jueves, octubre 15, 2015

 

La iglesia de San Antonio de los Alemanes oculta un imponente mural del siglo XVII

 
 
maya balanya
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La iglesia de San Antonio de los Alemanes oculta un imponente mural del siglo XVII

Una silenciosa mueca de asombro define los rostros de quienes contemplan las pinturas murales de la iglesia de San Antonio de los Alemanes; un enorme manto, con sensación de infinidad, que se extiende circularmente desde la base del templo hasta la bóveda. La elevada consideración sobre esta suerte de capilla sixtina, inadvertida en el centro de Madrid, contrasta con la modesta apariencia del templo en su cara exterior, de ladrillo visto y granito, síntesis de los problemas económicos de la España de Felipe IV.
Ajena la iglesia al paisaje urbano en el que se ubica, fue construida entre 1624 y 1632 por la institución de San Antonio de los Portugueses –su nombre original– con la función añadida de hospital para moribundos y desamparados. No tomó su denominación actual hasta la independencia de Portugal, en 1668, cuando cambió su apellido por la cesión que hizo la reina consorte, Mariana de Austria, a los alemanes católicos de la Corte. Después, en 1705, el nuevo rey, Felipe V, hizo lo propio con la Hermandad del Refugio, quien hoy mantiene intacta su labor.
El interior del templo, diseñado por el jesuita Pedro Sánchez, Francisco Seseña y Juan Gómez de Mora, es un inequívoco exponente del barroco madrileño. Imperceptible a primera vista, tiene forma octogonal en su conjunto aunque esconde una planta elíptica de unos mil metros cuadrados. En la sencilla y austera fachada, obra de Gómez de Mora, solo el chapitel en pizarra que corona el edificio y la imagen de Antonio de Padua, a quien se rinde devoción, aportan un mínimo de atractivo.
Apenas se cruza la pesada puerta de madera que custodia la iglesia, tras un breve vestíbulo, el visitante se pierde en los impresionantes frescos que lo envuelven y embelesan, extendidos entre los muros curvos, desde la base hasta el techo. Aderezados por seis enormes altares de medio punto, se representan los ocho milagros de San Antonio. Sobre una base de granito y la posterior imitación de un zócalo de mármol, se conectan en orden ascendente pinturas de reyes y alegorías, plasmadas como tapices. El mural lleva la firma de autores como Lucas Jordán, Juan Carreño de Miranda, Luca Giordano o Agostino Mitelli.
Así se alcanza la bóveda, con la Apoteosis del santo portugués como elemento central. Pintado en trampantojo con puntuales elementos florales, da sensación de profundidad ante el pasmo halagador del invitado. Su valor, en ese sentido, no ha pasado desapercibido para el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), que lo ha incluido entre los edificios más singulares de la región con motivo de la Semana de la Arquitectura.

Descanso de las infantas

Bajo el suelo de la imponente obra, en la cripta, descansan dos infantas de Castilla desde 1869, cuando fueron trasladadas desde el convento de Santo Domingo del Real. Los nichos de Berenguela y Constanza –hijas de Alonso X y Fernando IV– enfocan la atención entre una veintena de sepulcros. Tras las circulares paredes de ladrillo yacen igualmente los fundadores de la Hermandad del Refugio, la misma que nació para revertir la miseria del decrépito Madrid del Siglo de Oro.