martes, diciembre 26, 2017

DEMOCRACIA  CULPOSA  Y  CULPABLE
                                    Hugo  Esteva

Algo más de medio siglo atrás el progresismo universitario quiso imponer la “autodisciplina” en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Convocó para eso a un grupo de psicopedagogos, todos ortodoxos marxistas, que se ocuparon más del adoctrinamiento de los alumnos que de su buen comportamiento. La experiencia fracasó en un año, superada por la barullera sabiduría de los más lieros, que se resistieron a la tiranía “psico-bolche” con las más eficaces armas del “quilombo” estudiantil. Los psicopedagogos se fueron; pero quedó una semilla que fructificó en montoneros, erpianos, desaparecidos y acomodados universitarios.  Aquellos “zurdos” no fueron los únicos responsables, también colaboró la iglesia “progre”.

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Medio siglo parece haber pasado en vano.  “La historia vuelve a repetirse”, según palabras del mal letrista de tangos. Y la laya de entonces (particularmente la de los acomodados, muchos provenientes del propio colegio) sigue con sus malas costumbres.
Aquello continuó en la Universidad. Por entonces, de golpe, aparecieron los mismos zurdos persistentes que manejaban el final casi desierto de las asambleas, pero ahora reivindicando al ”pueblo peronista” al que antes habían denostado por “reformista y facho”. Así empezó el “entrismo”, que tuvo su momento de auge colado junto al máximo chupamedias de nuestra historia: Héctor J. Cámpora, hoy sigla neo-montonera. La muerte de Perón los salvó de la verdadera “desaparición forzada” y aquí están -con décadas de tintura algunos, renovados en la hipocresía los más jóvenes- invocando a la “democracia” que no les importa sino como pretexto y empleo.
La “democracia”, esta falsa democracia a la que todos mentan y en la que nadie cree. Porque todos, hasta el más “demócrata”, saben que es mentira.
Por de pronto, estos marxistas encubiertos que practican gimnasia revolucionaria en la calle y en el recinto del Congreso al que falsifican respetar, no tienen cargo de conciencia al mal utilizar a la “democracia” porque lo único en que creen es en la “Revolución” que intentan imponer de ese modo. Dicho de otra manera: para ellos la verdad es la revolución y bajo esa consigna consideran que no mienten ni matan ni roban, “hacen la revolución” según códigos distintos de los del común de los mortales a quienes quieren bajo su yugo.
Del otro lado, los que no son marxistas y podrían querer combatirlos –como parecen ser quienes defienden al gobierno argentino actual- también se llenan la boca permanentemente de “democracia”, a sabiendas vergonzantes de que lo que practican no es sino una serie de maniobras sólo aparentemente lícitas para sostener un sistema falsamente representativo, teledirigido, basado en la especulación y en el negocio.
Del primer lado están los marxistas de siempre, los resentidos residuales del kirchnerismo y los massistas que derraparon de la “avenida del centro” por la banquina izquierda.
Enfrente corren los siempre inútiles radicales (ver su reciente administración en Comunicaciones y en Defensa para confirmar la inefable persistencia), los neoliberales que siguen atados al mundialismo a pesar de las trompadas recibidas de sus dueños, y una novedad, los “gestionadores” que no saben una palabra de historia pero parecen conocer de cómo prenderse a los negocios.
Desde lejos, cada vez más lejos, los mira el grueso de los argentinos, ese conjunto que sigue trabajando por instinto de supervivencia pero cada día con menos fe. El que estableció una vez más su repudio por los primeros; pero también cree cada vez menos a los segundos, en la medida en que éstos no tienen la convicción suficiente para construir la patria que añora su esperanza.
Todo el mundo que conozca apenas la historia, sabe que la “democracia” actual nació de la falsedad que pontificara con sangre la Revolución Francesa acerca de que “la mayoría tiene razón y es dueña de la verdad”. Líneas sucesorias similares a aquélla (como la escuela de Frankfurt y el gramscismo) dieron un paso más transformando a la cultura así surgida en “derecho-humanista y pro-homosexual”. Tan lejos han quedado de la verdad de siempre los seguidores de esta cultura del día  -que reúne a sólo aparentemente contradictores, como los mundialistas y los populistas- que unos y otros creen que fue la “democracia” quien descubrió el respeto por el prójimo y por la naturaleza. El amor al hermano y el cuidado de la creación que supo poner en su lugar el Cristianismo, se cambió en derechos humanos y protección del medio ambiente para que el Cristo quedara lo más distante posible, no sin responsabilidad de la propia Iglesia Católica. A esto responde esta “democracia” culpable del desbarranco de la patria, que unos defienden a pedradas y palos, y los otros proclaman de manera culposa.
Ninguno, en cambio, propone una representación popular genuina y responsable, donde se vote desde la base próxima pero además se exija a quienes se vayan elevando en la pirámide del gobierno ser reelegidos desde su mismo lugar de origen si quieren persistir en sus cargos.  De tal modo los ciudadanos podrían seleccionar a quienes conocieran y opinar sobre lo que conocen. Pero la “democracia” insiste en que los elegibles sean digitados desde y por la televisión. Así nos va.

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Como antes, una minoría entrenada para manejar el caos que reina en sus propias almas empuja a gobernantes que no tienen los instrumentos culturales para contenerla. Eso implica desgobierno legislativo, desgobierno judicial y desgobierno callejero.
Tal el diagnóstico. Pero no habrá tratamiento eficaz si se lo intenta por el mismo camino destructor.
Le está pasando a los bimilenarios catalanes. ¿No nos va a pasar a los bicentenarios argentinos?