y preservativos por las aulas, para horror de las familias de las
provincias y de toda la Argentina profunda, que ven llegar a sus hijas con
preservativos en los bolsillos del guardapolvo.

A lo largo de los años, en muchos temas importantes, han logrado
ganarse la opinión y las consecuentes decisiones. Después de un siglo
XX de peligros y forcejeos, las izquierdas perdieron el gran desafío
por el poder mundial sin derrotas militares, desde adentro, por
implosión; desde la Rusia soviética hasta la China maoísta.

Y lo desolador para esa izquierda es que el fracaso se centró en la
economía, justamente el pilar que para Marx regía tanto a las sociedades
como al cosmos, según su materialismo dialéctico. Los imperios
comunistas son hoy emporios del capitalismo internacional y las
socialdemocracias europeas son formas de capitalismo (en el mejor
de los casos, capitalismo social de mercado…).

Sin embargo, el progresismo va sacando adelante sus expedientes.

Influye poderosamente en las minorías motoras y opinativas, seduce
a los medios masivos de difusión en temas tan importantes como la
organización de la familia, la sexualidad, la educación, la situación de
la mujer, el aborto. La frivolidad les da rédito.

Por cierto no se detienen a pensar con Marx que “rescatar lo bueno del
pasado es tan revolucionario como edificar lo nuevo.

Hace unos días, después de una importante votación en la Asamblea
Nacional de Francia en la que se bochó una reforma sobre la organización
de la familia, Nicolas Sarkozy, seguramente en el calor de la disputa,
expresó su hartazgo ante la insolencia progre: “Hoy hemos derrotado la
frivolidad y la hipocresía de los intelectuales progresistas. Desde 1968
no se podía hablar de moral. Nos impusieron el relativismo: la idea de que
todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno vale
tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar
a los malos estudiantes. Nos hicieron creer que la víctima cuenta menos
que el delincuente, que los vándalos son los buenos y la policía es mala…
Que la autoridad estaba muerta, que las buenas maneras habían terminado,
que no había nada sagrado, nada admirable. Esta izquierda está infiltrada
en la política, en los medios de comunicación, en la economía. Firman
peticiones cuando se expulsa a algún ocupa, pero no aceptan que se
instalen en su propia casa. Son esos que han renunciado al mérito y al
esfuerzo y atizan el odio a la familia, a la sociedad y a la república. Hay
debemos volver a los antiguos valores de respeto, de la educación, de la
cultura y de las obligaciones previas a los derechos”