jueves, junio 20, 2013

Un beato ejemplo para el catolicismo "ligth" actual

"Vale la pena ver la pelìcula , la " Cristiada ", sobre todo leer el libro del Padre Alfredo Sàenz ·" La gesta de los Cristeros ".Editorial Gladius, que estoy terminando y me ha cautivado.Creo que todo catòlico debe conocerlo  comprender a Mèxico  en los siglos XIX y XXX- No se se arrepentirà . 
 
EL DIRECTOR.


 




Un adolescente mártir (Beato José Luis Sánchez del Río)

Persecución religiosa en México
En la primera mitad del siglo XX se produjo en México la llamada Guerra de los Cristeros, motivada por legislación en contra de la Iglesia. La persecución contra los católicos tuvo lugar con mayor virulencia con la el mandato del Presidente Plutarco Elías Calles, pero ya antes hubo una serie de disposiciones gravemente atentatorias contra la Iglesia Católica.
En 1914 Venustiano Carranza fue elegido Presidente México, y bajo su mandato, el 5 de febrero de 1917, se promulgó una nueva Constitución para el país, la llamada Constitución de Querétaro, que contenía varios artículos vejatorios para la Iglesia. Entre otros, le prohibía fundar o dirigir escuelas primarias (art. 3), el establecimiento de órdenes religiosas (art. 5), los actos de culto fuera de los templos o casas particulares (art. 24), y poseer, adquirir y administrar directa o indirectamente bienes inmuebles (art. 27). Tampoco le reconocía personalidad jurídica (art. 130). A partir de entonces, la Iglesia se encontró en un estado de persecución jurídica, y la sangre se derramaba por México cada vez que se aplicaba a la letra la Constitución.
Durante la Presidencia de Plutarco Elías Calles se desencadenó la más larga y dura persecución, en la que abundaron los mártires. En 1926 el Presidente sacó una ley, conocida como la Ley Calles, que era un código penal anticatólicos: establecía la expulsión de los sacerdotes extranjeros, preveía la prisión por celebrar cultos fuera de los templos o dar enseñanza católica, prohibía el uso del traje sacerdotal o hábito religioso, y castigaba a los sacerdotes que no dijeran que la Constitución obligaba en conciencia. En su desvarío, Calles intentó crear una Iglesia cismática, pretensión que resultó verdaderamente cómica.
Como reacción a su política sectaria surgió el movimiento de los Cristeros, así llamados por su grito habitual: ¡Viva Cristo Rey! Eran en buena parte campesinos, que tomaron las armas en defensa de la Iglesia y protagonizaron tres años de lucha, que arrojó un balance de entre 25.000 y 30.000 cristeros muertos, y unos 60.000 soldados federales.
Un chico piadoso
El 28 de marzo de 1913 nació José Luis Sánchez del Río, en Sahuayo (Michoacán). Era hijo de Macario Sánchez y de María del Río. En el hogar familiar aprendió a llevar una vida de piedad. Asistía al catecismo. Iba a Misa los domingos, así como los días 21 de cada mes, y rezaba diariamente el Rosario.
Alistado en el ejército cristero
El 31 de julio de 1926 se decretó la suspensión del culto público, y al año siguiente José Luis quiso alistarse en el ejército cristero, pese a su corta edad, para defender a Cristo y a su Iglesia. Prudencio Mendoza, General de los cristeros de Michoacán, lo aceptó tan sólo como asistente. En el campamento se ganó el aprecio de sus compañeros. Por la noche dirigía el Rosario y animaba a la tropa.
El 6 de febrero de 1928 participó en un combate, cerca de Cotija. En un momento de la batalla, el caballo del general Mendoza fue alcanzado por un proyectil cayendo muerto. El joven José Luis ofreció a su superior su caballo, y tomando un fusil se puso a combatir. Al acabársele la munición, fue capturado por los federales.
El general federal, al ver su valentía y arrojo, le propuso unirse a ellos. El chico rechazó con energía la propuesta: ¡Jamás! ¡Primero muerto! Yo no me uno a los enemigos de Cristo Rey. Yo soy su enemigo. ¡Fusíleme! Ante la negativa, el general lo mandó encerrar en un calabozo.
Carta a su madre
El mismo día en que fue capturado, desde la prisión, escribió a su madre: Cotija, 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que más me mortifica; antes diles a mis dos hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez. Y tú recibe el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba.
Cuatro días después, en la tarde del viernes 10, fue trasladado a su ciudad natal, Sahuayo. Al saber la cercanía de su muerte, consiguió escribir a una tía suya pidiéndole la Comunión, que recibió dos horas después.
El martirio
Ya en la noche de aquel mismo día, le desollaron los pies y lo empujaron a golpes hasta el cementerio. Querían que apostatara, pero José Luis mantuvo su entereza. Él mismo se encaminó al borde de su tumba y los verdugos comenzaron a apuñalarlo. En medio del tormento, el capitán que mandaba en la ejecución preguntó al joven mártir qué mensaje quería enviar a sus padres, a lo que respondió: Que nos veremos en el Cielo. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!
Dichas estas palabras, se le disparó en la cabeza y José Luis cayo muerto en la fosa. Sin ataúd ni mortaja, su cuerpo recibió directamente las paletadas de tierra. Su muerte produjo tanta conmoción en Sahuayo que los soldados federales custodiaron el cementerio el día entero, pues todos querían recoger sangre del mártir.
La semilla da fruto
El martirio del joven cristero fue presenciado por dos niños, uno de nueve años y otro de siete años. Años después, ambos se ordenarían de sacerdotes y se convertirían en fundadores. La muerte de José Luis tuvo un papel decisivo en la vida de ambos.
Uno de estos dos dio el siguiente testimonio del martirio de quien fue su amigo en el libro entrevista Mi vida es CristoFue capturado por las fuerzas del gobierno, que quisieron dar a la población civil que apoyaba a los cristeros un castigo ejemplar. Le pidieron (a José Luis) que renegara de su fe en Cristo, so pena de muerte. José no aceptó la apostasía. Su madre estaba traspasada por la pena y la angustia, pero animaba a su hijo. Entonces le cortaron la piel de las plantas de los pies y le obligaron a caminar por el pueblo, rumbo al cementerio. Él lloraba y gemía de dolor, pero no cedía. De vez en cuando se detenían y decían: “Si gritas ‘Muera Cristo Rey’ te perdonamos la vida”. “Di ‘Muera Cristo Rey’”. Pero él respondía: “Viva Cristo Rey”. Ya en el cementerio, antes de disparar sobre él, le pidieron por última vez si quería renegar de su fe. No lo hizo y lo mataron ahí mismo. Murió gritando como muchos otros mexicanos: “¡Viva Cristo Rey!”
Concluyendo su testimonio con las siguientes palabras: Éstas (las del martirio)son imágenes imborrables de mi memoria y de la memoria del pueblo mexicano, aunque no se hable muchas veces de ellas en la historia oficial.
El otro niño testigo, en unos escritos suyos, narra que siempre consideró providencial su encuentro con José Luis Sánchez. Haberse cruzado con el joven mártir de Sahuayo -a quien le pidió seguirlo en su camino, pero que viéndolo tan pequeño le dijo: Tú harás cosas que yo no podré llegar a hacer- determinó su decisión de hacerse sacerdote.
Beatificación
El 20 de noviembre de 2005, en Guadalajara (México), el cardenal José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, por disposición del papa Benedicto XVI beatificó a José Luis Sánchez del Río y a otros doce más mártires cristeros.
Los restos mortales del beato José Luis descansan en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en su pueblo natal.