lunes, julio 23, 2012

Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán

Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán

El escritor novela la historia de una incendiaria pasión amorosa en el marco del crucial día D de la Reconquista en su nuevo libro, «Últimas pasiones del caballero Almafiera»


Viaje a la batalla de las Navas de Tolosa junto a Juan Eslava Galán
Click here to find out more!
Click here to find out more!
Click here to find out more!
Aquí estamos, camino de la gloria o del infierno. En buena y animada compaña, a pesar de lo difícil del empeño. El viento juguetea con nuestros estandartes. Nuestros corceles trotan con brío. Avanzamos, sí, camino de la gloria o del infierno, hacia las estribaciones de Sierra Morena, avanzamos hacia las Navas de Tolosa donde, afilando sus alfanjes, nos esperan el califa almohade Al Nasir (al que solemos llamar Miramamolín, príncipe de los creyentes, para la chusma que dirige) y su morisma, casi veinte mil hijos de la Media Luna.
En nuestra delantera, a la vanguardia, dos caballeros de renombre, curtidos de antaño en los menesteres de la guerra, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez Reverte, cristianos viejos que se las saben todas.
A Pérez Reverte lo hemos tenido que recoger en plena cabalgada, pues su poderoso rocín negro azabache y cuatralbo dijo que no daba un paso más a la altura de la venta de La Atalaya, apenas a quince leguas de la querida Toledo que ya añoramos. Y entre nosotros, escudo contra escudo, ballesta junto a ballesta, hombro con hombro, lo más granado de Navarra, de Aragón, de la indestructible gente de Castilla, y vizcaínos, con su señor, Diego López de Haro al frente, y leoneses que han desoído al felón de su rey y se han arrejuntado con nosotros, gente y hasta almas generosas y pías llegadas de allende los Pirineos, que no faltan entre nosotros unos miles de ultramontanos, caballeros forjados en penurias por doquier, en combates y carnicerías en Tierra Santa, donde las cosas no van bien y la musulmanería nos está zurrando de lo lindo la badana.

Bendición papal

Por eso, el el Papa Inocencio III nos ha convocado en cruzada, nos ha guiado y nos ha dado su bendición. Y aquí estamos, a apenas una jornada del Infiel, a un día de esas Navas que llaman de Tolosa. Prestos a vengar la escabechina de Alarcos y a darle al Moro su merecido. Nos cuenta el caballero Eslava Galán, autor de la mejor crónica de estas jornadas, recién salida de la imprenta de la Plaza de Zocodover e intitulada como «Últimas pasiones del caballero Almafiera», que los ojos de nuestro Alfonso VIII se han llenado de lágrimas cuando estábamos de anochecida en la villa de la derrota, Alarcos, y que ni su fiel Diego López de Haro también allí derrotado y deshonrado, ha osado dirigirle la palabra ni hacer atisbo de chanza.

La bella malmaridada

Avanzamos, prieto el paso, serena la mirada, convencidos de que haremos historia. Aquí vamos, dispuestos a escabechar o que nos escabechen. Porque como nos cuenta el alférez y portaestandarte de los nuestros, el ya citado Eslava Galán, aquí nos jugamos que el repicar de nuestras campanas no lo usurpen los cantos del muecín «que nos pongan a rezar y mirar a La Meca para siempre». Entre los nuestros, quien más destaca es Almafiera, un ultramontano de La Provenza que ha encontrado aquí amoríos con una malmaridada, Eliabel, con la que coyunda a menudo, poblándole de astas a su marido la cabeza.
Y aquí estamos, 16 de julio de 1212, a finiquitar o que nos finiquiten. Para ellos, para la morería, 8 del Safar del 609. Nos hemos encomendado al Señor, y con nuestros tres capitanes al frente, Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho de VII de Navarra, bruñimos nuestras espadas. «Me encanta el olor del acero toledano por la mañana», nos espeta Don Diego. Hay que apresurarse y encorazonarse. Ballestas preparadas. ¡Ferid, castellanos. Yago cierra. Ferid, ferid!. Que esta vez nos nos hagan la del tornafuye como en Alarcos, venganza, venganza. Almafiera y Eliabel se han besado apasionadamente entre los olivares.

La hora del trovador postrero

El trovador Guillem de Cabestany nos ha regalado los oídos quién sabe si por última vez, suenan nuestros olifantes, y el Papa Inocencio reza allá en Roma por nosotros. Atrás quedan obispos y monjas, manjares y festines, el arzobispo Jiménez de Rada, muchos franchutes que se han dado la vuelta para pelear contra los albigenses. El pastorcillo Halaja nos ha descubierto una brecha en la hueste marroca. «Aquí está España y esto no es Hollywood, aquí no hay Ivanhoe, ni romanticismo ni idealizaciones que valgan, esto es Edad Media en estado puro», nos comenta el caballero y cronista Juan Eslava Galán, antes de calarse el yelmo hasta las cejas. Son las 11 de la mañana.
Picamos espuelas, solo el Señor y la Virgen María saben si hacia el cielo o hacia el infierno. Vengaremos Alarcos. ¡Ferid, castellanos, ferid! El sol todavía está en lo alto, la canícula de los campos de Jaén nos abrasa, sangre, sudor y lágrimas nos hemos dejado en el empeño. Y cientos de amigos y camaradas. Vertemos litros de vinagre en nuestras heridas y ardemos por dentro. «Pero mi Rey -le dice el alférez Eslava Galán a Alfonso-, este fuego no es el del infierno, son las llamas de la victoria».

Una novela de las de antes, de las buenas