lunes, marzo 14, 2011

España, un largo historial de presidentes asesinados




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España, un largo historial de presidentes asesinados

Se cumplen 90 años desde que Eduardo Dato fue acribillado en el centro de Madrid, convirtiéndose en uno de los cinco jefes de Gobierno españoles muertos en atentados por parte de anarquistas, republicanos o terroristas de ETA

Día 09/03/2011 - 21.33h
ABC
«Una motocicleta avanzó hasta ponerse al costado del auto (del presidente), y desde el sidecar hicieron varios disparos contra aquel, de costado y por detrás, huyendo la moto a toda marcha por la calle de Serrano». Esta era la versión oficial publicada el 9 de marzo de 1921 por ABC, sobre el asesinato de Eduardo Dato. Tres anarquistas catalanes, en respuesta a la brutal represión ejercida por el gobernador militar de Barcelona contra los huelguistas, descerrajaron 18 balazos contra el presidente del Consejo de Ministros de España, que «caía desplomado sobre el asiento del carruaje».
Eran años críticos de la posguerra mundial y el ambiente político de España era insoportable a causa del enfrentamiento entre la patronal y las centrales sindicales. La apuesta de Dato por la mano dura contra las revueltas sociales lo convirtieron en el objetivo principal del extremismo anarquista, que se tomó la justicia por su mano, en la Puerta de Álcala y a la vista de todos, hace ahora 90 años.
Fue esa misma tensión social e incertidumbre política la que propició los asesinatos de otros cuatro presidentes en la historia de España: Juan Prim, Cánovas del Castillo, José Canalejas y Carrero Blanco. O que lo intentaran con otros, como Antonio Maura, o con candidatos como Aznar.
Anarquistas, republicanos o etarras, durante periodos convulsos como la Revolución de 1868, en los últimos años de la Restauración o en las postrimerías del Franquismo… el objetivo de los crímenes fue encontrar el camino más rápido para cambiar la dirección del país o para vengar alguna acción represiva.

Prim y los tres «proyectiles» en el hombro

A Prim, por ejemplo, le sorprendió su muerte junto al Paseo del Prado un 27 de diciembre de 1870, solo un año después de acceder al cargo y tres días después de que Amadeo de Saboya, a propuesta de este, fuera elegido rey de España en medio de una gran polémica. «Al retirarse del Congreso –contaba el diario liberal «La Iberia»– fue asaltado en la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) el carruaje que los conducía (a Prim y sus ayudantes) por una cuadrilla de asesinos que estaban ocultos en dos coches de alquiler». «Al detenerse éste –continuaba– se bajaron de dos coches de plaza los bandidos, armados de trabucos y carabinas, y rompiendo con el cañón de estos los cristales de las portezuelas del coche, hicieron sobre este varios disparos a quemarropa».
Así acabó el mandato de Prim, por unas heridas en principio de poca gravedad, pero que se infectaron hasta provocarle la muerte tres días después. «Hoy desembarcará el rey y yo me muero», dijo instantes antes de morir, según «La Correspondencia de España».

Cánovas, víctima del anarquismo

Como a Dato, a Cánovas del Castillo también lo mató un anarquista, pero esta vez italiano, que recorrió media Europa para llegar a España y ejecutar su plan. Su nombre, Michele Angiolillo, que en un principio quería asesinar a un miembro joven de la familia real, pero que, en el último instante, optó por Cánovas.
El 8 de agosto de 1897, en el balneario de Santa Águeda de Mondragón, actuó con determinación: «El asesino, que sin duda le estaba espiando, se acercó y, apoyándose en la puerta para apuntar mejor, le disparó casi a quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del señor Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda. Al primer disparo salieron otros dos. Por efecto del primero, el señor Cánovas se incorporó, yendo a caer a unos tres metros de distancia. Al incorporarse, le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El tercer disparo fue hecho estando ya el señor Cánovas en el suelo», describió el diario «La Época» con sorprendente minuciosidad.
La figura más influyente de la política española del último cuarto del siglo XIX, el artífice de la Restauración, moría para vengar, según declaró Angiolillo, a los anarquistas detenidos, torturados y ajusticiados en Barcelona un año antes, a raíz del atentado contra la procesión del Corpus en 1896.

El suicidio, su única salida

La misma ira anarquista acabó, 15 años después, con el presidente Canalejas, generando tal polémica que pocos meses después aparecía un cortometraje semidocumental sobre el crimen («Asesinato y entierro de don José Canalejas», en el que aparecía por primera vez, a los 26 años, el actor Pepe Isbert) y un libro de Franco, bajo el seudónimo de «Jakim Boor», acusando a los masones.
Manuel Pardiñas disparó por la espalda a Canalejas en el momento en que este se detuvo en la librería San Martín de la Puerta del Sol. Se dirigía a su domicilio, en una época en la que los mandatarios volvían andando a su casa sin levantar el más mínimo revuelo. Pardiñas, contaba ABC el 13 de noviembre de 1912, «se acercó al presidente, y casi apoyándose en su hombro, le hizo un disparo con una pistola Browning. El criminal hizo un segundo disparo, y al ver que el Sr. Canalejas había caído al suelo y que la gente se arremolinaba a su alrededor, trato de huir». Uno de los agentes de Policía que seguía al presidente a cierta distancia golpeó con un bastón al asesino, el cual no encontró otra salida que pegarse dos tiros en la cabeza.
A Pardiñas se le encontró encima el retrato de una mujer donde se leía «a mi inolvidable Manuel», un billete de 25 pesetas, un trozo del libro de Camile Flammarion, «Astronomía Popular», y un ejemplar de ABC del día anterior.

Carrero Blanco, el sucesor de Franco

La lista de los más importantes magnicidas de la historia de España acaba con ETA. Carrero Blanco, el sucesor del Caudillo, el representante más puro del franquismo, se convirtió en objetivo claro de ETA desde que fuera elegido presidente del Gobierno. Hizo caso omiso de las advertencias y se negó a aumentar sus medidas de seguridad y a variar sus itinerarios.
«Consternación en España y en todo el mundo por la muerte del almirante Carrero Blanco», tituló ABC el 21 de diciembre de 1973, sobre la conocida como «Operación ogro». Los etarras excavaron un túnel en la madrileña calle Claudio Coello hasta el centro de la calzada, donde colocaron 100 kilos de goma-2. El vehículo de Carrero Blanco «se elevó por los aires, alcanzando una gran altura que sobrepasó la de los cinco pisos y planta baja» de un edifico cercano. ETA obtuvo con su atentado más importante una proyección sin precedentes hasta ese momento… la misma que, en su momento, obtuvieron Pardiñas o Angiolillo.