lunes, febrero 13, 2012

El bastardeo de Malvinas

Por Nicolás Márquez (*)

Independientemente de la nobleza de la causa, ninguna duda cabe que toda la cuestión en torno a Malvinas es recurrentemente utilizada por la partidocracia estable con propósitos demagógicos, a los efectos de entretener a la opinión pública y distraer así escándalos de corrupción, ajustes fiscales o entuertos varios que puedan significar un costo político para los gobernantes de turno. Asimismo, otra característica de la temática en cuestión, es que la misma es insistentemente usada para bastardear una gesta, oportunamente apoyada con fervor por los mismos partidos políticos que hoy cargan tintas demonizando al gobierno de facto y jamás asumiendo responsabilidades por el papel que la dirigencia y la sociedad civil tuvo en abril de 1982.

En efecto, al igual que tantos pasajes de los años ‘70, la guerra de Malvinas también ha sido maltratada y distorsionada. En las constantes simplificaciones y propensiones a buscar chivos expiatorios que tienen los propagandistas del régimen, se suele recurrir a sloganes baratos tales como que “fue una guerra promovida por un borracho trasnochado”, cuando la mentada “borrachera” en todo caso era colectiva, ya que la población entera aplaudió y respaldó la guerra; tanto es así que hubo numerosos y multitudinarios actos de apoyo en los que el Presidente Leopoldo Fortunato Galtieri se vió obligado a saludar desde los balcones de la Casa de Gobierno ante el insistente clamor de la multitud que lo vivaba.

En efecto, un arrasante fervor popular apoyaba al gobierno y se manifestaba a favor de la guerra, al igual que lo hicieron numerosos dirigentes políticos que salieron de inmediato a dar su incondicional respaldo. Tanto es así que, inmediatamente, el 7 de abril, “dirigentes gremiales como Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini y políticos destacados como los peronistas Antonio Cafiero y Deolindo Bitel, el radical Carlos Contín (Presidente del Comité Central del Partido), el populista Oscar Alende y Jorge Abelardo Ramos, de la izquierda nacional, viajaron a las Islas Malvinas para la farsesca asunción del efímero gobernador general Menéndez. El 10 de abril se congregaron en Plaza de Mayo cien mil personas con banderas, entre las que se destacaba un cartel con el lema ‘CGT presente, soberanía o muerte’”. El procesista Ernesto Sábato hacía declaraciones para la radio española alegando: “no es la dictadura la que está luchando, es el pueblo entero”[1]. Desde Comodoro Rivadavia, en una declaración radial, Deolindo F. Bittel (ex candidato a Vicepresidente de Luder en 1983 por el P.J.) declaró: “entendemos que la justicia y la reivindicación contenidos en este acto de gobierno merecen que la decisión sea compartida por todos los habitantes de la República Argentina[2]. En esa misma ocasión, Antonio Cafiero dijo que “la afirmación de nuestra soberanía, el mejoramiento de la imagen exterior y la consolidación de la unidad nacional son tres de los principales réditos que el enfrentamiento armado está en condiciones de dejar. Por otra parte, el gasto que demanda es infinitamente menor que el déficit provocado por la política de despilfarro aplicada en épocas de paz” y seguidamente agregó: “A medida que las acciones resultan más dramáticas se va diluyendo nuestro objetivo partidista, y por esa causa nos propusimos dejar de hacer todo aquello que pudiera dividir la opinión de la comunidad, decidiendo entonces entrevistar a los jefes de las guarniciones patagónicas”.

Políticos de todas las ideologías se reunieron con el Ministro del Interior, Gral. Harguindeguy el 2 de mayo. Al salir de la tertulia, el izquierdista Oscar Alende declaró: “Estamos gozosos de poder asistir a un hecho trascendental. Es un acto de decisión y arrojo que hace honor al gobierno y a las fuerzas armadas argentinas” y en igual circunstancia el relevante dirigente justicialista Torcuato Fino ratificó “La solidaridad del justicialismo con esta actitud del gobierno”; en representación del radicalismo, Francisco Rabanal expresó: ”El episodio de hoy fue anhelado por varias generaciones de argentinos”. Lleno de júbilo, dos días después Arturo Frondizi declaraba que “La acción de las fuerzas armadas, tendientes a poner fin a la usurpación de Inglaterra en Las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, merece todo nuestro apoyo”. El gobernador de la Provincia de Bs.As., Gral. Saint Jean, también se reunió con los representantes de los partidos Intransigente, Demócrata Cristiano, U.C.R, M.I.D, P.J, y Demócrata Progresista y al salir, hizo mención al apoyo brindado por los dirigentes y afirmó haber recibido expresiones que “fueron conmovedoras[3].

