jueves, octubre 15, 2015

Hoy hace 315 años el Rey Carlos II firmó su testamento en el lecho de muerte y nombró Heredero al nieto de su hermana, Felipe V, el primer Borbón

Cuando se extinguió la Dinastía de la Monarquía más vasta del planeta
Lo peor que le puede pasar a un Rey no es morir; es morir sin dejar Heredero, porque el objetivo de toda Dinastía es perpetuarse. Sólo un Monarca español ha pasado por tan doloroso trance: Carlos II, que murió a los 38 años sin descendencia tras una desdichada vida.
A medida que la vida de Carlos II languidecía, arreciaba el acecho de las Casas Reales europeas, que aspiraban a repartirse en pedazos las posesiones de la Monarquía más extensa del planeta. Emparentadas durante siglos entre ellas, eran varios los aspirantes que descendían de Reyes españoles y tenían derecho a la Sucesión.
El Rey optó por nombrar Heredero a su sobrino-nieto, el Príncipe José Fernando de Baviera, pero cuando el problema parecía resuelto, el niño murió a los siete años de edad. Urgía buscar un nuevo sucesor, o las potencias europeas podrían desguazar España. Francia defendía a Felipe de Anjou, y Austria al Archiduque Carlos, hijo del Emperador Leopoldo I.
A pesar de las presiones, Carlos II se negaba a nombrar Heredero a su sobrino-nieto Felipe de Anjou, que era nieto de Luis XIV y de su hermana, la Infanta María Teresa. Pero un día como hoy, el 3 de octubre de 1700, en su lecho de muerte, el Rey cedió a las presiones y acabó firmando el testamento en el que declaraba Heredero a Felipe de Anjou, que reinaría como Felipe V y sería el primer Monarca de España de la dinastía Borbón. Con esa firma, quedó extinguida la Dinastía de los Austrias, que había reinado en España desde 1516, cuando llegó Carlos I, hijo de Juana la Loca.
Antes de abandonar Versalles, el Rey de Francia dirigió unas palabras a su nieto Felipe como nuevo Rey de España. Le habló del pueblo español y le dijo: «Os encargo que lo améis».