miércoles, febrero 27, 2013

Por la memoria de nuestros abuelos y padres inmigrantes.

Por la memoria de nuestros abuelos y padres inmigrantes.

 El abuelo un día
 cuando era muy joven
 allá en su Europa
 miró el horizonte
 y pensó que otra senda
 tal vez existía.
 Y al viento del norte
 que era un viejo amigo,
 le habló de su prisa,
 le mostró sus manos
 que mansas y fuertes,
 estaban vacías,
 y el viento le dijo:
 ""Construye tu vida
 detrás de los mares,
 allende tu España, allende tu Italia"".
 Y el abuelo un día
 en un viejo barco
 se marchó de España.
 El abuelo un día,
 como tantos otros,
 con tanta esperanza partió de su Italia.
 La imagen querida
 de su vieja aldea
 y de sus montañas
 se llevó grabada
 muy dentro del alma,
 cuando el viejo barco
 lo alejó de España, lo sacó de Italia.-


 Cristina Fernández ha dicho que los que bajaron de los barcos hace poco más
 de 100 años, lo hicieron muertos de hambre. Como si haber venido con las
 ilusiones de quien quiere salir de una situación de angustia, de países
 arrasados por guerras y calamidades, los convirtiera en seres despreciables
 o inferiores a los que hay que reprocharles la apertura que tuvieron para
 ellos otros gobernantes argentinos que hacían honor a la denominación
 argentino.

 Esos que ella llama muertos de hambre fueron nuestros abuelos, que no sólo
 vinieron para saciar su hambre, sino que lo hicieron sin buscar que los
 alimentaran gratuitamente con las limosnas dadas a los pobres, hoy llamadas
 por ella planes, que no son trabajar, sino planes haraganear, para mantener
 a sus beneficiarios en la dependencia de la pobreza y así canjearlos por
 votos que le aseguran mantenerse en el poder y en su enriquecimiento
 vergonzoso.

 Esos muertos de hambre, señora Presidente, fueron quienes hicieron rica
 nuestra patria hasta alcanzar el 6º lugar en el mundo.

 Esos muertos de hambre, señora, clavaron el arado por primera vez en la
 mayor parte de la tierra argentina para hacerla el granero del mundo.

 Esos muertos de hambre, señora, iban a trabajar llevando un pan, dos
 cebollas y medio litro de vino, para poder ahorrar lo suficiente y así poder
 traer a su mujer y sus hijos a compartir esta bendita tierra.

 Esos muertos de hambre, señora, amaron esta tierra como usted ni siquiera
 puede imaginar, sembraron en ella no sólo el trigo, sino que le dieron
 muchos hijos y nietos, que hoy somos esa clase media que usted desprecia, y
 esos hijos y nietos aprendimos que la dignidad del hombre comienza con el
 trabajo, porque significa cumplir el mandato bíblico "ganarás el pan con el
 sudor de tu frente".

 Claro, que algunos de esos hijos se dedicaron, como usted y su marido, a
 trabajar prestando plata con usura y apoderándose de los bienes de quienes
 no podían pagar sus deudas, lo que sí los convirtió en muertos de hambre.

 Por todo esto, señora presidente, su desprecio a nuestros abuelos, los que
 hicieron la Argentina próspera, la Argentina del trabajo en paz. en la que
 la gente se quería y se sentaba por las tardes en la puerta de su casa, con
 la seguridad de que nada alteraría su descanso luego del trabajo honesto,

 y mandaban a sus hijos a la escuela y la universidad gratuita, para que
 ellos pudieran llegar a estar en esa clase media despreciada por usted, ese
 desprecio digo, señora, es el desprecio a lo más rico y generoso que puede
 ostentar nuestra patria: ese hombre simple, que no es revolucionario con las
 armas que matan, sino con las herramientas que producen vida.

 Usted, señora, es rica, multimillonaria con infinidad de propiedades, entre
 otras, esos costosísimos departamentos de Puerto Madero, o el lujosísimo que
 su niña Florencia utiliza en Estados Unidos, y ricos son también sus
 amigos-súbditos del gobierno, que nos tildan a los "acaudalados laburantes
 de la clase media" que pagamos sus lujos y caprichos, como los bien
 vestidos. Como si no tuviésemos al menos la pobre libertad de vestirnos
 decentemente.

 Estamos indignados. señora Presidente, ya no porque nos ofenda como lo hace
 habitualmente, sino porque ha ofendido a nuestros padres y a nuestros
 abuelos, esos hombres honestos a los que usted debería rendir homenaje
 renunciando a su soberbia y a su pretendida ilusión de perpetuarse en el
 poder, y ofreciendo su fortuna a la proclamada y no cumplida distribución de
 la riqueza.

 Un consejo señora: desde hoy guarde luto por las ofensas que ha inferido al
 pueblo argentino, en especial a nuestros ancestros y a sus descendientes, la
 clase media. Y llore, sí llore de tristeza verdadera por el daño que le está
 haciendo a la sociedad argentina, a la que ha dividido como nunca lo estuvo
 en su historia.

 Llore señora Presidente, llore mucho hasta que termine su mandato y váyase
 al exilio lejano, que será el lugar donde quizá encuentre el olvido de todos
 los argentinos de bien aunque allí gaste la fortuna.
 que comenzaron sus ancestros FERNANDEZ.-


 Fdo: YO EL CIUDADANO DE CLASE MEDIA, que dejó un momento su trabajo, para
 defender el honor de mis abuelos, esos muertos de hambre que bajaron de los
 barcos, para hacer la patria grande que hoy estamos perdiendo.