Una encuesta de la época efectuada por Gallup señalaba que el 90% de la población adhería a la guerra, y sólo el 8% se oponía. Los más entusiastas en apoyarla eran los sectores de izquierda. Otra acusación en torno a lo acontecido nos dice que el conflicto fue desatado por las FF.AA. para obtener rédito político y “perpetuarse en el poder”, sin embargo, hasta la mismísima justicia alfonsinista, cuando enjuició a Galtieri, determinó que “El fallo de la Cámara no implica críticas de manera alguna a la gesta de Malvinas […] La Decisión de la Junta Militar de ocupar las islas respondió a la necesidad de reaccionar frente a una añeja, pertinaz y ultimamente intolerable ofensa a la soberanía argentina […] esas circunstancias a modo de abanico fueron concentrándose hasta conformar una agresión, que no solo justificaba, sino que imponía una oportuna defensa en aras de proteger nuestros intereses superiores de la Nación”[4]. Tanto es así, que Galtieri ni siquiera fue condenado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y los cargos que se le imputaron no tenían relación con la ocupación de Malvinas y la guerra contra Inglaterra, sino con haber mantenido el “combate una vez conocida la magnitud de la reacción inglesa, a las fuerzas propias en inferioridad de condiciones”.

Tampoco es cierto que los soldados argentinos fueran un temeroso tropel de “chicos asustados”, puesto que, a pesar de las notables desigualdades tecnológicas, pelearon palmo a palmo contra una de las potencias militares más importantes del mundo, hecho que fuera reconocido por los mismos militares y personalidades norteamericanas e inglesas, empezando por la mismísima Primer Ministro Margaret Thatcher, quien cuenta que varios años después de la guerra “un general ruso me dijo que los soviéticos habían estado absolutamente convencidos de que no lucharíamos por las Malvinas, y que de hacerlo, perderíamos”, episodio que obviamente no se dio, pero que no era impensado, puesto que al decir de la propia Thatcher “Sin los Harriers, con su gran capacidad de maniobra, piloteados con enorme destreza y valor, y empleando la última versión del misil Sidewinder aire-aire proporcionado por Caspar Weinberger, no hubiéramos podido recuperar las Malvinas[5].

Asimismo, en momentos decisivos, el día 13 de junio de 1982 (un día antes de la rendición de las tropas argentinas), el Almirante británico Sandy Woodward (Comandante de la Fuerzade Tareas Expedicionaria Británica) elevó un dramático informe al Comando de las Fuerzas de Tierra, en el cual, tras relatar las profusas averías y el desmantelamiento que estaban padeciendo las tropas británicas concluyó: “Francamente, si los argentinos pudieran sólo respirar sobre nosotros, ¡nos caeríamos!. Tal vez ellos están igual. Solo cabe esperar que así sea, de otra manera estamos listos para la carnicería”. Lo cierto es que oficialmente (y sin contabilizar las bajas padecidas por las tropas de apoyo de los “Gurkas” y las escocesas) Inglaterra declaró que “en los 45 días de guerra, proporcionalmente, perdió mas hombres que en la Segunda Guerra Mundial: 255 muertos y 777 heridos…en Inglaterra se suicidaron más veteranos de Falklands, que los veteranos de Malvinas en estos 20 años…de los 616 muertos argentinos, casi la mitad lo fueron a causa del hundimiento del Crucero Gral. Belgrano[6] (fuera de la zona de exclusión).

Una vez más, el kirchnerismo (no sin complicidad de algunos sectores de la “oposición”) manosea una noble causa para tapar noticias incómodas a la vez que distorsiona y disfraza, por milésima vez, nuestro pasado reciente mancillando la memoria y buen nombre de nuestros veteranos de guerra.

La Prensa Popular | Edición 80 | Lunes 13 de Febrero de 2012