viernes, abril 27, 2018

              HECHOS Y CIFRAS DEL ABORTO

                                   

           
            El solo buen sentido indica que –a menos que surjan accidentes naturales o artificiales que lo impidan- un ovocito fecundado se transforma, al cabo del período gestacional, en un niño que es persona humana tanto desde el punto de vista biológico como jurídico. Pero la Naturaleza agrega un dato objetivo que obliga a ser leído con seriedad: apenas el primero de millones de espermatozoides penetra en el ovocito maduro que la mujer deposita en la Trompa de Falopio durante un ciclo fértil, la membrana celular del óvulo bloquea el ingreso de ningún otro, mostrando la inmediata protección que el gameto materno brinda a esa nueva vida, portadora de un código genético que lo hará único –y en esto no hay exageración sino precisión científica- en toda la historia de la humanidad.
            Desoyendo este claro mensaje biológico que habla a nuestra más elemental inteligencia pero a nuestra más fina sensibilidad, hay quienes pretenden que esa primera célula, portadora de la herencia materna y paterna en combinación singular desde el primer instante de la concepción, no es “persona” hasta que no se dan determinadas circunstancias que le son externas. Unos dicen que ha de esperar unas horas, hasta implantarse en el útero. Otros, que lo será cuando se desarrolle su sistema nervioso. Los más imaginativos, como el divulgador Karl Sagan (Parade Magazine, April 22, 1990, pág 4), han pretendido que el futuro hombre va pasando como embrión las etapas que atribuyen a la nunca probada científicamente teoría de la evolución; así el vientre materno alojaría sucesivamente una ameba, un pececito, un renacuajo, hasta que lo habitara un pichón de hombre. Todas son formas de justificar que, practicando el aborto durante esos períodos, no se estaría eliminando a un ser humano. La teoría más audaz es la que indica que los neonatos “no son funcionalmente humanos hasta que devienen tales en el proceso de socialización” (Ashley Montagu): así se justificaría el infanticidio.
            Todo lo anterior tiende a tranquilizar la conciencia de los promotores del aborto, que justifican su postura señalando que defienden a menores pobres que recurren por eso a prácticas no controladas e inseguras. Pero si esto pudiera ser parcialmente cierto antes de la legalización del aborto, dejaría de serlo luego de sancionada la ley. Sin embargo en Italia -país al que nos parecemos, si los hay- lo sucedido fue que: “Sólo el 8% de las mujeres que abortan tiene menos de 20 años y sólo el 19% es estudiante; el 43% se cuenta entre las empleadas y el 38% entre las amas de casa”. El perfil de la mujer que aborta allí desde la legalización que tuvo lugar por el plebiscito de 1978, “es el de una edad comprendida entre los 30-35 años, ama de casa o empleada, de condición económica discreta, de nivel de instrucción media, católica practicante con dos hijos, es decir el de un típico exponente de la burguesía media: en el 70% de los casos esta madre considera que desde la concepción el hijo es un ser humano, pero recurre al aborto no obstante ello por razones no fundamentales, llamémoslas contingentes, pero suficientemente fuertes como para debilitar cualquier visión religiosa y moral que hasta hace poco eran consideradas el eje estabilizador del individuo en la sociedad actual” (Massi, Gianbattista . “Etica en Medicina”, Fundación Alberto Roemmers, Buenos Aires 1982). El Profesor Massi, Director del Instituto de Clínica Obstétrica y Ginecológica de la Universidad de Florencia, visitó nuestro país y brindó una conferencia en la Academia Nacional de Medicina donde agregó que, luego de la legalización y la aceptación social implícita, “un conjunto de datos culturales y epidemiológicos nos obliga a reconocer que existe la tendencia a percibir el aborto no como la reparación dolorosa de una contracepción fracasada, sino como un método anticonceptivo propiamente dicho… Un comentario típico de muchas mujeres es: ‘La píldora es un mal, la espiral es un mal, el aborto es un mal, pero elijo este último (gratuito y legal) con la esperanza de que no me ocurra con frecuencia’ ”.
            A su vez, ya está claro en los países occidentales que la legalización del aborto provoca más abortos. “Desde Roe vs Wade (el caso líder para la legalización en EEUU, 1973) el número de abortos realizados en los Estados Unidos aumentó de 744.000 a 1.500.000. Los abortos terminaron el año pasado con un tercio de todos los embarazos en la nación. Más de un millón de adolescentes se embarazó y el 38% se hizo un aborto” (Walter Isaacson, Time, abril 6, 1981). Y esto tiene un innegable impacto demográfico y sociológico, que puede ser suicida en un país que necesita población como el nuestro.
            Finalmente, los promotores del aborto aducen que se reducirán las muertes maternas. Vale la pena indicar que en 2015 (último año publicado por el Ministerio de Salud de la Nación, Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio, (deis.msal.gov.ar)) el total de muertes por embarazos terminados en abortos (se cuentan siete otras causas además del aborto clandestino) fue de 55. Entre ellos sólo 1 en menores de 15 años y 5 por debajo de los 19 años. La mayor parte sucedió en mujeres entre los 25 y los 29, similar al perfil detectado en Italia.
            Pero además conviene agregar, a las complicaciones tardías de los abortos (endometritis, sinequias y esterilidad), la experiencia de los sacerdotes acerca del daño psíquico de las mujeres que han abortado: hasta la vejez siguen confesando una y otra vez su aborto porque, contradiciendo al sacramento de la reconciliación en que creen, nunca se perdonan.
            Las evidencias del deterioro que provoca la legalización son mucho más numerosas de las que caben en este espacio limitado.  Vale para más información consultar el reciente artículo de  Ségolene du Closel sobre las consecuencias del aborto en Francia, luego de 43 años de su legalización (www.infobae.com/opinion/2018/04/16).
Quien vaya a votar a favor del aborto debe saber, entonces, que estará dañando a las personas por nacer, a las madres, y a la Patria.

Hugo Esteva
                                    Profesor Titular de Cirugía
                                    Universidad de Buenos Aires
                                    MN: 35.165