domingo, marzo 15, 2015

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La campana de Huesca que hizo repicar el Rey Monje

Ramiro II quería una gran campana, que se oyera por todo Aragón, y ¡vaya si fue sonada!, según la leyenda

 

 

En el Palacio de los Reyes de Aragón, hoy sede del Museo de Huesca, existe una lúgubre estancia bajo el Salón del trono a la que se accede por unas cortas escaleras. Es la conocida como la Sala de la Campana, en recuerdo de una cruenta leyenda supuestamente acaecida allá por el siglo XII, en tiempos del reinado de Ramiro II (1134-1137).
Tercer y último de los hijos de Sancho Ramírez y Felicia de Roucy, nada hacía prever que Ramiro llegaría a gobernar. El suyo era un destino eclesiástico. En su infancia y juventud en el monasterio benedictino de Saint Pons de Thomières (San Ponce de Tomares), donde era abad Frotardo, después al frente de la abadía de Sahagún. Acababa de ser elegido obispo de Roda cuando murió su hermano Alfonso el Batallador y se vio proclamado rey por las ciudades aragonesas.
Cuenta un romance que el Rey Monje o Rey Cogulla, como fue llamado, encontró una Corte de intrigas en la que los nobles le despreciaban: «Don Ramiro de Aragón, el Rey Monje que llamaban, caballeros de su Reino asaz lo menospreciaban, que era muy sobrado manso y no sabidor en armas: por lo que no le obedecen, por lo que le desacatan».
Los nobles «fazían guerras entre si mismos en el regno et matavan et robavan las gentes del regno», según la «Crónica de San Juan de la Peña», escrita en el s. XIV, el primer documento que recoge la leyenda de La Campana de Huesca.
Según ésta, la situación era de tal gravedad que el rey decidió actuar. Envió un mensajero al monasterio de Tomares con una carta para Fray Frotardo rogándole consejo. El abad leyó el escrito de Ramiro II e hizo que el mensajero le acompañase hasta un huerto con muchas coles. Allí cogió una hoz y cortó las coles más crecidas. Hecho esto, dijo al mensajero: «Vete a mi señor el rey y dile lo que has visto, no te doy otra respuesta».

La atroz campana

Tras escuchar a su mensajero, Ramiro II convocó a las Cortes en Huesca haciendo llegar a los nobles su deseo de contar con una gran campana cuyo sonido se escuchase por todo el reino. «Vayamos a ver aquella locura que nuestro Reye quier fazer (sic)», dice la Crónica de San Juan de la Peña que pensaron los nobles y caballeros.
A los quince más influyentes les hizo bajar a un lugar del palacio donde, uno a uno, fueron decapitados. La tradición refiere que sus cabezas fueron colgadas en semicírculo de forma que formasen una campana y después se hizo entrar al obispo Ordás de Zaragoza y se le preguntó si la obra le parecía completa. Éste, lleno de terror y temiendo la suerte que le aguardaba, respondió al monarca que ningún requisitivo faltaba, pero el Rey Monje le dijo: «Sí que le falta algo, y esto es el badajo, y para suplirlo destino tu cabeza». Así se ejecutó, según la leyenda relatada por Gregorio García-Arista y Rivera, de las Reales Academias Española y de la Historia, en ABC en 1926.
Una vez ejecutados los desleales, el monarca invitó a bajar con él al resto de los nobles para ver la gran campana de la que les había hablado. «¡Váis a ver la campana que he hecho fundir en los subterráneos para repique a mayor gloria y fortaleza de Ramiro II! Estoy cierto que su tañido os hará comedidos, solícitos y obedientes a mis mandatos», pone Concepción Masiá Vericat en boca de Ramiro II en su libro sobre «Mitos y leyendas universales» (2007).
José Casado del Alisal mostró el horror que se dibujó en los rostros de los nobles en un cuadro pintado en 1880 que se exhibe en el Ayuntamiento de Huesca y que se ha convertido en icono de la leyenda. El escritor oscense Alejandro Alagón, en su libro «Varios nombres para un cuadro» (2012) sugiere que el artista palentino retrató entre los caballeros a Gustavo Adolfo Bécquer, como homenaje en el décimo aniversario de su fallecimiento.
El relato sirvió de inspiración para numerosas obras literarias, como «La campana de Aragón» de Lope de Vega o la novela «La Campana de Huesca» (1852) de Cánovas del Castillo, y dio lugar al dicho «más sonado que la Campana de Huesca» con el que se refiere a un suceso de gran repercusión.
En el Museo de Huesca, casi 40.000 personas pudieron visitar en 2014 laSala de la Campana, donde la tradición sitúa la leyenda pese a que el Palacio de los Reyes de Aragón fue construido a finales del siglo XII por orden de Alfonso II, nieto de Ramiro II, aunque posiblemente sobre una construcción anterior. «No hay datos para conocer si se le llamó así desde el principio o desde cuándo», señala Aixa Álvarez, conservadora del museo.

El castigo histórico

La Gran Enciclopedia Aragonesa (GEA) ve el posible origen de La Campana de Huesca en el relato del árabe Ibn Idari, que narra cómo caballeros aragoneses habían roto las treguas con los musulmanes, lo que motivó la intervención de Ramiro II, que ordenó la decapitación de siete señores culpables de la ruptura en 1135. «Ese año desaparecieron estos siete señores: Lope Fortuñónez de Albero, Fortún Galíndez de Huesca, Martín Galíndez de Ayerbe, Bertrán de Ejea, Miguel de Rada de Perarrúa, Íñigo López de Naval y Cecodín de Ruesta», apunta la GEA.
Según Antonio Ubieito, la represión podría haber sido causada por una rebelión de algunos nobles que se habrían sometido al rey navarro García Ramírez en perjuicio de Ramiro.
De lo que no parece haber duda es de que «Ramiro tuvo que hacer frente a unos nobles rebeldes, a los que probablemente eliminó de manera violenta», según señaló Carlos Laliena, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, en una conferencia en Huesca en 2014.
La anécdota de las coles de la leyenda se basaba en fuentes clásicas, como identificó el historiador Jerónimo Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón (1562) recordando a Tarquino, el último rey de Roma, que según Tito Livio cortó las adormideras más altas como consejo para Sexto Tarquino. También Hérodoto, Dionisio de Halicarnaso y Valerio Máximo recogieron en diferentes versiones un cuento popular similar en el que se cortan espigas u otras plantas.